
El españolito medio está bastante saturado de esto que llaman “la crisis”, un algo que parece no tener fin, pese a los brotes verdes, los anuncios esperanzadores de “el año próximo” y todas esas perlas cultivadas que el gobierno va filtrando cada día en los medios afines. Saber, saber, sabe poco, más allá de la apatía, la incertidumbre y el miedo que lo invade todo. Pensar, pensar, quiere pensar poco, por si acaso llega a conclusiones desagradables. Hasta entonces, deja pasar la vida a su alrededor, algo más apretadito, un poco más preocupadito, poniendo cara de circunstancias cuando el tema emerge en alguna tertulia cervecera, maquina de café, banquito de parque público o parada de bus de los niños que ya llegan del school. En fin, es la vida, ya se sabe y a este mundo perro hemos venido a sufrir aunque más tarde nos espera la paz eterna, concepto que no se sabe muy bien qué tiene que ver con el placer desmedido, pero, ya se sabe, en la ambigüedad está el suspense.
Lo que el españolito medio no sabe y Mr. Zapatero tampoco se lo dice, es que estamos en una complicada encrucijada. Uno de esos momentos que un país, una sociedad, tiene que hacer frente tres o cuatro veces en su historia. ¿Seguro?
Sí, seguro.
¿Y qué nos jugamos?
Pues casi todo por no decir absolutamente todo. Todo lo que hemos conseguido y todo lo que aun podríamos conseguir juntos.
¿Pero, seguro?
Sí, totalmente seguro.
¿Y qué podemos hacer?
Pues tenemos dos opciones. Dos posibilidades de actuación que, para que se entienda rápido, podemos expresar como la “la sauna finlandesa” y “la milonga argentina”.
La opción de sauna finlandesa, como su propio nombre indica, consistiría en coger al reno por la cornamenta y tirar para adelante. En otras palabras, proceder a una dura e impopular política de ajustes y sacrifico que, a medio plazo, podría volver a situarnos en la senda del crecimiento. Finlandia ya lo hizo en los años noventa, después de un oscuro pasado centrado en la exportación de materias primas desde una posición geoestratégica deficiente. El gobierno finlandés lideró y lidera un proyecto sin complejos y en el que las contradicciones aparentes se convierten en oportunidades de progreso.
La alternativa de la milonga argentina consistiría en optar por la paciente espera, es decir, convertir el problema en una molestia y, en consecuencia, sufrirla indefinidamente hasta que algo o alguien nos saque del sueño, más bien pesadilla.
Hoy por hoy, parece que nuestra opción camina hacia los salones tanguetos, dramáticos y fatalistas, pero asumidos como un arte, el arte de la sufrida y callada supervivencia. El Prisionero de la Moncloa no parece tener intención de descubrir sus posibles cualidades como estratega. Pero, no piensen, pocas alternativas se nos ofrecen en el panorama político. ¿Se imaginan un gobierno con las Cospedales, Saenz de Santamaria, Arenas y, de postre, Don Mariano? En un país en el que Duran i Lleida se muestra como el súmmum de lo que debiera ser un político, las posibilidades de acabar todos bailando un tango, crecen por momentos.
Pero, ¿no hay otras alternativas?
Me temo que no, mon ami.
¿y qué hago yo este verano?
¡Pues largarse unos días a Benidorm hombre!
Pues sí, las vacaciones son las vacaciones, ¿no?
Por supuesto. Y de paso, conviene dejar de bailar los pajaritos y aprender unos pasitos de tango. Eso sí, con zapatos de Prada.