La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) o Empresarial
(RSE), como se quiera, puede definirse en términos generales como el conjunto
de acciones que las empresas deben considerar para que sus actuaciones tengan
repercusiones positivas sobre la sociedad, reafirmando los principios y valores
por los que se rigen.
Una definición tan ambigua lleva lógicamente a
interpretaciones igual de ambiguas y múltiples por parte de los interesados y,
no pocas veces, son estrictamente “interesadas” al ser abordadas desde un
prisma estrictamente economicista con el fin de mejorar sus índices
competitivos, su imagen corporativa y, en definitiva, su valor añadido.
En una definición de este tipo, cabe todo o casi todo,
incluidos los propios trabajadores de la empresa aunque, rara vez, son estos el
objeto de deseo por su aparente baja rentabilidad en este tipo de inversiones.
Sin embargo, son las personas de la empresa el objetivo estratégico a cubrir en
este tipo de iniciativas. De hecho, podríamos afirmar que la primera condición
inexcusable para que una empresa pueda considerar mínimamente suficiente su política
de RSC es la de cubrir suficientemente sus obligaciones sociales, además de las
lógicamente laborales, con el conjunto de personas que trabajan en ella. Por
decirlo de alguna forma, esta sería la auténtica prueba del algodón a la hora
de descubrir quién cree firmemente en la Responsabilidad Social Corporativa y
quién es el que simplemente la manipula en beneficio exclusivamente propio.
Aspirar a convertir la empresa en una institución de
beneficencia es un dislate que tan sólo algunos sindicalistas de pacotilla
desearían, amén de los correspondientes vagos de solemnidad que toda
organización debe soportar. Pero, de igual manera, aspirar a que la empresa sea
una institución beneficiosa para quienes en ella participan debiera ser la
primera preocupación de quienes la dirigen y, todo ello, sin el menor atisbo
altruista porque ello es parte de ese valor oculto que sólo los auténticos
lideres saben reconocer.
Esta aspiración debiera separarse de aquello que
tradicionalmente entendemos y practicamos como Responsabilidad Social
Corporativa para pasar a denominarse DESARROLLO INTEGRAL CORPORATIVO.
El Desarrollo Integral Corporativo va más allá de la justa
política retributiva, la igualdad y conciliación, apuntando a lo profundamente
humano en un contexto de colaboración, esfuerzo y superación que es la
auténtica interpretación semántica del término “empresa”, es decir las
inteligencias múltiples, capacidades y destrezas, principios y valores. La
empresa , de una forma u otra, se convierte en el principal motor de
estimulación de todas ellas a partir de una edad determinada, superando incluso
al contexto familiar si de “tiempo vital” hablamos.
La empresa tiene el deber y la obligación de aprovechar y
gestionar ese motor de estimulación que debe permitir a las personas que en
ella trabajan crecer con ella, intelectual y emocionalmente. Si así lo hace,
los beneficios serán compartidos y el valor añadido estará asegurado de una
forma más sólida, sostenida y real que si centramos todos nuestros esfuerzos de
forma exclusiva en la excelencia tecnológica, la sabiduría en la gestión y la
optimización del conjunto de procesos productivos.
Decir que “personas son el principal activo de la empresa”
no pasa de ser una frase biensonante y hasta interesada. Para poder llegar a
realizar esa afirmación hay que trabajar mucho y duro en el Desarrollo Integral
Corporativo. Abandonar miedos e incertidumbres sobre parcelas de poder y
control que, al fin y al cabo, sólo tienen aquellos que gestionan desde la
distancia y la norma. Configurar un nuevo concepto de “resultados” que combine
valor evidente y esperado con el desarrollo del valor oculto que toda empresa
posee. Desechar perjuicios y anacronismos propios de unos tiempos en los que la
persona era “un recurso humano”. Se paga por trabajar, pero también debiéramos aceptar
que se nos paga para que nos desarrollemos de forma integral como personas
porque, si así lo hacemos, el crecimiento será compartido y constante.
Podemos hablar de la nueva Sociedad del Conocimiento, de la
Excelencia Tecnológica y de mil cosas más que suenen bien a nuestro orgullo y
vanidad, pero nada de ello será posible mientras no aseguremos el Desarrollo
Integral de todas y cada una de las personas que participan en ese reto común
que se llama empresa.
7 comentarios:
Esto es un nivel muy alto para mi que no tengo más empresa que la familia. Sin embargo si que el final es aplicable a cada uno de nosotros como personas que formamos parte de una sociedad
"el Desarrollo Integral de todas y cada una de las personas que participan en ese reto común que se llama.... empresa, familia, ayuntamiento, comunidad etc. Porque creo que ante todo somos personas.
Un cálido abrazo
Estoy con Katy. Pero nunca está de más recordalo, repetirlo y difundirlo. Vamos a ello ...
Abrazos,
Katy
Tus niveles de comentarios sí que son siempre superiores!!!!
Gracias, buen fin de semana
Hola Astrid
Ya sabes que soy "pesado" por naturaleza....
Gracias por pasar
Cuidate
Para mi es una cuestión de la persona. Hay que facilitar su desarrollo, pero también ésta debe querer. Y esto, como apuntan Katy y Astrid no solo en la empresa, sino en todos los ámbitos de la vida.
Cuanto camino nos queda por delante¡¡¡
Un abrazo
Hola Fernando
Habrá un segundo post dedicado a la "fauna"
Cuidate
Sí, señor.
No está demás recordar que hace tan sólo 3-4 años, este tema era importante en muchas empresas. Con este debacle social y económico, curiosamente ha pasado a un segundo plano.
En fin...
Un abrazo.
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