Quién
no recuerda aquellos exámenes de matemáticas en el instituto o el colegio de
pago. Por aquellos tiempos a los ejercicios les llamaban “problemas” aunque se
trataban de situaciones controladas con una sola posible respuesta y hasta con
un solo procedimiento admitido aunque existieran otras alternativas.
Desgraciadamente, aunque haya llovido y tronado mucho, las cosas continúan
prácticamente igual y hasta podríamos decir que peor. Antes, al menos, no se
hablaba de inteligencias y talentos mientras que ahora se nos llena la boca con
esos palabros.
El
talento en la empresa no se puede medir en términos de rendimientos, eficacias,
eficiencias y, en fin, productividad sobre los “ejercicios programados”, es
decir sobre las rutinas de procedimientos establecidos. Como decía el otro, “se
le supone”.
El
talento se expresa en términos de capacidad para resolver nuevas situaciones
cuya solución desconocemos, es decir problemas o bien oportunidades que se
perciben y necesitan ser materializadas. En consecuencia, la métrica del
talento no puede ir dirigida a la satisfacción conseguida por los resultados en
términos de rutinas. El talento debe reflejarse en resultados visibles más allá
de lo previsto en términos de eficacia y eficiencias rutinarias. Puede
materializarse en un incremento de ventas, un ahorro de costes no basado en
estirar al límite los procedimientos establecidos, una mayor reputación
corporativa o una consolidación de marca. Pero si los resultados del talento
son estos, sus vías de expresión se llaman “mejora continua”, “reingeniería”,
“innovación” o incluso “calidad” porque, seamos francos, ¿cuál es la diferencia
entre los efectos de un intervención en calidad o una innovación incremental?
Pero
todo esto necesita de reflexión, aceptación e interiorización en una
organización. No olvidemos que las personas de una empresa tienen un pasado
inmediato derivado de sus experiencias en los distintos ámbitos educativos,
sean escolares, universitarios o de formación profesional. Ámbitos que han
dejado una huella indeleble sobre cómo se aprende y cómo se aplica lo que se ha
aprendido, cómo se interpreta el concepto problema y qué se espera como
respuesta a este tipo de situaciones, cómo se entiende la autonomía, la
responsabilidad o cómo se percibe el error sin entrar tan siquiera a cuestionar
si se les ha descubierto el milagro de las inteligencias múltiples o su
expresión en términos de talento.
En
definitiva, el nacimiento del talento en una organización pasa en este país por
un proceso de reeducación emocional profundo. Sí, emocional porque hablamos de
percepciones, identificaciones personales, consciencia del potencial y creación
de una empatía introspectiva difícil de alcanzar después de años sometidos a un
entrenamiento basado en la aceptación de la verdad del conocimiento sin
profundizar en su utilidad y, sobre todo, en sus posibilidades de generación de
nuevo conocimiento.
Diríamos
que sería como exigir a un cura recién salido del seminario que celebre un
casamiento al son de la Internacional recibiendo a Juan y Pepe en el sagrado
sacramento del matrimonio. Incluso si lo hiciera, automáticamente sería
señalado con el dedo a la espera de los hombres de negro designados por la
conferencia episcopal.
Hablemos
de talento, pero sin olvidarnos la herencia que todos arrastramos y a la cual,
sin llegar a renunciar, debemos marcar límites. Una empresa es el reflejo de
sus personas y estas son el reflejo de una sociedad, sus creencias, valores,
certezas, compromisos y sueños.
3 comentarios:
Totalmente de acuerdo. Necesitamos una re educación emocional como el comer.
Un abrazo
Estoy con Fernando.
Cuando alguien me dice "es que yo no tengo imaginación" me suelo enfadar. Y es que lo tienen tan claro que es casi imposible convencerles de lo contrario.
Un abrazo.
Hoy no me siento ni creativa ni con talento. Hay dias menos lúcidos. Me imagino que los estados de ánimo del personal afectan también la marcha de la empresa.
Eso si tedejo un cálido abrazo ymis deseo de una gran semana para ti-
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