martes, 24 de febrero de 2015

LA EMPRESA ARBOL




La analogía del “iceberg” es un clásico cuando se habla de competencias haciendo referencia a aquellas relacionadas con la “personalidad” cuya detección es compleja y comprometida y que traducido a cristiano quiere decir: lo sentimos, tierra de nadie o no man´s land dicho de forma más técnica.
Algo similar ocurre cuando hablamos del talento aunque todavía no existe una analogía o modelo que explique la compleja detección de alguno de sus componentes, en concreto el conocimiento. Por todo ello, me van a permitir introducir una posible figura alegórica y que no es otra que la de un árbol.
¿Qué vemos de un árbol? Por supuesto, el tronco, sus ramas y hojas, pero rara vez podemos distinguir sus profundas raíces, aquello que realmente permite su supervivencia, es decir su éxito en el ecosistema donde se localiza.
El conocimiento son las raíces ocultas del talento. No es el componente clave, pero siempre acaba resultando opaco. Alguien diría que si la persona demuestra competencias, se le presupone conocimiento. Por supuesto, pero la pregunta que se me ocurre es doble…

¿Y si aún demostrando competencias no negamos la posibilidad de un recorrido ascendente en las mismas? ¿No sería necesario conocer su grado de conocimiento a la hora de establecer estrategias de desarrollo?

¿Y si no demostrase el nivel de competencias necesarias? ¿No sería aún más importante establecer su nivel de conocimiento?

Pero no acaba todo ahí porque aunque el problema afecta al concepto de conocimiento en su conjunto, resulta aún más preocupante la total opacidad del “conocimiento tácito”, entendiendo por ello aquel conocimiento que tiene su origen en la interacción de las personas entre sí y con los contextos operativos de la empresa.

¿Por qué puede ser importante el conocimiento tácito?

De partida, se me ocurre que no existe mejor medida del talento que conocer la capacidad de la persona para generar nuevo conocimiento a partir del conocimiento formal anterior aplicado a sus competencias.
Ese nuevo conocimiento reúne múltiples consecuencias, todas ellas beneficiosas para la persona y la empresa en su conjunto.
En primer lugar incrementa sus potencialidades en la interacción con el contexto operativo de la empresa o lo que es lo mismo, su rendimiento productivo.
No es de despreciar el valor emocional que supone ser consciente de ser “creador de conocimiento” sea cual sea su estatus profesional en la empresa. He visto carretilleros, soldadores o mozos de almacén ganar en su autoestima y, en consecuencia, en su valor para la empresa como consecuencia de sentirse protagonistas y creadores.
El conocimiento formal es verdadero hasta que se demuestre lo contrario que es lo mismo que decir hasta que llegue su hora de ser actualizado. Pero esa actualización no proviene de otro conocimiento igual de formal, sino de la experiencia práctica o lo que es lo mismo, el origen de lo formal está en la experiencia. El conocimiento tácito no sólo permite “renovar la verdad” sino mostrarla útil porque está basado en la realidad de la empresa. Aplíquese todo esto al día a día y dará como resultado optimización y reingeniería de procesos, incrementos productivos y alimentación de procesos de mejora continua.
¿Qué decir del concepto de innovación total? ¿Quién puede alimentar al dichoso funnel si no es el conocimiento tácito de las personas? Si la innovación surge de la necesidad, ¿cómo se puede detectar una necesidad cierta si no es moviéndose en la realidad práctica de las cosas?
El conocimiento tácito es el gran desconocido en nuestras empresas. Apenas si cuenta cuando hablamos del talento de las personas, como si todo se redujera a operaciones calculadas en su desarrollo y conclusión. Limitado a la maquina del café, el rincón del empedernido fumador o recluido en el comedor de la empresa, apenas si es visible más allá de la anécdota que invariablemente se acaba percibiendo como queja y, en consecuencia, molestia.

Quizás nunca fue más cierto aquello de que el árbol no nos deja ver el inmenso bosque de raíces que oculta. Una empresa puede ser un árbol esbelto y vistoso, pero si no es consciente de las raíces que la sustentan, es muy probable que no resista la próxima tormenta.

1 comentario:

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Liderazgo: Esa es la palabra que siempre tiene que estar presente en las organizaciones, en todos los ámbitos de la organización.
En mi curro, llevo en mi curro varias semanas oyendo grandes propuestas que terminan en aquello de: "¿Y está el alcalde liderando esto?
Y la respuesta es siempre la misma.
Resumiendo: O ayudamos a construir líderes de los de verdad, incluso en el ámbito político o... ná de ná.
Un abrazote... Y a ver si quedamos un día ;-)

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