La
vida profesional de una persona en España abarca por término medio 81.000 horas
de trabajo. Si hiciéramos el calculo total, caeríamos en la cuenta de que
pasamos más tiempo con nuestros compañeros de trabajo que con nuestra familia
lo que nos debiera llevar a pensar que, en realidad, contamos con dos familias,
la biológica y la profesional.
Siguiendo
con la reflexión, todas las familias presentan sus particularidades por no
decir rarezas que un optimista vital llamaría “maravillosa diversidad”. En
otras palabras, hay primos simpáticos, tías insoportables, sobrinos amorosos,
cuñados insufribles, hermanos del alma, abuelos de los de toda la vida y
parientes que mejor fueran conocidos o hasta de oídas. Es aquello que los
españoles definimos con dichos castizos como “en todos sitios cuecen habas”.
Pero, nos guste o no, es nuestra familia o como decía el otro, es lo que toca y
más vale cuidarla que olvidarla porque de una de forma o de otra es tu entorno
de convivencia y hasta de aprendizaje aquel con el que vas a vivir hasta que
pases a mejor vida, dicho, por otra parte que no hace sino reflejar el lado
fatalista que las religiones imponen a sus creyentes como medida coercitiva de
estese usted quieto.
Pues
bien, una empresa, organización o como queramos llamarle no es otra cosa que
una familia, sino ya me van a contar ustedes de donde salen las 81.000 horas de
vellón. Y como toda familia que se precie, cuenta con una variopinta diversidad
de especies. La única diferencia es de carácter toponímica, donde hablábamos de
padres, ponemos jefes, encargados o mandos intermedios, los abuelos son los
directores de área, los bisabuelos tienen carácter general; primos y cuñados
son colegas de áreas vecinas, hermanos son aquellos con los que compartimos
espacio y trabajo inmediato mientras que los sobrinos son becarios, recién
incorporados y gentes sobre las que tenemos ascendiente, también hay suegros
mal encarados y hasta tíos de América que sólo aparecen de vez en cuando para
acabar con tu paciencia. Los hay que no pueden resistirse a exhibir su
experiencia y sapiencia. Existen aquellos que ignoran que existes. No pueden
faltar aquellos que cumplen con el protocolo estrictamente necesario, Navidad y
Reyes y no pidas que se apunten a un cumpleaños porque te montan un pifostio que
te enteras. Los hay inteligentes, listos, listillos, caraduras, escaqueados cum
lauden, sinvergüenzas y hasta autistas del tango. Es una familia, no lo duden.
Buena, regular o pésima, pero una familia.
Llegados
a este punto, los puristas dirían que una empresa es un negocio, un contrato,
capital y trabajo, tiempo y valor. Pero una empresa, en el fondo, es una
merienda de negros que difícilmente se convierte en ágape porque para cuando te
quieres dar cuenta, del misionero no queda ni la estampita. El director de
Recursos Humanos oficia de brujo de la tribu y al menor descuido te convierte
en mono aullador por siempre jamás. El Comité Sindical – esa reliquia de los
tiempos de Maricastaña - es el clan del
oso cavernario que como te descuides te deja más sólo que un hueso de aceituna
y el Consejero Delegado es el jefe supremo que rara vez sale de la choza, pero
cuando lo hace, suelta aquello de chunda- cachunda y se arma la de San Quintín.
En
definitiva, ¡ como la vida misma!, pero aquí el arte supera a la realidad. El
arte de complicarse la vida y, de paso, complicársela a los demás por aquello
de que espabile que para ese le pagan.
Y,
ahora en serio…
¿Qué
sentido tiene ignorar que tienes una segunda familia con la que vas a tener que
convivir 81.000 horas de tu corta y singular vida?
¿Por
qué no intentamos ser una familia normal y, a ser posible, cada día un poco
mejor?
¿Existe
alguna razón para ocupar todo nuestro tiempo en tratar de convertir al primo
insoportable en el príncipe azul o a la cuñada que no se apunta a nada en el
hada madrina?
Cuando una familia se reúne y no tiene nada que recordar, simplemente no existe, es un formalismo sin más.
Cuando una familia se reúne y no tiene nada que recordar, simplemente no existe, es un formalismo sin más.
Si
cuidamos de los nuestros, cuidaremos de nosotros.
8 comentarios:
¡Cuidado con los brujos de la tribu que son muy rencorosos!
Me he divertido mucho leyendo tu fantástica metáfora.
Un abrazo
Hoy te he entendido maravillosamente bien. No necesito traducciones, con mi experiencia me basta y así matizar esta felicidad que es la familia. En dónde unos se matan y el resto se invita. Siempre curran los mismos:-)
¿Por qué no intentamos ser una familia normal y, a ser posible, cada día un poco mejor?
Por eso mismo porque cuando cambie nuestro corazón y cada cual piense en el "OTRO" y no en YO, YO, YO, y después los demás, será diferente.
Somos, y somos en casa, y somos fuera de ella (Unos cuantos) El resto se dedica a sus roles.
Y no sigo porque escribo otro post.
"No se pueden pedir peras a los olmos" resume tu pregunta.
Un abrazo y buena semana
Ja ja . Fantástica analogía. las cosas irían mejor si las "familias empresariales" hiciesen el esfuerzo de ser bien avenidas, o al menos intentar ser normales como apuntas, pero hay muchos que se creen hijos únicos o que la "familia" les importa un bledo.
Y es que hay gente "pa to"
Un abrazo
Hola Paz
Y que lo digas, pero bueno, estamos curado en salud...Eso sí, hay gente muy competente y profesional en RRHH.
Cuidate
Me alegro Katy
Ya sabía yo que te iba a resultar tremendamente "familiar".
Cuidate
Fernando
Me faltaban los "hijos únicos", ahí te he visto al quite, si señor!
Cuidate
Pues mira algo parecido ya había compartido con compañaros de trabajo alrededor de unas birras.
Vamos, que de cajón de pino :)
Un abrazo.
Hola Javi
Pues eso que más vale llevarnos bien sin perder la perspectiva. :)
Cuidate
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