Toda
situación es susceptible de acabar definiéndose como problema, pero para ello,
al menos, deben cumplirse dos condiciones previas: debe tratarse de una
situación cuyo solución desconozcamos y debe sentirse como “no deseada”.
Partiendo
de este presupuesto, la actitud de los responsables de una empresa en general y
del área de RRHH en particular con respecto al papel de las personas y el
aprovechamiento de sus capacidades y conocimientos puede simplificarse
considerablemente.
¿Cuál
es el papel que deben tener las personas en su empresa?
Ante
esta pregunta, sólo caben dos posibles respuestas:
1.
Las personas deben ser eficaces a la hora de
cumplir con los cometidos asignados.
2.
Las personas deben contribuir al crecimiento de
la empresa con todos sus conocimientos y talento.
En
el primer caso, no hay más que hablar. No se trata de una visión mejor o peor.
Simplemente es una visión, aceptada y
consagrada. La misión es producir y vender de la forma más eficaz posible sin
que ello suponga un menoscabo del derecho de los trabajadores o incluso no se
descarten políticas de conciliación, desarrollo personal y profesional,
etcétera. Las “incidencias” que se puedan producir en el discurrir diario se
afrontan con una cadena de mandos más o menos eficiente, complementada con una
política de calidad al uso. Si se contemplan políticas de innovación, quedan
reservadas para un conjunto de personas muy limitado, casi siempre enmarcadas
en un área del mismo nombre que pueden desembocar en proyectos participados por
otras áreas, pero con un número de personas implicadas también muy restringido.
Las consecuencias prácticas de cualquiera de estas acciones se transmiten a los
trabajadores en forma de orden de trabajo, proceso rectificado o mejorado o
simple cambio en la forma de hacer las cosas. Estamos hablando de una
estructura vertical con escasas derivaciones horizontales centrada en una
gestión dirigida a resultados. Hablamos de empresas que funcionan prácticamente
solas siempre y cuando las “condiciones ambientales” se encuentren equilibradas
y no presenten alteraciones significativas. Precisando un poco más, estamos
hablando del 80% de las empresas españolas, sea cual sea su dimensión y
actividad.
En
el segundo caso, caben dos posibilidades. Puede ocurrir que se trate de una
mera declaración de intenciones articulada en el capitulo de Misión, Visión y
Valores que duerme el sueño de los justos en algún cartapacio olvidado. Si este
es el caso, estaríamos hablando de una empresa que se enmarca en la primera de
las opciones, pero que se camufla hábilmente al amparo de la moda imperante.
Pero
puede ocurrir y ocurre que sea una manifestación sincera de una visión por la
que se está trabajando o que ya se encuentra normalizada en la organización. En
ambos casos, no se trata de una visión peor o mejor que la primera que hemos
presentado, pero con toda seguridad es una alternativa más inteligente y, sobre
todo, más rentable. Reconocer a la organización como un organismo vivo y dotado
en su conjunto de inteligencia ya es una posición sabia de partida. Percibir
que no se trata de una inteligencia uniforme sino múltiple y especializada ya
es un acto avanzado. Enfocar esa multiplicidad de talentos hacia la generación
de valor en cualquiera de sus formas ya es una estrategia de futuro. En definitiva,
no se trata de algo sobrenatural, extraño y menos aún arriesgado. Simplemente
es reconocer que todas, absolutamente todas las personas de la empresa son
inteligentes por definición y que esa inteligencia se manifiesta no sólo en la
ejecución mecánica de unas rutinas consagradas sino también en la experiencia y
conocimiento práctico que se deriva de ello. Un conocimiento que resulta vital
a la hora de enfrentar problemas derivados de la saturación de esas rutinas y
su correspondiente progresiva ineficacia. Un conocimiento tácito que puede
combinarse con el formal de la empresa dando lugar a soluciones de éxito que se
incorporen como nuevo conocimiento institucional. Esto y sólo esto es saber
gestionar eficazmente a los humanos y sus recursos.
Una
empresa, como ente inteligente, es un motor de constante generación de
conocimiento, pero este conocimiento se construye a partir de la interacción
directa con el entorno. En otras palabras, el conocimiento se construye
resolviendo con éxito los problemas. En consecuencia, el conocimiento tácito es
la base de todo proceso de cambio encaminado al crecimiento y la generación de
valor, llámese innovación, mejora, reingeniería o como queramos bautizarlo. Sin
embargo, en la practica totalidad de las empresas españolas, gobierna el
conocimiento formal, institucionalizado. Pero apenas caemos en la cuenta de que
todo conocimiento formal deriva necesariamente del tácito. El problema es que
ese conocimiento tácito es el que corresponde a una minoría muy restringida de
personas de la empresa que curiosamente apenas si tienen contacto directo y
permanente con la realidad productiva.
No
se trata de adecuarnos a las nuevas tendencias de gestión, apuntarnos a la moda
de lo intangible, adornarlo con toques 2.0 para terminar reconociendo la
tiranía del conocimiento formal. Es más simple que todo eso. ¿Quién sabe más de
un proceso, aquel que lo diseñó o el que lo ejecuta en la practica? Pues ni
uno, ni otro, sino ambos a la vez. Sólo la conjunción de ambos puede asegurar
la mejora o la innovación del mismo.
¿Cuál es el papel que deben tener las personas
en su empresa?
Ante
esta pregunta, sólo caben dos posibles respuestas:
1.
Las personas deben ser eficaces a la hora de
cumplir con los cometidos asignados.
2.
Las personas deben contribuir al crecimiento de
la empresa con todos sus conocimientos y talento.
En
el primer caso, la empresa sólo aprovecha el 50% de su fuerza de trabajo. En el
segundo caso, el objetivo puede ser el 100% desde una perspectiva utópica, pero
puede alcanzar el 80% sin dificultad.
Poco
más se puede decir sin llegar a herir sensibilidades. Como decía aquel viejo
anuncio publicitario: pruebe, compare y decida.
6 comentarios:
¿sabes que me ha venido a la mente leyendo el post? Si estas cosas se enseñasen o comentasen en las escuelas desde que somos chiquitines, posiblemente nuestra percepción y enfoque sería si no más objetivo , al menos más productivo. HAy asignaturas que deberian ser obligadas y una de ellas es conocer la naturaleza humana y su modo de funcionamiento.
Un abrazo
Siguiendo la reflexión de Fernando... Es que esta noche he tenido una larga conversación con mi hija (16 años) y me siento orgulloso de... hasta dónde ha llegado. No es que saque grandes notas (que no) pero su nivel de reflexión es enorme. Genial. Pues eso. Que en casa ha aprendido a pensar pero en el colegio... Más bien no. En fin... que me estoy enrrollando.
Un abrazo a ambos.
No sé... ¿Se me ha entendido algo? :)
Bueno lo de la parte contratante de la primera parte si , lo de la parte de contratante de la segunda parte algo menos...Un abrazo
Javier & Fernando
Una vez más, habéis dado en la diana...
El problema es muy anterior, es un tema de modelo educativo y el nuestro es decimononico, por no remontarnos mucho más atrás.
La competitividad y todas esas cosas, hay que construirlas desde los tres años.
Javier, se te ha entendido perfectamente.
un abrazo
Como siempre llevas razón pero a mi ha venido la imagen de unos grandes almacenes haciendo una buena campaña publicitaria.
En fin que tu post está claro pero no veo cómo encajarlo en la situación actual. Debe ser que estoy un poco atrofiada en esto de la educación.
Un abrazo y feliz semana
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