La
discusión sobre la idoneidad y validez del término “Recursos Humanos” en la
actualidad es algo que no tiene visos de solución, al menos a corto plazo. Sin
embargo, a poco que reflexionemos sobre el asunto, caeremos en la cuenta de que
no pasa de ser una polémica estéril desde el momento que una gran mayoría de
las empresas actuales no cumplirían con una definición que fuera más allá de la
actual. El cambio es una actitud constante. De hecho, no debemos olvidar que el
término surgió a principios del siglo pasado como reacción al taylorismo
dominante. Pero el cambio por el cambio, simplemente es signo de debilidad y
confusión. Nada es eterno, pero el paso del tiempo no garantiza la necesidad de
nuevos horizontes.
Si
entendemos por Recurso Humano aquel concepto que hace referencia a las personas
de la empresa y por Recursos Humanos al área administrativa responsable de
contratar, desarrollar, adiestrar y despedir, una gran mayoría de nuestras
empresas se adecuan perfectamente a ambas concepciones por lo que ¿qué
necesidad tienen de cambiar una denominación que se ajusta a la realidad
dominante? De hecho, si insistiéramos en un cambio de concepto, no sólo no
encajarían en la nueva definición, sino que además estaríamos faltando a la
realidad con una supuesta modernidad sospechosamente preocupante.
Quizás
muchos de quienes lean estas líneas argumenten que el cambio es necesario, pero
entonces estamos confundiendo el problema. El asunto no es una cuestión
estrictamente semántica, sino un cambio de paradigma que implica una revolución
total en el mundo de la economía y las ciencias sociales.
Conozco
muchos ejemplos de nuevas etiquetas alternativas tales como Desarrollo y
Personas, Personas y Desarrollo, Desarrollo Personal o simplemente Personas.
Pero cuando escarbas un poco, descubres la misma estructura de siempre, quizás
con una mayor preocupación por la formación y capacitación o la participación
orientada a la mejora y el cambio, pero en términos de factor diferenciador,
poco más. Me recuerda a aquellas empresas que tienen identificado como proceso
la compra de la lotería de Navidad, pero que jamás se han preocupado por
desplegar una reflexión seria sobre quiénes son, quiénes quieren ser y cómo van
a hacerlo.
Ha
llovido mucho desde Adam Smith, Taylor y Fayol, pero seguimos sin cumplir con
una condición básica que justificaría realmente un cambio terminológico: la
aceptación de que en una empresa las personas son TODAS LAS PERSONAS a efectos
de talento y conocimiento. De hecho, no se si alguna vez hemos caído en la
cuenta de que la aparición de los Recursos Humanos coincide con la llegada al
mundo de la empresa de algunos elementos tales como el sindicalismo, la
estandarización de tareas y procesos, psicología industrial, conductismo o la
famosa concepción de bienestar público como estrategia de transición pacifica a
un mundo mayoritariamente consumista.
Somos
muchos quienes llevamos toda una vida defendiendo el derecho de las personas a
demostrar que saben hacer algo más que trabajar repetidamente en las mismas
rutinas. Pero somos conscientes de que las contradicciones no han llegado todavía
a un punto de no retorno. Hasta entonces, seguir discutiendo sobre la
oportunidad o conveniencia de cambiar una simple etiqueta, no pasa de ser una
veleidad propia de quien todavía no ha alcanzado la simpleza que sigue al
triunfo sobre la complejidad.
8 comentarios:
Totalmente de acuerdo.
Creo que en alguna ocasión he hecho aquí algún comentario en este sentido.
Y es que nos centramos siempre en lo superficial mientras que mantenemos intacto el contenido.
Un abrazo.
Pues si llevas razón pero yo ya dudo hasta del concepto de "Empresa".
Un abrazo y mil gracias por tu felicitación.
Un abrazo
Hola Javi
Ya veo que mantenemos nuestra opinión pero ya sabes que vivimos tiempos en los que por principio se cambia todo aunque no se sepa por qué ni para qué
CUidate
Hola Katy
En la duda está la búsqueda de la verdad....
Buen finde
Nada que añadir a tu reflexión, porque coincido plenamente. Las palabras, la terminología, son solo eso palabras, y nos cuesta menos que suspiro el cambiarlas ... para que nada cambie.
Un abrazo
Lo peor de todo, es que muchas veces detrás del cambio de nombre no hay nada. Pero así funciona el mundo. Mucho ruido y pocas nueces.
Hola Astrid y Fernando
Efectivamente pero vivimos tiempos en los que la superficialidad de los análisis llegan también a este campo y por lo que vemos "crean tendencia".
Cuidaros
No perdamos la ilusión, ni la fé en las personas. Siempre hay quien utiliza bien los términos y quien no lo hace así. Conectemos con los que de verdad lo creen. No seremos sólo nosotros, ¿verdad?
Un abrazo,
Itzi
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