Dos
de cada diez ideas potencialmente buenas acaban por tener éxito en términos de
innovación. Una de cada diez innovaciones potencialmente disruptivas acaba
confirmando su potencial. Aparentemente las cifras son desalentadoras, pero
responden a la necesidad de un clímax equilibrado que debe acompañar al
progreso. Lo contrario supondría simplemente un desastre en todos los sentidos.
Imaginen un escenario en el que cada dos meses la última generación de
teléfonos móviles quedará totalmente obsoleta. Términos como oferta, demanda o
productividad, simplemente desaparecerían.
La
innovación, sea cual sea su grado de impacto, responde en un 80% a la necesidad
sentida y en un 20% a la creatividad
espontánea de esas personas que acostumbramos a llamar “geniales”. La
creatividad, base de la innovación, encierra una faceta destructiva sin la cual
no puede abrirse paso en el camino hacia el éxito, pero nuestros modelos
económicos toleran un índice de creatividad destructiva muy preciso más allá
del cual solamente se contempla el desorden.
Ésta
es una primera reflexión que toda organización de vocación innovadora no
debiera olvidar. La alternativa múltiple es uno de los principios sagrados del
proceso creativo – innovador, pero siempre a partir de una oportunidad – necesidad
identificada, nunca como estrategia para detectarla. De ahí la baja
rentabilidad de las políticas de cajas de ideas, buzones de sugerencias o
departamentos de innovación constantemente atareados en la generación de ideas,
por no citar las frustrantes consecuencias emocionales que conlleva la baja
incidencia real de las mismas en el conjunto de la organización.
¿Debemos
esperar a que la necesidad se haga evidente?
No,
de hecho si lo hacemos lo que en un principio debiera ser una oportunidad se
acabará convirtiendo en un problema y quizás para cuando consigamos resolverlo,
habrá caducado o la organización habrá desaparecido.
En
este complejo pantone, las soluciones no son ni negras, ni blancas. La
organización no puede mantener a sus personas en una tensión creativa
constante, ni tampoco puede limitar esa tarea a un reducido número de personas
encuadradas en un departamento de exótica denominación.
¿Entonces?
ALERTA
TEMPRANA o dicho de otra manera, hábitos perfectamente interiorizados de visión
estratégica y perimetral que sin llegar a obsesionar, permitan detectar
problemas y oportunidades en ciernes.
En
lo que al cambio en general y la innovación en particular se refiere, una
organización necesita cubrir tres frentes estratégicos:
ý INNOVACIONES DISRUPTIVAS
ý INNOVACIONES RADICALES
ý INNOVACIONES INCREMENTALES
Una
vez más, la estadística nos dice que tan sólo una de cada cien innovaciones
disruptivas tiene su origen fuera de un departamento o área especializada de la
organización. Pero esos mismos números nos confirman que mientras que las
innovaciones radicales tienden a fraguarse en el entorno de la alta dirección,
las incrementales surgen en un 90% en el entorno global de la organización. En
otras palabras, un sistema de alerta temprana debe caracterizarse por la
variedad de sus protagonistas.
La
alerta temprana de las oportunidades disruptivas debe corresponder a un equipo
de personas con alta preparación y encuadradas en un área específica de
carácter estratégico sin que necesariamente estén implicadas en el área de
innovación que debiera tener un carácter ejecutor.
El
sistema de alerta en lo que a innovaciones radicales se refiere debiera estar
concentrado en torno a los equipos directivos, entendiendo por “radical” aquel
proceso o fenómeno que resulta nuevo para la organización, pero no
necesariamente para el resto de empresas del sector, en otras palabras, un me
too.
Finalmente,
la alerta temprana de aquellas oportunidades que deben desembocar en
innovaciones incrementales debe corresponder al conjunto de personas de la
organización, fundamentalmente las implicadas en procesos productivos,
logísticos y comerciales, sin olvidar que la innovación incremental y las
políticas de calidad y mejora continua no son otra cosa que una misma realidad
llamada de distintas formas.
Una
vez más, la experiencia confirma que por cada innovación de carácter
disruptivo, se producen tres de naturaleza radical y diez de tipo incremental.
En otras palabras, priorizar el carácter estratégico de la innovación
disruptiva es un error estratégico, valga la redundancia, de alto calado en
términos de retornos y productividad. Pero también es cierto que las
direcciones prefieren invitar a la fiesta a los círculos con pedigrí , mientras
el resto de los mortales se ocupa en la cocina de viandas y afrodisiacos.
Quizás éste sea el principal de los males que aquejan a nuestras organizaciones
a la hora de enfrentar el futuro.
Los guardianes
de la innovación son todas aquellas personas que se verán afectadas por ella.
No hay espectadores en este espectáculo, menos aun prima donnas y quien se
empeñe en lo contrario acabará por protagonizar un monologo, pero siempre melodramático.
6 comentarios:
Una de las lecturas que hago es que no puede haber innovación si no hay conexión entre las personas y el negocio, provocada generalmente por los que definen las estrategias. Demasiadas distancias entre el querer y el hacer.
Un abrazo
O sea: que la organización debe de estar alerta en todos y cada uno de sus niveles, pero no una alerta "tensa" sino una alerta "tranquila".
Digo yo.
Un abrazo.
Hola Fernando
Pues la lectura es correcta y es que tácticas las que quieras pero estrategias son esenciales.
El Mou sabe mucho de tácticas, pero....
Cuidate
Así es Javi....las esperas tensas sólo provocan reacciones desmesuradas.
Cuidate
hummmm suena a obsolescencia programada. Lo que no sé si me gusta en exceso...
Lógico, por otra parte, en una economía de mercado, en la que el equilibrio entre la oferta y la demanda es cada día más difícil. Supongo que el secreto está en esas estrategias que mencionas.
Abundo en lo que dice Fernando.
Ya no digo nada pues el zapato me viene demasiado grande.
Yo lo que deseo es que las cosas funcionen, pero...
Un abrazo y que disfrutes de una gran semana creativa y motivadora
Un abrazo
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