Nuestra
tolerancia a la incertidumbre es inversamente proporcional a la necesidad de
seguridad y estabilidad.
Este
principio marca nuestras vidas y hace que la mayoría de nosotros percibamos el
cambio como una cuestión de necesidad impuesta en lugar de una oportunidad que
nunca debiéramos dejar pasar. En estos términos, el Emprendimiento no es otra
cosa que la voluntad de traspasar esa delgada, pero difícil línea que separa la
seguridad de lo conocido de las aparentes tinieblas de lo incierto.
El
Emprendimiento es una actitud ante la vida en general y ante los problemas y
oportunidades en particular. Como toda actitud, es la expresión práctica de
unos principios, valores y capacidades emocionales que cada persona debe ir
moldeando hasta llegar a olvidarlos, prueba de su profunda interiorización y
garantía de su activación cuando las situaciones así lo requieran. En una
palabra, nadie nace emprendedor, pero el entorno y la interactuación con el
mismo marcan decisivamente nuestras posibilidades de desarrollar emocionalmente
aquellas potencialidades que nos permitirán progresar en nuestras habilidades
emprendedoras.
España
no presenta entornos favorables al emprendimiento. Pero, no nos dejemos engañar
por explicaciones circunstanciales propias de un empirismo ingenuo cuando no
estúpido. La crisis económica o como quiera que se llame este abismo, la
mediocridad política, la fragilidad institucional, el compadreo, el saqueo y
demás males y desgracias que nos asolan, pueden resultar factores específicos y
momentáneos, pero nunca decisivos a la hora de explicar nuestra refractaria
actitud hacia el emprendimiento.
Somos
cortoplacistas por naturaleza. Carecemos del tesón y la perseverancia
necesaria. Nuestra tolerancia a la incertidumbre es prácticamente cero después
de siglos de conformismo impuesto por una sociedad aterradoramente encerrada en
sus perjuicios religiosos, sus temores ancestrales y, sobre todo, unas clases
dirigentes mediocres, carentes de toda curiosidad por el futuro y absolutamente
contrarias a toda posibilidad de riesgo, esfuerzo y responsabilidad social. Así
somos, aunque mejor sería decir “así nos han permitido ser”. En las últimas
décadas, el rayo de esperanza que supuso la llegada de la democracia acabó
diluyéndose en un estado del bienestar mal entendido que otorgaba derechos y
privilegios sin contrapartidas a cambio de apoyos y votos cada cuatro años. Nos
creímos triunfadores cuando apenas habíamos librado burdas escaramuzas. Pero,
por encima de todo, desperdiciamos una oportunidad histórica para emprender una profunda y decisiva
reforma de nuestro sistema educativo. Una vez más, fuimos incapaces de pensar
en el futuro en términos de personas y generaciones. Una vez más, renunciamos a
ir más allá del Conocimiento para consagrar el Pensamiento como eje de todos
nuestros deseos. Baste decir que acabamos de inaugurar el año con la noticia de
una nueva prueba final para obtener el certificado de la ESO como si el
chantaje y la excusa de la eterna selectividad no fuera suficiente. Pero poco
más podíamos esperar de un ministro que aspira a pasar a la historia como el
azote de la inteligencia.
Hace
algunas semanas asistí a la ceremonia, si es que así puede llamarse, de entrega
de unos premios al emprendimiento, presididos por un presidente de comunidad autónoma
que más bien parecía un chulo de discoteca venido a más. Se suponía que allí se
encontraba una representación de la intelligentsia empresarial de este país
aunque yo tan sólo pude percibir mediocridad, vanidad, superficialidad,
soberbia y engreimiento.
Nos
hemos quedado sin apenas pensadores, si lo piensan bien. Apenas contamos con
una intelectualidad en condiciones. Carecemos de ejemplos empresariales. Nos
han abandonado los políticos arriesgados y comprometidos. Tan sólo nos quedan
cuatro tecnócratas asustados, cinco oportunistas mal encarados, doscientos
saqueadores camuflados y pseudo arrepentidos, cientos de macarras y chonis ignorantes que pretenden marcar tendencia desde la caja tonta y, sobre todo seis millones de
parados qué se preguntan cada segundo cómo hemos podido llegar a esto. Pero
también nos quedan millones de jóvenes y niños que están a tiempo de aprender a
ser emprendedores. No los defraudemos una vez más…
No tiene ningún merito escribir estas líneas. Las carencias son facilmente denunciables cuando la desgracia arrecia. Tampoco son producto de un arrebato pesimista de fatalismo, más bien al contrario son una llamada a la esperanza y la osadía. Pero, hoy por hoy, este no es país para emprendedores.
7 comentarios:
Lo malo es que no tenemos otro. O nos ponemos manos a la obra y lo levantamos o...hacemos las maletas y nos vamos a otro peor.
Yo nunca pierdo la esperanza. Tenemos recursos y lo que nos falta es la velentía de ponerlos en practica.
Feliz 2013. Año del "emprendimiento y del talento".
UIn abrazo
Hola Katy
Feliz Año!!!!
Lo del Emprendimiento, ya te contaré...
En el siglo XIX, decía Cánovas del castillo que "Es español el que no puede ser otra cosa".
Supongo que lo dijo en un momento de pesimismo, viendo la historia que nos precede y la que somos capaces de construir.
Lo cierto es que hemos demostrado en numerosísimas ocasiones que somos capaces de superar lo insuperable, de emprender lo inemprendible, pero nos hemos adjudicado la fatalidad histórica de permitir, siglo a siglo, unas "castas" políticas absolutamente impresentables.
En fin...
Un abrazo.
Hola Javier
Canovas posiblemente lo pensó en un momento de pesimismo aunque el inventor del turnismo no es demasiado fiable en estas cosas...
Somos capaces, pero tendemos a preocuparnos más que ocuparnos y al final, el fatalismo de que hacemos gala no es otra cosa que la excusa para el conformismo que nos embarga.
Cuidate
Feliz año José Luis. Como comentamos el otro día, complicado no sólo por lo que tenemos y somos sino por los complejos que tenemos fruto de esa educación recibida a lo largo de siglos. Sin embargo, si creo, como Javier que somos capaces (igual que de lo peor)de superar lo insuperable. Sólo debemos dejar de ser fatalistas como apuntas y empezar a creer y a hacer. Un abrazo
Hola Fernando
El fatalismo nos mata!
Pero la realidad es que la Educación ni es cortoplacista ni tiene reditos electorales con lo que....
Cuidate
Ji,Ji,Ji, me ha encantado lo de azote de la inteligencia de Wert, él que se cree un Leonardo da Vinci.
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