Los
departamentos de RRHH son los peor valorados en las empresas por detrás de los
sempiternos ganadores que no son otros que los de Informática o, al menos, esto
es lo que se desprende de todos los estudios realizados, malos y buenos,
interesados y desinteresados, rusos y nigerianos. En fin, tampoco es nada nuevo
aunque si cambia el enfoque.
En
el pasado, relativamente reciente, la mala fama del entonces llamado
Departamento de Personal devenía de su función de dar la cara por otro en todo
lo referido a las políticas de contratación, retribución y despedida.
Hoy
en día, las críticas vienen a partes iguales por sus esfuerzos por reducir la
talla humana de las organizaciones como por el ambiguo y extraño papel que se
supone desarrollan.
En
pequeñas y medianas empresas o bien no existe tal departamento o se dedica a la
pura gestión administrativa. En las grandes corporaciones, allí donde la
señalética informa de los dominios del Departamento de Personas y Desarrollo,
Capital Humano o Sinergias Compartidas, las grandes preocupaciones giran en
torno a negociaciones salariales, contratación de directivos, negociaciones con
los entes sindicales y, los jueves, reflexiones sobre el talento y el queso
manchego.
Por
supuesto, existen excepciones y vaya desde aquí un reconocimiento a todas
ellas. Pero por cada empresa que realmente confía al Departamento de Recursos
Humanos un papel estratégico, encontramos diez que ni se plantean qué podrían
hacer las personas responsables de las personas por el futuro de las mismas.
Es
bueno que Calidad, Producción o Innovación propongan proyectos que deban ser
desarrollados por personas de toda clase y condición dentro de la organización.
Pero no es tan bueno que las personas perciban estas iniciativas como
ocurrencias particulares de cada una de estas áreas.
Es
bueno que se busque la mejora de procesos y para ello se planteen alternativas
y equipos de trabajo, una vez más, configurados por personas llegadas de
allende todos los rincones de la empresa. Pero no es tan bueno, que cada vez
que esto ocurra, haya que dedicar un considerable tiempo a pensar en cómo,
cuándo y dónde.
Es
bueno que los responsables de los distintos departamentos estén al día sobre
esta o aquella metodología de trabajo. Pero no es tan bueno que, al final,
existan tantas metodologías como ocurrencias particulares para hacer
exactamente lo mismo aunque con distintos nombres.
Es
bueno que los directivos decidan dar voz a las ideas de todas las personas de
la organización. Pero no es tan bueno que, a continuación, muchas de ellas
duerman el sueño de los justos en los embudos de información que se generan por
falta de previsión y estrategia.
Es
bueno que hablemos tanto y tan florido del talento, las organizaciones que
aprenden, el emprendimiento interno y el valor de lo intangible. Pero no es tan
bueno que no acabe de surgir un reto corporativo al respecto.
Es
bueno aprovechar cada año las limosnas de la tripartita para aprender esto y
aquello, mejorar en eso y lo de más allá. Pero no es tan bueno obviar el
desarrollo de un roadmapping que vaya más allá de las comoditis de toda la vida y situé a la organización en el camino de
la inteligencia compartida.
¿Y
nos preguntamos qué podría hacer el departamento de RRHH?
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