
Hace dos meses una tubería de conducción de agua reventó cerca de mi casa. Al día siguiente, operarios del consorcio de aguas comenzaron las tareas de reparación que incluían, por supuesto, levantar parte de la acera. Una vez solucionado el problema y con la calle de nuevo impecable, llegó una cuadrilla de un operador de comunicaciones para tender un cable y, por supuesto, volvieron a levantar la acera. Después de dos semanas de trabajo, la calle quedó de nuevo, más o menos como al principio. Poco tiempo después, unos operarios del ayuntamiento aterrizaron una mañana para instalar baldosas antideslizantes en el mismo tramo de acera. Por supuesto, levantar, colocar y tapar. Pero no crean que todo acaba aquí. Esta mañana al salir de casa he podido observar como una nueva cuadrilla de operarios de otra operadora se preparaba para levantar de nuevo la acera con el fin de meter su tendido de cable. Por supuesto, cuando concluyan su obra, llegarán nuevos apasionados de la obra civil.
Supongo que no les descubro nada nuevo, pero el despilfarro de dinero y la total ausencia de planificación por parte del municipio me lleva a formular una serie de hipótesis que expliquen este fenómeno tan cotidiano en todas nuestras ciudades.
1. Puede tratarse de una estrategia para mantener el empleo en el término municipal.
2. Quizás todo esto forme parte de una investigación de campo sobre “la paciencia del ciudadano medio en núcleos urbanos”.
3. También puede ser que el fabricante de baldosas tenga un montaje infalible para mantener su producción.
4. Puede ser que en las cercanías viva un individuo que en su día le levantará la novia al concejal de obras.
5. En fin, puede ser que, simple y llanamente, el ayuntamiento no haya oído hablar de una cosa que se llama innovación de procesos.
Los norteamericanos solucionan el tema del cableado por las bravas, toma poste de madera y a colgar que es navidad.
En muchos lugares de la Vieja Europa se ha adoptado una curiosa solución que consiste en construir galerías subterráneas que contengan cables, tuberías y toda la parafernalia que acompaña a la modernidad urbana.
Algunas tribus del Amazonas no han llegado a plantearse el problema, aunque no crean, todo llegará.
Durante el gobierno talibán en Afganistán el problema se solucionó cortando manos y pies a quien osará profanar una baldosa.
En fin, el ingenio humano no tiene límites aunque en ocasiones lo dediquemos a complicar cada vez más un problema que acaba convirtiéndose en molestia.