Todo
el mundo trabaja por algo aunque no siempre sea necesariamente por dinero.
¿Se
imaginan a Teresa de Calcuta trabajando por dinero?
No,
sincera y rotundamente no, pero es indudable que trabajaba por algo que quizás
nunca lleguemos a saber, pero no recorría las calles de Calcuta por amor al arte, eso seguro.
¿Se
imagina a las personas de su organización trabajando más allá de las rutinas y
procesos diarios?
Sí,
es perfectamente posible o, al menos, debiera serlo, imaginar es libre y si no
es así, hágaselo mirar.
¿Se
imagina a las personas de su organización invirtiendo una pequeña parte de su
tiempo en la generación de valor estratégico, es decir, poner en acción su
conocimiento y talento para la resolución de problemas y desarrollo de
oportunidades?
Sí,
es perfectamente posible y, además, debiera poder ser algo más que un ejercicio
de imaginación.
Pero,
¿se imagina a estas personas haciéndolo por nada?
No,
rotundamente no y si fuera así, de verdad, hágase mirar sus estrategias de
reclutamiento porque mucho me temo que
se ha llevado lo mejor de cada casa.
En
definitiva, es de desear que no busque más excusas para poner a trabajar el
conocimiento y talento que acumula su organización, pero no pida imposibles. Es
decir, toda estrategia que persiga la generación de valor a partir del talento
y el conocimiento, llámese innovación, mejora, reingeniería o gestión del valor
estratégico, debiera contemplar su correspondiente impacto en las políticas
retributivas de la empresa. No se trata de premiar, sino más bien de cumplir
con el principio de equidad que debe dirigir el conjunto de la estructura
salarial.
De
hecho, si aprovechando el despliegue de una nueva estrategia basada en la
activación del conocimiento y el talento de sus personas, pone también en marcha
una innovación de sus políticas retributivas que, por ejemplo, conceda un mayor
protagonismo a los variables, pues ya habrá conseguido el primer éxito de la
nueva estrategia. Si, además, ese variable refleja la motivación, implicación y
rendimiento del conocimiento y talento individual, estará consolidando el
principio de equidad y anulando esa extraña tendencia de clasificar a las
personas en buenos, malos y vagos redomados a partir de experiencias empíricas
circunstanciales. Porque, vamos a ser sinceros, eso de que muchos piensan que
Fulanito no merece ganar lo mismo o más que Menganito, está a la orden del día
más allá de los dominios del Departamento de Recursos Humanos.
Pero
puestos, no sólo eso. Si lo hace, no sólo estará avanzando en su estructura y
política salarial así como afianzando el principio de equidad, también estará
afirmando su creencia en las personas y la firme voluntad de que, de una vez
por todas, conocimiento y talento sean valores estratégicos de la empresa que
tengan su reflejo en algo tan consustancial a la misma como son las
retribuciones de las personas.
Y
finalmente, las personas trabajarán por dinero, pero también por un
reconocimiento tácito de su valor. Pero, además, respetará un principio que, en
muchas ocasiones a lo largo de la historia, se ha utilizado como el sublime
truco de magia que explica las incongruencias y contradicciones de cualquier
paradigma: el libre albedrio. Y si no que se lo pregunten a Adam Smith o a ese
ente alienígena de nuestros tiempos que llamamos eufemísticamente “los
mercados”. Incluso hasta los dioses recurren al libre albedrio para explicar
las imperfecciones de sus universos, pero en este caso, no hay truco ni cartón.
Todo el mundo es libre de activar en mayor o menor medida su talento y conocimiento
al servicio de esa sociedad que es la empresa, pero efectivamente sus actos
merecerán un premio que no un castigo.
Está
bien articular programas de reconocimiento derivados de estrategias basadas en
sugerencias y mejoras, pero, más allá de los consabidos embudos de gestión de
flujos de información que originan; un fin de semana en Cuenca con la parienta
o un lote de Productos Ibéricos Manolito, pasando por la inolvidable
experiencia del puenting en la línea del AVE en Despeñaperros, ciertamente es
algo efímero y, sobre todo, poco fiable a la hora de hablar de “equidad
duradera”.
Y es
que, por mucho que se empeñen sindicatos y patronal, todo el mundo trabaja por
algo aunque no siempre sea necesariamente por dinero.
2 comentarios:
Efectivamente.
Un poquito de reconocimiento, aunque sólo sea un poquito, por favor.
Un abrazo.
Un poquito es un muchito en un país donde dar las gracias ya cuesta.
cuidate
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