La abuela del Viajero decía que cuando no hay castañas para todos, mejor plantar más árboles que repartir la pobreza.
Esta mañana, el Viajero escucha atónito al Ministro de Fomento. Más autopistas,mejores aeropuertos, más vías de alta velocidad, más, más y más.
Ayer, el Viajero escuchaba perplejo al Presidente. Si es necesario revisaremos la retroactividad de los 420 euros para llegar a más, más y más.
Cuando uno insiste en subir a un ochomil con chirucas y boina, el asunto no está en llevar diez mil tiritas para los rasguños, sino plantearse si lo suyo no son los dosmiles, al menos de momento.
Estimular la reactivación a golpe de talón público en obras de infraestructura es un viejo remedio que, en su día, le funcionó a Roosevelt. Pero, desde entonces, ha llovido mucho y los negros de Machín hacen coros a Snow Patrol. Está bien esto de las infraestructuras, pero no están hechas para el verano. ¿De qué sirve una red si poco hay que transportar? ¿Y quién paga el pato? No lo duden, las impenitentes clases medias que para eso están entre el jamón y el queso.
La Tierra no es plana, ni redonda. Simplemente está achatada por sus polos de tanto guantazo que se le propina.
El Viajero es escéptico en todo esto. El Presidente es adanista por naturaleza y, frente a esto, ni castañas, ni algarrobos.
1 comentario:
¡Excelente la frase de tu abuela! Parece que por allá intentan reactivar construyendo autopistas, como vos decís, el viejo modelo de Roosevelt, que funcionó en su momento pero claro, en otro país y 80 años atrás. ¿Cómo ayuda esto a reactivar la economía? Dándole trabajo a la gente que construye las autopistas, es una respuesta, pero ¿cuándo ya está construida, no volvemos a lo mismo? Ya hay caminos, ya hay aeropuertos, y la gente necesita castañas más que autopistas, claro! Hace poco pensé que si los Estados Nacionales se empecinan en tratar de sobrevivir en un orden capitalista se volvieran capitalistas del todo: ¿Por qué en vez de construir una autopista no construir una fábrica cuyo propietario sea el mismo gobierno?¿Por qué el gobierno no puede generar trabajo permanente y mercancía, regulando los sueldos sin tener que lidiar con intereses de multinacionales? No serían estás empresas del estado capaces de ir a pérdida por unos meses en vez de despedir a sus empleados –sus ciudadanos- en época de crisis? Esto es solo una idea que surgió desde la experiencia de vivir en un país diferente que España pero que a veces tiene sus mismos vicios –y también encantos- heredados de un pasado colonial y otro inmigratorio. De todas formas, un Estado Benefactor (y benefactores para la población, pues sin ella, no hay Estado) ha de ser interventor y no intentar eludir la solución de los problemas básicos: el hambre, la falta de trabajo digno y la falta de una educación pública tan buena –sino mejor- que las instituciones privadas.
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