Hablar de la crisis se está convirtiendo en todo un clásico inevitable. Tan inevitable que hasta lo hacemos silenciosamente cuando la excusa de la meteorología se agota.
Y todo ello en un país ciertamente curioso que no olvida sus viejas raíces y costumbres cuando las cosas se ponen mal como parece ser el caso. Pero una cosa es que estén mal y otra muy distinta que las pongamos peor. Y es que el bueno de Edsel Murphy se merecía haber nacido en Las Batuecas para poder afirmar con una convicción casi genética aquello de si dos cosas salen mal, ocurrirán al mismo tiempo.
Los hechos no afectan a las personas, les afecta es la forma en que los perciben.
Esto no es de Murphy, pero se puede aplicar como máxima operativa a casi todas las mentes pensantes españolas a la hora de analizar la situación económica del país. Efectivamente, comienzan por aplicar el citado principio: dos cosas han ido mal, el ladrillo y la crisis financiera. Y finalmente llegan a la conclusión: estamos acabados.
Siento llevarles la contraria y todo ello sin tener parentesco alguno con el Sr. Solbes o haber asistido a la última fiesta de cumpleaños del Sr. Zapatero. Efectivamente la situación no es placentera, pero debiéramos agradecer que no llegue al punto de gravedad que observamos en otras economías occidentales. Sin ir más lejos el afamado Financial Times afirmaba hace ya unos días la necesidad de aprender las lecciones españolas para evitar el desorden financiero. Una afirmación nada sospechosa proviniendo de un medio que hace unas semanas nos integraba jocosamente en el grupo de países PIGS, integrado por Portugal, Italia, Grecia y Spain.
Que en este país abundan los chorizos nadie lo duda. Que además contamos con una clase política que no es para tirar cohetes, todos lo tenemos asumido. Que nos hemos pasado de rosca con la fiebre consumista en la última década es evidente. Que hay muchas cosas que no funcionan, sí tienen toda la razón.
Pero no debemos olvidar que afortunadamente no hemos contado con un gran gurú como Greenspan al frente del Banco de España que haya permitido la reventa bancaria de títulos a partir de una ausencia casi total de regulación. No podemos negarnos a admitir la beneficiosa cautela generada por nuestra anterior crisis bancaria y los escándalos de los chiringuitos. Sería absurdo obviar el salto galáctico que ha sufrido nuestro país en los últimos quince años pese a haberse sustentado en gran parte en algo tan volátil como el ladrillo.
En definitiva, ¿realmente somos tan inútiles?, ¿vamos a perder todos nuestros depósitos?, ¿no volveremos a levantar cabeza jamás?, ¿volveremos a ser el rabo de Europa? Ni Nostradamus llegaría a tal nivel de catastrofismo.
En estos momentos, podemos admitir dudas, quizás algunos signos de incertidumbre, pero no podemos paralizarnos. En Economía hay pocos paradigmas, cada vez menos. Pero hay uno que se resiste al paso del tiempo: esperar cuesta mucho dinero.
La cuestión no es qué es lo que está pasando ahí fuera, sino lo que vamos a hacer aquí dentro. Y ello requiere dos condiciones previas:
· Liderazgo político
· Ausencia de empresarios avestruz
Ciertamente es justo la tendencia que parecen no seguir ambos colectivos en estos momentos, pero es lo que debemos exigir.
1 comentario:
Cierto que no podemos ser muy pesimistas a la vista de lo que ocurre en otros lugares. Vamos a pasarlo mal, pero no tan mal como estamos pensando.
De momento, debemos hacer un gran esfuerzo por encontrar lideres y empresarios no avestruces sino topos que es lo que abunda.
Jorge
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