jueves, 21 de mayo de 2009
INNOVACIONES OPORTUNISTAS
Recuerdo la primera vez que inicie un proyecto de innovación con un servicio de sanidad público de carácter autonómico, calificado como el más avanzado del Estado. En pocos días, pude comprobar que contaba con un potencial humano extraordinario, pero de paso, también se me vinieron abajo un buen número de perjuicios y preconceptos que los ciudadanos de a pie construimos en torno a estas prestaciones.
Quizás lo que más me impresionó en la fase preliminar de análisis de situación fue la desmesurada carga de trabajo que se centraba cotidianamente en el mantenimiento de los historiales. Retornar las historias del día anterior, extraer las que iban a utilizarse en el día, localizar algunas de ellas extraviadas era quizás la labor más ingrata en un centro de atención primaria. La explicación no era otra que la naturaleza del soporte empleado: papel. Y todo ello en el servicio supuestamente más avanzado de España.
En honor a la verdad, debo decir que en esos momentos, se estaba procediendo a desplegar un nuevo sistema de gestión informatizado de última generación. Y, al mismo tiempo, todas las consultas se estaban dotando de estaciones de trabajo conectadas al sistema. Un esfuerzo económico considerable, pero que debía acabar con prácticas y procesos que no solamente podían calificarse de arcaicos, sino que también suponían una carga insoportable en términos de eficacia y eficiencia.
Un par de años más tarde, la situación de los archivos y los historiales había mejorado, pero la idas y venidas, el saca – mete de carpetas y las cargas de trabajo adicionales continuaban estando presentes en mayor o menor medida en todos los centros de la red. Muchos ordenadores daban señales de fatiga por el uso continuado en las consultas, pero otros tantos no habían llegado a demostrar su eficacia. La explicación era sencilla y fundamentalmente humana: negativa por parte de algunos facultativos a sumir los costes del cambio. En otras palabras, médicos y personal sanitario que no disponían de conocimientos informáticos a nivel de usuario y no estaban por la labor de adquirirlos por distintas razones. Algunas de estas podían estar razonablemente justificadas ante la saturación del servicio de forma cotidiana. Otras respondían, simple y llanamente, a aquello de esto no es lo mío. Hoy en día, esa situación está notablemente corregida y las historias papel comienzan a ser un recuerdo del pasado. Pero las inversiones, rentabilidad de las mismas, estrategias paralelas, esfuerzos y berrinches emocionales que ha costado, merecerían un análisis pausado con el fin de no volver a cometer los mismos errores.
¿A cuento de qué viene todo esto?
Sencillo, el próximo año cada uno de nuestros niños que curse estudios de 5º de Educación Primaria gozará con casi total seguridad de un ordenador personal portátil. Las maravillas que se pueden llegar a realizar con semejante equipamiento son inimaginables. Las posibilidades que se abren son estratosféricas. Pero, siento ser un aguafiestas, recordando aquello de que porque le regalen una máquina de escribir, no va a convertirse usted en un escritor.
Por cierto, ¿la medida es extensible a los profesores?
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2 comentarios:
Buena pregunta la última
Joaquim
Eso pienso yo... ¿van a estar todos los profesores por la labor de readactar sus métodos de enseñanza y reciclarse? me dan un miedo estas decisiones que no parten de la base...
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