lunes, 25 de mayo de 2009
LIDERAZGO, CAÑONES Y MANTEQUILLA
Aunque hablemos de situaciones complejas en las que es necesario tomar decisiones de largo alcance, es difícil llegar a establecer un prototipo estándar, por mucho que tratemos de otorgarles la calificación genérica de “problemas”.
De igual forma, tratar de establecer unos perfiles cerrados en los comportamientos de aquellos que definimos como “lideres” es algo prácticamente imposible. Cada situación es específica e irrepetible, cada organización tiene sus “rarezas” y sus respuestas a los estímulos del entorno son siempre distintas. Es comprensible que, en nuestro intento por controlar y hacer nuestras las situaciones, tratemos siempre de generar taxonomías que puedan explicar los aciertos o errores de los actores que representan los dramas estratégicos. Y, también es cierto y comprensible, que ensayistas, conferenciantes, expertos y demás gentes necesiten de estas clasificaciones para ganarse honradamente la vida. Pero cada liderazgo es único y, aunque es posible encontrar algunas notas coincidentes, resulta un ejercicio complejo tratar de reducir sus comportamientos extremos a una tabla de coincidencias o divergencias.
Siempre he sentido inclinación por el estudio del liderazgo político entre los años 30 y 40 del siglo pasado. Este, llamémosle hobby, me ha llevado a conocer profundamente las personalidades de Churchill, Roosevelt, Stalin y, por supuesto, Hitler. Porque, aunque algunos se nieguen a admitirlo, los cuatro ejercieron un liderazgo profundo sobre sus pueblos, no solamente aquellos que acabaron como vencedores y no eran rusos. Pero incluso centrándonos en Churchill y Roosevelt, es difícil, por no decir imposible, encontrar líneas coincidentes en sus actuaciones. Las variantes, tanto personales como contextuales, ejercen una influencia decisiva en los perfiles personales de actuación. ¿Qué hubiera sido de Winston Churchill sin la etapa pacifista de Chamberlain y el estigma del desastre del 14? ¿Dónde hubiera acabado Hitler sin una generación perdida de jóvenes alemanes? La conclusión final a la que se llega es que cada liderazgo es un universo en sí mismo, constituido básicamente por la inter acción del líder con las situaciones específicas que se le presentan.
En definitiva, y respondiendo a la pregunta que se me hacía en uno de los comentarios al post Cañones y Mantequilla, no me siento capaz de definir cuáles son las virtudes o patrones conductuales del Líder Estratégico. Precisamente porque es “estratégico”, es decir actúa bajo la presencia y presión de un PROBLEMA que no es otra cosa que una situación nueva, desconocida e imprevisible. Puedo aventurarme a perfilar algunas “virtudes” que debieran iluminar su actuación, pero poco más desde una actitud honrada de reconocimiento de la complejidad humana.
¿Cuáles podrían ser estas virtudes? Sinceramente, creo que se resumen en cinco palabras:
• VISION
• PROPOSITO
• COMUNICACIÓN
• SACRIFICIO
• VALORES
Quizás puede llamar la atención que en esta breve lista falten cosas tan esenciales como la capacidad de tomar decisiones, generar estrategias, etcétera. Pero, personalmente, creo que todas ellas no son virtudes, cualidades o como se les quiera llamar. Más bien son parámetros característicos de una situación problemática a los que cada líder deberá enfrentarse armado de estas cuatro virtudes.
Incluso diría que el término “estrategia” debe ser manejado con cuidado en estos tiempos que corren. Cinco años ya no es futuro, sino ciencia ficción. Necesitamos enfoques estratégicos más que estrategias. En este sentido, recomiendo la lectura de Arie de Geus, antiguo jefe de Planificación Estratégica de Shell. Un punto de vista brillante, expuesto en su ensayo The Living Company. Y, de igual forma, recomiendo acercarse al liderazgo de los 30 – 40 del pasado siglo. Este periodo encierra muchas de las claves a situaciones y respuestas que manejamos en la actualidad. Una lectura que de entrada puede resultar interesante es la obra de Andrew Roberts, Hitler y Churchill, los secretos del liderazgo.
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