La Innovación, entre otras cosas, es un objetivo a conseguir al final de un largo camino. Cuando hablamos de Innovación, lo hacemos en términos específicos, acciones y resultados concretos, protagonizados por organizaciones o personas determinadas.
Pero la Innovación, entendida de forma global, es un estado emocional, voluntad y deseo o, como dicen los políticos, una cultura. Pero de los dichos a los hechos hay un buen trecho, como de los deseos a la innovación hay un paso de las Termopilas a salvar, es decir la tensión creativa, la concreción de la invención y el desarrollo de la misma.
Dicen que España es uno de los países que ha dedicado mayores partidas públicas a la innovación en los últimos tiempos. Sin embargo, los estudios de la UE continúan situando al país a la cola de tal fenómeno. Evidentemente, una de las explicaciones de tan aparente contradicción, es la apatía y el castizo perfil del empresariado español. Pero no es esta la única causa.
De poco sirve invertir dineros públicos si no se hace de forma humana, es decir inteligente. La mayor parte de las partidas presupuestadas, tanto las nacionales como las derivadas de fondos europeos, cumplen con distintas finalidades:
· Mantener un floreciente negocio de consultoría privada
· Abastecer a las pequeñas y medianas empresas de estructura ofimática
· Generar proyectos con repercusión muy limitada y a la carta de determinados sectores
Pero, mientras tanto, no hay mayor preocupación en generar sensibilidad hacia la innovación. De hecho, persiste la ceguera hacia el origen de la cuestión: las primeras etapas educativas. Cualquiera que examine la estructura curricular del tramo educativo 3 – 16 podrá comprobar que continuamos en los mismos paradigmas que hace 200 años. Nadie duda de la preocupación que existe, pero aquí el objetivo es OCUPARSE MÁS Y PREOCUPARSE MENOS. Continuamos despreciando la necesidad de trabajar la Inteligencia antes que los contenidos. Y, dentro de esta despreocupación, la Inteligencia Creativa yace en el pozo de los olvidos.
Está bien preocuparse por la investigación, la universidad y su conexión con el mundo real. Pero el mundo empresarial quizás no está preparado para ello. Y los hacedores de papers tampoco tienen muchas estrategias para subvertir la situación. De hecho, continúan educando poco, innovando menos y fabricando papers a la manera tayloriana.
Mientras tanto, se pide a cientos de miles de niños actos de fe en torno a la bondad de las Matemáticas, la Historia, la Física, las Lenguas y demás protagonistas curriculares. Pero poco se hace por demostrarles que son INTELIGENTES, ALTAMENTE CREATIVOS Y LA ÚNICA ESPERANZA QUE NOS QUEDA.
1 comentario:
Ahí les has dado
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