jueves, 4 de septiembre de 2008

DEUDAS PENDIENTES


Mi querido maestro J.K. Galbraith, utilizando su aguda ironía, dijo en una ocasión: Dios quiere mucho a los pobres, por eso creo tantos.
Crece la incertidumbre entre los ricos y cuando esto ocurre quienes indefectiblemente acaban pagando el pato son los pobres. Y todo ello justamente en un momento en que el Banco Mundial acaba de rectificar sus estimaciones: ¡no eran 1.000 millones como se creía, sino 1400 millones!
La pasada semana algunos albergaban esperanzas de que la hipótesis de una posible reducción de ayudas por parte de los ricos no se materializara. Hoy, dos días después del inicio del Tercer Foro de Alto Nivel sobre Eficacia de la Ayuda que se celebra en Accra, capital de Ghana, los malos augurios parecen cumplirse.
En tiempos de crisis la innovación estratégica es uno de los principales recursos que deben ser activados y, en este caso, las organizaciones internacionales de ayuda, ongs y otros agentes implicados debieran sopesar la idea de proceder urgentemente a una innovación del modelo estable de ayuda.
Es urgente cambiar las formas y maneras de gastar el dinero de la cooperación. Hay que promocionar un nuevo análisis de las necesidades reales de estos países y pueblos y desarrollar nuevas vías innovadoras.
Es necesario frenar la tendencia a militarizar la ayuda y la cooperación. Es fantástico haber encontrado una nueva utilidad para los ejércitos occidentales, pero no podemos convertirlo en una solución definitiva.
Es prioritario dejar de jugar a estrategias de mercado con aquello que llamamos ayudas y que, en la mayoría de los casos, están supeditadas a contraprestaciones rigurosas de compra de bienes y colaboración técnica.
Y, finalmente, debe acabarse con el escándalo de los asesores occidentales y sus honorarios. Como bien señalo Romilly Greenhall la cooperación sirve “para llenar los bolsillos de los asesores occidentales en lugar de combatir la miseria”. Un experto occidental cuesta al día el ingreso per cápita anual de la mayoría de los países más pobres.
En definitiva, debemos innovar en el negocio de la ayuda y la cooperación para que deje de ser un negocio unilateral como tantas otras cosas. La Innovación ha estado presente desde el principio de la historia del hombre y se ha traducido en algo que acostumbramos a llamar Progreso. Pero, a la vista de la situación actual, esta Innovación ha sido ARBITRARIA y AGRESIVA en tanto en cuanto ha deteriorado nuestro entorno físico y no ha llevado al conjunto de los humanos el tan deseado Progreso.
Hasta entonces, a los pobres sólo les quedan los dioses, siempre que no sean occidentales, claro.

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