domingo, 29 de marzo de 2009

PRESERVATE BENEDICTO


Se imaginan ustedes al señor Obama aleccionando a sus conciudadanos sobre la oportunidad de consumir cereales McPato o la no conveniencia de cepillarse los molares doce minutos después de cada ingesta. Evidentemente, no aunque existan ciertos personajes de opereta bufa que acostumbren a hacerlo como es el caso del majadero Chávez en sus alocuciones semanales.
En estos días que vivimos la libertad de expresión vive sus altibajos como ya es costumbre desde el principio de los tiempos. Aunque todavía puede uno plantarse en el medio del paramo y cargarse en la madre del primer político que le venga a la cabeza. Siempre y cuando haya oteado previamente el horizonte en busca de presencias o haya comprobado que debajo del pedrusco en el que apoya su bota derecha no se encuentre oculto un micrófono de quinta generación. Esto último está al alcance de todos los mortales sea cual sea su condición o rango. Incluso aquellos que ven restringida su libertad de expresión por razón de su cargo como sería el caso de Mariano, Zapatero, Berlusconi o Camuñas (alcalde de Ladrillejos de arriba) pueden escapar a la responsabilidad que les embarga con estas fugaces escapadas al monte. Esto también sería lo que podría haber hecho el bueno de Benedicto XVI en algún momento de su periplo africano ahorrándose el ridículo espectáculo que nos ha brindado a creyentes, menos creyentes, poco creyentes y nada creyentes.
Quizás lo único que podría salvar al Papa del ridículo celestial que ha protagonizado en relación con el preservativo sería conferir a dicho comentario el rango de solemne definición pontificia o declaración ex cathedra. Pero es dudoso que Benedicto XVI recordara en ese momento el dogma de infalibilidad papal y además, aunque así hubiera sido, es difícil que pudiera catalogarse de tal. Y es que la declaración debería reunir tres condiciones a saber:
1. El Papa debe hablar "como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos". (Si habla en calidad de persona privada, o si se dirige solo a un grupo y no a la Iglesia universal, no goza de infalibilidad.)
2. El Papa "proclama por un acto definitivo la doctrina". (Cuando el Papa claramente expresa que la doctrina es definitiva, no puede cambiar.)
3. El Papa habla "en cuestiones de fe y moral".
Como mucho podría acogerse a la tercera y última de las condiciones, pero no sería suficiente. Y está bien esto porque imagínense el cachondeo que supondría la aplicación de este dogma sin restricción alguna. Las ovejas podrían ser ballenas y estas podrían calificarse de percebes de Malpica o, si el pontífice tuviera mal día, le podría dar por excomulgar a todos aquellos que no cenaran una sopita Avecrem lunes, miércoles y viernes.
Si no podemos recurrir a la infalibilidad como última explicación del ridículo papal, no se me ocurren muchas otras alternativas que puedan salvar su prestigio y, en definitiva, el de la alta curia vaticana que no a su Iglesia (¿mayúscula?) de base. Porque, por si no lo saben, los religiosos y religiosas que dan testimonio de sus creencias en África, reparten preservativos a diestro y siniestro por dos razones fundamentalmente: son baratos y eficaces.
Todavía recuerdo los perfiles que los medios difundieron sobre el actual pontífice cuando llego a la silla romana. Entre sus muchas virtudes, una que se repetía con frecuencia era su alta preparación académica y sus conocimientos. No acabo de entender entonces estos disparates africanos. Más aún cuando la historia confirma una y otra vez que cuando la Iglesia pone en solfa a la Ciencia, acaba pidiendo perdón tarde o temprano. Aunque dudo que este hombre lo haga en vida, al menos con respecto a este ridículo episodio.
El lunes 18 de julio de 1870, dos meses antes de que las tropas italianas entraran en Roma y pusieran fin al poder temporal del Papa con la unificación y la consagración del Risorgimento, se reunieron en San Pedro 435 Padres conciliares bajo la presidencia del Papa Pío IX. Se hizo la última votación sobre la Infalibilidad Papal, en la que 433 padres votaron placet (a favor) y sólo dos, el obispo Aloisio Riccio, de Cajazzo, Italia y el obispo Edward Fitzgerald, de Little Rock, Arkansas, votaron non placet. Curiosa coincidencia temporal, no cabe duda. Pero el caso es que el dogma de infalibilidad ha pervivido con fuerza desde entonces. Incluso un resquicio de luz como El Vaticano II confirmó la dictadura ideológica de Roma: “Este santo Concilio, siguiendo las huellas del Vaticano I, enseña y declara a una con él que Jesucristo, eterno Pastor, edificó la santa Iglesia enviando a sus Apóstoles como El mismo había sido enviado por el Padre (cf. Jn., 20,21), y quiso que los sucesores de éstos, los Obispos, hasta la consumación de los siglos, fuesen los pastores en su Iglesia. Pero para que el episcopado mismo fuese uno solo e indiviso, estableció al frente de los demás apóstoles al bienaventurado Pedro, y puso en él el principio visible y perpetuo fundamento de la unidad de la fe y de comunión. Esta doctrina de la institución perpetuidad, fuerza y razón de ser del sacro Primado del Romano Pontífice y de su magisterio infalible, el santo Concilio la propone nuevamente como objeto firme de fe a todos los fieles y, prosiguiendo dentro de la misma línea, se propone, ante la faz de todos, profesar y declarar la doctrina acerca de los Obispos, sucesores de los apóstoles, los cuales junto con el sucesor de Pedro, Vicario de Cristo y Cabeza visible de toda la Iglesia, rigen la casa de Dios vivo.”
Con todo, el principio de ausencia de error, no está a salvo de ambigüedades en su interpretación en un intento de mostrar ciertos rasgos de lógica.
La infalibilidad del Papa es explicada por la Iglesia Católica como consecuencia de una especial asistencia que Dios hace al pontífice cuando éste se propone, por un acto definitivo y solemne, definir y enseñar como cierta y divinamente revelada una determinada doctrina sobre la fe o la moral.
La enseñanza de la infalibilidad pontificia no sostiene la inerrabilidad del Papa, esto es, la imposibilidad de que el Papa se equivoque en cualquier materia; tampoco sostiene que el Papa sea infalible cuando da su opinión particular sobre algún asunto; por último, tampoco sostiene que el Papa esté libre de tentación ni de pecado.
La doctrina católica sostiene que Jesús estableció su Iglesia fundamentándola en la persona de Simón Pedro (y, por consiguiente, de sus sucesores los papas), diciéndole "lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (por tanto, dándole potestad suprema), y a quien encargó la misión de "apacentar a sus ovejas" y "confirmar a sus hermanos" en la fe; además prometió que enviaría el Espíritu Santo para que gobernase la Iglesia y la iluminara con la verdad, y que Él mismo permanecería con ella hasta el fin de los tiempos. La conjunción de estas promesas son tomadas por la Iglesia Católica como fundamento de la doctrina de la infalibilidad, al entender que Jesús prometió una asistencia real y permanente a la Iglesia, por sí y por el Espíritu Santo, y especialmente a la persona a la que encargó confirmar en la Fe al resto de los cristianos: el Papa. De este modo la Iglesia entiende que es preciso que Dios preserve a la Iglesia, y al Papa que es su Cabeza Suprema, de cometer error en materia de fe o de moral, a fin de que pueda guiar correctamente a los pastores y los fieles y de que todos tengan seguridad de que la doctrina enseñada por ella es cierta.
En definitiva, Benedicto XVI debiera aclarar a la mayor brevedad posible un pequeño matiz: ¿expreso la ineficacia cuando no la maldad del preservativo africano en calidad de Papa o a titulo exclusivamente personal? Fuera cual fuera la naturaleza de su intervención, ayudaría también que accediera a justificar su argumentación con datos sólidos y comprobados, así como una confirmación del conocimiento de la verdadera realidad de la muerte en África.
Sinceramente, ¿qué diferencia puedo encontrar entre un personaje bufo como Chávez, un homicida de la verdad como Stalin y un hombre bueno como Benedicto XVI cuando todos ellos aprovechan su poder, reputación, cargo o figura para emitir opiniones libremente sin sopesar las consecuencias?.
Más sinceramente aún, ¿no debiera la Iglesia reflexionar sobre la necesidad de establecer la Gobernanza Vaticana?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si vives en Marte, sólo ves marcianos.
Glory

Anónimo dijo...

Benedicto XVI se está aislando del mundo en general y de sus fieles en particular. Juan Pablo II era un Papa ultra conservador, pero sabía mantener el tono mediático y una imagen populista y popular. Este Papa dista mucho de todo eso.
PL

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