domingo, 15 de marzo de 2009
UNA ECONOMÍA POR DESCUBRIR
Hace unos días me preguntaban en un foro sobre la Crisis y la Innovación si España sería capaz de reflotarse a corto plazo desplegando un esfuerzo significativo en procesos de innovación.
Dejando de lado la imposibilidad de aventurar pronósticos a corto y medio plazo en la actual situación, mi respuesta despertó cierto escepticismo e incredulidad. ¿Qué respondí? Pues algo tan sencillo como evidente: la economía española necesita formatear su disco duro. En otras palabras, lo tenemos bastante difícil y nuestra reactivación va a llevar posiblemente más tiempo que otros economías cercanas.
El problema de la economía española es estructural, por utilizar un término suave. Hemos acumulado años de prosperidad sobre la frágil base de mercadear con la atracción de mano de obra y capital baratos, pero sin que ello supusiera incrementos notables de nuestros indicadores de competitividad. Por otro lado, nuestro peculiar milagro se ha basado en el desarrollo de dos sectores sensibles a las burbujas y a la demanda inmediata no necesariamente fundamentada en garantías de solvencia probadas. Por supuesto, hablo del ladrillo y de la automoción.
Pero, por si esto fuera poco, merece la pena caer en la cuenta del tipo de tejido que alientan estos dos sectores productivos que no es otro que el de una empresa auxiliar de pequeño y mediano tamaño, frágil en su origen, desarrollo y, como se está demostrando, capacidad de resistencia y adaptación cuando vienen mal dadas.
El ladrillo no ha sellado su fin en nuestras tierras, entre otras cosas porque es un sector de primera necesidad como puede ser la alimentación. Pero, evidentemente, tendrán que pasar muchas lunas hasta que oferta y demanda pasen a estabilizarse. Y cuando esto ocurra, nos encontraremos con un sector limitado en sus posibilidades de crecimiento durante muchas décadas. Mientras tanto, cientos de pymes y autónomos habrán pasado a mejor vida, entre otras cosas por su incapacidad para la reinvención.
La industria del automóvil fue el gran motor de modernización en este país, pero ya es pasado. Es cuestión de tiempo, más o menos entre cinco y diez años. Pero acabará por redimensionarse hasta esquemas de carácter local. Tratar de luchar contra esto es alargar la agonía y, en consecuencia, infundir falsas esperanzas a los familiares del moribundo. De igual forma que llegó, acabara por marchar a escenarios más favorables.
¿Qué nos espera entonces? Sinceramente es difícil responder a esa cuestión. Podemos estar seguros de que vamos a atravesar unos años difíciles, muy difíciles. Pero, aventurar más allá, es pura ciencia ficción. Se acusa al Gobierno de estar missing con Zapatero a la cabeza. Pero lo cierto es que no hay planes y mucho menos aún soluciones. La táctica es clara: resistir y esperar. Mientras tanto, se articulan medidas de viejo cuño que más bien parecen cataplasmas de la abuela. Pero lo cierto es que se necesita una transformación de tal envergadura que nadie quiere ni oír hablar de ella. Como mucho, asistimos a la continua incongruencia de elevar a los altares a la I+D+I como si fuera el santo grial que va a curarnos de todos los males. ¿Qué quiere decir invertir en I+D+I? ¿Creen sinceramente que España puede convertirse en los próximos años en el referente? Por favor, al menos seamos serios y consecuentes. En este momento, contamos con una docena de corporaciones que son referentes en investigación y nivel tecnológico en sus respectivos campos de negocio; Indra, por ejemplo, es una de ellas. Apoyar, mimar y protegerlas es una buena inversión de futuro. Pero tratar de involucrar a todo el país en esa cruzada es un dislate que recuerda a los populistas del 98.
¿A qué nos vamos a dedicar? ¿En qué podemos destacar? Si lo supiera, probablemente tendría asegurado mi retiro en una apartada isla del Pacifico. Este va a ser uno de nuestros primeros retos. De hecho, ya lo es, pese a que tratemos de evadirlo. Y la respuesta no pasa por llenarse la boca con las bondades del I+D o continuar violando el significado real del término Innovación Estratégica, tratándola como si se tratara de un concurso público para remodelar la Cuesta de las Perdices.
Pero hasta que llegue el momento de encontrar una respuesta a nuestro principal problema, existen algunas evidencias que pueden aportarnos luz como es el caso de la industria alimentaria o la textil. Viejos conocidos que mantienen expectativas de largo recorrido, tanto en niveles de especialización como de internacionalización. Sectores en los que ya somos buenos y podemos llegar a ser mejores si profundizamos en su desarrollo. Nichos de actividad hacia los que estaría más que justificada la inversión en I+D y desarrollo de Innovación Estratégica.
¿He olvidado algo? Sí, claro, por supuesto no podemos dejar de hablar del Turismo, otro de nuestros tractores tradicionales, pero con graves dificultades por la coyuntura internacional en general y por su boda gitana con el ladrillo en particular. Continuaremos contando con este sector, siempre y cuando se proceda a una innovación total del mismo. Transformación que debe apuntar a un mayor grado de especialización, profesionalización, cooperación inter territorial y rediseño del mercado interior.
¿Me he dejado algo? Sí, creo que merece la pena no olvidarse de las potencialidades del mercado interior. Bueno, no es del todo correcto llamarlo así a la vista de las cifras y de los esfuerzos de los distintos gobiernos autónomos por abrir oficina en Bruselas o Shanghái. Lo más adecuado sería llamarlo mercado residual inter autónomo o algo similar. Necesitamos descubrir las posibilidades de nuestros mercados regionales, más allá de las susceptibilidades, pugnas políticas y diferencias socioculturales que las hay y muchas. De hecho, la debilidad de nuestro mercado interno es otra de nuestras aflicciones en un momento en el que nos vemos imposibilitados a recurrir a medidas de devaluación monetaria por coherencia europea.
En fin, no estamos para mucho ruido, es cierto. El panorama inmediato no es incierto, sino más bien amenazador. Pero contamos con una ventaja, tenemos retos y eso ya es mucho.
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