A lo largo de mi vida me han llamado muchas cosas, buenas, malas, verdaderas, inciertas y algunas incomprensibles. Pero la más hermosa de todas me la dijeron la pasada semana en Barcelona: jardiner de somnis, es decir jardinero de sueños.
El adjetivador no fue otro que mi buen amigo Albert Serrat, persona sensible, yo diría que poética y un virtuoso de la mediación emocional sobradamente conocido.
Siempre me ha producido un cierto desasosiego que me llamen consultor. Prefiero calificarme de mediador que, no solamente es más humilde, sino también más real. Pero lo de jardiner de somnis es una buena definición para aquellos que nos dedicamos a la curiosa tarea de bregar con la incertidumbre hasta conseguir convertirla en oportunidad y, en definitiva, sueños.
En el fondo, la gestión del cambio es una mezcla curiosa de Inteligencia Creativa para generar ideas e Inteligencia Vertical para desarrollarlas. Pero, sobre todo, es un acto de Inteligencia Emocional colectiva y en ello radica su dificultad.
Nuestro cerebro trabaja básicamente con emociones. Aunque nos parezca ridículo, la decisión de incluir el nombre de una persona que nos acaban de presentar en la memoria a corto, medio o largo plazo depende tan sólo de que nuestro cerebro decida me gusta, no me gusta. Qué decir pues de la decisión que debe adoptar cuando lo que se le propone es que abandone la seguridad de lo conocido para aventurarse en la incertidumbre del cambio: pura ingeniería emocional.
Uno puede ser bueno en la teoría y método para desplegar creatividad, invención y finalmente innovación, pero se necesita algo más, un plus de sensibilidad, emotividad, sinceridad, empatía y humildad. Esta creo que es la diferencia entre un consultor y un mediador del cambio o, como dice mi buen amigo Albert, un buen jardiner de somnis.
2 comentarios:
Creo que es lo que en educación llamamos motivación cuando nos referimos al alumno. Evidentemente, su cerebro no debe percibir el entorno escolar como algo altamente excitante.
Un saludo
José Ramón
También se llama disponibilidad, tanto por parte del docente como del alumno. Y es cierto, las aulas no motivan ni a un muerto tal como están diseñadas.
Fernand
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