domingo, 22 de marzo de 2009
NO, MINISTRA GARMENDIA
Cuando Cristina Garmendia Mendizábal fue nombrada ministra de Ciencia e innovación en el segundo mandato Zapatero, fueron muchos quienes dudaron de su futura gestión al frente de la nueva cartera. Yo, desde este humilde lugar, la defendí y pedí confianza y continuo haciéndolo aunque cada vez con menor convicción desgraciadamente.
Pero lo que no puedo defender es el artículo que la ministra publica hoy en el suplemento de negocios de El País. Artículo que lleva por título Ciencia e Innovación: ahora más que nunca.
Y no puedo hacerlo por dos razones básicamente. La primera es la naturaleza misma de un escrito que rezuma oficialidad, generalidad y simpleza. Más bien recuerda al discurso de inauguración del pantano de turno que a una defensa y llamada a la acción. En pocas palabras, expresa ambigüedad, conformismo, es decir falta de ambición política, y un talante más cercano a consejero de entidad financiera en junta de accionistas.
En segundo lugar, me resulta difícil estar de acuerdo con el escrito de la ministra, no por lo que dice que son perogrulladas, sino más bien por lo que no dice y calla. Comenzaré por lo que dice, pero sin abundar mucho en ello porque, como les digo, son verdades de a puño pero de carácter superficial como todas las verdades oficiales. No hay que romperse mucho la cabeza para llegar a la conclusión de que nuestros problemas son estructurales. Tampoco hay que ser muy leído para entender que el principal de nuestros obstáculos es nuestra baja productividad y veo aún menos necesario explicarnos de forma poco didáctica la relación entre el valor añadido bruto y el coste del capital y el trabajo. Y me refiero a la poca habilidad didáctica porque cuando se escriben generalidades se supone que se hace con carácter divulgativo – didáctico. Finalmente, tampoco era necesario que viniera a visitarnos Paul Krugman para que la ministra se decidiera a escribir sobre la necesidad de revolucionarnos a través de la Ciencia y la Innovación. A esa conclusión hace tiempo que hemos llegado. Y no es cuestión, como dice la ministra, de preguntarnos si queremos o no optar por este desafío. Hace tiempo que venimos queriendo. La cuestión es si realmente sabe el Gobierno lo que realmente supone asumir este reto, si realmente ha dedicado el tiempo necesario a diseñar sus estrategias y si va a afrontar la Innovación y, en consecuencia, el reto de la productividad a todos los niveles de la sociedad y la economía española.
De momento, esto último va a ser que no por lo que se desprende del escrito de la ministra. Nadie duda de que gran parte de nuestros esfuerzos de los próximos años deben estar dirigidos a potenciar la inversión en I+D, Gestión del Conocimiento y potenciación de la investigación en general. Pero la ministra insiste en restringir los esfuerzos a estos tres campos, olvidando el fondo de la cuestión, las calderas del sistema y, en definitiva, la realidad de este país por mucho que no le agrade.
La ministra no debiera olvidar que existe vida más allá de los laboratorios y las aulas universitarias, más allá de los grandes complejos tecnológicos y los avances en investigación biomédica. Vida protagonizada por cientos de miles de pequeñas y medianas empresas que, hoy por hoy, son la base real de nuestro tejido económico y empresarial. Vida protagonizada por cientos de miles de funcionarios que necesitan urgentemente innovarse de forma inteligente. Vida protagonizada por millones de alumnos no universitarios que malviven en la economía del conocimiento con un sistema educativo que no ha vivido desde hace siglos una reforma real, más allá de los curricula y la teoría metafísica.
Me encanta que hablemos de productividad y la relacionemos con la Innovación, pero a todos los niveles. Voy a proponer un ejemplo, elemental, pero cercano y didáctico. ¿Sabemos cuánto nos ahorraríamos procediendo a innovar la gestión de las contratas y planificación de mantenimiento de infraestructuras públicas? Puedo aventurar que cientos de millones anuales. ¿Quién no ha visto acabar una obra pública y ver como al cabo de dos semanas las palas y picos comienzan de nuevo? Así de simple y sencillo y sin relación alguna con la robótica o la biomedicina.
Me encanta que hablemos de la revolución universitaria, de Bolonia y de la Estrategia Universidad 2015. Pero podemos acabar haciendo un sainete de todo esto. ¿Vamos a enseñar a los alumnos a pescar? ¿Quién les va a enseñar a pescar? ¿La universidad española está repleta de pescaderos, pero apenas hay pescadores? ¿Podrán enseñar todo un mundo de inteligencias a partir de los 18 años? ¿No han oído hablar ustedes de la psicopedagogía y el proceso evolutivo? ¿Qué papel juegan las escuelas e institutos en toda esta historia? Envidian y alaban los sistemas nórdicos, pero por aquellas tierras uno empieza a desarrollar su Inteligencia Estratégica desde el primer día que pone un pie en una institución educativa.
¿Recuerdan ustedes aquello de la Calidad? Pues recuerden también los dineros gastados en divulgación de sus bondades y el escándalo callado, pero sobradamente conocido, de los premios autonómicos a la excelencia en su gestión. La filosofía era y es buena, pero ya se encargaron algunos de mercadear con ella y no vean con qué grados de productividad. Pues bien, corremos el peligro de reproducir el mismo esperpento con la Innovación, palabra de la que todo el mundo está aburrido, hasta el que te busca un hueco para aparcar el coche en tu visita a la Alhambra. Pero este aburrimiento no es sino la comprobación de que nos encontramos en el primer nivel del negocio: divulgación. Al menos, roguemos por llegar al segundo nivel.
Y, como dice la ministra, más que lamentarnos en los problemas, es hora de trabajar en las soluciones. Pero, por favor ministra, déjenos trabajar a todos.
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3 comentarios:
No te has cortado un pelo, pero si lo que dice la ministra son perogrulladas, lo que tu dices son verdades de a kilo. Estamos hartos, aburridos, desfallecidos del discurso oficial. Vale ya de arengas y pasemos a la acción.
Joaquim
Bolonia me recuerda al AVE, todo el mundo sabía cuál era la prioridad estratégica, pero luego esta no se llevo a cabo hasta quince años después.
PL
Desde luego razón no te falta. Quizás uno de los principales defectos de nuestra política economica es su falta de visión estratégica, por no decir miopia y a los hechos me remito.
Glory
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