viernes, 25 de abril de 2014

TRUCO O TRATO


TRUCO O TRATO




Las oportunidades no son otra cosa que una afortunada confluencia de factores que desembocan en una situación propicia. Estas oportunas coincidencias no abundan, al menos no tanto como aquellos que las desaprovechan. Y es que una oportunidad exige superar ese umbral de incertidumbre que acompaña a toda decisión. Quizás por ello, el destino de muchas oportunidades sea convertirse en problemas.
Esta extraña correlación es frecuente en términos de actividad económica por el simple hecho de que siempre hay alguien dispuesto a asumir ese riesgo que la oportunidad conlleva, generando así un problema a quien no supo aprovecharla.
Por mucho que insistan algunos gloriosos charlatanes, los problemas jamás devienen en oportunidades a no ser que entendamos por ello la lección aprendida y, aún así, es difícil que esto ocurra.
Sería absurdo decir que nos sentimos cómodos con los problemas, pero sí, al menos, algo más seguros que con las oportunidades. Al fin y al cabo, son viejos conocidos que, pese a que nunca los invitamos, casi siempre acaban apareciendo en la fiesta. Alteran nuestras confortables rutinas, pero nos resultan tan familiares que acabamos por aceptarlos en ellas. En el fondo, no existen problemas, sino soluciones que no somos capaces de asumir. Cuando esto ocurre, los problemas desaparecen para dejar paso a las molestias.
Las molestias son aquellas situaciones que llamábamos oportunidades, pero que trasformadas en problemas acabaron por degenerar en rutinas de impotencia. Una molestia ahoga, pero no mata porque sabe que si lo hiciera, acabaría su existencia. La molestia es la expresión sublime de eso que ahora llaman zona de confort, un limbo carente de convicciones aunque repleto de buenas intenciones. Pero, ya se sabe que no hay nada más peligroso que un buen hombre cargado de buenas intenciones y, si el hombre en cuestión tiene atributos directivos, la debacle está prácticamente asegurada.
Todo lo anterior puede parecer muy metafísico, pero no es otra cosa que la pura vida de esas cosas que llamamos empresas. Ocurre desde los espaciosos despachos de la altísima dirección a los oscuros rincones de la tropa de mantenimiento, pasando por los garitos de los mandos intermedios que conducen a los operarios de planta sin olvidar al mozo de almacén ni al administrativo y, puestos, a la recepcionista porque, no lo duden, siempre es la recepcionista, hasta en eso continuamos en los tiempos del cuplé.
Es la vida misma.
Y mientras pasa la vida, continuamos ansiando que se firme este o aquel contrato, preparamos deprisa y corriendo el confuso escenario de la última auditoria que confirme esta o aquella certificación, nos dejamos embrujar por lo último llegado de allá las américas, llamamos target al pobre objetivo y soft skills a los mínimos por puro sentido común, pero por qué será que a la nomina continuamos llamándola sueldo aunque cada día sea más escasa y contenida.
Sigue siendo la vida misma.

Y es que la vida es truco o trato. Tarde o temprano, llega el momento de decidir si lo nuestro es el viejo truco de convertir las oportunidades en problemas y quizás molestias o cerramos entre todos el trato para acabar con las molestias, enfrentándolas como problemas que nos den la oportunidad de descubrir todo nuestra talento y valor.

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