jueves, 29 de abril de 2010

LA PRISIONERA DE ZENDA


Ayer concluía en Bilbao un congreso de carácter internacional sobre innovación – Los retos de la Innovación en Europa - en el que se ha podido contar con primeros espadas a nivel mundial, así como con la presencia de la ministra Garmendia. Poco o nada voy a hablar de lo allí tratado porque este tipo de encuentros acostumbran a tener pocos resultados prácticos más allá de la promoción de la ciudad anfitriona, la autosatisfacción de los políticos de turno que por allí desfilan religiosamente y poco más. Alguien dirá que mi mordacidad no tiene limites, pero así me parieron una calida noche de verano, qué le vamos a hacer.
Mi interés se centra en la obcecación de la ministra en vendernos lo que no somos y, además, regalarnos un viaje a las Bahamas si nos lo creemos. Garmendia continua insistiendo en el gran esfuerzo realizado en materia de promoción de la Innovación, así como nuestra envidiable posición en el ranking mundial. Pero esta vez, además, nos promete el Paraíso al asegurarnos que Europa construirá su nuevo Plan para la Innovación y la Investigación a imagen y semejanza de las propuestas españolas.
Señora Ministra, con todos mis respetos, ustedes se han gastado una pasta gansa y se la van a continuar gastando con el único rédito de mostrarnos nuestro avance en las listas que, ciertamente, es significativo al haber pasado del 0, 91 por ciento del gasto sobre PIB en 2000 al 1, 35% en 2008, es decir un incremento del 48%. Pero no olvide que quien no introducía ni una sola pieza de fruta en su dieta diaria y pasa a ingerir un plátano de Canarias, por supuesto, diariamente, registra un incremento del 100% sin que por ello se pueda afirmar que mantiene unos hábitos alimenticios saludables.
La cuestión no es inyectar dinero. Usted puede regalarle a cada españolito una maquina de escribir, sin que ello suponga que nos vamos a convertir todos en grandes escritores. La Economía es una ciencia social y, en consecuencia, impredecible. Pero esta etiqueta deriva del auténtico motor de la misma: las personas, en este caso, agentes económicos activos. Y, en esto, hoy por hoy, seguimos en las mismas. Podemos hablar de investigación básica y aplicada, pero la cadena continua interrumpiéndose en el mismo lugar. Y usted sabe perfectamente porque esto es así: no hay cultura sentida y ,en consecuencia interiorizada. Los esfuerzos que han hecho pueden tener su frío reflejo en unas estadísticas, pero hay una certeza incontestable: la investigación y la innovación continúan sin ser rentables en este país y para este país.
No me cuente milongas sobre el liderazgo basado en la investigación. Quizás el suyo sea un caso de éxito, pero no caiga en el error de generalizar. Ustedes continúan sin pisar tierra que es lo mismo que decir que se han olvidado de lo más básico en economía: las personas.
Y, ahora, unas cuestiones de cierta relevancia:
• ¿Cuántas empresas, grandes, pequeñas o medianas de este país pueden afirmar que el Emprendimiento, base de la innovación, es una parte esencial de su cultura?
• ¿Cuántos trabajadores de este país consiguen su excelencia personal y, en consecuencia, su felicidad laboral generando valor y progreso a partir de la innovación continua?
• ¿Considera que hemos avanzado significativamente en los ratios de inversión privada en ese amplio campo que denominamos investigación?
• ¿Valora positivamente los resultados prácticos de la política de promoción y sensibilización hacia la Innovación que han desparramado miles de millones de Finisterre a Gata?
• Y, finalmente, ¿Cree que ya somos un país de innovadores?
No hace falta que me responda, aunque ya se que tampoco lo va a hacer, teniendo asuntos tan estratégicos en su cartera. Pero comprenderá mi enfado al comprobar que, pese a todo, continuamos en la Luna de Valencia que, como usted ya sabrá, quiere decir que hemos llegado tarde a las puertas de la ciudad y, al encontrarlas cerradas, nos hemos quedado a dormir al raso. En su caso, más que en la Luna, diría que está usted en la Nube y no por ignorancia o candidez, sino más bien por discurso y fatalismo.
Este país, como todos, tiene “grandes posibilidades”, pero no olvide que de posibles están los cementerios llenos. Una vez más, nos encontramos en otra de nuestras grandes encrucijadas históricas. Una vez más, corremos el riesgo de convertir una oportunidad en una amenaza por nuestras ancestrales querencias a la indecisión, el fatalismo y los grandes discursos, vacuos y absurdos. Coincidirá conmigo en que a la hora de construir una casa es importante contar con planos y diseño, dinero contante y sonante, amistades en la sucursal bancaria de turno, así como en el ayuntamiento, ladrillos y masa y, sobre todo terreno. Pero, al final, si no contamos con personas que deseen habitarla, nos encontraremos con un mausoleo. Desgraciadamente, usted y sus colegas, cuando todavía no tenemos a las personas, ya nos están vendiendo la necesidad de colocar un sistema de domótica de última generación.
Ya termino. Dicen que su señor presidente ha caído en eso que llaman “el síndrome de La Moncloa”, mala cosa que le convierte a uno en prisionero de sus incertidumbres. Pues, ¿sabe lo que le digo?, que usted empieza a parecerse al Prisionero de Zenda.
Buenos días y buena suerte.

miércoles, 28 de abril de 2010

EN LA PENUMBRA DE LA CABINA


Tengo que confesar que soy un cotilla aeronáutico sin remedio. Quizás, como decía Kant, soy un firme convencido de que la observación es una fuente de saber instantánea y gratuita. Pero el caso es que me encanta escuchar conversaciones ajenas en los vuelos. Ayer, sin ir más lejos, volvía a casa en un vuelo nocturno con dos jóvenes ejecutivos a mi lado en un avión lleno hasta los topes. Y, qué quieren que les diga, no pude resistir la tentación de poner la oreja mientras despistaba con el Expansión abierto por la página de las desgracias helenas y el cabreo germano.
Uno de los jóvenes en cuestión, se quejaba amargamente del ninguneo al que le tenía sometido su superior inmediato después de una pifia en un proyecto con posibles. La perorata no tenía mayor interés y se circunscribía a los mismos parámetros que Guderian manejaba frente a la esquizofrenia del cabo austriaco, es decir, más de lo mismo. Lo que me hizo resoplar y arquear las cejas fue la conclusión final de tanta pena de Murcia: creo que me voy ya! Y, peor aún fue la respuesta del colegario: sí, yo haría lo mismo. A punto estuve de disparar el caramelito de turno sobre Ángela Merkel.
Como decía la canción: ¿Qué hemos hecho para merecer esto? Pues hemos debido de hacer la leche de cosas y casi todas mal.
No se a ustedes, pero a mi se me erizan los cinco pelos que me quedan pensando en mis años de jubilado. Y no por el estado de las residencias o de mis ahorros, sino por quienes estén al frente de ellas.
Supuestamente, contamos con las generaciones mejor preparadas de nuestra historia desde los tiempos de Viriato y Amílcar el del Barça. Les hemos dado todo lo que podíamos y alguna cosa más. Y, sin embargo, salvo las correspondientes excepciones, en términos generales, hemos creado auténticos blandiblus impermeables al error, insensibles al necesario paso del tiempo que acompaña al conocimiento y, en definitiva, a la sabiduría, reacios al sacrificio y al obligado ritmo de la carrera profesional.
La reflexión podría derivarse al ámbito familiar, sin embargo, mi preocupación se centra en el contexto profesional. Mi universo virtual se centra en una red relaciones con gentes preocupadas y ocupadas en el futuro de las personas en las empresas y organizaciones. Hablamos, una y otra vez, del futuro humanismo, el antropocentrismo que comienza a inundar a las estructuras empresariales. Defendemos el valor de las personas, su talento, su conocimiento tácito, su capacidad de liderazgo, su papel de agente activo de cambio y generador de valor añadido en una organización. Nos rompemos los cuernos con consejeros delegados, directores adjuntos y responsables de operaciones y de RRHH. Y, sin embargo, al final del día, cuando uno escucha conversaciones como esta en la penumbra de una cabina, surge la duda: Y cuando hayan triunfado las nuevas tesis, ¿qué?
De momento, en muchas de las organizaciones que se atreven a acercarse al abismo del cambio de cultura, observamos algo que dispara todas las alarmas: la confusión latente entre el valor real de las personas y el “buenismo”.
Buenas noches y buena suerte.

martes, 27 de abril de 2010

MORITOS, RUMANOS, NEGRITOS Y DEMAS FAMILIA


Esta mañana, mientras sobrevivía a una fragancia pegajosamente asquerosa que portaba la ejecutiva agresiva con aires de maripili que ocupaba el asiento contiguo al mío en el vuelo a Madrid, me leía el diario y, entre otras cosas, me llamaba la atención la movida del velo y los reglamentos internos de centro, pero más aún el panfleto incendiario del alcalde catalán del PP alertando de la intima relación entre la inseguridad ciudadana y la población inmigrante, con especial énfasis hacia los rumanos.
¿Qué quieren que les diga En estos temas, la cosa está menos clara que un huevo de corral. No llegamos a la hipocresía puritana de las altas clases de la Costa Este de USA, pero casi, casi.
¿Quién no ha sentido cierta sensación de rechazo a la vista de ciudadanos rumanos pidiendo en nuestras calles o deambulando sospechosamente por las estaciones de metro? Ya, por supuesto que hay ciudadanos rumanos honradísimos, pero, al grano, ¿Han tenido esa sensación? Pues eso.
Permítanme encabronarles un poco más…
Y cuándo les sirve la mesa un sudamericano en un restaurante patrio, ¿quién no se ha lamentado de los tiempos en que el servicio era atendido por nacionales menos hoscos y mal encarados? Sí, hombre, ya, ya se, también hay cada españolito… y hasta sudamericanos educados, alegres y eficaces. Pero, déjense de demagogias…¿Lo han pensado alguna vez? Pues eso.
Y cuando les cuentan que un morito ha armado la de Dios es Cristo en un centro escolar porque a su hijo se le ha servido en el comedor lomo con pimientos a la riojana, ¿quién no ha pensado a aquello de “si no les gusta ya saben por dónde se vuelve a África? Ya, ya, la diversidad es un valor y la tolerancia otro, pero, dejémonos de bobadas, ¿lo han pensado o no? Pues eso.
Y con esto del velo, qué me dicen…
Cambiando de tercio, ¿se han dado cuenta de cómo influye la distancia en este tema? Me explico. Mientras veamos a los negritos en África, a los rumanos vendiendo ristras de ajos en Transilvania y a los moritos correteando en una polvorienta pista del desierto, no hay problema, incluso hasta nos enternecemos. Pero, cuando la distancia de escape se acorta, el asunto se pone jodioo.
Y es que, racistas, lo que se dice racistas, no somos, pero clasistas la leche. Perdonen, pero el comandante anuncia que estamos iniciando la maniobra de aproximación a Barajas.

lunes, 26 de abril de 2010

¿QUE OCURRE CON LA DICHOSA INNOVACIÓN?


Qué tienen en común?

• El discurso del Presidente del Gobierno
• Cinco librillos de Aeropuerto
• Una editorial de semanario económico
• El discurso de un político
• Un blog sobre soluciones a la crisis
• El discurso de un presidente de la patronal
• Un plan de ayudas a las PYMES
• El anuncio de un detergente
Pues muy sencillo: la palabra INNOVACIÓN.
¿Es esto bueno?
Hasta cierto punto. Más bien, encierra una trampa: la posibilidad de morir de éxito.
Hay quien dice que “la innovación está de moda”. Algunos afirman que “la innovación es la característica definitoria de la nueva ola económica”. Los hay que defienden que “la innovación es nuestra única solución a la crisis”. Y todos ellos, se quedan tan campantes.
La Innovación podrá ser muchas cosas, pero nunca una moda, ni el atributo esencial de una nueva época y, menos aún, el gran descubrimiento. La Innovación, lleva ahí tanto tiempo como la Luna de Valencia. Es consustancial al ser humano y su innata curiosidad hacia el futuro. Quizás el término se estabilizara con Schumpeter, pero los griegos ya se preocupaban por el futuro del trabajo esclavo ante tanta innovación.
¿Qué ocurre entonces con la dichosa innovación?
Simple, querido Watson: ha madurado. Se está convirtiendo en miembro de pleno derecho de la enciclopedia empresarial. Comienza a ocupar su lugar en los cuadros de mando aunque, de momento, lo haga a trompicones, intentando buscarse un hueco entre la RRHH, la Calidad y la I+D+i.
De momento, la Innovación llega a las empresas y le cuesta acomodarse, no sólo a la hora de encontrar prosélitos a su causa, sino , sobre todo, a la hora de encontrar su lugar institucional y operativo.
Quizás el problema está en la imposibilidad e inoportunidad de que exista como tal. Quizás constituirla como una nueva área con su director, subdirector, empleados y espacios físicos sea el mayor error que pueda cometer una organización. La Innovación no es “un algo”, es “un todo”, una cultura que debe estar presente en todos los rincones de la organización. Lo siento por los flamantes y nuevos Directores de Innovación, pero , sinceramente, creo que están en el sitio equivocado.
Quizás con toda seguridad, si hay que encontrarle un espacio físico en “el mapa de la organización”, este se encuentre muy próximo a esa área que todavía se denomina Recursos Humanos, pero que debiera ir pensando en modificar su denominación porque en ella se encuentra el germen de la auténtica revolución.
Innovación, Mejora, Emprendimiento, Conocimiento. Demasiados nuevos elementos para encontrar su lugar independiente y definido en una estructura empresarial que necesita una redefinición profunda. Demasiadas coincidencias y relaciones profundas para proclamar su independencia. En el fondo, hablamos de algo que debe transpirar el conjunto de la organización. Patrones emocionales y conductuales que deben ser la nota definitoria de la excelencia de la organización. En definitiva, pongamos que hablamos de personas.

viernes, 23 de abril de 2010

BLOWING IN THE WIND


La pasada semana, me entrevistaba un periodista para el suplemento económico de un diario catalán. Más allá de las cuestiones de rigor en estos casos, me interrogaba sobre una característica definitoria de la economía española. No dude demasiado a la hora de contestar: su baja tolerancia al riesgo.
Un componente genético en la especie humana es su baja tolerancia a la incertidumbre y los mecanismos de defensa de todo tipo que construye como respuesta: religión, leyes, principios y teorías, modelos estables de aprendizaje, etcétera. Pero, cuando a esto se suma una baja tolerancia al riesgo, la cuestión comienza a ser preocupante.
Cuando comienza a arreciar la tormenta, unos corren a guarecerse en sus casas a la espera de los primeros rayos de sol, mientras que otros idean bajo el aguacero un revolucionario mecanismo de transporte para las sombrillas de playa. En este país, nos hacemos los locos cuando comienzan a caer las primeras gotas, ya pasará. Pero somos especialistas en desaparecer como por arte de magia cuando aparecen los rayos y truenos. Total, si alguien inventa una nueva sombrilla, ya compraremos, será por dinero.
Este comportamiento endogámico nos ha conducido a un modelo sempiterno de desarrollo económico basado en la dependencia casi exclusiva de nuestro mercado interior. No somos autárquicos por vocación, pero insistimos en la unidireccionalidad. Si la reflexión nos molesta, siempre podemos recurrir al tópico de los miles de miles y miles de millones de turistas que nos visitan sin caer en la cuenta de la trampa. O bien explicamos las excelencias de nuestro sector de automoción sin reparar en lo básico y trashumante del mismo. Siempre nos quedará recurrir a los cinco o seis ejemplos de grandes corporaciones que pasean nuestra bandera por el mundo, pero no llenamos más de dos manos en el intento.
No, no soy un pesimista mal informado, descuiden. El optimismo tampoco va conmigo, prefiero confiar en la voluntad, la ambición, la curiosidad y una irrefrenable atracción hacia el futuro. Sí, no crean, no pierdo de vista nuestra increíble diversidad, primos, pero no hermanos, amigos, pero no amantes. Pero, evito convertirlo en coartada. Qué me dicen de los chinos, los norteamericanos, los belgas y los habitantes de la Gran Bretaña. La diversidad está por todas las esquinas, quizás el problema está en nuestro empeño de convertirlo en bandera de nuestras desgracias.
Decía el gran Galbraith que en economía siempre es una ventaja no saber exactamente por qué se insiste en una estrategia. Por saber, no sabemos gran cosa sobre nuestro futuro. Pero, el problema es que ni nos hemos propuesto una estrategia. El futuro es para nosotros un espacio ignoto y distante. Asunto de elucubraciones, pitonisas y gitanillas. ¡Qué más da! Lo que tenga que ser, será y, mientras tanto, estando yo caliente en mi casita, ríase la gente. Reír, no se si reirán, pero partirse el eje, seguro.
Como decía un viejo proverbio chino, de esos que no se sabe si es mandarín o de Talavera de la Reina: Cuando empieza a soplar el viento, algunos corren a esconderse mientras otros construyen molinos de viento. Personalmente, quiero que sople un viento huracanado, que me sorprenda en el páramo desnudo y que tenga madera para construir.

jueves, 22 de abril de 2010

PERSONAS, OF COURSE


Ayer asistía a una reunión de trabajo con un cliente con el que estamos desarrollando un proyecto corporativo de largo alcance que considero “revolucionario” en estas latitudes cuando tuve una metedura de pata hasta el más profundo de los fondos abisales. Con todo, fue un error de esos que producen placer inesperado.
Estaba estableciendo el input inicial de la corporación, esto es, una foto inicial de su estructura organizativa, cuando pronuncie eso de “el área de Recursos Humanos”…
La persona a cargo del área me corrigió amablemente, indicándome que tal área no existía y que, quizás, me refería a PERSONAS y DESARROLLO. ¡Tierra, trágame!
En estos casos, pueden ocurrir dos cosas:
A) Nos encontramos ante un caso de postmodernidad empresarial semántica, caracterizada por el uso indiscriminado de términos anglosajones que, en muchas ocasiones, ni el que los utiliza sabe qué coño está diciendo. Llamar a los objetivos targets, a los comunicados flyers , a los vendedores agentes de transferencia y a la señora de la limpieza responsable de sostenibilidad ambiental localizada.
B) Puede ser que asistamos a un auténtico esfuerzo de recreación que, entre otras muchas cosas, supone hablar de LA ORGANIZACIÓN y de LAS PERSONAS.
En este caso concreto, puedo asegurar que se trata de la segunda de las opciones. Un intento real y sincero, impulsado desde las esferas directivas, de convertir a “la organización” en un red viva de conocimiento dirigida al emprendimiento total como fuente de auténtico valor. Como decía, un caso extraño, pero alentador, en estas latitudes y, más aún, en los oscuros tiempos que corren para la mudanza.
Para más señas, hablamos de CAPSA.

lunes, 19 de abril de 2010

SMART ALEC


“Smart Alec” es el término coloquial anglosajón que se utiliza para designar a los “listillos” y que hace referencia al timador norteamericano que se dedicaba, entre otras cosas, a levantarles las pelas a las señoras prostitutas mientras dormían. Vamos, un creativo inverso, que diríamos en la jerga de nuestra profesión.
Mi buen amigo Josep Julián publicaba hace unos días un esplendido post sobre el mundo de los consultores, sus luces y sombras. En términos de consultoría de innovación, hay más sombras borrascosas que otra cosa y, todo ello, debido a la gran profusión de LISTILLOS con mayúsculas que circulan por este país. Quienes nos dedicamos a esto desde que Espartero vendió el caballo para comprarse un adosadito en Marbella estamos ya hasta los cataplines del susodicho equino.
¿Por dónde quieren que empiece el repaso?
Tenemos a los LISTILLOS TRASHUMANTES, esto es, los emigrados desde el sector de la certificación y normalización de sistemas. Estos individuos se caracterizan por su empeño en convertir nuestro campo de trabajo en un desierto de creatividad. Rígidos, protocolizados, procesados, burocratizados y toca sean dichas las partes hasta límites insospechados. Se les acabó el negocio del minoreo, certificaciones a 6.000, tira de becario y junior recién llegado y que se joda el cliente que, total, no le voy a volver a ver la calva en muchos años. El campo de acción de estos listillos son los programas y convocatorias públicas destinadas a pymes y organismos intermedios; baja concreción, ambigüedad en la demanda y mucho despistado que pasaba por allí. Arrasan allí por donde pasan más que el caballo de Atila (ya ven que va de caballos) con sus precios de mercadillo de pichiglas y alpargata.
Por otro lado, contamos con los LISTILLOS CERTIFICANTES. Estos también provienen del sector de la certificación, pero son, digámoslo así, de alta cuna. En una palabra, multinacionales que venden nombre y edificio, conocedores de los últimos pisos de las sedes corporativas, despliegan todo un ejército de jóvenes uniformados más quemados que el solomillo de un tuerto. Lo suyo son las ciento sesenta y seis mil, magna ocurrencia que libra de remordimientos a quien la obtiene. Todavía recuerdo a un alto directivo de una de las grandes corporaciones de este país que me dijo muy ufano: nosotros en esto de la innovación estamos muy cubiertos, tenemos toda la familia de la 166000. Y se quedó tan feliz, entre otras cosas porque el que suscribe se dio el piro más rápido que el caballo del Cid (seguimos en el mundo equino). El otro día me dijeron que ahora se dedica a vender biblias de Alejandría, todavía existe la justicia divina.
En otro orden de cosas, contamos con los LISTILLOS AUTOGESTIONADOS, individuos llegados no se sabe de dónde, pero con más labia que mi abuela sin dentadura postiza. Gentes que venden el cambio como la quinta esencia de la física cuántica. Lo suyo es montar portales de sugerencias, cajas de ideas y todo aquello que justifique una minuta tecnológica de seis cifras mínimo. ¿Qué hago yo después con tanta idea y sugerencia? ¡Ah! Eso es una cuestión de reingeniería emocional, amigo mío, si quiere podemos estudiar una nueva propuesta. Vamos que son como Bucéfalo, el caballo del bueno de Alejandro, grandes facturas para una mierda de soluciones.
Finalmente, aunque de momento, tenemos a los LISTILLOS DEL CAZO. En realidad, estas gentes son colaterales. No intervienen en el alquímico proceso de forma directa. Lo suyo es tirar de agenda y móvil. Conocen a fulanito que es cuñadísimo de menganito, consejero delegado del consejero adjunto y amigo del director general del ministerio de la coña bendita. Lo suyo es caza mayor, las minucias para otro. No entienden una leche de lo que venden en primera instancia pero qué más da, ya vendrá luego el monosabio que, además, me abonará las molestias. Vamos que son algo así como Incitatus, el noble equino de Calígula que se le iba más la chota que a Nelson en día de viento Sur.
Quizás no les parezcan demasiadas tribus, pero el problema es su tendencia a la endogamia, dando así lugar a nuevas subespecies, cada vez más evolucionadas y peligrosas. Así, por ejemplo, los LISTILLOS CERTIFICANTES acostumbran a aparearse con los LISTILLOS DEL CAZO dando lugar a los LISTILLOS DE LA DE DIOS que, como su nombre indica, son algo así como Strategos, el fiel compañero equino de Aníbal.
En fin, si están buscando algo a lo que dedicarse honradamente en estos días de vino agriado y fresas pasadas, acepten un consejo: prueben con la Consultoría de la Consultoría, dicen que tiene mucho futuro.

sábado, 17 de abril de 2010

LA OTRA CREATIVIDAD


Hace ya un par de años, publiqué un post sobre “la otra creatividad”, aquella que no cumple con el requisito fundamental de todo acto creativo: ser útil y, por definición, servir a la sociedad de forma generalizada. Para ilustrar la reflexión, tuve la osadía de poner como ejemplo el atentado de las Torres Gemelas. Aquello me costó ser expulsado de dos conocidas redes profesionales norteamericanas, aunque tampoco me sorprendió.
Dos años después, continuo defendiendo la misma idea. La creatividad está basada en el uso de nuestras competencias intelectuales, las mismas que utilizamos en nuestros procesos de razonamiento formal, pero dirigidas a la búsqueda de alternativas de solución a situaciones problemáticas, es decir, aquellas cuya solución, a priori, desconocemos. Las estrategias de solución no tienen, necesariamente, que estar dirigidas al “bien común”, al menos, al bien común general. Pueden repercutir en un bien individual, grupal o, incluso, en la confirmación de unas creencias compartidas por algunos millones de personas. Es “la otra creatividad”, la otra utilidad. Y, como todo en esta vida, es producto de la necesaria diferenciación que da vida a las ideas, fenómenos y principios. Es la trampa de la diversidad.
Estos días, nos rasgamos las vestiduras ante el posible comportamiento fraudulento de algo tan intocable como Goldman Sachs. Sinceramente, me parece una reacción ingenua y candorosa, propia de quienes todavía piensan que ese lugar llamado Vaticano, está habitado por espíritus angelicales que se sitúan más allá del bien y del mal.
Existen muchas formas de violencia, algunas de ellas tipificadas como “terrorismo”, casi siempre de origen político, religioso o étnico. Pero debiéramos inaugurar una nueva categoría bajo la denominación de “terrorismo financiero”, practicado desde el principio de los tiempos, pero que ha cobrado una actividad inusitada desde el último tercio del pasado siglo. Esta variante de violencia se muestra refinada en sus estrategias, producto de un proceso evolutivo que se remonta a muchos siglos atrás. El terrorismo financiero se ampara en la impunidad que le confiere el mito, el absurdo de la realidad de lo lógicamente irreal, la indefensión de la sociedad ante la inescrutable red de influencias que acaban conduciendo al último escalón de ese otro mito que es el poder político y la ignota “omertá” que rige en el seno de las redes de terrorismo financiero afincadas en esa extraña tierra de libertad que es Estados Unidos.
Las “líneas de negocio” de esta hermandad son múltiples, basadas en el principio de diversificación del riesgo, pero el Viejo Continente es uno de sus objetivos predilectos. Primero se atrevieron con la libra, mostraron cierta incertidumbre con las consecuencias mal calculadas del desastre subprime, pero, de nuevo, han vuelto a la carga. En los últimos momentos del pasado año, decidieron que los PIGS europeos eran la clave para conseguir una presa de caza mayor, el euro, y como medida de seguridad decidieron incluir también en el paquete a la Italia de Dante, modificando así el término original por el de PIIGS, menos glamuroso, pero más eficaz. Hablamos de personajes sin rostro ni nombre, aunque dejan entrever a algunos de sus miembros, los Soros, Paulson & Cia. Gentes que muestran un grado de refinamiento en sus prácticas terroristas muy superior a la joven creatividad de Al Qaeda o a las burdas maneras del terrorismo más ortodoxo de organizaciones como ETA. Ellos nunca se sentarán en ningún banquillo, para eso ya tienen a bufones como Bernie Madoff o a incautos como Lehman Brothers.
Esporádicamente, permiten que instituciones como la Comisión Nacional de Valores norteamericana (SEC) proyecte un halo de preocupación y responsabilidad, acusando nada menos que a Goldman Sachs de fraude civil. Pero, no se dejen engañar, son estrategias calculadas que no hacen sino reportar nuevos ingresos.
Esta es la “otra creatividad”, aquella con la que nos vemos condenados a convivir. Jesús de Nazaret dijo “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?”. Los terroristas financieros responden “¿De qué cojones me hablas?”

martes, 13 de abril de 2010

LA ECONOMÍA PROGRESA DE FUNERAL EN FUNERAL


La Economía, como muchas otras ciencias, progresa de funeral en funeral. Sin embargo, como todo en esta vida, hay también honrosas excepciones a la norma. Paul Krugman es una de ellas.
El Nobel de Economía ha sido uno de los pocos gurús que ha conseguido mantenerse a flote en esta época de turbulencias que arranca a muchos el honor de ser llorado en un funeral. Hace unas semanas, asistimos a la reedición de uno de sus mejores ensayos de divulgación y prueba fehaciente de que es un firme candidato a romper la regla funeraria.
“La era de las expectativas limitadas” fue escrita por Krugman en 1989 por encargo del Washington Post, pero no sólo ha resistido el paso del tiempo, sino que, al leerla de nuevo, parece recién escrita a la sombra de la crisis actual. Basta con citar las primeras líneas de su introducción: “Hoy en día cuesta imaginar como debía sentirse un verdadero optimista en cuanto a la economía se refiere, y creer, como la mayoría de los americanos de la generación anterior, que las cosas sólo podían ir mejor, que las personas podían contar con un aumento firme de sus ingresos y que los padres podían confiar en que sus hijos prosperasen en el mundo. Sería un error decir que los americanos se han vuelto pesimistas económicos; pese a los ocasionales ataques de ansiedad por el empleo y la reducción empresarial, la mayor parte de la gente continúa encontrando su situación económica tolerable y sus perspectivas aceptables. Sin embargo, las grandes esperanzas han sido reemplazadas, en el mejor de los casos, por una aceptación estoica.”
Krugman es uno de esos raros especimenes en economía que, no sólo sabe describir con acierto cómo son las cosas, sino que también acierta a explicar los porqués de las mismas. Y a esto se dedica en “La era de las expectativas limitadas” partiendo del análisis de los tres grandes pilares que hacen que la economía vaya bien o mal: la productividad, la distribución de la renta y el desempleo.
Cuando uno concluye la última página de su ensayo, no sólo confirma la actualidad del mismo, sino que, aún más importante, refrenda la sospecha de que algo está cambiando desde hace mucho tiempo y, a nosotros, nos ha tocado la gracia o desgracia de ser protagonistas.
No se lo pierdan.

lunes, 12 de abril de 2010

JOHN MCCOY, UN HEREJE DE LA BANCA


El mundo de las finanzas siempre se ha caracterizado por su apatía frente a las iniciativas relacionadas con el Cambio en cualquiera de sus versiones, pese a que los gurús de Wall Street no cesen de afirmar que la Innovación es el auténtico motor del capitalismo. Pero, hasta cierto punto, es una actitud, si no lógica, sí al menos coherente en quienes, haciendo de la gestión del riesgo un negocio, muestran una aversión acentuada hacia el mismo.
Hace unos días fallecía John McCoy, uno de los pocos emprendedores reales en el mundo financiero que demostró como la Innovación llegó a convertir un pequeño banco en la quinta entidad financiera de Estados Unidos. McCoy tomo las riendas del City National Bank& Trust de Columbus (Ohio) en 1958. El banco presentaba entonces activos por valor de 140 millones de dólares. McCoy elevó esta cifra hasta los 8.000 millones de dólares y rebautizó la entidad con el nombre de Bank One.
Las innovaciones de McCoy fueron radicalmente disruptivas y constituyen hoy en día modelos estables de servicios bancarios. Hablamos de los cajeros automáticos y las tarjetas de crédito y débito, algo que hoy resulta normal y cotidiano en su uso, pero que, en su momento, fue una auténtica revolución. McCoy tuvo una visión estratégica del servicio genial en un sector dominado por la cultura del “me too”, “el problema con la industria bancaria es que si se descubre algo bueno, hay cientos de individuos dispuestos a subirse al carro”, decía. Por si esto fuera poco, McCoy inició la senda de la RSC financiera con sus programas y ayudas a universidades, centros de investigación y entidades de servicio a los más necesitados.
En fin, John McCoy demostró que la innovación y el espíritu emprendedor es rentable, incluso en un mundo como el financiero. Pero no crean, las finanzas presentan un alto nivel de emprendimiento e innovación, aunque moviéndose siempre en el vértice de la ética. Pero ese es otro debate.

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