lunes, 31 de mayo de 2010

TANGUETO Y SAUNA FINLANDESA


El españolito medio está bastante saturado de esto que llaman “la crisis”, un algo que parece no tener fin, pese a los brotes verdes, los anuncios esperanzadores de “el año próximo” y todas esas perlas cultivadas que el gobierno va filtrando cada día en los medios afines. Saber, saber, sabe poco, más allá de la apatía, la incertidumbre y el miedo que lo invade todo. Pensar, pensar, quiere pensar poco, por si acaso llega a conclusiones desagradables. Hasta entonces, deja pasar la vida a su alrededor, algo más apretadito, un poco más preocupadito, poniendo cara de circunstancias cuando el tema emerge en alguna tertulia cervecera, maquina de café, banquito de parque público o parada de bus de los niños que ya llegan del school. En fin, es la vida, ya se sabe y a este mundo perro hemos venido a sufrir aunque más tarde nos espera la paz eterna, concepto que no se sabe muy bien qué tiene que ver con el placer desmedido, pero, ya se sabe, en la ambigüedad está el suspense.
Lo que el españolito medio no sabe y Mr. Zapatero tampoco se lo dice, es que estamos en una complicada encrucijada. Uno de esos momentos que un país, una sociedad, tiene que hacer frente tres o cuatro veces en su historia. ¿Seguro?
Sí, seguro.
¿Y qué nos jugamos?
Pues casi todo por no decir absolutamente todo. Todo lo que hemos conseguido y todo lo que aun podríamos conseguir juntos.
¿Pero, seguro?
Sí, totalmente seguro.
¿Y qué podemos hacer?
Pues tenemos dos opciones. Dos posibilidades de actuación que, para que se entienda rápido, podemos expresar como la “la sauna finlandesa” y “la milonga argentina”.
La opción de sauna finlandesa, como su propio nombre indica, consistiría en coger al reno por la cornamenta y tirar para adelante. En otras palabras, proceder a una dura e impopular política de ajustes y sacrifico que, a medio plazo, podría volver a situarnos en la senda del crecimiento. Finlandia ya lo hizo en los años noventa, después de un oscuro pasado centrado en la exportación de materias primas desde una posición geoestratégica deficiente. El gobierno finlandés lideró y lidera un proyecto sin complejos y en el que las contradicciones aparentes se convierten en oportunidades de progreso.
La alternativa de la milonga argentina consistiría en optar por la paciente espera, es decir, convertir el problema en una molestia y, en consecuencia, sufrirla indefinidamente hasta que algo o alguien nos saque del sueño, más bien pesadilla.
Hoy por hoy, parece que nuestra opción camina hacia los salones tanguetos, dramáticos y fatalistas, pero asumidos como un arte, el arte de la sufrida y callada supervivencia. El Prisionero de la Moncloa no parece tener intención de descubrir sus posibles cualidades como estratega. Pero, no piensen, pocas alternativas se nos ofrecen en el panorama político. ¿Se imaginan un gobierno con las Cospedales, Saenz de Santamaria, Arenas y, de postre, Don Mariano? En un país en el que Duran i Lleida se muestra como el súmmum de lo que debiera ser un político, las posibilidades de acabar todos bailando un tango, crecen por momentos.
Pero, ¿no hay otras alternativas?
Me temo que no, mon ami.
¿y qué hago yo este verano?
¡Pues largarse unos días a Benidorm hombre!
Pues sí, las vacaciones son las vacaciones, ¿no?
Por supuesto. Y de paso, conviene dejar de bailar los pajaritos y aprender unos pasitos de tango. Eso sí, con zapatos de Prada.

jueves, 27 de mayo de 2010

LA DESTRUCCIÓN CREATIVA Y EL POLLO DE CORRAL


Joseph Alois Schumpeter es un tipo curioso en el catalogo de economistas del siglo pasado. Moravo de nacimiento, vienes hasta las medula y americano por necesidad, gracias a las amables ocurrencias del oscuro cabo austriaco, Schumpeter destacó por sus teorías sobre los ciclos económicos expuestas en su Teoría del crecimiento económico en la que, entre otras muchas ideas, propuso la teoría del espíritu emprendedor (enterpreneurship), algo que daría mucho que hablar en el futuro.
Sin embargo, Schumpeter fue el economista maldito en el siglo de Keynes. Frente a la aversión acérrima de este hacia las depresiones, el bueno de Schumpeter defendía la necesidad de “no evitar las recesiones” como procesos purificadores de la economía. Y en este punto, por supuesto, se armo la marimorena.
La argumentación de Schumpeter, compartida también por su colega austriaco Friederich Hayek, era, hasta cierto punto, simple y lógica. Las economías carecen de un comportamiento previsible. Muy al contrario, muestran trayectorias erráticas que les hacen pasar por períodos de auge y crisis alternativamente. Durante los períodos de crecimiento, la oferta y la demanda se comportan admirablemente, es decir, tal y como dicta la maravillosa teoría clásica. El dinero circula sin problemas y los flujos crediticios viven crecimientos sostenidos. Hacer negocio no es una chiquillada, pero casi. En estas circunstancias, la tensión emprendedora se relaja y las empresas comienzan a volverse ineficientes e ineficaces hasta límites difícilmente aceptables en tiempos de menor euforia. Hasta aquí, el planteamiento es fácil de aceptar y se encuentra avalado por un sinfín de ejemplos prácticos desde el principio de los tiempos, muchos de ellos no necesariamente de raíz económica. ¿Qué ocurre cuando cambian las tornas? Aquí es donde la argumentación comienza a plantear curiosos dilemas de naturaleza moral.
Cuando la economía entra en un ciclo de contracción, las leyes clásicas de mercado comienzan a no ser tan clásicas y comienza a recurrirse a las explicaciones que pueda dar la Mano Invisible cuyo teléfono, por cierto, no conocemos por lo que resulta complicado comunicar con ella. El gasto se contrae, la demanda se hunde, los flujos crediticios se anulan y lo primero que ocurre es un proceso de purificación natural. Las empresas menos eficientes y con ausencia de espíritu emprendedor comienzan a desaparecer rápidamente. Los gobiernos con baja visualización estratégica y altas dependencias políticas comienzan a pasar por graves apuros (les suena, ¿verdad?) y así sucesivamente hasta llegar al ciudadano corriente y moliente. Hasta aquí, sigue sin haber mayor problema en el planteamiento, pero el asunto se complica cuando seguimos escuchando a Schumpeter.
Los que cometieron errores, se relajaron en sus planteamientos, vivieron más allá de sus posibilidades o dejaron pasar las oportunidades confiados en el dinero fácil, deben pagar las consecuencias. Ni los gobiernos, ni la sociedad debe acudir en su ayuda porque de ser así, esos mismos errores se volverán a cometer irremediablemente (les sigue sonando, ¿verdad?).
La conclusión de todo esto es la conocida como Ley de la destrucción creativa. Citando al bueno de Schumpeter: el proceso…revoluciona incesantemente la estructura económica desde dentro, destruyendo sin cesar la vieja y creando sin cesar una nueva. Este proceso de destrucción creativa es el hecho esencial del capitalismo”.
En definitiva, estamos hablando de la auténtica cara de la economía, el azar y la necesidad, la lógica y la realidad y, en definitiva, la conjunción, en ocasiones aparatosa y destructiva de cientos de miles de “libres albedríos”. La supervivencia de los más aptos, aquellos que habrán de reconducir la situación hacia nuevas sendas de crecimiento.
A estas alturas, uno tiene la sospecha de que, entre los miles de candidatos a Viejos Sabios de la cultura europea, hay dos nombres que destacan por encima de todos: Hegel y Darwin. De una forma u otra, siempre acabamos en una dialéctica interminable regida por los principios de la supervivencia de “lo más apto”. Y esto es lo que realmente nos duele: perder cosas por el camino aunque, muchas de ellas, ni las conocíamos o incluso las condenábamos. Es el atavismo de la manada.
Dicen los entendidos que, de la misma forma que el siglo XX perteneció a Keynes, el siglo XXI será el siglo de Schumpeter. No se si esto es alentador o más bien una mala noticia, según se mire. Pero una cosa hay cierta: el pollo de corral continuará influyendo en el IPC.

martes, 25 de mayo de 2010

LUJO Y NECESIDAD


Mi buen y querido maestro J.K. Galbraith al que, el menos querido Milton Friedman, llamaba “el hombre ingenuo”, tuvo otro de sus momentos de lucidez cuando, en su obra La Sociedad Opulenta, dijo que, en nuestro tiempo, confundimos habitualmente lujo con necesidad.
El concepto de necesidad es una de las piedras angulares de la economía moderna. Esta palabra lo explica básicamente todo aunque sería mejor decir que lo justifica casi todo. Quizás por ello, los economistas, gentes puritanas y temerosas de la Mano Invisible, apenas hablan de necesidad y prefieren aquello de “preferencias subjetivas de un consumidor racional”. Aunque, como todo, esta estrategia tiene sus puntos débiles. ¿Acaso un moribundo niño de Darfur es un consumidor racional? No, evidentemente, no, pero todo tiene su explicación. Y es que la ciencia económica moderna nació en las civilizadas tierras escocesas por y para las gentes civilizadas. La “periferia” apenas si tenía y tiene cabida en sus cavilaciones a no ser que afecte al bienestar de las buenas gentes.
Pero no crean, el debate sobre la necesidad y el lujo superfluo siempre ha estado presente en otros círculos de conocimiento. William Morris, artista, diseñador y fundador del movimiento Arts and Crafts ya describía en la Inglaterra del XIX la maldición de un sistema capitalista obsesionado por la producción y el consumo desmedido de objetos “superfluos que luego no se sabe en qué emplear”. Quizás algunos de los más reputados diseñadores de nuestros tiempos debieran releer – si es que alguna vez lo han hecho – News from Nowhere (publicado en castellano: Noticias de ninguna parte).
Pero, si hay alguien que ejerce sobre mi una atracción maligna en esto del lujo y la necesidad, este es el bueno de Thorstein Bunde Veblen, cuyo temprano descubrimiento se lo debo también, como muchas otras cosas, a J.K. Galbraith. Veblen publicó en 1889 The Theory of the Leisure Class: an economic study of institutions – La Teoría de la Clase Ociosa, un tratado de la ironía y la mala gaita acumulada desde su nacimiento en Cato, Wisconsin. En esta joya de la literatura social, Veblen creó dos términos que luego hicieron fortuna en la sociología moderna: consumo ostensible y emulación pecuniaria. Para Veblen la motivación básica de todo hijo de vecino no es la necesidad, sino el instinto de emulación y el consumo ostensible que es su palmaria representación. Quizás el bueno de Thorstein no lo supiera, pero estaba explicando el porqué de la prensa del corazón, los programas basura de nuestra televisión que estas en los cielos y el éxito imparable de esas marcas que sin ser exclusivas, sí aseguran distinción. Con el tiempo, Veblen encontró una solución a tanto dispendio sacándose de la manga otra concepto: consumo conspicuo naturalmente limitado. La explicación no puede ser más sencilla: puedes tener toda la pasta del mundo y te pueden encantar las ostras de Arcade, pero tienes un límite fisiológico para su ingesta, más allá de esta línea te espera el colapso y, finalmente, ser objeto de consumo conspicuo por gusanos y bacterias que, si no se andan también con ojo, acabarán por palmarla de una indigestión de homo extrabagantis. El final de los días de Veblen no fue muy aleccionador que digamos, murió arruinado por un consumo conspicuo de acciones en un momento tan poco oportuno como los meses anteriores al colapso bursátil de 1929. Pero, ya se sabe, hasta los santos visitan de vez en cuando Burger King.
A estas alturas de la lectura, se estarán preguntando a cuento de qué viene tanta literatura. No se preocupen, he tomado mis medicinas. El caso es que faltan sólo tres días para el lanzamiento del iPad en España, un artilugio de dudosa utilidad, perdón, necesidad, teniendo en cuenta las exiguas prestaciones que ofrece (vieja estrategia de Jobs que siempre funciona). Y si las previsiones se cumplen, asistiremos a otra gran fiesta de consumo y emulación conspicua, confundiendo, una vez más, lujo con necesidad. Por si existe alguna duda al respecto, la Unión Europea ya ha encargado un artefacto de estos para cada eurodiputado con un monto total de 5 millones de euros que saldrán, por supuesto, de nuestras maltrechas alforjas.
Pero, no se queden con estas últimas líneas. Son anécdotas, sangrantes sin duda, pero misceláneas obligadas de tiempos oscuros. Les invito a volver a la imagen que encabeza este post, un retrato del bueno de Thorstein Veblen. El retrato de un aparente rebelde, domesticado en su basto traje coronado por una corbata de lazada dudosa y tonos neutros, denotando ausencia genética en su uso y porte. Pero, por encima de estos pequeños detalles, observen sus ojos y la expresión de sus labios. Sí, efectivamente, cachondeo irrefrenable. Mirada altiva y autosuficiente de quien se sabe en posesión de la verdad destructora. Pero, un poco más abajo, escondida entre la maraña de una barba descuidada, el comienzo de una sonrisa cómplice que amenaza con convertirse en carcajada irrefrenable. Algo así como “si ustedes supieran…”

domingo, 23 de mayo de 2010

NO DIGO MÁS NAAAA!


Acabo de escuchar por las ondas un resumen de lo que ha dado de sí el domingo político en boca de quien fue presidente del gobierno y de quien lo es en la actualidad y, sinceramente, da grima, utilizando una expresión educada.
¿Esto es todo lo que da sí eso que llaman “la clase política” de este país?
¿Esto es lo que da sí el que fue presidente del gobierno?
¿Esto es lo que da sí quien se supone que debe liderar a este país en la actualidad?
Sinceramente, todavía tengo trabajo, no todo el que yo quisiera, pero voy tirando. Todavía conservo algunos ahorros debajo del armario ropero, no demasiados, pero algo es algo. Aún me queda esperanza, menos que ayer, pero menos aún que la que tendré mañana. Cuesta, pero continuo sonriendo y dando los buenos días a la morena de Torres del quiosco todas las mañanas.
Pero, ¿y a quienes les quedan cinco euros en el bolsillo? ¿quiénes están a punto de ver acabar el subsidio? ¿quiénes ya han comenzado a acudir a los comedores de beneficencia? ¿quiénes ya se han asomado más de una vez al alfeizar de la ventana intentando reunir fuerzas? ¿quiénes pasan los días en un desvencijado banco de parque?

¿Merecen tanta soberbia?
¿Merecen semejante falta de sinceridad?
¿Merecen tanta hipocresía?
¿Merecen tanta huida hacia delante?

Hoy no dormiré tranquilo y quizás mañana no sonría a la morena del quiosco, aunque será lunes y nuestro querido Javier posteará sus buenas noticias.
Y, como dicen, las chonis esas de los programas televisivos: no digo más naaaa!

viernes, 21 de mayo de 2010

jueves, 20 de mayo de 2010

¡BIBA BILBAO!


Mis amigos me llaman jocosamente “el bilbaíno del chiste”, cosa que no me molesta viniendo de quien viene y sabiendo porque lo dice. Les cuento, servidor nació en casa como las gentes de antes. En una casa de Bilbao, pero no en cualquier casa. En concreto, en una casa del Casco Viejo que aquí es como decir del ajo del Bochito (argot: agujero, cariñosamente hablando del encajonamiento natural de la villa). Es más, de una casa de las tres primeras calles que surgieron en la villa, Somera para más señas. Y no queda ahí la cosa porque la casa era la primera de la calle. Se explican ustedes la amigable ironía que encierra el apodo.
Todo esto viene a cuento de que hoy voy a hablar de esta villa que no ciudad, cosa que no acostumbro a hacer porque, desdiciendo los modelos estables, poco tengo de fanfa (argot: fanfarrón) aunque sí me considero un poco chirene (argot: gracioso, ocurrente).
Dicen que, aunque uno tenga una novia tuerta, manca, coja y, además algo sinsorga (argot: insulso, insustancial), es tu novia y no hay otra mejor. Algo así nos pasa a todos con nuestros pajares de origen. Y , si a esto le añadimos que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor (por el hecho de que nosotros teníamos algunos años de menos), pues el Bilbao (Bilbado según la marquesita de Covablanca) de toda la vida, efectivamente era tuerto entre sus brumas tóxicas y fetidas, manco en sus intentos de buscar el sol más allá de las colinas de hierro y cojo en su lenta marcha hacia el futuro, pero era Bilbao, mi Bilbao.
Sin embargo, el pasado poco tiene que ver con esta villa que hoy ha recibido el premio Lee Kuan Yew, un Nóbel de las ciudades que se concede en base a cuatro indicadores: "modo de vida, vigor, sostenibilidad y calidad de vida, que son fundamentales en el éxito de cualquier ciudad y su calidad de vida urbana". Un galardón que a los de aquí de toda la vida nos colma de satisfacción porque demuestra que somos algo más que el socorrido “efecto Guggenheim”. Un reconocimiento que nos aleja del tiempo de los políticos fashion, los politicastros provincianos y los chorlitos mal encarados.
Bilbao es un ejemplo casi perfecto de lo que debe ser una Innovación Estratégica basada en cuatro pilares fundamentales: estrategia, personas, estructura y liderazgo.
Una estrategia basada en el largo plazo, fundamentada en un colectivo ciudadano que ha sabido sufrir la cirugía invasiva de una transformación radical inspirada en sus deseos de paz y convivencia, más allá del maketerismo (argot: persona foránea en sentido despectivo) de los de aquí y los de allá. Una estructura concebida como un lugar de encuentro para trabajar juntos en un proyecto común: Bilbao Ría 2000 y un liderazgo inspirador personalizado en la figura de Iñaki Azkuna, un alcalde nacionalista que ejerce como ciudadanista.
Mi abuelo materno nos dejó con noventa y seis años a la espalda, pero hasta los últimos momentos, renqueante con su cachaba y su boina calada, se trasegaba entre pecho y espalda diez o doce chiquitos (argot: vasito de vino) en compañía de su cuadrilla de toda la vida. Porque en una villa acostumbrada a defenderse de los extremismos desde los tiempos de los banderizos medievales a las asonadas carlistas y las kale borroka albanesas, lo más importante y vital era la convivencia, el placer de sentirse libre entre tanto sinsentido.
Hoy apenas si existe el sirimiri (argot: lluvia fina y pertinaz), los chiquitos (que no chikitos) se han sustituido por el innoble kalimotxo litronero, los tigres (argot: mojojones; argot: mejillones) han dejado paso al pintxo de expresión y los mocordos (argot: excremento) de la Ría han pasado a ser saludables pececillos. Pero, pese a todo, nuestro presente es infinitamente mejor y nuestro futuro lo será aún más por una sencilla razón: nos gusta vivir en paz.

jueves, 13 de mayo de 2010

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL PASADO


No soy muy dado a bucear en el pasado, quizás esta manía provenga de los doce increíbles meses que pase escribiendo por encargo un libro sobre la Reconquista en la Península Ibérica. Por cierto, mi conclusión fue que no hubo tal Reconquista, sino más bien Conquista. Creo que, entre otras cosas, esta fue una de las razones por la que no me volvieron a encargar un trabajo de investigación medieval. Aunque, continuo vendiendo un porrón de ejemplares cada año por lo que la conclusión no debió ser tan descabellada, pero, vaya usted a saber, igual los compra una madrasa de Manlleu para sus aplicados alumnos. ¿Se imaginan que me nombren doctor honoris causa por la Universidad Islámica del Yemen? Cosas más raras se han visto, el otro día, sin ir más lejos, oteaba en la tele de un bareto al Antonio Banderas con el birrete de la Universidad de Málaga. Desconocía esa faceta ilustrada del Zorro.
Como les decía, no le dedico mucho tiempo al pasado. ¡Total! Como su mismo nombre indica, ya ha pasado, así que poca cosa que dicen los catalanes. Sí, ya se que es un lugar común eso de “mirar a la Historia para comprender el presente y pronosticar el futuro”. Pero a mi, sinceramente, me suena a patinazo de Schopenhauer en horas bajas. Me va más aquello que dijo de “cada uno tiene el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa”. Sin ir más lejos, qué me dicen de los pobres cartagineses, al final se quedaron con un elefante y el bueno de Aníbal porque algún malo debía figurar, pero la Historia se la llevo Escipión. Eso sí, de forma elegante porque, anda ya que hay chapuceros. Fíjense en el bueno de Pepe Stalin que inventó el PhotoShop antes de tiempo. De hecho, si se me ocurre mirar a la historia de tres años atrás, ni comprendo el presente, ni me gusta nada el futuro que me espera. Así que.
Debo confesar que mi primera licenciatura fue en el pasado, esto es Filosofía y Letras – de las de antes – rama Historia. No se crean, tuve ilustres maestros: Caro Baroja, Justo Pérez de Urbel, Valdeavellano y algunos más. Pero debí quedar tan ilustrado del pasado que ya ni lo recuerdo, ni mi cerebro tiene bits libres para nuevos descubrimientos. Con todo, no crean, aquellos años dejaron una patina nada despreciable y, ahora, soy capaz de mantener una conversación agradable en algún viejo café vienes cuando voy a visitar a la familia de aquellos lares. Lo que ocurre es que vaya usted a parar, esa gente apabulla con el Franz Joseph y compañía aunque cuando les citó al cara cartón de Odilo Globocnik o al amable Seyß-Inquart, callan como mamelucos. Cosas que tiene el pasado.
En estos momentos, cuando usted lea estas líneas, un hombre llamado José Luis Rodríguez Zapatero se encontrará mirando al pasado inmediato, renegando del presente y paralizado por el futuro. Y es que, como decía Schopenhauer, “no hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige”.

miércoles, 12 de mayo de 2010

TONTO DEL BOTE


Después de unos cuantos post de esos que mi buen amigo Josep Julián llamaría Tecnikos, hoy me apetece quitarme el calzón y darle un poco a la sin hueso con descaro y simpleza, ¡qué coño!
Escuchaba esta mañana al bueno de Mr. Zapatero dar explicaciones en el congreso de los tertulianos mal avenidos sobre los 15.000 millones de napos que tenemos que aflojar en los próximos meses y, sinceramente, no he conseguido llegar al final de su intervención. Entre otras cosas, porque me esperaba un suizo, esa cosa que los franchutes llaman brioche y los catalanes también, en el bareto de una compadre con pelo de zanahoria vitaminada. Pero, aunque me hubiera esperado una sesión de tortura china, tampoco hubiera aguantado una más de esta crisis que nos atenaza, el gobierno ha sido rápido, la especulación desenfrenada, la oposición traidora y su tía la del pueblo que fue, en realidad, la que le apaño los trajes al monaguillo ese de Valencia.
A mi, en realidad lo que me chusca es el tema del cabrón sin castigo. Ni se te ocurra despistar mañana un naranjito en saldo acabado en el Corte Inglés porque acabas con juicio rápido entre pared y pared jugando al tute con Piolín, Chalín y el Navajas. Pero, ahí tienes a los golfos apandadores levantándose una pasta gansa todos los días a costa de los gilipollas de los europeos en general y de los del yogur de Platón en particular y, nada tú, como Dios!
A estos cabrones, pedazo de hijos de su madre, los llaman tiburones como si los pececitos tuvieran culpa alguna. También hablan de ellos como hienas y debe ser por el descojono que se traen en su home todas las nights. Siendo finos de alpargata, algunos los llaman especuladores o espekuladores que diría el Josep Julián. El caso es que estos firmas nos dejaron con el susto en el cuerpo ya va para tres años. Entonces el personal se rasgo los pantalones y corto las corbatas de Hermes: control, legislación, previsión, vigilancia y la madre que los parió. Pero, ya se sabe, el que mea en una tapia, acaba haciéndolo en el saloncito de tu casa, república independiente de los tontos del eje. Y, ahora, les ha dado por joder en la Vieja Europa porque, no crean, la mayoría son selfmen del sueño americano mecaguendiez. Todos tienen, además de madre y padre, nombre y apellidos. Algunos hasta han escrito librillos de esos de aeropuerto que dice Krugman contando lo listos que son y como jodieron a este y al otro. Ya se lo contaba aquí que hace meses celebraron una comida de hermandad para decidir a quién iban a hundir y cómo se las iban a ingeniar para meterse al bolsillo algunos miles de miles de miles de millones más. Al final, es como si fueran párrocos de la iglesia de mi pueblo, te echan la homilía, te pasan el cesto y, al final, te meten una hostia para que te vayas calentito. ¡Qué difícil se está poniendo esto de ser creyente!

lunes, 10 de mayo de 2010

INNOVACION SOSTENIDA QUE ESTAS EN LOS CIELOS


Toda empresa que aspira al éxito debe tener en mente la posibilidad de protagonizar una innovación de las calificadas como radicales. Ese fenómeno que lo transforma todo o, como dicen en Motorola, cambia definitivamente las reglas del juego.
Pero mantener una tendencia en la búsqueda de la innovación disruptiva como objetivo estratégico de la empresa, es tan absurdo como defender la necesidad vital de una revolución constante.
Frente a las innovaciones radicales, las de carácter incremental parecen no acumular tanto valor. Sin embargo, una política de innovación incremental continuada, acaba resultando tan valiosa o, incluso mucho más eficaz en términos de valor, que una revolución radical aislada. La innovación incremental, es decir la mejora de algo ya existente, no ha adquirido el protagonismo que se merece por múltiples razones, entre las que destacamos:
• Su difícil diferenciación con una política de Mejora Continua asentada en estructuras de Gestión de Calidad.
• Su implicación emocional y organizativa que conlleva transformaciones profundas en el modelo de estructura de la empresa y en la tradicional gestión de las personas.
• Su carácter localizado que implica, entre otras cosas, una repercusión limitada en la cuenta de resultados. Aunque esto sólo sea cierto cuando se contemplan individualmente.
Sin embargo, una innovación incremental sostenida puede llegar a influir decisivamente en una tendencia de crecimiento sostenido de la organización. Con todo, y como suele ocurrir con casi todo, en el equilibrio se encuentra la virtud. La innovación radical o disruptiva no es mejor que la incremental o sostenida y viceversa. Si observamos atentamente, llegaremos a la conclusión de que las empresas y corporaciones de éxito han basado su estrategia en una sabia combinación de ambos tipos. A una innovación radical, le sigue un dilatado período de innovación incremental derivada de la primera y que permite a la empresa recuperar la inversión acometida, así como mantener “la distancia de escape” con respecto a sus competidores.
Apple protagonizó una gran innovación radical con el iPod. Pero, a continuación , desplegó una considerable batería de innovaciones incrementales. De hecho, el iPhone primero y el iPad después, rozan los umbrales de la disruptividad, pero, en realidad, son innovaciones incrementales acumuladas.
La innovación radical es un hito, pero no debemos olvidar que, entre un hito y otro, debe existir una vía que los una y ésta no es otra que la innovación incremental.
España y su economía se encuentran en una encrucijada marcada por la perdida de competitividad, la necesidad de una reforma estructural de gran calado y el reto de conseguir mayores porciones de pastel en un mercado cada vez más globalizado y competitivo. Y, todo ello, enmarcado en el trasfondo de una crisis financiera y de confianza de amplias dimensiones. Todo ello, nos debe llevar a una conclusión evidente: necesitamos cambiar. Es decir, la innovación o como quiera que llamemos al cambio, es la estrategia a seguir.
Sin embargo, los gobiernos centrales y autonómicos, insisten en poner el acento y el dinero en el factor tecnológico y la investigación avanzada sin conseguir mayores resultados más allá de cierta mejora en los famosas listas. Las razones de este fiasco son evidentes:
• Ausencia de una política educativa acorde con las pretensiones expresadas. Ya se sabe: donde no hay mata, no hay patata.
• Baja permeabilidad del “discurso de la innovación en el tejido empresarial con los correspondientes bajos rendimientos macroeconómicos. La Innovación no sólo se ha convertido en una moda peligrosa, sino también en un argumento retórico más de la clase política.
• Insistencia en confundir la tecnología como un fin en lugar de percibirla como lo que realmente es: un medio.
• Ausencia de un tejido empresarial capaz de soportar y recibir los resultados de la investigación básica y aplicada que ya se está desarrollando en determinados sectores.
A nadie le amarga un dulce. Nadie renunciaría a la posibilidad de encadenar el protagonismo de una serie de innovaciones radicales. Pero el escenario, hoy por hoy, no es el adecuado para ello. Todo llegará si somos capaces de pensar y actuar a medio y largo plazo ( términos impensables, políticamente hablando). Pero, hasta entonces, la clave no está ni en mantener en marcha el circo político –mediático en torno a la innovación, ni mucho menos aún, renunciar a ella.
Hay tareas previas por hacer. Pero, hasta entonces, quizás una de las claves sea centrarse en aquello que podemos hacer y hacerlo bien: innovación incremental en todos los frentes.

sábado, 8 de mayo de 2010

REMAKE


Como ya empieza a ser costumbre en el weekend, recupero uno de mis viejos post. Esta vez se trata de "Más allá de los PARA QUÉ".

Siempre me han asombrado esos test ultra rápidos que le dicen a uno si es hipotenso, una mujer de hoy (si lo hace hoy será de hoy y no de ayer, digo yo), un hombre atractivo o un idiota redomado. Por supuesto, me pueden llegar a entretener en la sala de espera del dentista, pero poco más.
Todo esto a cuento de que no voy a ser tan osado de proponerle un test, pero sí, al menos, ayudarle a reflexionar sobre el estado emocional de las personas de su organización en relación con el Cambio.
El factor emocional es clave en los procesos de Cambio, de hecho, sin un alineamiento de los componentes emocionales y operativos, va usted dado, es decir, dese por muerto. Las personas, por naturaleza, somos hostiles al cambio. En consecuencia, si propone una acción que debe desembocar en cambios y no recibe rechazo alguno, dese también por muerto, algo ha hecho mal. Si tras la propuesta, observa reacciones adversas, va por el buen camino, pero si al cabo de un tiempo, no revierten, dese, una vez más, por muerto.
¿Cómo está su gente de permeable al Cambio?
Le sugiero algunos pensamientos para sus ratos libres, entre decisión y decisión trascendental.

A. Ante una situación compleja, ¿cómo reacciona su gente? ¿enfocan la situación como una oportunidad o como una molestia?
B. ¿Le importa a usted realmente cómo la enfocan?
C. Los “para qué” son los objetivos a conseguir, los “por qué” son los motivos que mueven a las personas a afrontar retos. Cuando propone a su gente un cambio,¿presenta ambas cosas o sólo le preocupan los “para qué”?
D. Si tiene dos personas inteligentes, pero poco emocionales, usted tiene dos imbéciles. ¿Cuántos imbéciles tiene usted? ¿Ocupan cargos estratégicos?
E. Suponemos que usted no es uno de los imbéciles
F. ¿Sabía usted que su empresa es una factoría de Conocimiento? Y, además, paga por ello religiosamente todos los meses. ¿Aprovecha usted ese conocimiento?
G. Divide y vencerás. Une y triunfarás. ¿Cuál de estas dos tácticas utiliza usted?
H. El capitalismo se basa en la diferenciación. Es imposible diferenciarse sin ser diferente. ¿Tiene usted muchos diferentes?
I. En un equipo perdedor nunca puede haber ganadores. ¿Tiene usted muchos ganadores?
J. En un equipo de ganadores nunca puede haber perdedores? ¿Tiene usted muchos perdedores?
K. Y, de momento, la pregunta fundamental, ¿cree que todo esto puede aportar valor a su empresa más allá del dinero?
De momento, esto es todo, que no es poco. Dedique un tiempo a pensar sobre ello y verá como afloran nuevas ideas.
¡Ah! Y lo más importante, no ha soltado un duro por ello. Es un buen comienzo, ¿no?

jueves, 6 de mayo de 2010

EXPLORADORES


Aquellos que suben a las grandes montañas, más allá de los ocho mil metros, saben que la tentación de prolongar su visita a las cumbres es grande, pero su permanencia en ellas debe ser breve si quieren continuar con los retos.
En términos de Innovación en particular y de éxito en general, las empresas siempre buscan las grandes cumbres. Bien para ser las primeras en coronarlas, bien para intentar descubrir las cordadas que los pioneros tendieron.
Si hablamos de las empresas con éxito, es decir aquellas que hicieron cumbre antes que nadie, observamos dos tipos de actitudes cuando se encuentran allí arriba, más allá del bien y del mal.
Por un lado, tenemos a las EMPRESAS CON VÉRTIGO. Es un caso curioso, no descubren su aversión a las alturas hasta que coronan su primera y última cumbre. Hasta entonces, son organizaciones emprendedoras, permeables al cambio y, sobre todo, atentas a las “ventanas climatológicas” que permitan un oportunista ataque final a la cumbre. Sin embargo, una vez que lo consiguen, son incapaces de mirar hacia atrás, incluso hacia adelante, tan sólo contemplan el suelo congelado bajo sus pies, inmovilizadas por el miedo a perder pie y precipitarse entre seracs y abismos sin fin. Nunca volverán a hollar otra gran cumbre. Tampoco conseguirán descender a la seguridad del campo base. Permanecerán en la cumbre hasta que se conviertan en estatuas de hielo, símbolos del éxito pasajero, advertencia para quienes lleguen más tarde. Microsoft puede ser un ejemplo perfecto. Aprovecho su “ventana” junto a Intel cuando IBM dejó de visitar al oculista regularmente. Su éxito fue arrollador, ambicioso y engreído. Pero, poco tiempo después, descubrió su vértigo al fracaso. Y, no contento con permanecer en la cumbre, Gates se ocupó de adiestrar a sus huestes como lanzadores de carámbanos , francotiradores encubiertos en las sendas que conducían a su cumbre. Pero, con el tiempo, las bajas temperaturas hicieron su efecto y las congelaciones comenzaron a inmovilizar sus miembros, la falta de oxigeno paralizó sus cerebros y, en estos momentos, son una vieja sombra de lo que fueron. Mantienen un débil aliento llamado “coste de cambio”, pero también eso acabará por desaparecer.
Existe otro tipo de alpinistas, las EMPRESAS EXPLORADORAS. Como su mismo nombre indica, su objetivo no es alcanzar la cumbre para permanecer en ella. Tan sólo ascienden hasta lo más alto para poder divisar nuevas cumbres en el horizonte. Disfrutan de su momento de gloria, el orgullo del reto alcanzado. Quizás después de algunas intentonas fallidas, pero rara vez abandonan o desfallecen. Practican el estilo alpino. Siempre ligeros, apenas uno o dos serpas de apoyo. Como se suele decir, “crean escuela y afición”. No son hermanitas de la caridad, pero dejan abiertas las vías para quienes deseen seguirles. Se especula indefinidamente sobre ellas, sus secretos, sus estrategias. Pero poco se conoce con certeza. Entre otras cosas, porque siempre están en movimiento. Apenas si permanecen en las cumbres, lo justo para tomar una o dos instantáneas y colocar el banderín de rigor. Saben del hechizo de las alturas y pronto inician el descenso hacia el campo base. Recogerán sus tiendas y artilugios y enfilarán hacia el próximo valle que les conducirá a las estribaciones de la nueva cumbre. Disfrutan el éxito, pero su auténtica droga es la aventura, el reto.
Como anécdota, puedo decirles que , según Business Week, tres son las empresas españolas que entran en su ranking de innovación: Telefónica, Iberdrola y Santander. Sobra decir que, aparte de la subjetividad de todo top ( en este caso la revalorización de la acción y el dividendo son fundamentales), estas tres joyas no encajan con el perfil de Empresa Exploradora. Pero el que no se consuela es porque no quiere.
También como anécdota, puedo decirles que en España lo que si abunda es la Empresa Camaleón, es decir, aquella que parece que es, pero no lo es. Vueling, Mango o Repsol son buenos ejemplos..

lunes, 3 de mayo de 2010

¿QUIÉN HA ROBADO MI QUESO MANCHEGO?


De vez en cuando, me gusta publicar alguno de mis viejos post. Entre otras cosas, para confirmar que no andaba tan desencaminado aunque, también es cierto, que tanta clarividencia me alarma. Pero, bueno, son tres días, así que ahí les dejo un viejo post del 2008...
¿QUIÉN COÑO HA ROBADO MI QUESO MANCHEGO?
Paco, nuestro economista camuflado se encuentra también mosqueado. Su fe en las manos invisibles escocesas está en sus momentos más bajos. Ha dejado de visitar la sección de economía para simples de su librería preferida, ahora se concentra en la selección de auto ayuda. Prefiere escuchar El Larguero a obsesionarse con Bloomberg y hasta ha pensado en suscribirse a Interviú en lugar de a Expansión. En la tasca de la Dolores ya no diserta sobre inflación, estanflación y deflación, prefiere hablar de las divinas nalgas de Halle Berry. Ha llevado a su perro ratonero al veterinario para que le cambie el chip porque ya no se llama Maynard, ahora es simplemente Manolo. Los jueves ya no come Pollo a la Financiera en la Deliciosa, prefiere el pollo a secas y con patatas a ser posible. Hasta ha dejado de salir con aquella cajera de Alcampo porque se llamaba Virginia y él le añadía el Woolf, ahora se ha echado una colega que es electricista de segunda en la Seat y que si te da un mandoble ves más estrellas que el Hubble. Ha dejado de pensar en comprarse un Cayenne, seguirá con su cuatro latas aunque lo va a pintar de lila. Sus cuatro acciones, una Matilda, una Repsol, una Inditex y una Iberdrola han pasado a mejor vida, ahora se dedica a buscar a los duendecillos. Y es que ya nada es igual. Y como grita todas las mañanas al abrir el ojo: ¿Quién coño me ha robado mi queso manchego?

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