lunes, 28 de noviembre de 2011

ADIOS A LOS RECURSOS HUMANOS


Tradicionalmente, el término “Recursos Humanos” designa en la teoría de administración de empresas al trabajo que aportan el conjunto de los empleados de una organización. De forma más precisa, el término designa al área que se ocupa de seleccionar, contratar, formar, ocupar y retener a esas personas.

En las últimas décadas, el área de RRHH se ha caracterizado por su potente resiliencia para afrontar los continuos cambios que se han producido en la forma de concebir la administración de las empresas y, sobre todo, el papel que las personas juegan en su futuro.

Mientras que en términos psicológicos, la resiliencia se refiere a la capacidad de las personas para sobreponerse a episodios de dolor emocional y traumas profundos, desde el punto de vista de los sistemas, debe entenderse como la capacidad de un sistema para poder integrar una perturbación en su discurrir, sin cambiar su estructura cualitativa.

Este enfoque de la resiliencia ha convertido al área de los RRHH en una joya de la arqueología empresarial. En otras palabras, ha sido capaz de afrontar las perturbaciones, entendidas como nuevos paradigmas y enfoques, sin variar su discurso original y, sobre todo, su topónimo en la empresa. Los RRHH han vivido un proceso similar al de la escuela, salvando las distancias. Cada vez que se detecta una carencia general o la necesidad de “sensibilizar” al conjunto de la “sociedad organizacional”, las miradas siempre se dirigen hacia el mismo área. De igual forma que la escuela debe preocuparse “además” de educar para la Paz, para la no violencia de genero, para la seguridad vial y para la supervivencia del zorro de Villaconejos en proceso de extinción, a los RRHH se les adjudican nuevas responsabilidades y cometidos que, sin entrar en la oportunidad de muchos de ellos, parten con la desventaja de no estar incluidos en la fisiología orgánica de la empresa.

Seleccionar, contratar, formar, ocupar y retener son funciones básicas, pero todas ellas deben estar guiadas por unas líneas estratégicas perfectamente definidas que clarifiquen a quién hay que seleccionar, por qué se le debe contratar, cómo se le debe formar, de qué forma se le debe ayudar a ser feliz con su trabajo y cómo habría que dejar de preocuparse por retener a las personas cuando deben ser estas quienes ni se lo planteen.

Efectivamente, todo esto se encuentra perfectamente enunciado, aunque en muchas ocasiones no está tan normalizado como parece. Pero las líneas estratégicas o SFW si se prefiere, acostumbran a hablarnos de futuros probables en términos de producción, costes y resultados por lo que su aplicación práctica a las funciones básicas de los Recursos Humanos es más que dudosa.

Las directrices estratégicas de que hablamos son muy anteriores a las previsiones probables. Hablamos de las bases constitucionales de una organización, aquellas que regulan su vida social como condición indispensable para poder afrontar, más tarde, la producción, comercialización y, en definitiva, generación de valor. Hablamos de las capacidades de las personas, aquellas con las que llegan, desarrolladas algunas y por descubrir y potenciar otras. En definitiva, hablamos de su talento, sus capacidades estratégicas en términos de resolución de problemas, su creatividad para la generación de valor a partir de las oportunidades y, sobre todo, su emprendimiento.

Aunque parezca una contradicción, los Recursos Humanos deben abandonar su capacidad de resiliencia, expresada en su comportamiento, similar al de un gran agujero negro, dirigido a engullir todo aquello que se le exige o sugiere en un pandemónium que, en lugar de enriquecerle, le convierte en un área cada vez más difusa en la organización. Pocas son las certezas que acumulamos con respecto a nuestro futuro inmediato. Pero, entre ellas, surge la evidencia de que los RRHH están llamados a ser el área estratégica por definición en la gestión de las organizaciones.

Muchas son las organizaciones que comienzan a marchar por esta senda. En España no son mayoría, pero existen indicios claros de esta transformación. Si debiera citar un caso concreto, me quedaría sin dudarlo con la Corporación Alimentaria Peñasanta (CAPSA), más conocida quizás por una de sus marcas, Central Lechera Asturiana. De partida, no existe el término Recursos Humanos en su organigrama y sí, en cambio, PERSONAS y DESARROLLO. Pero no hablamos tan sólo de un cambio de denominación. En estos momentos, CAPSA protagoniza un proyecto singular en el panorama empresarial, más singular aún si cabe en estos tiempos de resistencia y resignación. Un proyecto de carácter estratégico basado y centrado en sus personas, su mayor valor de futuro. Una apuesta decidida por el carácter estratégico del emprendimiento, el talento y la creatividad, entendidas como universales en el contexto de la corporación.

En CAPSA y en su departamento de Personas y Desarrollo existe resiliencia pero entendida como la capacidad para sobreponerse a la tentación de que todo siga igual.

(La imagen que ilustra este post es el logo del proyecto CULTURA EMPRENDEDORA de CAPSA)

Este post está especialmente dedicado a mi querida amiga Astrid Moix que, en realidad, lo inspiró desde Berlín, la ciudad que se inventa cada día.


viernes, 25 de noviembre de 2011

SIN NOTICIAS DEL REY


¿Dónde está el Rey?

¿Es consciente de todo lo que está ocurriendo en este país en los últimos tres años?

¿Conoce el grado de abatimiento y derrota que está empezando a consolidarse como estado emocional permanente de la sociedad española?

¿Está también indignado?

Apenas tenemos noticias de la Zarzuela y las que llegan poco o nada contribuyen a atenuar la incertidumbre y el miedo. Somos conscientes del papel y las limitaciones constitucionales que se establecen para la Corona, pero ¿dónde está el Rey?

El Rey encarna a la Jefatura del Estado aunque, en la realidad, esta afirmación no pasa de ser un simple convencionalismo después de la saca constitucional y las interpretaciones y limitaciones posteriormente impuestas. De hecho, hoy en día, no hay demasiados países en los que la Jefatura del Estado la ejerza un rey sin poder y suplantado, de hecho, por el jefe de gobierno de turno. Don Juan Carlos es un buen embajador cuando de vender aviones se trata o cuando la cuestión es representar a España en cumbres internacionales de medio pelo. Ese es el papel al que, poco a poco, se ha visto relegado con la expresa voluntad de los grandes partidos nacionales y el silencio del conjunto de los ciudadanos.

Más allá de las convicciones políticas de cada uno, todos echamos en falta una figura que realmente modere y arbitre. Pero la monarquía ha estado permanentemente ocupada en conseguir legitimarse más allá de la necesidad momentánea de continuar adelante tras la muerte del dictador. Esa obsesión ha supuesto también un suicidio político, cediendo terreno y capacidad frente al complejo mapa de inquietudes y querencias políticas de la izquierda, la derecha y los nacionalismos periféricos.

Don Juan Carlos no puede llegar tarde a esta cita. Acudió con retraso en la madrugada del 24 de febrero de aquel fatídico 1981, pero ni debe, ni puede incurrir en el mismo error ahora que su país lo necesita. Nadie pretende que sobrepase sus límites constitucionales, pero es un hecho que la Corona es una de las pocas cosas intactas en su credibilidad que quedan en este país. El Rey puede y debe hablar, denunciar, acompañar y hasta liderar una reactivación moral y emocional de una sociedad que ya, apenas cree en casi nada.

Esta y no otra es su misión y si la asume, conllevará su auténtica y definitiva legitimación.

Quien calla concede, pero también se incluye .

¿Dónde está el Rey?

Esperamos sus noticias porque las necesitamos y, además, es una deuda que tiene con todos nosotros.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

VUELING BORDER LINE


Hacia ya un tiempo que no dedicaba una entrega al anecdotario aerotransportado de este país, filón interminable de inspiración cañí, pero del que tampoco conviene abusar por aquello del consumo conspicuo que predicaba Veblen.

El episodio de hoy, puede resultar intrascendental para el sufrido usuario del transporte aéreo doméstico, pero merece la pena tratarlo por el simbolismo que encierra en estos tiempos que corren.

El interfecto en cuestión es la compañía Vueling aunque realmente podría haber sido cualquier otra en un sector en el que hasta el más tonto se cree el genio del marketing.

El caso es que la pasada semana, volviendo de una rápida visita a BCN para asistir al estreno de una obra teatral dirigida por un entrañable amigo, confirme mis sospechas de que, pese a que tengas hilo directo con San Pedro, no tienes nada que hacer en esas ocasiones en que te encuentras con un majadero que confunde un mostrador con el estrado de un tribunal de instancia superior. Pero vayamos al detalle…

Terminal 1 – BCN – Mostrador de facturación de Vueling, 07´00 am.

- ¿Va a facturar la maleta? (Samsonite Ultralite – Cabin)-.

- Pues sí-.

- “Me la” meta aquí (ese extraño cachivache para verificar medidas)

Procedo a introducir el trolley sin mayores dificultades en el cubículo…

- Pues va a tener que facturar porque no da las medidas-.

- Yo creo que entra…

- No, hay una rueda que sobresale-.

- Será que no la he introducido bien, pero es una maleta de cabina…

- Tiene que facturar o se queda en tierra, usted mismo-.

- Pero…

- No podemos estar aquí toda la mañana-.

- Esta bien-.

- Serán veinte euros-.

- ¿Cómo dice? Pero si ayer volé desde Bilbao sin ningún problema-.

- A mi eso no me importa. ¿Paga o qué?-.

-

Omito el resto de la “conversación” porque todos ustedes se la pueden imaginar, así como el resignado desenlace de la historia.

El caso es que hace ya algunos meses, escribía un correo electrónico a uno de los máximos responsables de la citada aerolínea comentándole algunos detalles que podían mejorarse en los trayectos domésticos y, sobre todo, señalándole el incomprensible trato borde que acostumbraban a dispensar a sus clientes el personal de facturación de BCN. Al cabo de unos días recibí una amable contestación agradeciendo las sugerencias y comentándome que “estamos trabajando” en el tema del personal de BCN aunque ya se sabe…

Pues yo no se. El personal de la citada terminal continua siendo igual de borde o aún más, según el día y la hora que les pilles, si les duele el juanete o les ha tocado la primitiva. Esas personas son el primer frente de batalla de la compañía. De ellas depende la primera impresión que se lleva el cliente. Recuerdo una charla con el máximo responsable de una gran corporación, ya defenestrado por cierto. Después de un interminable monologo consagrado al autobombo, concluyó con una frase antológica: “Nosotros estamos dedicados en cuerpo y alma a satisfacer las expectativas del cliente”. A lo que respondí: “Para nosotros, en cambio, esa es una cuestión secundaria. Nuestro objetivo es superar las expectativas de nuestros clientes que para eso nos pagan”. Por supuesto, nunca volvió a dirigirme la palabra. Pero, cuando uno ya acumula un cierto número de primaveras, tiene, entre otras prerrogativas, la libertad de elegir a sus enemigos.

Si preguntara al individuo que me zarandeó verbal y emocionalmente desde el otro lado del mostrador de facturación el por qué de su actitud, seguramente me encontraría con la acostumbrada cantinela tan de boga en estos tiempos: ¡Este trabajo es una mierda! ¡ Tengo un sueldo de mierda! ¡Tengo que aguantar a una gente de mierda! Desde muy joven aprendí que no hay trabajos de mierda, las personas son las que convierten su trabajo en una mierda.

En fin, al responsable de Vueling al que me he referido sólo puedo decirle que los pequeños detalles hacen grandes a las empresas y, más aún, si están especializadas en el trato directo con el cliente final. Recurrir a la complejidad del sector, la competencia exacerbada, los márgenes decrecientes o los costes de explotación, sólo denotan una paranoica obsesión por la cuenta de resultados. Cuando esto ocurre, los pequeños detalles se acaban convirtiendo en grandes problemas que acaban justificándose como molestias imponderables.

De momento, Vueling Border Line…

martes, 15 de noviembre de 2011

SIEMPRE HAY OTRO CAMINO


La pasada semana tuve el placer y la oportunidad de presentar una propuesta de creación de valor en las pymes a partir de la cooperación en términos de emprendimiento estratégico en Inguralde, la Agencia para la Promoción Económica del Ayuntamiento de Baracaldo. Cerré mi intervención con un relato que escuche por primera vez hace ya muchos años de boca de ese gran humanista primero y economista después que era J.K. Galbraith. Permítanme reproducir el relato…

Erase una vez dos reinos vecinos gobernados por el Rey Blanco y el Rey Negro respectivamente. Ambos convivían pacíficamente conservando sus costumbres y características particulares. Repentinamente, ambos reinos se vieron asolados por unos años de sequía que acabaron con las cosechas y trajeron el hambre. El Rey Blanco decidió fijar los precios de los alimentos para evitar abusos y la corona compró grano con sus propios fondos para repartirlo entre los más necesitados. El Rey Negro optó por dejar actuar al mercado, los precios crecieron y comenzó la especulación sobre los alimentos, privando así a una buena parte de la población del sustento. La hambruna se prolongó durante varios años y cuando concluyó, el reino del Rey Blanco había desaparecido, sólo quedaban campos desiertos y ciudades fantasmas. Todos habían acabado sucumbiendo cuando los alimentos tocaron a su fin. Por el contrario, el reino del Rey Negro sobrevivió. Gran parte de la población, los más desfavorecidos, también murió por hambre. Pero quienes tenían recursos, pudieron pagar los altos precios de los alimentos. Poco a poco, el reino volvió a la normalidad, la población creció de nuevo y hasta comenzaron a ocupar los campos y ciudades abandonadas del reino del Rey Blanco.

Milton Friedman extrajo su moraleja: el mercado corrige y permite crecer aún a costa de penosos sacrificios.

Galbraith, por el contrario, se negó a aceptar moraleja alguna y simplemente concluyó: SIEMPRE HAY OTRA ALTERNATIVA Y NUESTRO DEBER ES BUSCARLA CON PASIÓN E INSISTENCIA.

Siempre hay otro camino. La resistencia conduce a la extinción. La reducción y la reestructuración es una terapia del dolor que acaba conduciéndonos a una muerte dulce. La resignación es simplemente suicida.

REACCIÓN es la palabra.

RENACIMIENTO es el objetivo.

SACRIFICIO COMPARTIDO es la condición.

UNIDAD es la estrategia.

LIDERAZGO es la táctica.

Quienes pueden, deberán asumir riesgos.

Quienes no tienen, deberán asumir que el bienestar será considerablemente menor, al menos durante un largo periodo.

Quienes aspiran a ser dueños de su propio destino, deberán posponer sus intereses.

Quienes han abusado de nuestra confianza, deberán desaparecer silenciosamente en el recuerdo.

Quienes han vivido del cuento, deberán comenzar a pensar en una forma más digna de ganarse la vida.

Siempre hay otro camino.

Nuestro deber es buscarlo con pasión e insistencia y quienes no quieran seguirnos, quedarán atrás en las brumas del olvido.

domingo, 13 de noviembre de 2011

¿QUÉ NOS QUEDA A LOS CIUDADANOS?


Contar con un enemigo siempre es un recurso inapreciable, pero si además éste resulta incorpóreo y carente de cabeza visible, el recurso se convierte en bendición divina para ineptos y cobardes amparados en la “cultura del culpable”. ¿Recuerdan la conspiración judeo- masónica? Más allá del esperpento valleinclanesco, acabó resultando una de las tácticas más recurridas cuando la incompetencia obligaba a tocar maitines en la Plaza de Oriente.

El mercado existe desde que un individuo le echo el ojo al hueso que otro roía hasta el hartazgo en una oscura y sucia cueva. Pasaron muchos siglos hasta que Adam Smith dejará pasar las tardes meditando sobre el fenómeno mientras contemplaba como la niebla se apoderaba de los yermos paramos escoceses hasta llegar a la conclusión de que era más saludable dejarlo todo en manos de la divina providencia. Poco han cambiado las cosas desde entonces aunque se observa un aumento imparable del grado de anonimato y de maldad contumaz en estos mercados contemporáneos que, al parecer, nos acechan y asolan hasta llevarnos al borde del abismo. Pero, no nos dejemos engañar. Los mercados existieron, existen y existirán. Pero “estos mercados” son puro mito y acabarán por convertirse en leyenda.

Los humanos tenemos, entre otras, la extraña debilidad de confundir el culo con las témporas, en otras palabras, trasmutar el efecto en causa hasta sumirnos en una confusión de la que tan sólo los ineptos y cobardes se salvan. Los actuales mercados y sus compañeros de felonías, la gran banca, son el efecto, nunca la causa. Nos equivocamos al centrar todas nuestras críticas en ellos y acabamos emulando la estrategia de quienes los han creado tal como los conocemos: los políticos.

Repasemos la galería de la “política europea contemporánea”: Merkel, Sarkozy, Zapatero, Berlusconi, Papandreou, Cowen, Socrátes, Brown… ¿Qué tienen todos ellos en común?

· Mediocridad

· Cobardía

· Incompetencia

· Ausencia de sentido de Europa

¿Quiénes han permitido que los mercados adquieran un protagonismo que no les corresponde?

¿Quiénes han permitido que la estructura financiera europea haya llegado a unos límites de fragilidad prácticamente insoportables?

¿Quiénes han consentido el crecimiento de órganos europeos carentes de competencias reales?

¿Quiénes han permitido que los países emitan deuda en una moneda que no controlan?

¿Quiénes insisten en el discurso de la austeridad que tantos infortunados antecedentes tiene en Europa, empezando por una empecinada Alemania que ya probo el aceite de ricino en la década de los treinta del pasado siglo?

¿Quiénes han permitido que se junten churras con merinas, arreglándolo todo con fondos estructurales de dudosa gestión y control?

En fin, ¿quiénes han robado a la palabra “democracia” su verdadero significado colocando a los Rehn, Lagarde, Draghi, Rompuy o Juncker al frente de la maquinaria sin que a nadie se nos haya consultado?

No lo duden, ellos y sólo ellos.

Los mercados y la gran banca son a los políticos europeos lo que la conspiración judío masónica era al régimen del oscuro dictador: el culpable perfecto. Ni nombre, apellidos, ni domicilio conocido. El enemigo perfecto.

El primo americano tiene una buena parte de culpa de todo lo que está ocurriendo. Pero convertirlo en otro culpable más no va a solucionar ni el más pequeño de nuestros problemas. Más bien, supondría admitir nuestra ausencia de libertad y capacidad de decisión. La culpa es estrictamente europea. Los ciudadanos por omisión y los políticos por comisión.

¿Qué puede ocurrir?

Apenas hay margen para la esperanza.

Necesitamos un Renacimiento de Europa. Pero si los nacimientos vienen acompañados de dolor, los renacimientos aportan sufrimiento añadido. Reclaman aceptación de la culpa, contrición y propósito de la enmienda. Estos políticos nuestros, son tan incompetentes que apenas pueden vislumbrar la enmienda, pero, peor aún, jamás pasarán por la contrición.

¿Qué nos queda a los ciudadanos?

viernes, 4 de noviembre de 2011

EL REGRESO DE LA HISTORIA


La desaparición del régimen soviético obedece a la concurrencia de múltiples factores, pero hay uno que sobresale con especial energía: el regreso de la historia.

La interpretación de los hechos desde Octubre de 1917 fue monolítica y unipersonal desde que el Comité Central del Partido Comunista aprobara en 1934 una visión determinista de la historia rusa, plasmada en el increíble Curso Breve que pasó a ser la biblia estalinista en colegios, institutos y universidades. A partir de entonces, sólo existió una historia, lógica y aplastante. “Arrepentimiento”, la película de Tengiz Abuladze, abrió el regreso de la historia y el comienzo de su venganza en 1986, lo que sigue es nueva historia.

Euskadi, País Vasco o Euskal Herria ha vivido cincuenta años de anomalía histórica, entendiendo por ello la convivencia de “las dos historias”, igual de oficiales, alimentadas y respetadas, odiadas y reverenciadas. Dos historias que sostenían dos mundos distintos, tangentes y secantes, próximos y distantes. Dos sociedades con vida, moral y cultura propias. En ocasiones, apenas separadas por unos metros de rellano de escalera. La una, silenciosa y contenida, la otra alegre y combativa. Tan perfectas en su interpretación que los arrebatos patrióticos de una se convertían en felonías indescriptibles para la otra. Tan exquisitamente coordinadas que las acciones de una profetizaban las reacciones de la otra. Historias con paladines y oscuros personajes, bufones y saltimbanquis, pero también con personajes invisibles que finalmente alimentaban con su sangre y sufrimiento la interminable dialéctica del mito.

Desmontar un mito no es tarea fácil. Más aún cuando la realidad que se esconde tras su fachada puede llevarse por delante todo un mundo perfectamente diseñado en su autosuficiencia. Abuladze, Gorbachov, Yakovlev, Afanasyev y muchos otros lo intentaron en los últimos compases del siglo pasado y tan sólo consiguieron amargura, incertidumbre y, sobre todo, océanos de resentimiento.

Ahora, poco importa “el relato”. Debemos luchar por el regreso de la Historia que se imponga sobre las historias del pasado. Ni memoria, ni olvido, ni castigo, ni alabanza. Necesitamos la Historia, aquella que comenzamos a olvidar en 1959 para reemplazarla por los mitos y las leyendas, los héroes y los verdugos, la guerra patriótica y la defensa de la libertad.

El regreso de la Historia nos liberará, pero antes habrá que pagar el precio del recuerdo porque la Historia, lejos de olvidar, nunca perdona.

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