domingo, 28 de febrero de 2010

EL SUEÑO DE LOS JUSTOS


Me encanta acudir a las universidades para charlar con los jóvenes (el término conferencia me abruma y el calificativo conferenciante siempre me ha parecido excesivo y acabo asociándolo con el de tertuliano). Por un lado, me ayuda a recordar mis años de docencia, felices y candorosos. Por otro lado, me recarga de energía y me recuerda que todavía quedan muchas cosas por hacer.
El otro día, me preguntaban los jóvenes de una universidad castellana cuáles creía que debieran ser los ejes de la empresa del siglo XXI. La pregunta me pareció adecuada, pero la respuesta me imagino que dejó mucho que desear. De partida, contesté que la respuesta dormía en esos muros en los que me encontraba, esperando que los presentes la rescaten del sueño de los justos en el que dormía desde hacía exactamente cuatrocientos años. Después de ese arranque místico, les ofrecí mi humilde opinión. Para un servidor, los ejes sobre los que se debe construir son cuatro, a saber:
1. PERSONAS
2. ESTRUCTURA
3. MÉTODO Y ESTRATEGIA
4. LIDERAZGO
Extenderme Sobre ellos, sobrepasaba la encomienda que el decano me había hecho, pero sí me ofrecí a dar unas pinceladas…
PERSONAS que puedan recobrar el humanismo y, en definitiva, el auténtico significado del término “empresa”.
ESTRUCTURA que permita convivir, colaborar, crear y realizarse.
MÉTODO para afrontar la gestión diaria de forma eficaz y eficiente y, en definitiva, con un nuevo sentido de competitividad. ESTRATEGIA que permita una alerta constante y una actitud de futuro.
LIDERAZGO para poder emprender todo lo anterior.
Simple, pero no sencillo, porque la simplicidad encierra la sabiduría que ha trascendido a la complejidad.

viernes, 26 de febrero de 2010

EL TRUCO DEL MANCO


En primer lugar, agradecer a todos mis amigos sus comentarios. Efectivamente, esto es una caja de truenos que dice Javier, pero, en algún momento tendrá que explotar.
Sin quererlo, ayer noche visione una película que me recordó el post: El Truco del Manco. Os la recomiendo encarecidamente, aunque prepararos, es durilla.
Nos presenta un panorama desolador en lo que creo adivinar que es Cornellá. Un universo marginal, pero real protagonizado por Enrique Heredia, el Cuajo, un payo agitanado y con parálisis cerebral, empeñado en salir de la cocina del infierno a través de la música. Y no sigo contando porque pierde su gracia la cosa.
Pero, no se, da que repensar el post. Hay muchos matices, pero los políticos ya se encargan de que queden maquillados.
Como decía ColdPlay: Viva la Vida.

jueves, 25 de febrero de 2010

LA TRAMPA DE LA IGUALDAD


Mi post de ayer – Macarras Country – levantó bastantes comentarios por parte de mis colegas y de algunos anónimos no tan colegas. Casi todos nosotros coincidíamos en que algo hemos hecho mal aunque no había una explicitación exacta de qué.
Hoy voy a intentar esbozar una sospecha fundada y lo hago a regañadientes porque soy consciente de las aguas revueltas en las que uno se sumerge y el peligro de ser tachado de, al menos, reaccionario, tirando por lo suave.
¿Cuál es mi sospecha?
Bastante simple: la obsesión por la igualdad nos ha llevado a este nivel de majadería, incultura, despropósito esperpéntico y nihilismo social.
La “lucha por la igualdad” ha sido, es y será uno de los grandes motores de la historia humana, pero, al igual que todo en esta vida, encierra una paradoja difícil de aceptar y desvelar: ¿cuál es el precio?
El término “desigualdad social” puede entenderse como una situación en la que no todas los ciudadanos de una misma sociedad, comunidad o país, tienen los mismos derechos, obligaciones, bienes, beneficios, oportunidades o acceso a tales. En estos términos, siento decirlo, pero me veo una victima de la igualdad. ¿Por qué no tengo derecho a equivocarme en un ceda al paso sin correr el peligro de que un energúmeno se baje de su buga y me parta la cara? ¿Por qué no tengo derecho a ir a un campo de futbol y disfrutar de mi equipo sin que una bestia desenfrenada me proporcione una paliza? ¿Por qué no tengo derecho a que se me muestre una mínima empatía y educación cuando acudo a un bar a tomarme un cafecito? ¿Por qué no tengo derecho a que sean profesionales quienes “conduzcan” algunos programas televisivos sin tener que sufrir a una mariloli con tacón aquí te piso aquí te mato? En fin, ¿Por qué tengo que soportar a un macarra más basto que la lija del 88 como es el tal Cobra en “mi cadena de televisión?
Richard Wilkinson y Kate Pickett publicaron el pasado año un estudio ciertamente curioso: Desigualdad, un análisis de la infelicidad colectiva. En el estudio se afirma que los países con mayores desigualdades económicas tienen mayores problemas de salud mental y drogas, menores niveles de salud física y menor esperanza de vida, peores rendimientos académico y mayores índices de embarazos juveniles no deseados .En esos casos también se comprobó que no es el nivel de renta sino la desigualdad económica el factor explicativo principal. Por lo que los autores de dicho estudio concluyen que entre los países más desarrollados, los más igualitarios obtienen un mejor comportamiento en una serie amplia de índices de bienestar social. Puedo estar de acuerdo, pero tan sólo parcialmente a la vista de lo que ocurre en mi país desarrollado.
En mi humilde e ignorante opinión, en este país hemos pretendido que todos tengan un ordenador de última generación sin haber pasado antes por los cuadernos de Rubio. La igualdad, las igualdades siempre son deseables como leit motiv, pero debieran ir acompañadas de los límites explícitos y, en ocasiones sancionadores, que puedan proteger a quienes siempre han luchado por ellas. En otras palabras, nos hemos convertido en victimas de nuestro propio deseo.
Y quisiera terminar invocando a mostrarse cautos a la hora de recurrir a la muletilla de la escuela y la educación. La Escuela también necesita ser rescatada de tanta zafiedad, incultura y violencia física y emocional. Sólo entonces, podremos pedirle que nos eche una mano en esta tarea.
Buenos días y buena suerte

miércoles, 24 de febrero de 2010

MACARRAS COUNTRY


Fíjense hasta donde llega el desinterés y hastío de quien suscribe hacia estos “temas” que, hasta hoy miércoles, no tenía ni santa idea de quién había resultado elegido para representar a España en esa traca verbenera que es Eurovisión y, menos aún, del deplorable espectáculo del macarra de turno y de una presentadora incapaz de “conducir” sobre asfalto deslizante.
Si me paro en este “tema” no es ni por afinidad, morbo o curiosidad, sino porque me escandaliza que otros se escandalicen. ¿Qué esperaban con un sistema de votación tan democrático? ¿Qué esperaban en un país en el que son mayoría quienes piensan que los derechos acaban donde empiezan sus derechos?
Vaya por delante que son miles los jóvenes que presentan un perfil “normal” en este país y, de la misma forma, son miles los padres de jóvenes que son “padres normales”. Pero, dicho esto, me van a permitir que sostenga la teoría de que este es un país con una población cada vez más abundante de macarras, chabacanos, reventados, soeces y gentes al borde de la violencia inesperada, como es el caso del individuo ese que se hace llamar John Cobra y que Cobrará durante una temporada en alguna de las cadenas basura y aportando su presencia en la discoteca choni de turno, plagada de chavalas come chicle y romeos con olor a sobaquillo mal lavado.
Pero, ¿qué esperaban de un país que cuenta entre sus “famosos televisivos” a gentes que, aparte de vociferar y sacarse el moco, poco más saben hacer? ¿Qué esperaban de un país que ha propiciado con el ladrillazo pasta caliente todos los fines de semana a una recua de asnos con camiseta Touch Me y BMW de tercera mano con maxi dados bamboleantes?
Sinceramente, no se de qué se escandalizan algunos. A mi me escandaliza su escándalo.

martes, 23 de febrero de 2010

EL MUNDO ANCHO Y LEJANO


Hace ya muchos años leí El Mundo es Ancho y Lejano del peruano Ciro Alegría. Hoy recordaba ese título, uno de esos que nunca se olvidan, y me sonreía para mis adentros al pensar que, en realidad y desgraciadamente, el Mundo es Estrecho y Cercano. ¿Qué pensarían Burton, Cameron, Davis y el buen número de exploradores y aventureros del XIX ante semejante panorama?
Este mundo estrecho y cercano es fruto de ese extraño fenómeno que llamamos “globalización”. Un invento que nos ha traído grandes oportunidades, pero también un montón de quebraderos de cabeza en forma de competencia exacerbada, sobreoferta incontrolada y desmanes de especuladores financieros. Un mundo difícil de controlar y medir, imposible de predecir y , cada vez más alejado de la mecánica encorsetada del capitalismo de mercado.
En un mundo como este, cabalgan no tres, sino dos jinetes de la Apocalipsis: la incertidumbre y la certidumbre. El ying y el yang, el rojo y el negro de Stendhal, la telúrica paradoja.
La incertidumbre embarga a las gentes de bien. Unas empeñadas en hacer sobrevivir a un sistema palmado hasta sus últimas consecuencias. Otras pugnando por asentar las bases de ese nuevo Renacimiento, visionando una economía antropocéntrica.
La certidumbre, por el contrario, embarga a las gentes, ¿cómo diría yo?, “menos buenas” ya que no se les puede calificar de “mal vivir” a la vista de los hechos. Gentes que confían en la inexactitud del sistema y conocen la fuerza de las emociones en el pueblo llano. Gentes que saben del verdadero papel de los gobiernos y otras instituciones reguladoras. Gentes, en fin, que pueden hundir la credibilidad de un país de un día para otro o comprar y vender compañías como si de caramelos se tratara.
Es el caos que acompaña a toda transición. Nos ha tocado vivirlo. Algunos lo harán de forma apasionada, otros de manera acojonada. Habrá quienes decidan emigrar a la Polinesia, pese a su oscuro futuro submarino. Pero, al final, de una forma o de otra, el Mundo volverá a ser Ancho y Lejano.
Postdata: acabo de visionar el increible video que mi amigo Germán Gijón presenta en su blog y, ciertamente, en el fondo, el Mundo es Cañejo y Escuchimizado.

sábado, 20 de febrero de 2010

CULPABLES EMPEDERNIDOS


Vivimos inmersos en la cultura del culpable. No hay más que leer los titulares de los diarios cada mañana, escuchar los noticieros en la radio, navegar por las webs especializadas o bien observar los informativos en la televisión. El mensaje es siempre el mismo: ¿Quién es el culpable? Para unos siempre resulta ser el terrorista sucio y desalmado que es todo musulmán que se precie. Para otros, el origen de todos los males se encuentra en el presidente de turno en el Imperio. La desaparición del rinoceronte blanco siempre puede ser achacada a los furtivos sin escrúpulos, pero con mucha hambre en sus familias. Y cuando esto no funciona, tenemos a los japoneses, chinos, coreanos y demás gentes del más allá de aquí, obsesionados por ver afrodisíacos y remedios para la artritis de cubito en los lugares más inesperados. Incluso cuando una pareja percibe que sus modelos estables de convivencia ya no funcionan, tiende a preguntarse normalmente quién de los dos es el culpable de semejante desastre y casi siempre de forma estrictamente unilateral. Sin ir más lejos, ¿cuántas veces se ha hecho usted la pregunta esta semana?
En consecuencia, podemos hablar de un principio o modelo estable generalizado ante los problemas: ¿Quién es el culpable? O si se prefiere: Whodunit, que no es otra cosa que el apócope de la expresión inglesa Who done it? (¿quién lo hizo?) y que se utiliza comúnmente para denominar a las novelas policíacas en las que el eje del relato es dar con la identidad del asesino. En otras palabras, los periódicos podrían ser considerados novelas policíacas por entregas, aunque la mala noticia es que necesitan asesinos en serie.

Nike es una corporación mundial que no necesita tarjeta de presentación y si quedaba algún despistado, los distintos grupos antiglobalización ya se habrán encargado de sacarle de dudas a estas alturas. En cualquier caso, la multinacional de Phil Knight fue acusada hace algunos años de fabricar sus productos a costa del trabajo de miles de niños en países subdesarrollados. Nike reaccionó de forma rápida desplegando todo su potencial de marketing para reinventar su imagen. La empresa elaboró un código que establecía cuales eran los derechos de las personas que trabajaban en la elaboración de sus productos. Grandes campañas publicitarias nos mostraron la bondad de una marca empeñada en ayudar a todos los jóvenes del mundo a ser mejores a través del deporte y sobre todo a aquellos que practicaban el fútbol en un secano subsahariano o el baloncesto en una destartalada canasta del Bronx neoyorquino. Incluso hoy en día, todos los productos incorporan a sus etiquetas de fabricación una curiosa tarjeta en la que se comunica al comprador que la compañía dedica parte de sus beneficios a promover la mejora de las condiciones de vida de estos niños y jóvenes del Tercer Mundo. En una palabra: la generación de un nuevo modelo estable basado en la universalización de la bondad de las nuevas corporaciones planetarias. Lo que Nike no especifica es qué cantidad de los 130 o 150 dolares que cuestan unas zapatillas en su tienda Nike Town de la 57 Este de Manhattan son destinadas a alegrar la vida del niño que las fabricó por 2 de esos dolares.
No hace mucho, las críticas arreciaron de nuevo cuando se descubrió que la multinacional norteamericana continuaba fabricando en talleres subcontratados que empleaban mano de obra juvenil en condiciones de trabajo extremas. Esta vez, Nike practicó al pie de la letra el principio de ¿Quién es el culpable?- Whodunit, excluyéndose por supuesto de la lista de candidatos: La empresa encarga a una conocida firma la inspección periódica de todas las fábricas textiles que manufacturan sus productos en todo el Tercer Mundo. Los propietarios de estas fábricas y talleres están obligados a colocar en lugares visibles el código Nike de respeto a los derechos básicos de los trabajadores. Y, por supuesto, ellos son los primeros obligados a cumplirlo. ¿Qué más podemos hacer? , parecen decir los ejecutivos de la corporación desde sus oficinas centrales, periódicamente asediadas por las bandas antiglobalización.
No hay que esforzarse mucho para ver que Nike enfocó la situación como una molestia en la primera ocasión. La situación era clara en términos de definición: la compañía está ayudando a promover el trabajo infantil en zonas deprimidas de Asia. Sin embargo, Nike prefirió optar por la molestia y definir la situación en términos de: la imagen de la compañía se está viendo deteriorada. En consecuencia, las medidas debían ir dirigidas no a la erradicación de las condiciones de trabajo, sino al lavado de imagen de forma inmediata. A nadie le gusta calzarse unas zapatillas para dar un paseo teniéndose que imaginar a una multitud de niños hacinados en un oscuro taller de la India, Malasia o Filipinas.
En la segunda ocasión, Nike no modificó demasiado su comportamiento. De nuevo, la situación era clara en su definición, aun desde una perspectiva estrictamente empresarial: nos han pillado otra vez, esto tiene que acabar. Sin embargo, la multinacional se aferró al principio ¿Quién es el culpable?
Es fácil detectarlo en sus argumentaciones: ¿Qué más podemos hacer si incluso las auditorias no consiguen detectar las irregularidades? Esto no tiene remedio, ya se sabe como funcionan en esos países. ¿Qué podemos hacer si hacen caso omiso de nuestro código? En definitiva: Nosotros no somos los culpables.
Una empresa que juega a construir modelos estables de conducta a nivel mundial puede hacer muchas cosas, prácticamente todas las que se proponga. Incluso puede marcarse como objetivo la superación de sus antiguos modelos estables en un acto de creatividad que podría atenuar el odio visceral que las tribus antiglobalización sienten por la corporación.
Es bueno encontrar a los culpables de las situaciones para hallar la forma de que no vuelvan a producirlas en el futuro. Pero jamás debe ser la prioridad. Malgastaremos tiempo y recursos. Lo primero, es resolver las situaciones enfocándolas como problemas para evitar que se conviertan en molestias insoportables.
Yo he nacido en un lugar llamado Bilbao que se encuentra en una tierra difícil de definir. Los nacionalistas españoles la llaman País Vasco, los españoles constitucionalistas acostumbran a hablar de Euskadi, al igual que los nacionalistas vascos de corte estatutario. Los nacionalistas vascos independentistas acostumbran a denominarla Euskal Herria que es lo mismo que País Vasco, pero en Euskera. Los nacionalistas independentistas radicales hablarían de Bilbo, la capital de Bizkaia, territorio- herrialde de las Vascongadas. Finalmente, los despistados utilizarían indistintamente cualquiera de los hipocorísticos anteriores. He intentado explicar toda esta increíble biodiversidad semántica a irlandeses de Cork y Belfast y he necesitado varias pintas de cerveza tibia para conseguir que comenzaran a entender algo.
En cualquier caso, yo he nacido en una tierra que sufre una situación de violencia desde hace ya demasiado tiempo. Tanto como el que llevan las personas con voz, voto, porra y pistola en esta historia haciéndose la interminable pregunta: ¿Quién es el culpable? Y dando siempre la misma respuesta: Tú, por supuesto.
Cuando yo nací, la situación ya existía. Hoy todavía continua sin acercarse al umbral de problema y se enquista como una molestia cada vez más violenta. Quizás un primer paso pudiera ser abandonar el Whodunit y tratar de alcanzar un Whydunit (¿por qué lo hizo?) que, por supuesto, es como se denominan aquellas novelas policíacas en las que el eje de la narración es el descubrimiento de los motivos que mueven al criminal.
La Inteligencia Emocional es la primera en actuar ante una situación. De hecho, es la que decide si esta ha de convertirse en molestia o problema. Alguien dijo en una ocasión: los sentimientos mueven el mundo. Ciertamente es así, porque nuestra Inteligencia es primariamente emocional. Hagamos una sencilla prueba...
Piense por un momento en un gato...
Construya la imagen...
Deje por un momento la lectura y hágalo...
Construya la imagen...
Todas las personas que han pasado por esta prueba conocían lo que es un gato. Sin embargo, ocurre algo sumamente curioso. No hay dos imágenes iguales por muy objetivos que intentemos ser. Algunas personas ven gatos, otras en cambio ven gatas. Hay quienes elaboran una bucólica imagen de un precioso gato dormido placidamente frente al fuego del hogar en una fría noche de invierno. Otros, en cambio, solo ven gatos sarnosos deambulando por oscuras callejuelas. Hay quienes piensan en gatos persas, otros en birmanos, los hay que prefieren visualizar cenizos cartujanos y hasta quienes solo ven gatos sin más. ¿De dónde deriva tal variedad de imágenes? Evidentemente, la heterogeneidad de respuestas es producto de nuestra Inteligencia Emocional. No construyen iguales imágenes quienes adoran a los gatos que quienes los odian por la razón que sea. No enfocan de la misma forma la pregunta quienes les gustan los animales en general que quienes les caen indiferentes. Inicialmente, es una cuestión estrictamente emocional, luego viene todo lo demás. Precisamente por ello, podemos definir el aprendizaje como: elaborar construcciones subjetivas a partir de realidades objetivas. Puedo enseñar a cien niños el concepto objetivo de gato y, pese a que realicen un correcto aprendizaje, acabaré teniendo cien versiones parecidas, pero no idénticas, del concepto. Es la maravilla de la diversidad, hay tantos mundos como personas y eso nos hace irrepetiblemente diferentes por mucho que la bioingeniería se empeñe en lo contrario.
En cualquier caso, las realidades objetivas de que hablaba la definición, no son otra cosa que construcciones subjetivas que han tenido un gran éxito y aceptación, es decir productos creativos convertidos en modelos estables. En consecuencia, son susceptibles de modificarse y superarse. Piense, por ejemplo, en la modificación y superación que ha sufrido el concepto Tierra a lo largo de la Historia. De igual forma, nuestros sentimientos no son inmutables por muy personales e intransferibles que los consideremos. También existen modelos estables emocionales, individuales o colectivos, que deben ser superados siempre que la situación así lo requiera. En otras palabras, pasar de un Whodunit a un Whydunit por ejemplo. Nike, aunque no lo parezca, se dejó llevar por sus modelos emocionales a la hora de identificar la situación del trabajo infantil como una molestia en lugar de cómo un problema. La necesidad de preservar una estructura de manufacturación eficiente y barata pesó más en la balanza que la oportunidad de generar un nuevo modelo de relación productiva con esos países, convirtiéndose así en un creador de nuevos modelos y, en definitiva, de Progreso. Fue incapaz de ver la Incertidumbre como virtud y tan solo alcanzó a vislumbrarla como un peligro ante el que escabullo el bulto con aquella sentencia de su presidente Phil Knight: Creíamos ser una empresa productora (...) Pero ahora hemos comprendido que lo más importante es comercializar nuestros productos. Ahora decimos que Nike es una empresa orientada hacia el marketing.
Aparentemente, puede pensarse que Nike es una corporación que permite visualizar cómo serán las grandes organizaciones en las próximas décadas. Sin embargo, está muy lejos de ser una organización de Tercera Ola, utilizando la terminología de Alvin Toffler. Carece de algo que es esencial y característico: Inteligencia Creativa para afrontar las situaciones y retos de una organización que aspira a elaborar nuevos modelos. De hecho, hasta ahora lo único que ha demostrado es su gran capacidad de manipular los modelos estables en su propio beneficio. Ha creado un macrocosmos onírico basado en una interpretación esperpéntica del espíritu clásico de superación a través del deporte. Y todo ello, a partir de la manipulación del otro, en el caso concreto del mercado norteamericano, la increíble atracción de la cultura marginal afroamericana sobre los individuos blancos juvenilmente correctos. Puede pensarse que se trata de una brillante superación del modelo estable de hacer negocio, pero los actos creativos tienen como objetivo el Progreso. Esto tan sólo es una burda, pero rentable manipulación. Al igual que ocurría con la mansión del Abra donde Benito Aranzibia se empeñaba en sacralizar a Spencer, el Mundo Nike está construido sobre el sufrimiento y la humillación de miles de jóvenes vietnamitas, filipinos o de cualquier otro rincón de esa nueva Europa del siglo XVIII que es el Sudeste Asiático.
Algunos podrán pensar que Nike se preocupa de lo único que es consustancial a una organización, olvidándose de factores emocionales y disparates creativos, es decir: hacer dinero. Sin embargo, estos son viejos paradigmas heredados de las empresas de Segunda Ola. Hoy en día, contamos con múltiples ejemplos que demuestran lo contrario.

martes, 16 de febrero de 2010

FUTUROS POSIBLES


Me preguntaban ayer sobre la diferencia entre “prospectiva” y “estrategia”, palabros ambos de moda en estos tiempos de muda y desasosiego.
El término prospectiva deriva del latino prospicere que significa mirar adelante, ver a lo lejos. Es decir, la prospectiva se adentra en ese peculiar mundo que es el futuro. Simplificando, diríamos que la prospectiva se encarga de responder a la pregunta ¿qué puede ocurrir? Pero responder a esta pregunta no sirve de mucho sino formulamos a continuación la pregunta ¿qué puedo hacer?. Al responder a esta cuestión, nos adentramos en el mundo de la estrategia, es decir descubrir qué hacer cuando no se sabe qué hacer. En definitiva, la prospectiva nos permite construir un “futuro posible”, pero debemos incorporar la estrategia que establezca las acciones que lo hagan posible. Ya tenemos Prospectiva Estratégica: Promover el cambio a partir del análisis de las fuerzas que pueden impulsarlo, construyendo un escenario de futuro deseable y posible, así como las acciones estratégicas que permitan materializarlo.
Pero no acaban aquí las preguntas porque debemos formular y dar respuesta a dos últimas cuestiones esenciales: ¿qué vamos a hacer?, ¿cómo vamos a hacerlo?
Todo esto, nos indica que el futuro no es algo improbable, al menos en todo lo que ocurra como consecuencia de los actos humanos. El futuro no es predecible o probable, pero sí es posible. Si admitiéramos los dos primeros términos, condenaríamos al hombre al ostracismo y la contemplación mística del devenir, pero al hacerlo posible, afirmamos el voluntarismo y la posibilidad de construir algo mejor o, al menos, no tan malo.
Cuando inicio un trabajo de Prospectiva Estratégica con un cliente, siempre comienzo por la misma pregunta a las personas de la organización que van a trabajar en el proyecto: ¿cuál creen que es el futuro de esta organización? Más allá de pesimismos y optimismos mal informados, en la mayor parte de los casos, las respuestas construyen escenarios basados en factores exógenos. Es como si la empresa fuera una marioneta al albur de lo que ocurra o se decida en los entornos periféricos a la misma. En otras palabras, la mayoría de las personas manejan futuros probables.
Mi primera tarea siempre consiste en convencerles de que siempre hay futuros posibles. Más tarde llegarán cosas como la innovación, la mejora o el emprendimiento.

domingo, 14 de febrero de 2010

VIEJO CUERPO, NUEVO MUNDO


Hace casi ya trescientos años que se fraguo el modelo de gestión empresarial que, salvo honrosas excepciones, continua siendo el dominante hoy en día, pese a que se ha anunciado su defunción en multitud de ocasiones. Pero el enfermo, tarda en morir y la funeraria se está empezando a cansar de guardarle el ataúd y las flores.
Este modelo se sustenta en un principio simple: yo mando y tú trabajas. En otras palabras, unos pocos dirigen y la gran mayoría ejecuta las consignas, ayudados todos ellos por los denominados “mandos intermedios” que se encargan de que las ordenes lleguen puntualmente a su destino.
Siempre he pensado que el cuerpo humano es una buena analogía. La cabeza piensa y emite órdenes, mientras que manos y pies obedecen puntualmente sus instrucciones y los mandos intermedios transmiten los mensajes. Hasta aquí todo encaja, salvo algunos pequeños detalles.
En primer lugar, en una empresa la ejecución de las órdenes no se basan en impulsos eléctricos y los mensajes, sobre todo los que llegan de abajo a arriba, llegan a paso de burra. En segundo lugar, los que se encuentran en las concurridas extremidades tienen como misión obedecer y ejecutar, es decir, no se sabe si piensan, pero tampoco se les pide que lo hagan. Con todo, algunos bien intencionados, deseosos de emular al bueno de Owen, han introducido ciertas prácticas de sugerencias de mejora, responsabilidad compartida y cosas por el estilo. Pero, a la hora de la verdad, las decisiones se continúan tomando en la fría y aséptica sala del consejo. Y, por último y en tercer lugar, nos encontramos con los mensajeros, los mandos intermedios. Yo los comparo con una rotonda en la que todo lo que se mueva está obligado a entrar, pero lo que no se sabe es cuándo saldrá.
Esta estructura ha funcionado durante casi tres siglos y esto sólo puede significar que, pese a sus defectos y maldades, parecía ser buena para los tiempos y entornos en los que subsistía. Entornos caracterizados por su localismo, evolución tecnológica pausada, márgenes de diferenciación amplios, imperio de la demanda con apenas situaciones puntuales de sobredemanda, etcétera.
Pero en nuestros días, todo eso no está cambiando, de hecho ya ha cambiado. La globalización nos ha descubierto un nuevo mundo por explorar, pero también nos somete diariamente a duras pruebas. La evolución exponencial de la tecnología nos ha hecho olvidar su papel de facilitador para convertirse en un esclavista difícil de contentar. Los márgenes de diferenciación apenas existen y más que en innovación, invertimos en reinvención del huevo y la gallina. La sobredemanda es el pan sin chocolate de nuestros días y el localismo se circunscribe a la artesanía popular.
Se nos pide reacción inmediata, optimización del conocimiento, sabiduría estratégica, equipos trabajando en red y visión global. Pero continuamos manteniendo la vieja estructura que tantas satisfacciones brindó en el pasado. Es como si tratáramos de escalar un ocho mil con chancletas y cachaba. Poder, poder, se puede, pero es probable que acabemos despeñados.
Sin embargo, no todo está perdido. Hay miles de personas investigando sobre cómo debe ser la nueva estructura. Otros tantos, trabajamos a pie de obra en labores de campo, descubriendo pros y contras, aportando información y, en definitiva conocimiento. Millones situados en las concurridas y aburridas extremidades de ese achacoso cuerpo vertical esperan ansiosos su oportunidad de demostrar que saben y pueden hacer más cosas de las que habitualmente hacen. Y, finalmente, algunos cientos de empresarios asumen el riesgo de mirar más allá. Casualmente, estos últimos, son los que encabezan las listas de las empresas con más éxito. ¿Por qué será?

jueves, 11 de febrero de 2010

¡CENTELLES!


El Patito que superó el miedo al agua, Tres cerditos audaces, El Lobo que sabía liderar y otras lindezas del estilo son las que me encuentro cada vez que visito el rincón de Economía y Empresa de alguna librería. Es igual la ciudad o país que sea. Allí están siempre acechando en la mesa de novedades. Yo les llamo jocosamente “empirismo ingenuo”.
Pero el caso es que se están convirtiendo en mi pesadilla. El otro día sin ir más lejos, ojeaba la citada sección en una mega librería de Paseo de Gracia en BCN. Allí estaban, una vez más. Hasta tal punto llegó mi desesperación que, cuando el encargado decidió darse una vueltecita por la sección de Literatura Romántica, no pude resistir el impulso. Cogí como pude la docena de libritos de novedad y los transporte a la mesa de novedades en la sección de Autoayuda. Lucían esplendorosos junto a Conócete a ti mismo conociendo a tu otro yo más allá de ti mismo, La Mujer que hablaba por señas a los caballos de su abuela de Iowa, Equilibrio y sensibilidad, Las llaves del amor circunstancial y otros cuantos títulos más. Mientras contemplaba absorto el resultado de mi tropelía, se acercó a la mesa una joven con ciertos aires de hippie acabado de Cadaqués, aunque en realidad exhibía un pin de proporciones monstruosas con la leyenda “Centelles Lliure”. El caso es que la individua se dio una vueltecita por la mesa de novedades, ojeando aquí y allí mientras se apartaba un mechón de cabello más propio de Mariquita Pérez. Y, al final, va la paisana y se coge El Patito que superó el miedo al agua. No contenta con eso, cuando ya enfilaba hacia la caja, vuelve sobre sus pasos con unas alpargatas combinadas cebra – leopardo y se engancha Tres cerditos audaces. Recuérdenme que no visite Centelles. Después de un momento de desconcierto que parecía no tener fin, recobré la compostura. Mirando a izquierda y derecha, sin moros en la costa, arrample de nuevo con las joyas que quedaban y me dirigí decidido a la sección de Novela Policiaca, Terror y otros males. Allí, junto a Sangre en la ducha descascarillada, La Mujer que no le gustaban las rosquillas de San Roque, El crimen de Villa Conejos y otros más, deposite a mis ingenuos empiristas quedándome al acecho y vigilante. Esta vez no fue una joven, tampoco un municipal despistado, sino una rubia oxigenada mascachicles con unas mallas color azufre , coronadas por lo bajo con zapatitos plastiqueros de lunares con tacón ojo que caigo y me escogoncio y rematadas por lo alto con una rebeca de piel de nutria de Olot y , de nuevo, un enorme pin con la leyenda “Centelles para el teu pare”. Esta no se anduvo con bobadas. Engancho al pobre Lobo que sabía liderar y se las piró tan contenta aunque a medio camino de la caja, el tacón izquierdo la traicionó y se arreó un castañazo contra las obras completas de José María Pemán que dejó al Fantasma y a Doña Juanita en busca del arca perdida. Dios castiga sin palo que decía mi docto maestro Don Venancio.
Triste, desconcertado y casi lloroso, volví mis pasos hacia la sección de Economía y, después de un instante de reflexión, me puse bajo el brazo Los principios de Economía Política y Tributación del amigo David Ricardo. Me encamine cabizbajo hacia la caja donde me recibió con un buenassss una joven de peinado afroasiático, toda vestidita de negro, salvo un pin de descomunales dimensiones con la leyenda “De Centelles al cel”. Me observó a través de unas gafas con serigrafía de garbanzos con acelgas, bajo su mirada al libro y, después de un instante interminable, abrió unos labios desbordantes de carmín berenjena y me dijo aquello de… No recuerdo mucho más, me desperté sobresaltado con el sonido del teléfono, descolgué y una voz cazallera me bramó “I love Centelles”.

miércoles, 10 de febrero de 2010

VIAJERO ACCIDENTAL


Al leer el último post de mi amigo Fernando – El Blues del Autobús -, he recordado mis viejos tiempos de “viajero adicto”, cuando podía llegar a coger hasta cuatro vuelos al día y echarme a la espalda cinco o seis reuniones. Todo hasta que, un buen día, me desperté en la habitación de un hotel y comencé a preguntarme dónde carajo estaba. Al poco, descubrí que se trataba de Menorca y, entonces, en aquel preciso momento, decidí que aquello se había acabado. De todo esto hace ya tres años largos. Y, no crean, no lo echo demasiado en falta y, además, he sobrevivido que no es poco.
Me he pasado media vida predicando que las situaciones deben enfrentarse como problemas, evitando identificarlas como molestias. Problemas que deben ser contemplados como oportunidades. La Incertidumbre como valor. Pues bien, aquella mañana en Menorca llegó la hora de decidir si era un charlatán ingenioso o un creyente convencido.
Tenía un problema, más bien varios. Mi cabeza empezaba a dudar de mi cuerpo. Era feliz con mi trabajo, pero tenía la ligera sospecha de que estaba llegando al final de mis aportaciones de valor en la organización. Mi figura estaba sobradamente asentada y sin mayores esfuerzos podría llegar al final de mi vida profesional cumplidamente. De hecho, era un “histórico”. Pero era precisamente eso lo que anunciaba el fin de mis aportaciones. Y, cuando uno no aporta, no puede ser feliz. Personalmente, siempre he defendido que uno está aquí de paso con una misión muy específica: ser feliz.
Desde esta perspectiva, la solución parecía evidente. Pero había algún que otro detalle de no menor importancia. ¿Qué hace un tipo con cincuenta y dos tacos encima lanzándose a la aventura? ¿Y la seguridad del trabajo indefinido? ¿Y la nomina mensual? ¿Y la jubilación? ¿Y…
Al final el creyente convencido se impuso al charlatán y aquí me tienen, más cerca de la jubila que del primer trienio, pero feliz que es de lo que se trataba. Miro atrás con una sonrisa y dicen que, cuando habló, transmito certezas. Mis viajes se han espaciado más en el tiempo. Dejó que los más jóvenes de mi empresa “conozcan mundo”. Y, por eso, me he convertido en un VIAJERO ACCIDENTAL.

martes, 9 de febrero de 2010

LUJO, INNOVACIÓN Y DISEÑO


Hablar de lujo en tiempos de crisis puede parecer una provocación innecesaria o, al menos, un sinsentido. Pero, no se preocupen, no vuelvo a las andadas. Hoy, simplemente quiero hablar de lujo e innovación. Una combinación prácticamente imposible.
Hace ya algunos años, pase dos semanas de mis vacaciones haciendo una travesía en 4x4 por la zona de desierto de cuatro países norteafricanos. Como se pueden imaginar, las comodidades no abundaban, sobre todo a la hora de dormir. Pero, al llegar a Túnez, dimos con un espejismo en forma de hotel de cinco estrellas lujo. Como la carne es débil, pase una noche en una de sus suites y, entre otras cosas, me encontré dándome un merecido baño en una bañera con grifería de oro. Sin embargo, tuve que poner cuidado en no tragar agua ya que se advertía de su no potabilidad. Entonces, surge la pregunta: ¿de qué coño sirven los grifos de oro de estilizado diseño? Más les hubiera valido colocar una grifería sueca y destinar el resto del dinero a una planta potabilizadora.
El lujo está reñido con la innovación se mire por donde se mire. Al fin y al cabo, no es otra cosa que el uso inadecuado de materiales costosos sin mejorar sus prestaciones.
Un Range Rover tiene sentido en el country, aunque también es cierto que puedes arreglarte con un Kia. Pero conducir ese mastodonte en una ciudad para ir de compritas, no pasa de ser una auténtica estupidez y, por cierto, una demostración absoluta de mal gusto. En otras palabras, hay gente que se cuelga la etiqueta de “reventado” y, además, suelta una pasta loca. Necesitan ser admirados, pero no caen en la cuenta que quienes lo hacen no son precisamente aquellos que ellos quisieran. En definitiva, otra estupidez.
En fin, el lujo no es amigo de la innovación y, pese a lo que parezca, tampoco lo es de algo tan básico como el diseño.

domingo, 7 de febrero de 2010

SMILE


Este fin de semana, me he dedicado a ejercer de peatón, deporte saludable donde los haya. Y, entre otras muchas cosas, he tenido oportunidad de contemplar tres o cuatro broncas entre conductores por auténticas tonterías. No, no se piensen ustedes, no eran macarras de disco, ni machotes chulescos, tampoco bacaladeros trasnochados. Eran personas normales y molientes, adultos responsables, algunos con niños en los asientos traseros. Todo ello me ha llevado a confirmar lo que ya sospechaba. La mitad del país está acogotada y la otra mitad cabreada. Y el menda que suscribe ha estado toda la semana pasada entre los últimos, a tenor de los post que ha colgado.
En estos momentos, ni el cabreo, ni el congelamiento tienen demasiado sentido, entre otras cosas, porque el primero es expresión de ausencia de inteligencia y el segundo puede provocar que te acaben confundiendo con un langostino Rodolfo, che llévame a casa. De resultas de lo cual, pido disculpas a quienes me hacen el honor de visitarme en esta mi casa virtual, realquilado de Google en realidad. Bastante tienen con tratar de leer entre líneas en los medios matutinos como para enfrascarse en mis memeces después. Zapatero a tus zapatos, perdón pescadero a tus merluzas. Puedo prometer y prometo que me dedicaré a aquello de lo que, al menos, puedo opinar; innovación, emprendimiento, talento, liderazgo y poco más.
En esta línea, agradezco a Fran de las Montañas su comentario a propósito de mi post sobre el Coaching. Efectivamente, creo que además era la casa de la coacher (creo que se dirá así, corrector ortográfico me ofrece como alternativas “cuache”, “coche” y cuate aquí hay tomate).
Quiero también recomendar la iniciativa de mi buen amigo Fernando: Thinking Souls. Un ejercicio de creatividad que espero prospere.
Y poco más. La verdad es que uno se siente mejor cuando escribe estas cosas y se olvida de los cabreos recalcitrantes.
Buena Semana.

jueves, 4 de febrero de 2010

EL PACTO


La mecánica que conduce a la recesión generalizadas desde el verano del 2007 y, en algunos casos, al patrón de depresión, es sencilla de escenificar a nivel global aunque parezca lo contrario.
El pinchazo de la burbuja tecnológica en 1999, conllevó, entre otras consecuencias, la inyección de dinero barato desde los bancos centrales, especialmente la Reserva Federal de EE.UU. Es en este punto, donde hay que situar las bases para el desastre del 2007.
Ante esta situación de abundante liquidez, los bancos norteamericanos promovieron una hiperexpansión crediticia que tuvo su efecto más inmediato en la caza al ciudadano con ánimo de adquirir una vivienda en propiedad. Las condiciones hipotecarias, unidas a la tendencia alcista del mercado inmobiliario no dejaban lugar a dudas sobre las posibilidades de negocio. Y no sólo a los ciudadanos hipotecables “de primera” (prime) y a los “de segunda” (mezanine), sino también a los “de tercera” (subprime), es decir personas sin trabajo, ingresos regulares ni ahorros. En definitiva, auténticos Ninja (no income, no jobs, no assets) convertidos de la noche a la mañana en generadores involuntarios de la tormenta perfecta.
El pinchazo de la burbuja inmobiliaria en el verano de 2007 debido a la saturación de la oferta, provocó la reacción inmediata de los Ninja, devolviendo tal cual las llaves de sus viviendas en las oficinas bancarias, lo que popularmente se conoció como los “jingle mails” (téngase en cuenta que en EE.UU. las hipotecas son préstamos sin recursos, es decir en caso de impago, los bancos sólo van contra el bien hipotecado).
A partir de este momento, se destapó el negocio de los tristemente famosos “activos tóxicos”, producto de la revolucionaria e innovadora solución financiera del “slicing and dicing”, es decir “cortar en rebanadas y cuadritos” los préstamos hipotecarios subprime. Los bancos hipotecarios norteamericanos adquirieron una genial destreza a la hora de empaquetar la basura subprime para ofrecerla como atractivos títulos con imaginativas y aparatosas denominaciones como garantía para la obtención de créditos en bancos de negocios, hedgefunds, etc. Es lo que se conoce como CDO (collateralised debt obligations), es decir cédulas hipotecarias titularizadas.
A partir de aquí, la historia es sobradamente conocida. La codicia de los Yakuza norteamericanos se acabó convirtiendo en codicia global y los Kamikaze de la especulación surgieron en todas las esquinas del ancho mundo, desconocedores de la Pesadilla Ninja que heredaban. Las florecientes y oportunistas inversiones descubrieron su toxicidad. En un mundo globalizado, el miedo no viaja a pie. Los bancos se contaminaron en el mercado interbancario y el pánico sucedió a la incertidumbre con una contracción radical de la actividad crediticia.
En definitiva, una increíble historia de Ninja candorosos, Yakuza avariciosos y Kamikaze listillos.
A la sombra de este relato tan repetido en los últimos tiempos y volviendo a España, la primera reflexión que se le puede ocurrir al ciudadano de a pie es maldecir a los Yakuza del otro lado del Océano. Pero esta reacción no ha sido tan sólo exclusiva del españolito de a pie, sino que también ha sido suscrita al pie de la letra por el Gobierno de turno, la clase política en general y la cúpula empresarial y sindical de este país.
Y es que, una vez más, aflora esa reacción genética tan interiorizada en la sociedad española: ¿quién es el culpable?, como respuesta inmediata a cualquier situación problemática que se presente.
Y, ahora, la pregunta del millón: ¿Qué hubiera ocurrido en España sin una crisis financiera de naturaleza global?
No hay que ser un Doctor Caos para dar con la respuesta adecuada: crisis estructural.
El agotamiento del modelo de desarrollo, esbozado en el Plan de Estabilización franquista y consagrado en los Pactos de La Moncloa de 1977, es la explicación final y anunciada al “milagro español”. La formula “ladrillo+sol+consumo+inmigración” está agotada.
Vivimos de la resaca de los acontecimientos que se han venido sucediendo sin interrupción desde la madrugada del 20 de septiembre de 1975. Una corriente incesante que nos hizo caer en la ceguera y la imprevisión. Y todo esto, mal que les pese a algunos agoreros, no es exclusivamente achacable al señor Zapatero en su máximo momento de autismo. Como decía el otro: “te ha tocado”.
Todos, todos sin excepción, somos responsables en mayor o menor medida. Desde los grandes empresarios, encumbrados a la categoría de campeones nacionales, a los sucesivos gobiernos más preocupados por su imagen y valor en las urnas que por el futuro del país a la hora de mirar a los cerros de Úbeda, pasando por una clase sindical acomodaticia y terminando en el ciudadano medio, embriagado por la modernidad del consumo y el dinero fácil. Pim-pam-pum, aquí no se libra ni el tato.
¿Qué medidas hemos adoptado?
Las propias de la táctica rooseveltiana / keynesiana siguiendo la estela del común de los mortales. El Plan E y el FAAF (Fondo de Adquisición de Activos Financieros) iniciaron el camino hacia el desbordamiento del déficit público que amenaza con situarnos en el rating de los torpes y gentes a evitar.
Mientras tanto, la contracción del crédito se mantiene, el consumo no despega, al producción continua dormida y el desempleo comienza a cobrar tintes realmente dramáticos.
¿Podemos hacer algo?
Siempre se puede y se debe hacer algo. No vamos a hundirnos, pero, al menos, debemos aspirar a algo más que sobrevivir. Primero porque tenemos capacidad para ello y segundo porque tenemos suficientes errores acumulados para convertirlos en la senda hacia el éxito.
Es urgente recuperar la responsabilidad política. Y debe hacerse desde la renuncia a los intereses partidistas porque no son los españoles de derechas, ni los de izquierdas, ni tampoco los de los centros, ni naciones catalanas, vascas o gallegas quienes se encuentran en situación de riesgo. Somos el conjunto de la ciudadanía. La renuncia del Presidente del Gobierno no es la solución. La convocatoria de comicios anticipados nos llevaría a doce meses de paralización mortal. La formación de gobiernos de coalición tampoco se vislumbra como la mejor de las alternativas.
Es necesario un acto de redención por parte del señor Zapatero convocando un nuevo Pacto de la Moncloa. Es necesario un acto de sacrificio honesto por parte del señor Rajoy que secunde el resto de lideres del arco parlamentario. Se necesitan gestos de generosidad por parte de las grandes centrales sindicales, más allá de su razón de existir. Y finalmente, los grandes empresarios que labraron sus fortunas durante el milagro, deben acceder a devolver parte de lo que la sociedad les ha dado en forma de ambición, aunque esta venga bajo el uniforme de riesgo contenido.
Un pacto de estas características no va a ser la solución definitiva a todos nuestros males, pero si constituiría el punto de partida, la toma de dirección y, sobre todo, la afirmación de que el movimiento se demuestra andando.

COACHING


De partida, debo confesar mi relativa ignorancia en torno al mundo del Coaching aunque muchos buenos amigos son grandes profesionales del mismo. Pero esa ignorancia se ha vuelto confusión después de ver ayer por la noche un reportaje en la 1 sobre “los jefes”. El reportaje era anecdótico más que otra cosa, pero me llamó la atención la referencia al Coaching y los retazos de una sesión con directivos.
De partida, la persona que dirigía la sesión comenzaba por admitir que no son buenos tiempos para la zarzuela y que se han visto obligados a rebajar el precio de los cursos (tres días de duración) en un 50% hasta dejarlos en seiscientos euros. Debe ser excelente el margen con el que se juega en “tiempos normales” y no te cuento en los de bonanza.
Pero lo que más me confundió fue el desarrollo de las sesiones, basadas fundamentalmente en el juego, la alegoría y la moraleja. Sabía de la importancia del componente lúdico, pero aquello era un retorno al jardín de infancia. Y lo peor llegaba al concluir el juego, cuando se anunciaba la lección emocional. Sin estar allí, ya me sonrojaba yo solito.
Pese a mi confesa ignorancia sobre el tema, algo conozco gracias a las informales lecciones de mis amigos. Es un trabajo excitante y yo diría que hasta adictivo, pero es complejo, como todos aquellos que no consisten en relacionarte con una maquina.
La única conclusión a la que puedo llegar es que, en esto como en muchas otras cosas, aparte de intrusismo, hay gente que le echa mucho, mucho morro.

martes, 2 de febrero de 2010

NECESITAMOS UN PLAN Y UN LIDER


¿Recuerdan aquel viejo dicho? ,“todo lo que sube, baja”.
Desde el punto de vista de la Física, el dicho sería más bien: todo lo que sube, baja, pero más lentamente. Desde el punto de vista de la Economía, esto no llegaría más allá del calificativo de falacia. Y, en términos de práctica política, el dicho se cambiaría por aquel otro de “Todo lo que sube parece que baja, pero no crean, es tan sólo aparente, en realidad habrá un repunte a corto plazo”.
Sea como fuere, algunos pesimistas mal informados insisten en que este país subió y ahora le toca bajar hasta los infiernos. Los optimistas mal informados, encabezados por el Presidente del Gobierno, insisten en que todo lo que sube vuelve a subir con más fuerza. Personalmente, prefiero quedarme con aquello de todo lo que sube baja, pero no necesariamente se hunde.
Cualquier esforzado alpinista sabe que, una vez coronado un tres mil, puedes empezar a pensar en un cinco mil sin bajar necesariamente a nivel del mar. A no ser que pretendas hacer una trampa creativa tendiendo un cable de un pico a otro o te sirvas de los polvos mágicos de la abuela. En otras palabras, lo que no vale son trampas o si prefieren una descripción más bondadosa: ingeniosas ingenuidades.
El denominado “milagro español” ha estado surtido de rinconetes y cortadillos que han interpretado la teoría neoclásica de ventaja competitiva al pie de la letra, aderezada con un salpicón de oportunismo y un toque de soberbia ancestral. Ahora toca tragar el bizcocho, duro como el granito. Va a costar digerirlo porque los cocineros han sido malos de solemnidad, cocinillas de rancho cuartelario.
Mientras media Europa está con la mosca detrás de la oreja ante el oscuro futuro de la economía española, justo cuando Grecia se hunde, acabamos de conocer los datos del paro y, como no podía ser de otra manera, hemos superado la fatídica barrera de los cuatro millones, confirmando así que estamos en un ciclo infernal del que resulta difícil escapar a corto plazo.
La lógica dice que es el momento de los lideres, pero la realidad afirma que nunca antes habíamos estado tan carentes de ellos. El señor Zapatero es un político más, sin más y poco podremos esperar por ese lado. Aunque siempre se agradecería un poco más de humildad, sinceridad y menos improvisación y rectificación a la ocurrencia ingeniosa. No basta con tener ideas, buenas o malas. Hay que ser capaz de hacerlas realidad con constancia, perseverancia y credibilidad, algo, esto último, que hace tiempo ha perdido el Presidente y sus subordinados.
En este país, todos, absolutamente todos somos conscientes en mayor o menor grado de lo que está ocurriendo pese a estar viviendo la fase del miedo que todo lo paraliza, imponiendo un silencio resignado. De igual forma, la gran mayoría somos conscientes de la necesidad de afrontar sacrificios y estamos dispuestos a ellos, pero es necesario que alguien diga en qué consisten y por qué y para qué debemos asumirlos. En una palabra, necesitamos un plan y un liderazgo.
Un plan a corto plazo que tenga como objetivo frenar la escalada del desempleo y no tan sólo confortar a los que desgraciadamente pasan la semana al sol. Un plan a corto plazo que ponga límite a un endeudamiento que siembra la desconfianza en nuestros acreedores presentes o potenciales. Pero también, y más importante aún, un plan a largo plazo que se resume en dar respuesta a una serie de cuestiones concretas: ¿qué queremos ser? ¿cómo podemos llegar a serlo?
Pero necesitamos también un liderazgo que comunique el plan, busque adhesiones y lo impulse con la fuerza que confiere la firme creencia del líder y su credibilidad.
Efectivamente, debemos cambiar de modelo. Pasar de la tasca de barrio, sol y sombra, farias y subastado a la nouvelle cuisine. Pero, seguramente la volveremos a armar a corto plazo, empeñados en meter en una copa de anís del mono una deconstrucción de tortilla de patatas y, claro, pretender cobrar cien napos por el sublime acto innovador.
No hay duda. Hemos escalado un dos mil y, al llegar a la cumbre nos hemos tirado más fotos que Ava Gardner en Las Ventas. Por si fuera poco, hemos tenido que sufrir a los optimistas mal informados que pretendían convertir el collado en el K2, nueva ruta y sin oxigeno. A trancas y barrancas hemos conseguido descender hasta el valle. Tenemos bastantes contusionados, pero aquí estamos. Listos para comenzar de nuevo.
¿Cuándo empezamos?

lunes, 1 de febrero de 2010

EL PACTO DEL PARTO


Parece que se acerca el momento de la verdad en torno al “pacto educativo” que el ministro Gabilondo viene promoviendo. Pero, después de las reacciones al documento base presentado por el Gobierno, las esperanzas de acabar llegando al fondo de la cuestión, se desvanecen por momentos. Vuelven de nuevo al escenario la concertación, la libertad de elección de centro, la salvaguardia del castellano, el papel de los sindicatos y la Religión. En otras palabras, el problema sigue oculto por los intereses políticos, religiosos y de esferas de poder.
¿Dónde queda el nuevo enfoque del proceso de enseñanza – aprendizaje? ¿Dónde para la profunda reforma de las “didácticas” en todas y cada una de las carreras universitarias que pueden acabar conduciendo a un aula? ¿Dónde está el papel de la inteligencia? ¿En qué parte de los Pirineos ha quedado sepultado por un alud el aprendizaje por resolución de problemas? ¿Dónde acabarán los educadores en el sistema de parias sociales?
No necesitamos un pacto normativo y fotogénico. Necesitamos voluntad de futuro por encima de las necesidades inmediatas. Necesitamos futuro. Un futuro que está en los cientos de miles de niños y jóvenes , ajenos al esperpéntico espectáculo que les brindan “sus mayores”.
¿De qué sirve la libertad de elección de centro si, al final, todos aplican el mismo modelo añejo?
¿De qué sirve el castellano si, al final, carecen de herramientas con las que vehicularlo como generador de Conocimiento?
¿De qué sirve la Religión si, al final, no somos capaces de articular una oferta educativa comprensiva?
¿Qué aspiraciones de futuro podemos tener si somos incapaces de ponernos de acuerdo sobre el futuro de nuestros hijos?

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