miércoles, 22 de diciembre de 2010

MIS MEJORES DESEOS


Pocas veces miramos hacia atrás y cuando lo hacemos, contemplamos el pasado como algo distante y ausente, carente de significado para quienes tienen la firme convicción de haber logrado todo por sí mismos. Nada debemos y, en todo caso, nos sentimos ofendidos de haber recibido tan magra herencia de quienes ya no están. Ningún tiempo anterior fue mejor porque nadie llegó donde nosotros hemos llegado. Nosotros construimos el futuro, devoramos el presente y abandonamos el pasado. Apenas si imaginamos qué no podemos conseguir. Persisten viejos problemas, pero pertenecen a ese valle de lagrimas olvidado que , lejos de afectarnos en nuestro destino, simplemente nos incomoda durante algunos segundos. Nada debemos.
Viajamos al final de la noche, más allá de la incertidumbre, desbocados en nuestra carrera hacia la gloria del olvido. Creemos haber alcanzado ese momento que se torna fugaz, espejismo de soberbia innata, pero jamás volvemos la vista atrás porque es más fácil abandonar a su suerte los fracasos, los errores pendientes, las deudas compartidas y, en definitiva, lo que fuimos y no queremos recordar.
Acaba un año ausente. Hay quien no ha querido vivirlo pero lo ha sufrido semana a semana, día a día, minuto a minuto, segundo a segundo. Hay quien prefiere olvidar porque, sin llegar al dolor profundo, se ha sentido perdido y abandonado a su suerte. Hay quien se refugia en la recompensa final que aguarda a los justos y pacíficos que, llegados hasta a este mundo extraño y ajeno, malviven en la esperanza de la llegada del día de ajuste de cuentas. Hay quienes no sienten el final de nuestra primera década en el futuro porque para ellos no existe el tiempo que marca la felicidad y la inoportunidad, tan sólo un eterno por qué sin respuesta. Hay, en fin, quienes construyen su presente con el futuro de otros; para ellos tampoco existe el tiempo más allá de sí mismos.
Pero, por encima de todo, persistimos quienes confían en las personas, quienes creemos que cada día pasado fue siempre mejor porque algo más aprendimos y esperamos el nuevo año con sus retos y desafíos, esperanzas y oportunidades de ser, cada vez, un poco mejores.
A todos ellos, mis mejores deseos para el nuevo año, allí nos veremos.

viernes, 10 de diciembre de 2010

GREENSPAN DE NUEVO APOSTATA


Nunca está de más repasar tus viejos post y comprobar su validez a la sombra de la perspectiva que te ofrece el paso del tiempo. Entre otras cosas, nos recuerda que la historia nos da buenas lecciones aunque nosotros seamos unos alumnos bastante desinteresados.
Hoy recupero un post de 2008, es decir momento algido de esa crisis que se ha acabado convirtiendo en Gran Depresión...

GREENSPAN EL APOSTATA
Nunca he llegado a entender muy bien porque a Alan Greenspan se le llamaba el Profeta. En todo caso, se le debiera haber definido como el Oráculo. Pero ayer se ganó a pulso un nuevo alias: GREENSPAN EL APOSTATA.
A punto estuve de atragantarme con el bocadillo que trasegaba mientras veía al viejo bulldog en la CNBC compareciendo ante el Comité de Supervisión y Reformas de Gobierno del Congreso americano. Y no porque jamás hubiera pensado que podría oírle esas palabras, sino por el tono y el cinismo que empleó: “Sí, le he encontrado defectos”, haciendo referencia, por supuesto, al capitalismo.
Greenspan no es el diablo, aunque algunos se empeñen en ello. Simplemente es un reflejo más de la gran paradoja que es esa nación de la cual fue presidente de su Reserva Federal durante el mandato de cuatro presidentes distintos. Estados Unidos es una self made nation y en consecuencia es el hogar de los self made man, los hombres hechos a sí mismos. Pero en ello radica su gran paradoja: uno se hace a sí mismo cuando no hay paradigmas socioculturales que lo guíen en su camino. Y la ausencia de principios rectores da como consecuencia el reinado incólume de la Mano Invisible aunque los norteamericanos prefieren utilizar el eufemismo Libertad y Democracia.
La misma libertad que permite a una persona de origen humilde convertirse en triunfador, asegura la libre circulación de estafadores y maleantes de costa a costa del país.
La misma libertad que permite a Mr. Smith salir al campo los domingos con su rifle de precisión y pegar cuatro tiros a todo lo que tenga cuatro patas, asegura que un desequilibrado se presente el lunes siguiente en un centro escolar y la emprenda a tiros con todo lo que tenga dos patas.
La misma libertad que permite a Gorila Fuld y Chihuahua O´Neal llenarse los bolsillos con sus bonos basura, asegura la muerte a quien no puede pagar un seguro médico privado y decente.
La misma libertad que permite a un productor de Hollywood cerrar su fabula cinematográfica con una lacrimógena arenga a las barras y estrellas, asegura la impunidad de los cowboys en Guantánamo.
En fin, podría seguir así durante meses, pero no es necesario para poder afirmar, utilizando otro eufemismo políticamente correcto, que Estados Unidos es un País de Contrastes, como Granada por ejemplo. Podemos pasar del Browns a Martha´s Vineyard en un abrir y cerrar de ojos, pero seguiremos con la democracia y la libertad, las barras y las estrellas. Decía Carlitos Marx aquello de que la religión es el opio del pueblo. Si hubiera nacido en Baton Rouge (Louisiana), hubiera llegado a la conclusión de que la libertad y el nacionalismo de saldo es la heroína del pueblo norteamericano.
Esta libertad es la que ha permitido sobrevivir a los últimos ejemplares del capitalismo salvaje en el Gran Santuario Americano después de las grandes extinciones mundiales del periodo 1914 – 1945. Después de esas fechas, mientras el resto del mundo intentaba reponerse del shock, Estados Unidos dictaba las reglas del juego en aras de la conservación de los últimos ejemplares.
Hoy en día, año 2008, una anunciada epidemia ha puesto al borde de la desaparición total a una especie que había conseguido recuperar su población en los últimos treinta años. Una vez más, el mundo deberá apretarse el cinturón en un intento de refundar el Santuario después de que su sumo sacerdote se haya declarado apostata al afirmar: “Sí, le he encontrado defectos. Esa es la causa por la que ahora estoy en estado de shock después de verlo funcionar excepcionalmente bien durante 40 años”.
Faltan pocas semanas para que el director en funciones del Santuario se reúna con algunos, no todos, de los dirigentes mundiales con el fin de convencerles sobre la viabilidad de la supervivencia del capitalista salvaje a través de un cuidadoso y costoso proceso de fecundación in vitro. Con toda probabilidad, el proyecto saldrá adelante pese a que los hechos recomienden cerrar página y no hablar tan siquiera ni de refundación. Pero no debemos olvidar que todos hemos clonado ejemplares de la especie en los distintos continentes.
Estos ejemplares clonados han difundido la religión de la Mano Invisible por todos los rincones del planeta en las últimas décadas. En el caso de la Vieja Europa el proselitismo ha tenido sus dificultades por la imposibilidad de esgrimir el nacionalismo y la libertad como bandera. Pero una vez que estos argumentos fueron sustituidos por los de bienestar y felicidad, todo fue sobre ruedas. Somos cómplices del engaño nos guste o no.
No habrá refundación. Habrá confirmación de la verdad de la Mano Invisible. Pero, aunque no lo parezca, todo habrá cambiado. Es cuestión de tiempo. Las revoluciones, sean del tipo que sean, necesitan su tiempo y es indudable que una de ellas está en marcha.
Mientras tanto, los antibióticos contra la pandemia son los habituales: reestructuración y reducción, poco más. En realidad, es similar a un proceso gripal: hay que pasarlo. El problema es que las cepas han mutado y la virulencia es considerablemente mayor a la de otras ocasiones. Esta vez, muchos tendrán que guardar un largo periodo de cama, angustioso y doloroso. Algunos no podrán volver a recuperarse desgraciadamente y no pocos saldrán de esta con graves secuelas.
Quizás sea cuestión de empezar a insertar pequeños recuadros en los manuales de economía de grandes como Friedman o Hayek que digan: SU LECTURA PUEDE MATAR.
Buenos días y buena suerte

miércoles, 8 de diciembre de 2010

UNA MALDITA ASPIRINA


Si me preguntaran qué sector empresarial no merece mis simpatías, dudaría apenas unos segundos antes de recuperar la compostura y afirmar decididamente: las empresas farmacéuticas.
¿Por encima de las gestoras financieras o las petroleras? Sí, decididamente. Estas, al menos, son lo que son y poco o nada hacen por ocultar el secreto de su negocio, bussiness is bussiness. Pero la industria farmacéutica es otra cosa, refinada en sus modos y maneras, secretista y endogámica, más allá del bien y del mal, justo al borde del dolor.
Es algo así como el párroco de la aldea perdida en las brumas de los valles. Se le presupone asceta, comedido, virtuoso y hasta entrañable. Pero todo ello no quita para que tenga un sobrino aquí y dos o tres sobrinas allá y hasta quizás seis o siete primas primeras, segundas y terceras.
Mi antipatía por este tipo de empresas no viene derivada tan sólo por aquello que resulta más evidente: mercantilismo, deshumanización, trato vergonzante al denominado Tercer Mundo y manipulación. Quizás esto sea lo menos grave por tratarse de un lugar común. Sin embargo, existe algo más sutil y perverso que realmente concita toda mi animadversión. Las farmacéuticas están consiguiendo redefinir el concepto de salud hasta convertirlo en una utopía difícil de alcanzar. Algo tan natural como el nacimiento, la sexualidad, la pubertad, la disonancia emocional transitoria, la vejez y finalmente la muerte, han acabado por convertirse en simples estados patológicos. Dicho de otra forma, han conseguido la cuadratura del círculo: hacernos sentir felices en la infelicidad.
Pero no, no se preocupen, no pretendo traspasar las fronteras de la demagogia moralista porque, entre otras cosas, entraría en un terreno que estas empresas dominan perfectamente. Este es un blog dedicado a la Innovación o, lo que es lo mismo, a la capacidad de las personas para ser cada vez mejores y hacer a los demás cada vez más felices.
Aparentemente las farmacéuticas son innovadoras por naturaleza, la investigación básica y aplicada está en sus genes. Cada medicamento necesita de 10 a 12 años de ardua investigación y no menos de 900 millones de euros de inversión o, al menos, eso afirman los interesados aunque no estaría mal conocer el auténtico desglose de esos novecientos millones. Pero esto no basta o, al menos, no es el auténtico sentido que conferimos a la Innovación como fuente de valor y progreso.
Lo que ocurre es que más allá de la investigación apenas si parecen existir posibilidades para la Innovación en este campo. En caso extremo podríamos recurrir a intervenciones puntuales en los procesos o hasta en los modelos de negocio, pero poco más. La industria farmacéutica se asemeja al mecanismo de un reloj suizo. Precisa, inalterable, un modelo estable por naturaleza.
Se ha señalado en muchas ocasiones en este blog que una empresa nunca podrá ser una institución de beneficencia, no está pensada para ello. Pero sí puede, en cambio, aspirar a ser “beneficiosa” para las personas que trabajan en ella en primer lugar y, después, en la medida de lo posible para el entorno en el que nace, crece y se transforma. Algunos lo llaman RSC – Responsabilidad Social Corporativa, término y práctica polisémica sobre la que también planea la sombra de la duda. De hecho, muchas farmacéuticas desarrollan una amplia actividad de RSC aunque pocas son las que realmente convencen a sus stakeholders de la autentica bondad desinteresada de sus actuaciones.
Quizás una de las posibilidades de innovación real consistiera en redefinir el concepto de RSC que, con toda seguridad, acabaría por conducirles a la esfera de la Innovación Social, Es difícil vender un tratamiento contra el colesterol como si de un iPod se tratara, pero no es imposible y si se logra, comenzaría el retorno a la naturalidad del nacimiento, la vida y la muerte. Pero el secreto no se encuentra en la aspirina, sino en quienes la han ideado, inventado y desarrollado para eso, para que sea una simple y maldita aspirina.




Nota: si usted está interesado en profundizar sobre el tema, quizás le interese leer el análisis de Jörg Blech, “Los inventores de enfermedades”


lunes, 6 de diciembre de 2010

LA TRAMPA ESCOCESA


El desencadenamiento de las turbulencias financieras en 2007 hizo que muchas personas se preguntaran porque nadie había previsto lo que podía ocurrir. Este razonamiento no era del todo justo ya que hubo muchas voces que anunciaron el inicio de lo que posteriormente se ha convertido en la Gran Recesión. En septiembre de 2006 con motivo de una reunión del Fondo Monetario Internacional (FMI), Nouriel Roubini anunció con rotundidad la inminente llegada de una grave crisis. Meses antes, Martin Wolf describió con todo lujo de detalles los factores que acabarían desencadenando la recesión, así como la sucesión de acontecimientos que estaban a punto de ocurrir. Muchos otros economistas alzaron sus voces sin que apenas encontraran eco en un contexto de optimismo irreal, alimentado por un puñado de truhanes que comenzaban a caer en la cuenta de que habían llegado demasiado lejos en sus aspiraciones. Lo que sigue ya es historia.
El pasado viernes, regresaba en mi coche de Oviedo bajo una copiosa nevada cuando escuche por la radio que los controladores aéreos abandonaban en masa sus puestos bajo el pretexto de súbitas e inesperadas situaciones de stress. Lo que sigue es bien conocido para desgracia de cientos de miles de personas que confiaban en disfrutar de un paréntesis en medio de tantas malas noticias.
Desde la perspectiva personal de mis intereses profesionales en la gestión del cambio en cualquiera de sus manifestaciones, la conclusión era simple: qué fácil resulta generar cambios drásticos al amparo de los intereses personales y qué difícil resulta aunar voluntades para perseguir cambios en pos del bien común.
Ciertamente es una reflexión insultantemente simplista, pero es la que explica la que podríamos denominar “trampa escocesa” o, dicho de otra manera: como Adam Smith no consiguió encontrar sentido al bien común en el marco de una naciente ciencia económica.
La Economía, pese a quien a pese, jamás podrá llegar a ser una ciencia medianamente exacta y, todo ello, por la simple razón de que estudia una de las actividades humanas por excelencia: la supervivencia. Hablar del hombre ya supone implícitamente adentrarse en el mundo de lo imprevisible, pero si añadimos el factor “supervivencia” a la ecuación, el movimiento de vuelve errático e incontrolado. Smith era perfectamente consciente de ellos y, finalmente, la aceptación de este fatalismo, unido a la visión providencialista de un hombre profundamente religioso, acabó por encontrar una solución de compromiso en la famosa Mano Invisible. Estas dos palabras, mano e invisible, han sido el arma de choque para predicar las bondades de la libertad humana, basada en la búsqueda del bien personal y, no lo duden, la Mano Invisible es la auténtica causa genérica de esta situación que vivimos y de otras que sucederán en el futuro.
La Mano Invisible acabará aportando providencialmente un nuevo equilibrio, puestos de trabajo, reactivación financiera y, en definitiva, prosperidad. Esa extraña palabra tan increíblemente polisémica como aquella otra expresión de “calidad de vida”. Pero, no se engañen, en realidad será el bien individual quien restablecerá la situación porque un poco de caos aporta beneficio, pero la imperfección indefinida resulta apenas rentable.
Winston Churchill sentenció al concluir la Batalla de Inglaterra: “Nunca tantos debieron tanto a tan pocos”. Entre el viernes y el sábado, nunca tan pocos provocaron la desdicha de tantos. Pero, siempre contaremos con la Mano Invisible.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

WHO DO IT?


Palabras como ambición, codicia o especulación han cobrado vida con el devenir de esta crisis convertida ya en Gran Recesión. Pero estas turbulencias también han acentuado una cultura que ya venía imponiéndose en nuestra sociedad desde mediados los noventa: ¿QUIÉN ES EL CULPABLE?.
Como es fácil de suponer, la cultura de ¿Quién es el culpable?, está basada en algo tan simple y sencillo como escabullir el bulto. Esta es una táctica tan vieja como la sopa de ajo con tropezones, pero en las últimas décadas ha cobrado una importancia singular en el spanish way of life.
Buscar al culpable ante la aparición de un problema tiene su lógica. Puede discutirse la finalidad de la búsqueda, ¿castigar o aprender del error?, según la naturaleza, grado y consecuencias derivadas del problema en cuestión. Pero, por encima de la caza al culpable, se sitúa una necesidad más urgente: resolver el problema. Aquí radica la perversidad de esta cultura. Mientras se busca al culpable que, por otro lado, casi nunca aparece, salvo un pobre imbécil que acaba pagando la factura, el problema crece y se multiplica haciéndose cada vez más irresoluble o exigiendo una mayor concentración de recursos y sacrificios para su solución.
¿Recuerdan el Prestige? ¡Cómo no! Quizás deban saber que si mañana se produjera una emergencia similar frente a las costas gallegas, la secuencia de los hechos sería prácticamente la misma. Sí, efectivamente. Los esfuerzos se centraron en la búsqueda del culpable y la única consecuencia de todo ello fue encontrar el pobre imbécil en la persona de un viejo capitán que acabo con sus artríticos huesos en la cárcel. Hay muchos Prestiges, ahí tienen el incendio de Horta que ha cobrado nuevo impulso en los últimos días en su vía judicial. De hecho, cada vez que abrimos el diario a la sombra de nuestro café vespertino o contemplamos el noticiero televisado, asistimos a una representación más de esa tragicomedia titulada ¿QUIÉN ES EL CULPABLE?. No hay papeles secundarios, todos son protagonistas. Tenemos culpables financieros, culpables deportivos, culpables sexuales, culpables tecnológicos, culpables religiosos y hasta culpables meteorológicos. Pero el Goya a la mejor interpretación se la llevan los políticos de toda clase y condición, pelaje y color. Al fin y al cabo, ellos no inventaron esta bicoca, pero sí han sido los principales impulsores desde que desaparecieron los profesionales de la política, allá amanecidos los noventa.
Tenemos que enfrentarnos a la vergüenza de cuatro millones de personas que amanecen cada día sin futuro ni condición. Pero la vergüenza se transforma en oprobio mientras contemplamos atónitos el espectáculo de los tú no yo, no tú, sí tu, quizás aquel, pero tú también. Por perder, han perdido hasta la habilidad oratoria o el ingenio verbal, debiendo soportar circunloquios infantiles, cuando no diatribas navajeras.
¡Aquí nadie ha hecho nada!
Ese y no otro es el PROBLEMA.

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