jueves, 6 de agosto de 2009

QUIERO SER ARDILLA


Cuando llegan malos tiempos, siempre hay alguien que se acuerda de Samaniego y nos ilustra con las virtudes de la hormiguita y el desenfreno sinsentido de la cigarra.
Yo, por el contrario, prefiero no ser ni hormiga, ni cigarra.
Está claro que la cigarra no es un ejemplo de buen gobierno económico aunque siempre hay que considerar aquello de que me quiten lo bailao. Pero la hormiguita tampoco pasa por ser un paradigma. De hecho, su actitud deja bastante que desear desde el punto de vista estratégico. Siempre bajo la misma previsión y ejecutando la misma rutina, nieve, granice o haga un sol de justicia. Es un personaje lineal, claramente conservador, ultraconservador diría yo. Un personaje que se guía por un método determinístico y cuantitativo y que muestra una actitud pasiva y complaciente ante el futuro.
Está bien esto de trabajar de sol a sol, ser previsor y ahorrador. Pero con esto del cambio climático, puede ocurrir de todo. Desde que haga una calo chicharrera en pleno mes de enero, hasta que veamos florecer los campos en Febrero. La cigarra es un auténtico desastre a lo Paris Hilton. Pero la hormiguita insiste en aquello de que el presente explica el futuro.
España ha sido tradicionalmente el paraíso de las cigarras, algunas hormigas se concentraban en los valles y brañas brumosas, pero poca cosa. Pero lo peor de todo es que las cigarras eran además moralizantes y ensalzaban las virtudes del trabajo y el ahorro, la familia y la tierra. Hace unas décadas, llegaron nuevos especímenes de cigarras que nos mostraron las ventajas de la especulación, el network pelotero y el populismo barriobajero. De la noche a la mañana, surgieron cigarras pretenciosas, más bien horteras y reventadas, pero que cantaban sin parar aquello de siempre luce el sol en nuestros corazones. Y hasta las hormiguitas más conservadoras decidieron invertir sus ahorros en un apartamentito, un segundo cochecito, vestimentas de oropel y hasta se lanzaron a conocer el ancho y lejano mundo. Pero, un día comenzaron a llover piedras.
No, la verdad es que no quiero ser cigarra, pero menos aun hormiga. Prefiero ser ardilla. Y es que la ardilla trabaja y disfruta, pero sobre todo explica el pasado a partir del futuro. La ardilla es curiosa por naturaleza aunque le acompaña la suficiente dosis de miedo que evita las aventuras caprichosas, pero también cuenta con la suficiente osadía como para vencer la incertidumbre cuando la situación lo exige.
Sí, definitivamente quiero ser ardilla aunque últimamente cada vez hay menos arboles que explorar, pero sí los suficientes como para poder descubrir nuevos horizontes.

1 comentario:

echar un remiendu dijo...

Mamá quiero ser ardilla!
Mamá ser protagonilla!!! jajjajaj

Muy buen post.

Un saludo

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