En
los últimos años, el término “gestionar en tiempos de crisis” se está convirtiendo
en todo un clásico cuando, en realidad, no pasa de ser una falacia pensada para
aquellos que, lejos de dar un paso decidido hacia el horizonte, prefieren mirar
a uno y otro lado esperando una señal del cielo que les indique el camino a
seguir. Sólo hay una dirección posible: hacia delante y con decisión. Si
retrocedes, te engullirán los muertos. Si te apartas a un lado, ya nunca
encontrarás el camino y si decides quedarte quieto, simplemente serás presa del
olvido.
De
partida, quienes hablan de “tiempos de crisis" no hacen otra cosa que eludir la
realidad. Estos no son tiempos de crisis, sino de CAMBIO que no es lo mismo.
Resulta
más que probable que se haya dejado crecer la especulación y la avaricia sin
límite. Parece evidente que hemos permitido la generación de un nepotismo
político sin freno. Es cierto, aunque nos duela admitirlo, que hemos regalado
derechos y bienestar a cambio de nada. Pero todo ello es pasado y poco o nada
va a ayudarnos a decidir nuestro futuro, más bien nos demorará en la búsqueda
de culpables mientras el horizonte se distancia cada vez más hasta llegar a
desaparecer, signo inequívoco de que estaremos en la más absoluta tiniebla.
Recurramos
a un principio de matemática básica o como dicen ahora, “matemáticas para
dummies”.
Si
aumentas la deuda, contraes el PIB y viceversa.
Cada
cinco minutos sacamos a colación el tema de la ceguera institucional en
relación con esta evidencia para tontos, pero curiosamente es la política que
practicamos segundo a segundo en nuestras empresas. Contracción total del gasto
es la orden del día que se repite sin descanso. Retroceso de la productividad
emocional y material es la consecuencia directa.
Cada
tres minutos sacamos a relucir la falta de liderazgo político como uno de los
principales obstáculos para recuperar la senda de la normalización y el
crecimiento, pero curiosamente es el gran pecado del tejido empresarial
español. Las empresas españolas se gestionan, rara vez se lideran y, de
momento, esto sigue así. De ahí, la absurda moda de la “gestión en tiempos de
crisis” o lo que es lo mismo, agua de castañas en lugar de torrefacto, pero eso
sí, en tacita de plata.
En
tiempos de crisis y hasta de cambios, las empresas no se gestionan, se
lideran sino, simplemente mueren o
acaban convirtiéndose en un tingladillo local sin mayor futuro.
✪ El gestor recorta, el líder
descubre.
✪ El gestor se excusa, el líder
propone.
✪ El gestor inmoviliza, el líder
dinamiza.
✪ El gestor reduce, el líder
refunda.
✪ El gestor se exculpa, el líder se
compromete.
✪ El gestor se aísla, el líder
trasciende.
✪ El gestor se protege, el líder
arriesga.
✪ El gestor teme perder, el líder
sólo piensa en ganar.
✪ El gestor es único, el líder es
compartido.
No
son frases hechas, simplemente son estrategias. Quienes no aciertan a
descubrirlo, hace tiempo que dejaron de percibir el horizonte, resignándose a
ver sin tan siquiera mirar. Videntes en tinieblas, ciegos a la luz.
El
gestor recorta de aquí y allá aunque deje para el final sus prebendas. El líder
descubre el valor interno, lo hace visible y lo convierte en valor añadido
traduciéndolo a una mayor productividad a menor coste, mayor competitividad y
cuota de mercado.
El
gestor se excusa, busca culpables, ajenos a su entorno inmediato. El líder
propone retos, desafíos, en ocasiones aparentemente inalcanzables aunque, en
realidad, sólo busca la senda.
El
gestor inmoviliza, adormece voluntades, entierra el talento y destierra los
sueños. El líder busca lo mejor de cada persona, aquello en lo que puede tener
aportar valor, porque sabe que el éxito no es otra cosa que una suma de intimas
satisfacciones.
El
gestor reduce, buscando la seguridad de la cuenta de resultados. El líder
refunda los principios, remueve los cimientos y diseña la nueva arquitectura a
partir de un edificio que anuncia ruina.
El
gestor se exculpa, recurre a vivos ineptos a muertos sin voto. El líder se
compromete en el riesgo, aparece culpable de sentirse capaz y busca el
compromiso en el reto compartido.
El
gestor se aísla, impermeable a las críticas, más allá del bien y del mal. El
líder busca la trascendencia de sus actos porque sabe que es el camino hacia la
responsabilidad compartida.
El
gestor se protege, huye de la incertidumbre y la molestia. El líder hace de la
incertidumbre virtud, convierte el riesgo en una promesa.
El
gestor teme perder, sólo conoce el fracaso. El líder aprende cada día del error
y lo convierte en el camino hacia el éxito.
El
gestor es único en su torre de marfil, inalcanzable, insensible y solitario. El
líder inspira, concita voluntades, identifica al grupo hasta convertirlo en una
referencia compartida.
Son
tiempos de crisis para quienes no aceptan el cambio. Son tiempos de
incertidumbre para quienes jamás arriesgaron. Son tiempos de pesadilla para
quienes sólo admiten la seguridad de lo estático. Son tiempos en los que muchos
sólo desean saber cómo será el mañana, pero hay muchos otros que no desean
saberlo porque significaría que alguien lo ha decidido por ellos.
Son tiempos
de lideres.