lunes, 26 de mayo de 2014

AL PAN, PAN Y AL VINO, VINO






Todo el mundo trabaja por algo aunque no siempre sea necesariamente por dinero.

¿Se imaginan a Teresa de Calcuta trabajando por dinero?

No, sincera y rotundamente no, pero es indudable que trabajaba por algo que quizás nunca lleguemos a saber, pero no recorría las calles de Calcuta por amor al arte, eso seguro.

¿Se imagina a las personas de su organización trabajando más allá de las rutinas y procesos diarios?

Sí, es perfectamente posible o, al menos, debiera serlo, imaginar es libre y si no es así, hágaselo mirar.

¿Se imagina a las personas de su organización invirtiendo una pequeña parte de su tiempo en la generación de valor estratégico, es decir, poner en acción su conocimiento y talento para la resolución de problemas y desarrollo de oportunidades?

Sí, es perfectamente posible y, además, debiera poder ser algo más que un ejercicio de imaginación.

Pero, ¿se imagina a estas personas haciéndolo por nada?

No, rotundamente no y si fuera así, de verdad, hágase mirar sus estrategias de reclutamiento  porque mucho me temo que se ha llevado lo mejor de cada casa.

En definitiva, es de desear que no busque más excusas para poner a trabajar el conocimiento y talento que acumula su organización, pero no pida imposibles. Es decir, toda estrategia que persiga la generación de valor a partir del talento y el conocimiento, llámese innovación, mejora, reingeniería o gestión del valor estratégico, debiera contemplar su correspondiente impacto en las políticas retributivas de la empresa. No se trata de premiar, sino más bien de cumplir con el principio de equidad que debe dirigir el conjunto de la estructura salarial.

De hecho, si aprovechando el despliegue de una nueva estrategia basada en la activación del conocimiento y el talento de sus personas, pone también en marcha una innovación de sus políticas retributivas que, por ejemplo, conceda un mayor protagonismo a los variables, pues ya habrá conseguido el primer éxito de la nueva estrategia. Si, además, ese variable refleja la motivación, implicación y rendimiento del conocimiento y talento individual, estará consolidando el principio de equidad y anulando esa extraña tendencia de clasificar a las personas en buenos, malos y vagos redomados a partir de experiencias empíricas circunstanciales. Porque, vamos a ser sinceros, eso de que muchos piensan que Fulanito no merece ganar lo mismo o más que Menganito, está a la orden del día más allá de los dominios del Departamento de Recursos Humanos.

Pero puestos, no sólo eso. Si lo hace, no sólo estará avanzando en su estructura y política salarial así como afianzando el principio de equidad, también estará afirmando su creencia en las personas y la firme voluntad de que, de una vez por todas, conocimiento y talento sean valores estratégicos de la empresa que tengan su reflejo en algo tan consustancial a la misma como son las retribuciones de las personas.

Y finalmente, las personas trabajarán por dinero, pero también por un reconocimiento tácito de su valor. Pero, además, respetará un principio que, en muchas ocasiones a lo largo de la historia, se ha utilizado como el sublime truco de magia que explica las incongruencias y contradicciones de cualquier paradigma: el libre albedrio. Y si no que se lo pregunten a Adam Smith o a ese ente alienígena de nuestros tiempos que llamamos eufemísticamente “los mercados”. Incluso hasta los dioses recurren al libre albedrio para explicar las imperfecciones de sus universos, pero en este caso, no hay truco ni cartón. Todo el mundo es libre de activar en mayor o menor medida su talento y conocimiento al servicio de esa sociedad que es la empresa, pero efectivamente sus actos merecerán un premio que no un castigo.

Está bien articular programas de reconocimiento derivados de estrategias basadas en sugerencias y mejoras, pero, más allá de los consabidos embudos de gestión de flujos de información que originan; un fin de semana en Cuenca con la parienta o un lote de Productos Ibéricos Manolito, pasando por la inolvidable experiencia del puenting en la línea del AVE en Despeñaperros, ciertamente es algo efímero y, sobre todo, poco fiable a la hora de hablar de “equidad duradera”.


Y es que, por mucho que se empeñen sindicatos y patronal, todo el mundo trabaja por algo aunque no siempre sea necesariamente por dinero.

2 comentarios:

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Efectivamente.
Un poquito de reconocimiento, aunque sólo sea un poquito, por favor.
Un abrazo.

Caminante dijo...

Un poquito es un muchito en un país donde dar las gracias ya cuesta.
cuidate

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