lunes, 24 de agosto de 2009

HOME OF THE BRAVE


Como ya comentaba en mi último post, el pasado sábado recogía a mi hijo pequeño en Barajas después de una larga estancia en Minnesota. Hasta aquí todo normal, salvo el insoportable calor. Pero al llegar al Norte, no tan fresco como de costumbre, mi hijo comenzó el reparto de los pequeños recuerdos que se acostumbran a traer y a mí me correspondió una chapa militar con las barras y estrellas por una cara y una inscripción clásica en el reverso: Home of the brave. Hasta aquí, también todo previsible, pero me llamó la atención una diminuta pegatina junto a la frase que anunciaba el consabido made in China.
La globalización ha revolucionado tanto nuestras vidas que uno no sabe si vive en el Norte de prestado o quizás es una reproducción virtual de un yo asentado hace tiempo en un atolón de las Marshall. Pero es ya algo tan normal y anodino en nuestras vidas que ni siquiera miramos la macro etiqueta que acompaña al último pantalón que compramos en una exclusiva franquicia italiana, pero que anuncia el inesperado made in Kazajistan.
La globalización permite también que este post sea leído en Kabul, Guadalajara o Jartum aunque, en algunos casos, se guie uno más por las imágenes que por los grafismos por aquello de que la integración planetaria no ha llegado aún al código de comunicación, aunque todo llegará no lo duden. Mientras tanto, los signos ayudan. Ayer, sin ir más lejos, circulaba por una autovía cercana plagada de radares que limitan la velocidad a 80 km/ h. Discurría por el carril de la izquierda adelantando a 90 O 95 km/h cuando caí en la cuenta de que un pequeño utilitario me daba ráfagas de luces mientras su conductor gesticulaba iracundo. Ante mi indiferencia, el individuo en cuestión dio un volantazo brusco y se me planto en el carril derecho en paralelo. Entonces pude ver su cara desencajada por el enfado. Intente comunicarle por gestos la proximidad del radar y tuve por toda respuesta el dedo que te jodan globalizador donde los haya. Finalmente, me aparte y le deje que se lo llevará el diablo, la multa y la madre que lo parió. Aunque no venga a cuento, el individuo en cuestión era un sudamericano acompañado de una señora con aspecto de ser su señora y una trasera repleta de churumbeles, cuatro hasta donde pude contar. Una vez perdido en la lejanía, trate de acertar a comprender el asunto en cuestión. ¿Llevaba prisa el fulano? ¿No se ha enterado de que en esta parte del mundo hay unas cajitas cabronas que te regalan el fotomatón? ¿Quizás no le funcionaban los frenos? ¿Era simplemente un macarra? Vaya usted a saber, el caso es que al salir de la autovía me encuentro al fulano en un semáforo. Me acerco hasta ponerme en paralelo, bajo mi ventanilla para comentarle la presencia del radar y, mire usted por dónde, el fulano con cara de Tegucigalpa me regala un esputo y acelera llevándoselo de nuevo los demonios, una nueva infracción y su madre, quizás una santa pero madre de semejante cabrón al fin y al cabo.
En fin, esto de la globalización no tiene fin. En un momento, recibí un salivazo indiano en plena camisa de Gant made in Turkey desde un coche made in Korea ante una cámara impertérrita made in Indonesia.
Y algunos todavía se preguntan cómo ha podido extenderse de forma tan fulminante el H1N1. La globalización amigo mío, aunque no se lo tome al pie de la letra y vaya a pensar que la reactivación de la economía también va a seguir el mismo patrón.
Cada vez me quedan menos dudas, este planeta es el auténtico HOME OF THE BRAVE.

1 comentario:

echar un remiendu dijo...

Desde luego que da miedo todo este batiburrillo de producción mundial. Yo me quedé muerta el día que vi en una tienda de los chinos unas figuritas de la Virgen de Covadonga Made in China... no hay límites...

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