domingo, 7 de noviembre de 2010
LA IGLESIA QUE NO QUIERO
No era mi intención polemizar sobre la visita de Benedicto XVI en este blog y, menos aún, en mi circulo de amistades porque ya se sabe que discutir sobre política y religión solo puede acabar en el desanimo cuando no en la confusión. Sin embargo las primeras declaraciones de BXVI cuando todavía no había llegado ni a aterrizar en el aeropuerto de Santiago ya me crisparon el ánimo. Vaya por delante que me resulta difícil substraerme a la subjetividad después de más de veinte años de crispadas relaciones personales con el Vaticano que no con los católicos de este país.
En otros tiempos, impartí clases de Derecho Canónico (de algo hay que vivir cuando inicias tu andadura profesional) y, en consecuencia, entiendo que la nomenclatura técnica de la Iglesia no coincide necesariamente con la de la sociedad civil. En este sentido, vaya por delante, la aclaración de que lo que conocemos como ministerio en una sociedad laica, se denomina “dicasterio” en el ámbito de la estructura de gobierno de la Iglesia católica. Pues bien, BXVI decidió no hace muchas lunas la creación de un nuevo dicasterio para la reevangelización que, de forma descaradamente oportunista, declaró ayer lo había hecho pensando de forma específica en España, presa de un “laicismo agresivo” que recuerda tristemente a la experiencia republicana del pasado siglo. Todo ello, me recuerda que la alta jerarquía eclesiástica tiende a comportarse como los padres de aquel joven que decide dedicarse a la poesía libertaria cuando su destino era perpetuar la saga familiar al frente de un flamante despacho de abogados. Pero esa es la oculta trampa de la libertad bajo sospecha de condenación que todos hemos de sufrir, al menos, una vez en la vida.
Es una frase hecha aquella que afirma que “la Iglesia no ha sabido evolucionar con los tiempos”. Una frase que particularmente considero desafortunada. La Iglesia no ha sabido acompañar al hombre en sus tiempos. No ha querido acompañar al hombre en su evolución hacia lo desconocido porque nunca ha aprendido el verdadero significado de la palabra “incertidumbre”. De hecho, proclama como virtud su papel de solución terapéutica a tanta incertidumbre que rodea al hombre. Ha cometido un error tras otro en la aventura humana y siempre ha mostrado la misma incapacidad para aprender de ellos, condenándola irremediablemente a ese error que carece de aprendizajes que se llama “fracaso”. Y no habló de los errores humanos relacionados con la intransigencia, la convivencia con el poder mal entendido o la debilidad de la carne. En esos casos es fácil, aunque también le cuesta, declarar públicamente su pecado. Hablo de los errores espirituales, trascendentales, aquellos que nunca debiera haber cometido en su vocación de servicio al hombre.
Es fácil arremeter contra los fastos que acompañan a la alta jerarquía eclesiástica, lujo y oropeles, berlinas premium de última generación para trasladar a sus cardenales, tarifas astronómicas en las beatificaciones o viajes papales que desbordan cualquier expectativa. Me resultan triviales las iniciativas de reclamar la factura o el beso colectivo. Al fin y al cabo, son cortinas de humo que desvían la mirada de un problema más profundo y que la Iglesia se niega a reconocer.
Dicen que la Iglesia es testigo de Dios en la Tierra, pero…
¿De qué Dios?
¿De qué Tierra?
¿Testigo del pasado, del presente o del futuro?
¿Testigo de los hombres o solo de algunos hombres?
¿La Tierra del consuelo en la desesperanza o de la búsqueda más allá de la verdad consagrada?
¿La Tierra de la negación o del compromiso?
¿Testigos de la libertad que esclaviza o de la verdad sin condiciones?
Demasiadas preguntas para ser resueltas con un dicasterio.
La secularización en Europa es un hecho como tantos otros que demuestran el momento crítico que atravesamos y que, probablemente, acabe en una creación destructiva en esa incesante búsqueda que es nuestro devenir. Pero no sólo es la catarsis de caducos modelos económicos, la evolución de viejas creencias políticas o la luz que debe surgir al final del túnel espiritual que atravesamos. La Iglesia, tal como la conocemos, también es parte de ese mundo que se desmorona a nuestro alrededor. La duda reside en su voluntad de acompañarnos sin condiciones en larga marcha o en su ofuscada insistencia en convertirse en el último baluarte de resistencia de algo que, aunque nos neguemos a admitirlo, hace ya tiempo que ha pasado a mejor vida y no ha conseguido encontrar su sitio a la derecha de Dios Padre porque, simplemente, fue otra etapa más en la búsqueda.
Entre nosotros…Benedicto XVI es un hombre, ni peor, ni mejor, solamente un hombre y, por eso, estoy seguro que comparte conmigo todas estas dudas y, quizás, las sobrelleve peor de lo que yo lo hago. Por eso hay que ofrecer la mano a esta Iglesia. Si lo hacemos, es probable que retraiga esa mano que ahora tiende y consigamos sacarla del mar de dudas que la ahoga.
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7 comentarios:
Hola José Luis:
Me gusta el planteamiento y no ve ninguna polémica en lo que comentas.
Yo en su día hable de ello en Soul India http://www.tripntale.com/journal/992/408/preguntas-que-no-s-responder
de forma general, y no exclusivamente de la iglesia católica.
Un abrazo
Hola José Luis no creo que en tu post estés polemizando ni faltando el respeto en ningún modo. Tu planteamieno y tu derecho de tener otra visión es lícita y correcta. No voy a ser yo la que te saque de las objeciones que planteas porque no soy la persona idónea.
Solo quiero añadir algo de lo que he confirmado por mi misma y es que la iglesia etá formada por todos los creyentes que son lo que la hacen posible. Y no me refiero solo a la católica sino a las cristianas en general. Y está claro que entre todos hacemos posible los pecados en la que se ve envuelta y la cris le ha llegado a ella también por esta misma razón.
Pero no dejo de fijarme y me descubro ante esas miles de personas que cubren las carencias y obligaciones de los gobiernos en muchos países del tercer mundo en materia de educación, salud, alimentación, y no hay que ir lejos en España, aquí también Cáritas atendió 800 mil personas a lo largo de esta año entre parados y personas que no pueden pagar sus hipotecas ni colegios de los niños.
Tengo una hija economista que dejó un brillante porvenir en un Banco para dedicarse a trabajar por los más desfavorecidos a través de una ONG. y como ella conozco muchísimas personas que trabajan dando su tiempo y su vida gratis para hacer de este mundo un lugar habitable. Y lo hacen porque creen en algo más que el poder y el dinero. Pero ese poder y la ambición anidan en muchos corazones aunque formen parte de esta Iglesia.
Espero no haber sido demasiado pesada con mi comentario
Un abrazo y buena semana
Hola Jose Luis:
Magnífica reflexión que deja muchas preguntas a responder según convenga.
Yo suelo ser muy crítico con la Iglesia, cada vez más, pero si que pienso que no ha sabido evolucionar. Creo que esta y otras religiones tienen un mensaje muy humano que enlaza con la espiritualidad del ser humano, que sí me parece importante y que nada tiene que ver con el "más allá" y la "vida eterna" que nos prometen todas. Y en vez de evolucionar se ha quedado en los oropeles y el poder. Y así les va: se están quedando sin clientela.
Un abrazo.
Me agrada tu coraje en abordar este asunto. Sin embargo, en tanto que obra de humanos, no concluyo juicios sobre Dios como consecuencia. Me quedo con lo que señala Katy, y es esa parte que ella destaca de la obra del hombre que solo interpreto a la luz de la creencia en un Diós que viaja en el tiempo humano a hombros de la Iglesia.
Un abrazo
Fernando
He visto el enlace, efectivamente estamos en línea.
Cuiodate
Katy & Jose Manuel
Estoy de cauerdo con vosotros.
Katy yo también he tenido oportunidad de conocer a muchas decenas de personas que están en primera línea en Africa y America Latina, muchos de ellos religiosos. Pero creo que esa es "otra Iglesia", yo la llamaría LA IGLESIA DEL HOMBRE.
Cuidaros
Javier
Creo que la Iglesia es fundamentalmente humana y por ello, como organización, comparte defectos y virtudes de otras muchas, la diferencia es que ejemplariza.
Cuidate
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