martes, 27 de septiembre de 2011

¡ES LA ECONOMÍA IMBECIL!


¡Es la economía imbécil! Así de rápido y sencillo le explicó Bill Clinton a G. Bush padre por qué y cómo iba a ganar las elecciones presidenciales . Lapidaria y expresiva, soberbia pero no menos cierta, por ello aún la recordamos con un regusto acido. El ciudadano votante puede ser sensible a muchas cosas, pero, al final, su situación económica es lo que realmente pesa a la hora de depositar su papeleta. Evidentemente, los políticos se empeñan, una y otra vez, en demostrarnos que la política es lo que mueve el mundo, pero nada más lejos de la realidad. Hoy por hoy, la política es esa ilusión de control que permite apaciguar a aquellos que apenas cuentan algo en este extraño mundo que nos ha tocado vivir.
La Gran Recesión o como quiera que llamemos a estos tiempos, comenzó adoptando la forma de crisis financiera cuando en realidad era una vuelta de tuerca excesiva por parte de Los Otros que, sin embargo, pronto controlaron convirtiéndola primero en crisis económica global para acabar derivando en una crisis política declarada. Pero, por si esto fuera poco, resucitaron la vieja figura de la Mano Invisible en forma de Mercados, convirtiéndola en juez apocalíptico que descendía de los cielos para ajustar las cuentas a gobiernos, ciudadanos y países díscolos que se habían atrevido a consagrar la excelencia de la prosperidad global. Los Mercados constituyen un mundo paralelo, pero no por ello menos real. Un mundo aparentemente abierto, pero inteligentemente estratificado de forma tal que resulte prácticamente imposible vislumbrar a quien se encuentra en la cumbre. Los “tiburones financieros” constituyen la última frontera visible. Tras ellos, oscuridad y anonimato.
No estamos pagando los excesos de Los Otros, rara vez cometen errores. Expiamos los pecados de la pléyade de banqueros, políticos y gentes convenientemente acomodadas que se creyeron dueños de su propio destino. Todos somos conscientes de lo que nos espera aunque no seamos capaces de adivinar cómo se manifestará. Ya no hablamos de movimientos cíclicos, apalancamientos y resurrecciones. La realidad nos ha superado. Sabemos que algún día la tormenta amainará porque siempre lo ha hecho, hasta en tiempos de Noé. Pero, mientras tanto, Los Otros han encontrado la virtud en el caos. Ellos también son conscientes de que algún día volverá a brillar el sol, pero no pueden por ello dejar de ser un poco más poderosos. La primera apuesta está hecha. Esta vez no es una moneda nacional. Se trata de todo un continente que, por suerte o por desgracia, siempre ha sido el laboratorio del futuro. No es ni Grecia, ni Portugal, Italia o España, los Alpes ni los Apeninos. Una vez más, dejan que alemanes y franceses se crean los dueños de la taberna, cuando, en realidad, no pasan de melodramáticos actores de tercera. La apuesta es arriesgada, pero qué sería del mundo de Los Otros sin riesgo.
Son conscientes de que el envite puede volver a descontrolarse. Dudan que la reacción se manifieste en forma de ausencia total de inteligencia. Europa ha cubierto su cupo de conflictos generales al menos hasta el próximo siglo. Quizás puedan producirse movimientos sociales radicalizados que deriven en amagos revolucionarios, pero nunca llegarán a los excesos del pasado. Los ricos no son tan ricos, pero los pobres del pasado ya han probado la droga de la prosperidad y eso es algo que no se olvida. En definitiva, es un riesgo controlado y, en consecuencia, asumible por lo que difícilmente habrá marcha atrás.
¡Es el ultra capitalismo financiero, imbécil!

lunes, 26 de septiembre de 2011

QUEREMOS SALIR EN LA FOTO


Fernando Abril Martorell, el gran valido de Suarez y Enrique Fuertes Quintana, el economista de la Transición, compartieron mesa y mantel en los consejos del primer gobierno de la democracia tras las elecciones del 15- J de 1977. Sin embargo, no puede decirse que fueran amigos, ni tan siquiera conocidos, más bien se odiaban entrañable y fraternalmente. Sin embargo, ambos hicieron posible una estrategia que permitió despegar a España de la situación de crisis económica que vivía desde 1973, el año que Carrero Blanco se fue a los cielos.
Abril Martorell fue el hombre pragmático, mientras que Fuertes Quintana dotó de contenidos al acuerdo que acabaría conociéndose como Los Pactos de la Moncloa, firmados por todos los partidos políticos el 25 de octubre y ratificados por el Parlamento cinco días después.
Fuertes Quintana eludió los malabarismos y fue directo al asunto: austeridad monetaria, reducción del déficit, devaluación de la peseta, control ante la evasión de capitales, reducciones salariales y despido libre con un límite del 5% de las plantillas. Estas medidas se acompañaban del correspondiente bálsamo sindical al plantearse una reforma fiscal que incidiría sobre las rentas más altas, así como la liberalización de las cajas y la materialización del estatuto de los Trabajadores. La clase empresarial y “el club de los siete” nunca se lo perdonaron y pronto se lo harían pagar.
Abril Martorell no estaba interesado en el contenido del documento, su preocupación era devolver credibilidad al país frente a los mercados internacionales. Perseguía escenificar la unión de todos los partidos en una tarea y un sacrificio común que haría desaparecer el fantasma de la incertidumbre y la suspensión de pagos. Lo logró y hubo luces y taquígrafos que dejaron constancia del hecho.
Los efectos de esta extraña “Compañía Audaz”, protagonizada por el teórico y el pragmático, no tardaron en llegar. Un año después, la inflación se reducía prácticamente un 50%, el déficit se equilibraba, la conflictividad laboral amainaba y se percibía una reactivación generalizada.
Los Pactos de la Moncloa fueron en lo económico lo que la Constitución fue en lo político en un momento en el que se necesitaba todo menos partidismos y estrategias centrifugas. No podemos olvidar algunos borrones en la redacción de la historia como es el caso de la liberalización de las cajas, medida buena en sí misma, pero que encerraba el huevo de la serpiente que acabó por eclosionar en 2010: el acceso de los partidos al gobierno de las cajas. Pero, en términos generales, los Pactos fueron el antídoto que el país necesitaba en una situación de miedo y parálisis.
Sería ingenuo suponer que unos nuevos Pactos acabarían con nuestra deplorable situación de la noche a la mañana por arte de birlibirloque. Nos debemos a los factores exógenos, a esa indecisa Europa que cabalga sobre el filo de la navaja, a los entrañables primos del otro lado de la mar océano, geniales genéticamente, pero frustrantemente manirrotos en sus previsiones y a otras muchas cosas más que deben cambiar profunda y definitivamente. Pero, al menos, seamos responsables con aquello que nos afecta y, de paso, quizás podamos abrir una vía de ejemplo para otros que, como nosotros, apenas ya si ven qué ocurre a dos metros.
No sabemos lo que ocurrirá el 20 de noviembre aunque algunos ya hayan encargado el convite. Pero tanto el señor Rubalcaba como Rajoy harían bien en buscarse a sus Martorell y Quintanas por si fuera el caso. Hemos perdido cuatro largos años contemplando la ruindad de la política. Asistimos indefensos al insulto, la descalificación y el oportunismo más descarnado. No pedimos mártires, victimas ni culpables. Sólo aspiramos a ejercer nuestro derecho al voto sobre personas responsables, dispuestas al consenso y el sacrificio. Queremos salir en la foto. Todos debemos estar en esa foto.

viernes, 23 de septiembre de 2011

ADIOS SEÑOR PRESIDENTE


La ausencia de perspectiva histórica siempre es una buena excusa para mitigar la ausencia de memoria, pero en el caso de España, se está convirtiendo en una peligrosa adicción.
Quizás no lo recordemos, pero ya han pasado casi cuarenta largos años desde que el ínclito general nos dejó para precipitarse en los infiernos. Cuarenta años en los que hemos vivido al filo del mañana, asimilando acontecimientos a una velocidad nunca antes conocida en nuestra historia: el FRAP, ETA, el misterio de Adolfo Suarez, Rumasa, Banca Catalana, la gran huelga del 14-D. Conde, de la Rosa, los primos, Mariano Rubio, Roldan, los escándalos paradisiacos del BBV, la tiranía de Botín, Villalonga, Filesa…la lista sería interminable, pero, pese a todo y a todos, aquí estamos. Cuarenta años que serán recordados como una de las etapas más increíbles de la historia que ha colocado a este país entre los diez más prósperos del mundo.
Ayer se despedía oficiosamente un presidente. Quizás el último presidente de esta etapa que se inició hace ya casi cuarenta años. No sabemos cómo será el futuro que nos aguarda como tampoco sabemos cómo será recordado este presidente aunque, casi con toda seguridad, no llegará a la altura de los que le precedieron. No deja de ser un drama personal aunque mayor aún es el que le está reservado a Mariano Rajoy, incluso si gana, por fin, los próximos comicios. Ambos han vivido en el Tiempo de los Cobardes. De hecho, ambos decidieron renunciar al Tiempo de los Valientes continuando esa endémica estrategia de paralizar las reformas cuando el viento sopla a favor, recurriendo a ellas de mala gana cuando el hambre aprieta y las necesidades son otras.
El señor Zapatero ya es pasado reciente mientras que el señor Rajoy es pasado inminente. No sabemos si el inicio de la nueva senda llegará desde la derecha, la izquierda o el centro, pero que habrá de llegar es la única certidumbre en este océano de incertidumbres. Tampoco sabemos si nuestro camino será genuinamente europeo o recibirá un topónimo más global aunque las dudas sobre la capacidad recreativa del Viejo Continente son cada vez más fundadas. El siempre ingenioso Ortega y Gasset dijo hace ya un siglo que “España es el problema, Europa la solución”. Como casi siempre, no andaba descaminado y Europa acabó siendo el revulsivo que necesitábamos. Pero ahora “Europa es el problema, España la solución”.
No podemos, ni debemos esperar el diktat europeo. Europa necesita también una profunda reforma. Un renacimiento que no puede ser impuesto ni por el Norte, ni el Centro, sino que, muy al contrario, debiera surgir de una aportación plural como corresponde a la diversidad que este continente acumula. Pero antes de que todo eso sea posible, debemos poner en orden nuestras respectivas casas, alteradas, quebradas y confundidas, una vez más, por las veleidades del primo de más allá el océano. Confundir los problemas de Grecia con las necesidades de Alemania, la aplastante lógica sueca con la no menos evidencia portuguesa o la grandeur francesa con la eminencia italiana nos acabará llevando a un callejón de difícil salida. Nosotros, los europeos, que creíamos que, por fin, habíamos llegado al final del camino, nos despertamos empezando a ser conscientes de que esto no ha hecho más que empezar.
Señor presidente, no envidio su mañana aunque tampoco le compadezco. Vivirá holgadamente con sus ingresos vitalicios y los cargos que aún le esperan. Pero, cuando cada noche se mire a un espejo, apenas si se reconocerá. Estoy seguro de su renuencia a convertirse en un jarrón chino, así como su negativa a la soberbia y el despecho y ello le honrará. Pero, aún así, no envidió todo aquello que le pasará por la cabeza de aquí a dos meses y que, no lo dude, le acompañará el resto de su vida. Quizás algún descerebrado diría aquello de “para eso se le paga”. Yo le diría simplemente que ese es el precio que deben pagar quienes huyen del fuego:perderse en el hielo.

martes, 20 de septiembre de 2011

GILIPUERTAS VIRTUALES


La creatividad se caracteriza, entre otras cosas, por tres notas distintivas: universalidad, utilidad y humanidad.
Es universal en tanto en cuanto todos estamos capacitados para desarrollar ideas y actos creativos.
Es útil en tanto en cuanto toda idea creativa debe generar utilidad y supuestamente contribuir al bien común.
Finalmente es humana en tanto en cuanto es un acto inteligente.
Pues bien, el caso que presento hoy es un ejemplo de creatividad virtual al servicio de golfos y maleantes. Reúne las tres características citadas aunque en lo que a su utilidad se refiere, no contribuya en exceso al bien común. Es posible que muchos de los lectores ya conozcan el “acto creativo” puesto que deambula por el mundo virtual de la mensajería hace ya un tiempo, pero no deja de tener su gracia, excepto para aquellos inocentes, no tan inocentes, que hayan decidido embarcarse en tan gran negocio.
A continuación, reproduzco literalmente el correo remitido por el tal Emmanuel Egobiawa…


Estimado amigo José Luis,

Soy Emmanuel Egobiawa, un abogado en derecho y abogado personal para fines Ingeniero S. Montero, un ciudadano de su país que por desgracia murió con su esposa y su único hijo en un accidente de coche espantoso en el día 13 de diciembre de 2008, fue expatriado en consultor petrolero en el campo de los aspectos de ingeniería y un contratista del gobierno aquí en Lomé. Deseo llamar su atención para informarle que Engr tarde. S. Montero antes de su muerte dejó a la suma de dieciocho millones de dólares (EE.UU. $ 18,000.000, 00) sólo en su cuenta bancaria que quiero poner en su atención ahora. Él murió sin dejar ninguno de sus familiares la información a mí oa cualquier otra persona y tengo mis mejores tratar de localizar a sus parientes o familiares, incluso en la embajada de su país, pero sin ningún éxito. Ahora bien, como su abogado personal y por la ley y el orden, el banco me pedirá que proporcione a sus familiares o parientes más cercanos a este hombre para que el fondo / el dinero se traslado a su familia que no tienen.

Así que debido a la situación de estas magnitud y tipo de lo que ningún miembro de la familia ampliada o de familiares como (familiares hermano, hermana, tío o familiar), que ahora buscan y piden su consentimiento, permiso y ayuda para presentar al banco como uno de sus miembros de la familia o pariente más cercano ya que teniendo y responde al nombre de una misma familia (Montero) con él, por lo que el banco va a transferir este dinero / fondos en su cuenta bancaria en su país. Después de recibir este fondo / dinero en su cuenta, voy a venir a su país para el intercambio y con fines de inversión, que me quieren llevar a cabo en su país. Pero esto no se puede lograr sin un socio extranjero como a ayudar a mí llevar a cabo esta operación, y que es por eso que estoy en contacto con usted hoy en día para que me ayude en este tema. Tengo la información y los documentos necesarios que nos ayudará a que sea un éxito.

Así que mi querido amigo, si usted está interesado y dispuesto a trabajar conmigo en esta propuesta de negocio, entonces para volver a mí de inmediato para obtener más información aclaratoria. Más detalles de esta transacción será dado a conocer tan pronto como recibamos su respuesta indicando su interés.

Muchas gracias por la comprensión como i esperar a su positiva respuesta a esta propuesta.

Saludos cordiales,
Sigo siendo su amigo,
Abogado Emmanuel Egobiawa
Abogado Principal,
CDF, LLM. BL (Procurador en Derecho)
Egobiawa y la Cámara de Asociado.
Dirección de correo electrónico alternativa:
lawyeremmanuel2011@gmail.com

Hasta aquí la propuesta de negocio redondo. Pero el espíritu creativo del que suscribe le empujó a contestar al tal Egobiawa en los siguientes términos:

Estimado señor amigo del alma Emmanuel Egobiawa

Ante todo, agradecerle sus sinceras palabras desde ese lugar tan lejano. Antes que nada, me gustaría hacerle una pregunta un tanto indiscreta, pero entre amigos hay confianza: ¿Es usted pariente de Emmanuel? Verá es que yo conocí a una tal Emmanuel en mis años jóvenes, en concreto en un cine de Biarritz – Francia mientras me trasegaba un bocadillo de chorizo con alcaparras. De ser así, no quisiera ofenderle, pero tiene usted una parienta un tanto guarrilla, ya sabe, de esas que hacen cosas raritas aunque qué quiere que le diga, a mi me animo el día y el bocata.
Pero, en fin, vamos a cosas serias que ya veo que usted es abogado y además principal…lo de CDF,LLM, BL pues no pillo, me imagino que serán los apellidos de su señora madre, tía abuela de la Emmanuel supongo, ¡anda qué cruz! Bueno, a lo que íbamos… Me gustaría contarle mi caso, más bien mi desgracia aunque si prefiere podemos llamarla “necesidad”. Perdone mi osadía, pero como usted afirma que sigue siendo mi amigo…
Verá, tengo una prima como usted tiene a la Emmanuel aunque la mía ni es tan guapa, ni hace cosas tan raras, pero, ya sabe, cada uno tiene su calvario en esta vida y el mío es Florinda que es así como se llama la susodicha aunque en el pueblo todos la conozcan como Mataburros, alias inmerecido porque la pobre, aunque es cierto que ha enviudado catorce veces, no ha tenido ni arte, ni parte, salvo en el caso de Nicasio, su último marido que la diño de indigestión después de trasegarse ocho platos soperos de callos con garbanzos, pero es que mire, los callos y las mollejas con tropezones es que los borda la muy canalla. Pero, bueno, como le decía, la pobre Florinda o Mataburros, como prefiera, lejos de vivir en la abundancia, se encuentra en una situación más que dramática, no le digo más que, desde hace un tiempo, la llaman “La Dama de las Camelias”, figúrese usted. Dinero lo que se dice dinero, le sale por las orejas y los sobacos, pero el problema es que no puede disponer del mismo. Tiene catorce herencias pendientes de hacerse efectivas, ya ve usted y todo por un detallito de nada y es que le piden que demuestre que dispone de un tutor que administre sus bienes. No le he dicho que la Mataburros es un…como le diría…corta de inteligencias y pensamientos aunque, como ya le digo, los callos y las mollejas las borda, pero fíjese si lo suyo tiene delito que les echa Chanel a las gallinas para que los huevos hagan mejor la tortilla francesa. Bueno a lo que íbamos…que se me ocurría a mi que usted podría hacer de tutor de la Florinda porque figura tiene, abogado principal y CDF,LLM,BL y no se qué más, vamos que ni el caballo de Espartero y mire que tenía. De los detalles ni se preocupe porque me he de recordado que mi tío abuelo, padre de la Florinda, tenía un bisabuelo que era de Regulares por donde los moros y de allí a la suya casa pues hay un paso por lo que se dice que fue de excursión un domingo de asueto por allí por Togo y se encontró con la suya bisabuela y, pues ya sabe… Concretando le propongo que se venga para acá y arreglamos el tema, ya le veo de tutor comiendo callos y mollejas tan ricamente y administrando los dineros que son muchos, eso sí, cuando esto ocurra, no se olvide de hacerme a mi tutor del tutor, ya sabe, por si acaso las cosas, vamos los callos con garbanzos. Eso sí, como hay confianza, le pido me envié unas perrillas de anticipo para gastos varios, ya sabe, calculo que con un milloncete de euros ya valdría para ir tirando. Piénselo bien que estos negocios se presentan una vez en la vida y además entre amigos la palabra basta. Para terminar le pediría un favorcillo, cosa de nada, verá… si pudiese traerse para acá a su prima la Emmanuel pues le estaría agradecido porque ando yo necesitado también de una tutora.
Se despide de usted el que sigue siendo su amigo.

sábado, 17 de septiembre de 2011

NH o como no aprovechar las oportunidades


La cadena hotelera NH protagonizó una auténtica revolución en el modelo de la hostelería de este país cuando su fundador Antonio Catalán decidió “innovar” la concepción de los hoteles en España. Desde entonces ha llovido mucho, demasiado para esta cadena hotelera. Catalán abandonó NH en 1997 por discrepancias con los administradores del grupo y decidió emprender una nueva aventura con los hoteles AC. Desde entonces, NH ha perdido el rumbo en lo que a innovación se refiere y, de paso, ha conseguido convertir su lema “cuestión de detalle” en una pregunta que debiera hacerse con urgencia.
Pero todo lo anterior, no significa que la cadena no haya crecido. Hoy en día, es una de las principales cadenas del país y cuenta con más de cuatrocientos establecimientos repartidos por veinticuatro países. Pero, como decía el otro, el dinero no lo es todo, ni otorga la felicidad eterna aunque quizás a sus accionistas, entre los que se encuentra el inevitable Amancio Ortega, les parezca justamente lo contrario.
Hoy en día, los hoteles NH se han convertido en establecimientos anodinos, necesitados de una seria restauración muchos de ellos, decorados con un gusto más que discutible y bandera de una homogeneidad que, en su día, tuvo sentido, pero que, en la actualidad, se ha convertido en su peor enemigo. Visto uno, vistos todos.
Mi última visita a uno de los establecimientos de la cadena es reciente. En concreto, me aloje en el NH Abascal de Madrid, uno de los “hoteles de colección” según reza en su “book”. Ciertamente el edificio, una antigua embajada, tenía sus posibles, pero han acabado convirtiéndose en imposibles. El lobby es justo lo que no debe ser un lobby, triste, oscuro, agobiante y simplemente vulgar y de mal gusto. Tuve la oportunidad de alojarme en una de sus habitaciones “premium”, según me dijeron, la mejor del establecimiento. Nada más abrir la puerta me encontré con el espacio de trabajo, es decir una mesa y tres sillas de baratillo, combinadas con unas baldas vacías, salvo una especie de jarrón forrado en imitación a cuero de esos que a uno le regalan por su boda unos parientes lejanos de la Patagonia. El dormitorio propiamente dicho no tenía desperdicio… La cama, pequeña y cubierta con una colcha oscura de más que dudoso gusto que ocultaba un colchón necesitado de una jubilación urgente como pude comprobar en mis propias carnes. Una mesita desconchada, dos sofás de color indefinible, pero tirando a sobado, más propios de un hotel de pitufos. Una televisión microscópica y dos cuadros de esos de conveniencia, pero difícilmente superables en su pésimo gusto. Pero, ¡ay amigo!, lo mejor estaba por llegar, unas cortinas de rayitas blancas y amarillentas de esas de cocinita de doña Paquita y, para completar el lote, un sistema de climatización rácano a la hora de apaciguar las inclemencias del verano madrileño. Todo a un módico precio que no voy a precisar para no herir la sensibilidad de los lectores, pero estén seguros de que no bajaba de los doscientos napoleones. Visto uno, vistos todos.
Tengo la absoluta certeza de que la gerencia de la cadena está firmemente convencida del espíritu innovador que los alienta. Pero, sinceramente, innovar, aunque sea incrementalmente, es algo más que abundar en campañas y frasecitas más o menos ingeniosas intentando mostrar un espíritu desenfadado y cool. Es algo más que repartir tarjetas magnéticas coloristas y disfrazar al personal de recepción con unas casacas negras que, más pronto que tarde, dejan ver brillos. No lo duden, tienen muchas posibilidades, pero ni tan siquiera han empezado a explorarlas.
Ahora bien, si lo suyo es ocupar el mayor número de camas posibles con el mayor beneficio posible sin importar demasiado el estado de sus instalaciones, persiguiendo un cliente muy definido “de paso” y sin demasiadas expectativas. Entonces, ustedes perdonen y retiro todo lo dicho hasta ahora. Lo están haciendo de diez y medio.
Sin embargo, en su negocio, todo, hasta la tacita del desayuno, es "cuestión de detalle".

lunes, 12 de septiembre de 2011

TIEMPO DE COBARDES


La impotencia es el refugio de los cobardes.
Desde los inicios de la Gran Turbulencia, muchos han sido los que no han podido resistirse a la comparación con La Gran Depresión. Sin embargo, pocos han sido los que han ido más allá de las causas específicas o puramente anecdóticas. Pero, aun han sido menos los que han hurgado en las reacciones más allá del carisma rusveliano o el sentido común keynesiano. Sin embargo, la respuesta generalizada a la hecatombe económica que estalló en 1929 es perfectamente visible a poco que uno se esfuerce: cobardía.
Cobardía concentrada en los aparatos de poder decisivos. Cobardía política a uno y otro lado del océano, pero aún más acentuada en las esferas financieras. Desde el gobernador del Banco de Inglaterra, el oscuro y enigmático Montagu Norman, a su homónimo francés Èmile Moreau, xenófobo y ridículamente puntilloso, pasando por Benjamin Strong, presidente de la FED de Nueva York, un juguete roto oculto tras la mascara del enérgico ejecutivo y terminando por el no menos tragicómico Hjalmar Schatch, presidente del Reichbank germano, quizás el más brillante del cuarteto, pero también el más rígido e inflexible. Estos cuatro Señores de las Finanzas, como les llama Liaquat Ahamed cuyo libro del mismo título no me cansaré de recomendar, encarnaron en gran medida la cobardía que acabó conduciendo al mundo a algo más que una turbulencia cíclica.
Comparar la Gran Depresión de los años treinta del pasado siglo con la Gran Recesión actual no pasa de ser un ejercicio de empirismo ingenuo, al menos en lo que a cronología factual y reactiva se refiere. Sin embargo, existe un paralelismo cierto y evidente: cobardía. No podía ser de otro modo o , mejor dicho, sólo existía una posibilidad entre mil de que ocurriera lo contrario, un auténtico cisne negro. La Gran Depresión fue el primer tono de aviso para el fin de un modelo que necesito de un epilogo adicional protagonizado por la ausencia generalizada de inteligencia en que se convirtió la Segunda Guerra Mundial. En definitiva, la burbuja inmobiliaria de Florida, la locura del Jueves Negro, las instantáneas de Dorothea Lange, los tambores y fanfarrias de los camisas pardas o las parodias trágicas de Charlot no ocultaban otra cosa que un fenómeno tan natural como las mareas: cambio, muerte y nacimiento.
Aunque pueda parecer una contradicción para una especie de éxito, los humanos presentamos una tolerancia prácticamente inexistente en lo que al cambio se refiere. El cambio está siempre asociado a la incertidumbre ante lo desconocido. Proclamamos amar con delirio el progreso, pero rara es la ocasión en que no reaccionamos con hostilidad o al menos indiferencia ante una exigencia de cambio. Cuando éste ya se ha producido y consolidado, las adhesiones al nuevo estado de las cosas llegan por millones, mientras los políticos ensalzan las virtudes del sacrificio que nos ha permitido conseguirlo, cuando, en realidad, ha sido la fuerza de los hechos la que nos ha arrastrado a ese nuevo horizonte del que permanentemente renegábamos.
Roubini se ha convertido en el gran profeta de lo específico, pero, de partida, nos encontramos con un error de definición: esto no es una recesión, sino un cambio de modelo en toda regla. Un fenómeno que se inicio hace ya veinte años y que no pocos han anunciado. Este no es el final del modelo anterior, pero sí la confirmación cierta de su pronta defunción. Las agonías de los modelos son lentas y dolorosas, pero la resistencia fundada en el miedo las hace aún más dramáticas para quienes las viven refugiados en la falsa seguridad de la impotencia. Protagonizar la agonía no exime de dolor, pero éste se convierte en sacrificio que se recompensa con el éxito. Vivir la agonía significa protagonizar el dolor, la resistencia suicida del cobarde.
Lo que está por llegar no será ni peor, ni mejor, simplemente distinto. Los nuevos modelos no son buenos en sí mismos. Nacen con la impronta de la inocencia que, tarde o temprano convertiremos en virtud para devenir en pasiva seguridad que acabará engendrando su momento final. No seremos más felices, ni más libres o más opulentos, simplemente seremos diferentes. Finalmente llegaremos a ese punto. Pero lo que ahora está en juego es cómo queremos llegar a ese momento. No existen optimistas o pesimistas mal informados. Tan sólo cobardes acomodados o valientes inspirados en el sacrificio.
Hoy por hoy, vivimos tiempos de cobardes. Cuando el destino nos alcance, ojala que podamos mirar hacia atrás con orgullo en lugar de confusión.
Imagen : Dorothea Lange

martes, 6 de septiembre de 2011

RICOS, PERO MENOS


Más allá de composiciones ingenuas y arquetipos, los llamados “ricos” siempre han sido gentes reconocidas y respetadas en países como Francia, Alemania, Austria o Inglaterra. No se puede decir lo mismo de España, incluso olvidando los viejos tópicos que nos hablan de la envidia y tradicional inquina hacia el éxito ajeno.
Los ricos de este país fueron durante demasiados siglos motor de estancamiento económico, parálisis social y pobreza cultural. Con la llegada de la industrialización, las aventuras empresariales generaron una incipiente burguesía acaudalada sin apenas futuro. Las llamadas hordas rojas los metieron en el mismo saco de “los ricos de toda la vida” y, poco después, acabaron convirtiéndose en ecléctico soporte de un régimen tragicómico, pero no por ello menos cruel. La llegada de la ansiada democracia trajo consigo una pléyade de oportunistas, especuladores, truhanes y maleantes, salpimentados por contadas excepciones de gentes emprendedoras, capaces y honradas. Pero, en términos generales, el nuevo rico español se caracteriza por su individualismo, baja tolerancia al riesgo, visión nuclear de los escenarios de futuro, fuerte ausencia de solidaridad, erradicación de españolidad y un más que dudoso gusto en el plano sociocultural. En definitiva, los ricos no son bien vistos en España y razones no faltan.
Sin embargo, pese a estos infortunados antecedentes, la candente polémica en torno al aumento de la presión fiscal sobre los más pudientes de este país, no deja de ser pura demagogia a la vista de los hechos.
De partida, los ricos no son ni muchos, ni pocos, sino más bien menos, como no podría ser de otra forma. Dios ama a los pobres, por eso creó tantos. De muestra un botón. Dieter Lehmkuhl, un psiquiatra retirado, es uno de los impulsores del denominado movimiento Ricos por una Tasa para los Ricos en Alemania. Su propuesta es sencilla: aquellos alemanes cuyo patrimonio supere el medio millón de euros debieran pagar un 10% más de impuestos durante dos años. El resultado sería la inyección de más de 110.000 millones de euros a las cuentas públicas. Esta propuesta no tendría futuro alguno en España, un país en el que se aplauden las habilidades defraudadoras al más puro estilo Rinconete y Cortadillo; un país en el que es difícil imaginar al torvo y mal encarado Botín aceptar de buen grado tal sugerencia sobre su patrimonio de 1.050 millones de euros, cantidad por otro lado ridícula y que hace aguas por todos los lados. Pero el argumento definitivo es la exigua cantidad de paganos que podríamos encontrar. Para ser más exactos, 6.800 son los afortunados con ingresos superiores a 500.000 euros, un ridículo 0, 38% de los contribuyentes. En definitiva, hablar de elevar la tarifa a las rentas más altas no llevaría a ninguna parte. Más bien es un anzuelo que el candidato socialista lanza en aguas turbulentas a la espera de que unos miles de incautos votantes decidan tragárselo. Elevar la tributación a los más pudientes es uno más de los gestos que este país necesita, pero, en forma alguna, puede venderse como una de las soluciones mágicas, aprovechando además para que algunos lo interpreten como una oportunidad de vendetta social. Este país tendrá que afrontar tarde o temprano sacrificios de una envergadura, no diría desconocida, pero sí, al menos, casi olvidada. Tras la indignación, la protesta y la calle, acabará imponiéndose la necesidad de la austeridad y el sacrificio. Cuando esto ocurra, el 98% de los ciudadanos que ganan menos de 100.000 euros anuales necesitarán sentirse acompañados y justificados. Pero una modificación al alza de las cotizaciones no debiera bastar. Es necesario reajustar también los canales tradicionales de escape que los ricos de este país utilizan con excesiva frecuencia, fundamentalmente las SICAV, aún a riesgo de ver como muchos de ellos migran hacia formulas más rentables más allá de los Pirineos. La deslocalización industrial era un riesgo que acabo convirtiéndose en coartada, no hagamos lo mismo en esta ocasión. Un país sólo se construye con los mejores. Pues bien, veamos quiénes son y no temamos perder en el esfuerzo a unos cuantos apátridas que, de paso, facilitarían la necesaria reforma del sistema financiero español, auténtica manu militari de las grandes fortunas de este país que tienen cogidos por sus partes a partidos y sindicatos como si del Teatrillo de Don Vicente se tratara.
Si queda alguna duda al respecto, hay una prueba de fuego sencilla de realizar. Cojan papel y lápiz y respondan a estas dos cuestiones:
1. ¿Qué han hecho los ricos por este país?
2. ¿Qué no han querido hacer los ricos por este país?

sábado, 3 de septiembre de 2011

DERECHOS



Este país se ha convertido en el paraíso de los derechos, desarrollados a la sombra de la especulación generalizada o más bien, consentidos como adormidera frente al negocio fácil de las entidades financieras, acompañadas de una pléyade de buscavidas oportunistas.
Después del sueño llega la tormenta y aunque la estrategia se adivina clara y precisa, pocos son los dispuestos a seguirla. Caminar bajo el diluvio al albur de rayos y vientos huracanados en busca de nuevos horizontes, desprovistos de seguridad y recompensas no es una propuesta atractiva para quienes se han creído con derecho a todo, salvo a tener deberes. Ahora que las concesiones y las delicias del estado del bien – estar se manifiestan imposibles, resulta difícil convencer al perro de que, en realidad, era un chucho.
Hemos desperdiciado una generación que debía haber estado preparada para consolidar nuestros esfuerzos. Los hemos convertido en una horda desorientada que no entiende ni cómo, ni cuándo, ni por qué. Sólo entienden de derechos sin llegar jamás a preguntarse ni cómo, ni cuándo, ni por qué han llegado a disfrutarlos. Nos compadecemos de su futuro sin preguntarnos cómo hemos consentido su presente. Elegimos la senda evidente, sencilla y sin problemas y ahora ellos no entienden de otra cosa que no sean derechos adquiridos, derechos nunca conseguidos, libertades jamás peleadas, regalos del destino.
Nadie habla de retos, desafíos y sacrificios porque nadie sabe cómo hablarles de algo que no sean derechos. Se actúa por decreto y hecho consumado, como no podía ser de otra forma por quienes se sienten impotentes y limitados a sabiendas de que deben su existencia a quienes nos hundieron en la incertidumbre.
A nadie le importó el precio si la vida era buena. Quienes debieran haber guardado nuestro futuro callaron y consintieron ante quienes acometieron el saco de una España adormecida en el éxito efímero.
Aspiramos a la supervivencia.

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