viernes, 9 de enero de 2015

LA CLAVE DEL ÉXITO




Una empresa es un sistema y, como todo sistema, se fundamenta en la interacción de sus partes.
Partiendo de esta afirmación, podríamos decir que una empresa, cuanto mayores sean sus dimensiones, mayor será su complejidad como sistema. Sin embargo, también es una realidad que en todo sistema, la relación entre sus componentes y su influencia mutua es más importante que la cantidad o calidad de los mismos. En una palabra, una empresa percibida como un equipo de trabajo, resulta ser un sistema complejo no por el numero de sus componentes, sino por la naturaleza de los mismos, es decir personas.
Acostumbramos a asociar el término “complejo” con una medida cuantitativa por lo que, aparentemente, un sistema resulta más complejo cuanto mayor sea el número de sus componentes. Un puzle de 10000 piezas siempre resulta más complejo que uno de 100. En consecuencia, una empresa con 5000 trabajadores siempre será más compleja que una formada por 50. Sin embargo, la realidad, una vez más, nos dice que esto no siempre es necesariamente así. Una familia de quince miembros no tiene porque ser más caótica que una de tres. En definitiva, la cantidad influye en la complejidad, pero se trata de una complejidad de detalle por no llamarla simple. La complejidad de un puzle de 10000 piezas reside en el factor tiempo.
Aquello que hace realmente complejo a un sistema es la naturaleza de sus partes. No es lo mismo hablar de un componente estable que siempre se comporta de igual forma, sean cual sean las condiciones ambientales, que de uno dinámico que puede variar continuamente de estado, sin depender incluso de esas mismas condiciones. Esto es lo que hace que sistemas como el atmosférico sean increíblemente complejos. Los elementos se relacionan e interactúan de múltiples formas porque cada uno de ellos puede adoptar distintos estados por lo que las combinaciones resultan múltiples.
En definitiva, la complejidad de un sistema no depende de sus componentes sino de la naturaleza dinámica de los mismos. Un conjunto de personas, organizadas como equipo de trabajo, siempre será un SISTEMA DE COMPLEJIDAD DINÁMICA porque los componentes pueden adoptar distintos estados emocionales y relacionales, influyendo así en el resultado productivo del conjunto.
Cuando hablamos del “potencial de las personas” de una empresa en relación con la generación de valor, estamos hablando del Talento y Conocimiento de las mismas, pero casi siempre olvidamos un tercer y definitivo componente que todo lo decide: el factor emocional. El potencial de generación de valor de las personas no depende tan sólo de sus aptitudes, sino también de sus actitudes y, precisamente, éstas constituyen el factor dinámico que aporta complejidad al conjunto del sistema. Seguramente recordarán aquello de un equipo de fútbol plagado de estrellas pero que no acaba de funcionar como debiera. Grandes dosis de aptitud combinadas con una desastrosa actitud.
Cuando hablamos de talento y descendemos a la realidad de las habilidades y competencias, acostumbramos a recurrir al símil del iceberg para explicar, cuando no justificar, que los resultados son inciertos debido a esa oculta porción de la ecuación que llamamos emociones, sentimientos, capacidades relacionales y muchas cosas más. En otras palabras, está bien contar con un Balance Scorecard, un DSS o un EIS, al igual que es importante tener un buen Plan Estratégico con sus misiones, visiones y objetivos. No está de más contar con un buen sistema de gestión de competencias, procesos de evaluación que detecten gaps o extraordinarios criterios de selección y contratación. Al final, y perdonen la expresión, si la burra no quiere tirar, simplemente no tira aunque habría que preguntarse porque no lo hace, más allá de su cabezonería histriónica.
Su empresa puede parecer un sistema complejo por su naturaleza productiva, las ingobernables leyes del mercado o su mastodóntica o mínima dimensión. Pero, por encima de todo ello, la complejidad reside en las personas.
La primera condición para comprender un sistema complejo consiste en admitir su naturaleza. La segunda no es otra que respetar esa misma naturaleza y, por último, la tercera consiste en elevarla a cualidad.

Vivir con naturalidad la complejidad, esa es la paradoja, pero también la clave del éxito.

3 comentarios:

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Je, je, je.
Esto también huele a callos.
un abrazo.

Caminante dijo...

LOS CALLOS DEL ARTXANDA INSPIRAN!!!!

Fernando López dijo...

Ja ja . Lo estaba releyendo y no había visto vuestros comentarios. Desde luego que fue un día muy inspirador. Un abrazo

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