Dicen que el dinero lo es todo, al menos para la empresa, pero
esta afirmación tampoco deja de ser relativamente cierta. Imaginemos una
organización dotada de grandes recursos financieros, excelente cartera de
productos, buen posicionamiento en el mercado, impecable cuadro de mando.
¿Tenemos asegurado el éxito?
Sinceramente, no.
Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor…
Tres cosas deben estar presentes en una organización: salud,
dinero y amor.
El término “salud” puede tener un sentido polisémico cuando
hablamos de empresas, pero hay uno de ellos que es incuestionable: la salud de
una empresa reside en primera instancia en su capacidad de alinear los recursos
materiales, financieros y, sobre todo, las capacidades humanas para la
consecución de los objetivos fijados.
¿Cómo está su empresa de salud?
Tan malo es reconocer que la alineación no es la correcta como no
poder responder a la pregunta, sobre todo en el capítulo que a las personas se
refiere. ¿De que nos sirve contar con los mejores en términos de talento si no
se encuentra alineado con la generación de valor? Y esta es una pregunta que
los modelos tradicionales de gestión de competencias difícilmente pueden llegar
a responder con total solvencia.
¿Cómo se encuentran las personas de su empresa en relación con el
dinero?
Sí, hablamos de la compensación, aunque más bien de otra compensación. El término de por sí
ya resulta cuando menos ofensivo. Es como si dijéramos: “García, estamos
satisfechos con su trabajo este mes y para compensarle
por los inconvenientes de tener que acudir al trabajo todos los días, aquí
tiene este dinerito”. En cualquier caso, si no se quedan tranquilos, consulten
el significado del término en el diccionario de la RAE.
De acuerdo, aunque hablemos de remuneración en lugar de
compensación, el problema no está resuelto. El objetivo de la empresa, no sólo
debiera ser que las personas hagan bien su trabajo, sino más bien que lo hagan
cada vez mejor utilizando al máximo sus capacidades, es decir competencias para
la generación de valor real; en definitiva léase talento.
Pero si hablamos de “dinerito”, llamémosle compensación,
retribución o como se quiera, hablamos por un lado de la parte que
acostumbramos a llamar paquete de compensación (financiera) total que no es
otra cosa que la suma de sueldo, incentivos si los hay y prestaciones. Pero
también existe otro elemento que entra dentro de la compensación: la
satisfacción de las personas.
El término satisfacción
es similar al de calidad de vida, es
decir, todo el mundo sabe lo que significa aunque no existen dos
interpretaciones iguales. Carlos valora poder disponer de tiempo para ir a
buscar a sus hijos al colegio. María llama calidad de vida a poder asistir a un
concierto y dos o tres exposiciones al mes. Fernando, más prosaico, identifica
la calidad de vida con el apartamentito que posee en la costa. Y suma y sigue.
En la empresa esta polisemia no sólo se repite, sino que resulta
increíblemente difícil de identificar aunque algunos se empeñen en reducirla a
esa formula mágica que llaman “clima laboral”.
En definitiva, podemos actuar sobre el paquete de compensación
total aunque también es cierto que los tiempos que vivimos parecen decir lo
contrario. Pero precisamente por eso, es necesario introducir “talento” en la
gestión de la compensación caminando hacia horizontes de recompensa total que permitan introducir otras variables no
estrictamente monetarias que den respuesta a la diversidad a la hora de
conseguir la satisfacción personal de todas las personas de la organización
garantizando la equidad, la competitividad y, sobre todo, el estímulo para
alcanzar niveles superiores de desempeño.
Y llegamos al amor…
¿Existe amor en su empresa?
Seguramente, la cuestión sugiere otra pregunta: ¿qué quiere decir
amor?
Por supuesto, implica emociones y sentimientos y suponer que en
las organizaciones no hay cabida para ellos es sinónimo de un nivel de
inteligencia nunca superior al mecanismo del sonajero. Las emociones y
sentimientos son elementos primarios en las relaciones de las personas con el
entorno y la empresa no es una excepción. El cerebro primero siente y después
piensa.
¿Qué puede pensar una persona de su empresa si tan sólo la percibe
como un fenómeno contractual? ¿Cómo actuará en términos de desempeño? ¿Se
acogerá en el mejor de los casos al principio de justicia conmutativa?
Estar enamorado de su empresa es sentirse acompañado, respaldado.
No supone amiguismo, sino compañerismo. Implica compartir retos comunes con
responsabilidades asumidas. Supone poder desear lo mejor para el otro sin que
suponga perjuicio propio. Necesita olvidar al otro confundiéndose en uno. Verse
reflejado en las costumbres, principios y valores. En una palabra: sentirse
feliz.
Repetimos la pregunta: ¿Existe amor en su empresa?
Una organización es la reunión de un conjunto de personas que se
coordinan con el fin de conseguir un propósito común encaminado a la
consecución de unos objetivos deseables por todos ellos aunque por razones
distintas. Si se consiguen, habrá salud, dinero y amor.
Pero no olvidemos un pequeño detalle: hablamos de personas y
¿quiénes tienen la responsabilidad de conseguir que esas personas se reúnan, se
coordinen y den lo mejor de sí?
Efectivamente, los responsables de los denominados Recursos
Humanos a los que últimamente se les atribuyen nuevas tareas y retos dentro del
mundo complejo y globalizado, esto y lo otro. Pero, en realidad, su misión
continua siendo la misma: conseguir salud, dinero y amor para la empresa y, en
consecuencia, para las personas.
Quizás el problema se encuentre en abandonar posiciones de gestión
administrativa para asumir el papel auténticamente estratégico que les
corresponde dentro de las organizaciones.
3 comentarios:
Cristina y los Stop: 1967
https://www.youtube.com/watch?v=q6VapvI_uv0
Qué mayores estamos!!!!
Un abrazo.
Lo malo es que no nos tomamos en serio nada., Y las cosas solas no funcionan ni se arreglan.
Un abrazo
Interesante y muy cierto!!
Un abrazo desde Valencia ;)
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