Una empresa es un sistema y, como todo sistema, se fundamenta en
la interacción de sus partes.
Partiendo de esta afirmación, podríamos decir que una empresa,
cuanto mayores sean sus dimensiones, mayor será su complejidad como sistema.
Sin embargo, también es una realidad que en todo sistema, la relación entre sus
componentes y su influencia mutua es más importante que la cantidad o calidad
de los mismos. En una palabra, una empresa percibida como un equipo de trabajo,
resulta ser un sistema complejo no por el numero de sus componentes, sino por
la naturaleza de los mismos, es decir personas.
Acostumbramos a asociar el término “complejo” con una medida
cuantitativa por lo que, aparentemente, un sistema resulta más complejo cuanto
mayor sea el número de sus componentes. Un puzle de 10000 piezas siempre
resulta más complejo que uno de 100. En consecuencia, una empresa con 5000
trabajadores siempre será más compleja que una formada por 50. Sin embargo, la
realidad, una vez más, nos dice que esto no siempre es necesariamente así. Una
familia de quince miembros no tiene porque ser más caótica que una de tres. En
definitiva, la cantidad influye en la complejidad, pero se trata de una
complejidad de detalle por no llamarla simple. La complejidad de un puzle de
10000 piezas reside en el factor tiempo.
Aquello que hace realmente complejo a un sistema es la naturaleza
de sus partes. No es lo mismo hablar de un componente estable que siempre se
comporta de igual forma, sean cual sean las condiciones ambientales, que de uno
dinámico que puede variar continuamente de estado, sin depender incluso de esas
mismas condiciones. Esto es lo que hace que sistemas como el atmosférico sean
increíblemente complejos. Los elementos se relacionan e interactúan de
múltiples formas porque cada uno de ellos puede adoptar distintos estados por
lo que las combinaciones resultan múltiples.
En definitiva, la complejidad de un sistema no depende de sus
componentes sino de la naturaleza dinámica de los mismos. Un conjunto de
personas, organizadas como equipo de trabajo, siempre será un SISTEMA DE
COMPLEJIDAD DINÁMICA porque los componentes pueden adoptar distintos estados
emocionales y relacionales, influyendo así en el resultado productivo del
conjunto.
Cuando hablamos del “potencial de las personas” de una empresa en
relación con la generación de valor, estamos hablando del Talento y
Conocimiento de las mismas, pero casi siempre olvidamos un tercer y definitivo
componente que todo lo decide: el factor emocional. El potencial de generación
de valor de las personas no depende tan sólo de sus aptitudes, sino también de
sus actitudes y, precisamente, éstas constituyen el factor dinámico que aporta
complejidad al conjunto del sistema. Seguramente recordarán aquello de un
equipo de fútbol plagado de estrellas pero que no acaba de funcionar como
debiera. Grandes dosis de aptitud combinadas con una desastrosa actitud.
Cuando hablamos de talento y descendemos a la realidad de las
habilidades y competencias, acostumbramos a recurrir al símil del iceberg para
explicar, cuando no justificar, que los resultados son inciertos debido a esa
oculta porción de la ecuación que llamamos emociones, sentimientos, capacidades
relacionales y muchas cosas más. En otras palabras, está bien contar con un
Balance Scorecard, un DSS o un EIS, al igual que es importante tener un buen
Plan Estratégico con sus misiones, visiones y objetivos. No está de más contar
con un buen sistema de gestión de competencias, procesos de evaluación que
detecten gaps o extraordinarios criterios de selección y contratación. Al
final, y perdonen la expresión, si la burra no quiere tirar, simplemente no
tira aunque habría que preguntarse porque no lo hace, más allá de su
cabezonería histriónica.
Su empresa puede parecer un sistema complejo por su naturaleza
productiva, las ingobernables leyes del mercado o su mastodóntica o mínima dimensión.
Pero, por encima de todo ello, la complejidad reside en las personas.
La primera condición para comprender un sistema complejo consiste
en admitir su naturaleza. La segunda no es otra que respetar esa misma
naturaleza y, por último, la tercera consiste en elevarla a cualidad.
Vivir con naturalidad la complejidad, esa es la paradoja, pero
también la clave del éxito.
3 comentarios:
Je, je, je.
Esto también huele a callos.
un abrazo.
LOS CALLOS DEL ARTXANDA INSPIRAN!!!!
Ja ja . Lo estaba releyendo y no había visto vuestros comentarios. Desde luego que fue un día muy inspirador. Un abrazo
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