jueves, 11 de diciembre de 2008

FUTURO (NOSCE TE IPSUM - I)


Las organizaciones tienen siempre un conocimiento formal de cuál ha sido su pasado y mantienen más o menos al día su discurrir presente. Sin embargo, cuando se trata de mirar hacia el futuro, rara vez se va más allá de las previsiones de cierre trimestrales o anuales. De hecho, superar ese límite temporal se considera un ejercicio de adivinación más que de predicción.
El Futuro provoca distintas reacciones, pero en el caso de las empresas, casi siempre se acercan al umbral de la incertidumbre. En más de una ocasión me he encontrado con directivos que aseveraban aquello de bastante cuesta sacar adelante el presente como para preocuparse del futuro.
Pero, ¿qué es exactamente el Futuro?
Si nos atenemos a la concepción lineal del tiempo, el futuro es aquella parte de la línea temporal que todavía no ha sucedido, en otras palabras, es el lugar del espacio – tiempo que alberga a los acontecimientos que aun no han ocurrido.
Esa no ocurrencia es lo que provoca nuestros ejercicios de imaginación, aunque casi siempre trucada ya que organizamos el futuro en función de nuestros logros presentes. Es como si el presente fuera el escalón número 12 de una escalera y deseáramos que el futuro escalón 13 no fuera tal, sino más bien una puerta gravitatoria que nos condujera en un salto hiperespacial al escalón trescientos cuarenta y ocho.
Deseamos imaginar el futuro como algo distinto, pero conservando siempre los valores del presente. Es nuestra reacción de supervivencia frente a la incertidumbre de lo desconocido.
Sin embargo, esta visión del futuro pertenece a una perspectiva exógena. El futuro aparece como algo lejano y ajeno, algo que no depende de nosotros sino de los acontecimientos que otros agentes, humanos, naturales o divinos nos imponen. Es como si nuestra empresa fuera la nave de Ulises, enfrentada a la cólera de los dioses y encomendada a su benevolencia a un tiempo.
Desde esta perspectiva, el FUTURO NO EXISTE, al menos MI FUTURO.
Mi única opción es esperar pacientemente a que otros lo decidan, conservando la secreta esperanza de que serán benevolentes o encomendarme al azar en forma de suerte.
Frente a esto, cabe la posibilidad de desarrollar una percepción humanista del futuro, antropocentrista si se prefiere.
El futuro no es algo que debe llegar, es una aspiración por la que hay que luchar.
El futuro no es un objetivo lejano y probable, es un punto de partida real y posible.
Conocer el futuro exige conocerse a uno mismo. Esta es la primera actuación de futuro y no solamente para una empresa, sino para toda organización humana que se precie de tal.
Por si alguien no se había dado cuenta, soy vasco, como se suele decir por aquí y de Bilbao. Para más datos, nací en la primera casa de la primera calle que tuvo la Villa. Quizás por ello, algunos jocosos amigos me llaman el del chiste.
Todo ello porque en mi tierra algunos no tienen claro el futuro mientras que otros lo tienen tan claro que hasta abaten a las personas como si de piezas de caza se tratara. Quizás este es nuestro pecado.
IMAGEN: PAVEL KAPLUN

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En ocasiones, las cosas son tan obvias que nos negamos a aceptarlas. Este es el caso.
Eneko

Anónimo dijo...

El problema que tienen ustedes es su eterna indefinición y ambiguedad. Sentirse entre dos mundos suena más a victimismo que a humanismo constructivo.
Alfredo Valbuena

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