lunes, 10 de mayo de 2010

INNOVACION SOSTENIDA QUE ESTAS EN LOS CIELOS


Toda empresa que aspira al éxito debe tener en mente la posibilidad de protagonizar una innovación de las calificadas como radicales. Ese fenómeno que lo transforma todo o, como dicen en Motorola, cambia definitivamente las reglas del juego.
Pero mantener una tendencia en la búsqueda de la innovación disruptiva como objetivo estratégico de la empresa, es tan absurdo como defender la necesidad vital de una revolución constante.
Frente a las innovaciones radicales, las de carácter incremental parecen no acumular tanto valor. Sin embargo, una política de innovación incremental continuada, acaba resultando tan valiosa o, incluso mucho más eficaz en términos de valor, que una revolución radical aislada. La innovación incremental, es decir la mejora de algo ya existente, no ha adquirido el protagonismo que se merece por múltiples razones, entre las que destacamos:
• Su difícil diferenciación con una política de Mejora Continua asentada en estructuras de Gestión de Calidad.
• Su implicación emocional y organizativa que conlleva transformaciones profundas en el modelo de estructura de la empresa y en la tradicional gestión de las personas.
• Su carácter localizado que implica, entre otras cosas, una repercusión limitada en la cuenta de resultados. Aunque esto sólo sea cierto cuando se contemplan individualmente.
Sin embargo, una innovación incremental sostenida puede llegar a influir decisivamente en una tendencia de crecimiento sostenido de la organización. Con todo, y como suele ocurrir con casi todo, en el equilibrio se encuentra la virtud. La innovación radical o disruptiva no es mejor que la incremental o sostenida y viceversa. Si observamos atentamente, llegaremos a la conclusión de que las empresas y corporaciones de éxito han basado su estrategia en una sabia combinación de ambos tipos. A una innovación radical, le sigue un dilatado período de innovación incremental derivada de la primera y que permite a la empresa recuperar la inversión acometida, así como mantener “la distancia de escape” con respecto a sus competidores.
Apple protagonizó una gran innovación radical con el iPod. Pero, a continuación , desplegó una considerable batería de innovaciones incrementales. De hecho, el iPhone primero y el iPad después, rozan los umbrales de la disruptividad, pero, en realidad, son innovaciones incrementales acumuladas.
La innovación radical es un hito, pero no debemos olvidar que, entre un hito y otro, debe existir una vía que los una y ésta no es otra que la innovación incremental.
España y su economía se encuentran en una encrucijada marcada por la perdida de competitividad, la necesidad de una reforma estructural de gran calado y el reto de conseguir mayores porciones de pastel en un mercado cada vez más globalizado y competitivo. Y, todo ello, enmarcado en el trasfondo de una crisis financiera y de confianza de amplias dimensiones. Todo ello, nos debe llevar a una conclusión evidente: necesitamos cambiar. Es decir, la innovación o como quiera que llamemos al cambio, es la estrategia a seguir.
Sin embargo, los gobiernos centrales y autonómicos, insisten en poner el acento y el dinero en el factor tecnológico y la investigación avanzada sin conseguir mayores resultados más allá de cierta mejora en los famosas listas. Las razones de este fiasco son evidentes:
• Ausencia de una política educativa acorde con las pretensiones expresadas. Ya se sabe: donde no hay mata, no hay patata.
• Baja permeabilidad del “discurso de la innovación en el tejido empresarial con los correspondientes bajos rendimientos macroeconómicos. La Innovación no sólo se ha convertido en una moda peligrosa, sino también en un argumento retórico más de la clase política.
• Insistencia en confundir la tecnología como un fin en lugar de percibirla como lo que realmente es: un medio.
• Ausencia de un tejido empresarial capaz de soportar y recibir los resultados de la investigación básica y aplicada que ya se está desarrollando en determinados sectores.
A nadie le amarga un dulce. Nadie renunciaría a la posibilidad de encadenar el protagonismo de una serie de innovaciones radicales. Pero el escenario, hoy por hoy, no es el adecuado para ello. Todo llegará si somos capaces de pensar y actuar a medio y largo plazo ( términos impensables, políticamente hablando). Pero, hasta entonces, la clave no está ni en mantener en marcha el circo político –mediático en torno a la innovación, ni mucho menos aún, renunciar a ella.
Hay tareas previas por hacer. Pero, hasta entonces, quizás una de las claves sea centrarse en aquello que podemos hacer y hacerlo bien: innovación incremental en todos los frentes.

10 comentarios:

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Hola Jose Luis:
Totalmente de acuerdo.
Para hacer las cosas bien, tenemos que tener políticos que digan las cosas realmente como hay que decirlas y luego que se las crean. A eso se le llama liderazgo. Algo que por aquí escasea mucho.
Empresas y empresarios con capacidad para seguir ese liderazgo, creo que nos sobran. Y no soy de Bilbao.
Un abrazo.

echar un remiendu dijo...

Hoy se planteaba en la inauguración de Rediseño, en Gijón, que quizá la innovación deba también partir de los ciudadanos y que de verdad demandemos productos que nos hagan la vida más fácil y no que nos la compliquen más. Lo que veo difícil es que la propia ciudadanía se convierta en líder.

Fernando López dijo...

Hola José Luis:

El cortoplacismo mató la innovación sostenida como el video mató a la estrella de la radio y esa innovación radical o disruptiva de la que hablas muchas veces como dice echar un remiendu complica más la vida que la arregla o al no dar resultados inmediatos se inventa una nueva innovación que acaba por ser esteril. También coincido con Javier en que falta liderazgo o si lo prefieres credibilidad.
Me ha encantado.
Un abrazo

Caminante dijo...

Hola Javier
Decía Praxedes Mateo Sagasta que la política es el arte de lo posible...ha llovido mucho desde entonces.
Cuidate

Caminante dijo...

Hola Irene
En la línea de lo que comentas, Toyota hace tiempo que se marco como objetivo "averiguar qué se necesita", entre otras cosas porque siempre resultará más fácil venderlo que si se inventa y luego hay que convencer de su uso.
Cuidate

Caminante dijo...

Fernando
¿Cómo va?
El cortoplacismo es el asesino en serie en este país como bien dices y, además, los políticos son los catedraticos cum laudem en la materia.
Cuidate

Unknown dijo...

Hola a todos:

De las razones que apuntas, José Luis, para que la innovación incremental no cale lo suficiente, yo subrayaría la de la necesidad de cambios culturales profundos. Y como el sistema educativo va siempre por detrás de los cambios sociales y empresariales, me temo que la única solución va a ser el batacazo. Lo que me preocupa es que nos quedemos tan tocados que nos vaya a llevar toda una vida recuperarnos.

Como país, claro, si es que la estructura política resiste y no se diluye en una nueva estructura de poder formada por una red de empresas innovadoras.

Caminante dijo...

Hola Alberto
Efectivamente, tenemos muchas papeletas para el batacazo... Ahora mismo, sin ir más lejos, acabo de hablar con director general de una empresa de esas que "por narices innovan" y me dice aquello de : " uuuyh! ahora, ya sabes, con esto de la crisis, cada uno está a sacarse los garbanzos como puede...."
Cuidate

Astrid dijo...

Coincido con Alberto en la importancia del sistema educativo. En este país, la educación - desde la escolar a la universitaria- sigue impartiendose bajo ese sistema tan anacrónico de "yo lanzo el rollo y tu tomas apuntes". Hemos cambiando cien veces los planes, pero mis hijos siguen "estudiando" según el mismo método que lo hicieron mis padres. El análisis crítico brilla por su ausencia, lo mismo que la investigación. En el mejor de los casos, se memorizan montones de apuntes para un examen y aquí paz y después gloria.
Lo curioso es que cambiar ese planteamiento no es tanto un problema de recursos e inversión (que parece que siempre nos estamos quejando de lo mismo) sino de mentalidad.

Un saludo,

Caminante dijo...

Hola Astrid
Sí, efectivamente... Te confieso que yo me pasé quince años en las aulas y me fuí el día que ya no podía justificar porqué era importante que acudieran a ella.
Besos

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