viernes, 23 de septiembre de 2011

ADIOS SEÑOR PRESIDENTE


La ausencia de perspectiva histórica siempre es una buena excusa para mitigar la ausencia de memoria, pero en el caso de España, se está convirtiendo en una peligrosa adicción.
Quizás no lo recordemos, pero ya han pasado casi cuarenta largos años desde que el ínclito general nos dejó para precipitarse en los infiernos. Cuarenta años en los que hemos vivido al filo del mañana, asimilando acontecimientos a una velocidad nunca antes conocida en nuestra historia: el FRAP, ETA, el misterio de Adolfo Suarez, Rumasa, Banca Catalana, la gran huelga del 14-D. Conde, de la Rosa, los primos, Mariano Rubio, Roldan, los escándalos paradisiacos del BBV, la tiranía de Botín, Villalonga, Filesa…la lista sería interminable, pero, pese a todo y a todos, aquí estamos. Cuarenta años que serán recordados como una de las etapas más increíbles de la historia que ha colocado a este país entre los diez más prósperos del mundo.
Ayer se despedía oficiosamente un presidente. Quizás el último presidente de esta etapa que se inició hace ya casi cuarenta años. No sabemos cómo será el futuro que nos aguarda como tampoco sabemos cómo será recordado este presidente aunque, casi con toda seguridad, no llegará a la altura de los que le precedieron. No deja de ser un drama personal aunque mayor aún es el que le está reservado a Mariano Rajoy, incluso si gana, por fin, los próximos comicios. Ambos han vivido en el Tiempo de los Cobardes. De hecho, ambos decidieron renunciar al Tiempo de los Valientes continuando esa endémica estrategia de paralizar las reformas cuando el viento sopla a favor, recurriendo a ellas de mala gana cuando el hambre aprieta y las necesidades son otras.
El señor Zapatero ya es pasado reciente mientras que el señor Rajoy es pasado inminente. No sabemos si el inicio de la nueva senda llegará desde la derecha, la izquierda o el centro, pero que habrá de llegar es la única certidumbre en este océano de incertidumbres. Tampoco sabemos si nuestro camino será genuinamente europeo o recibirá un topónimo más global aunque las dudas sobre la capacidad recreativa del Viejo Continente son cada vez más fundadas. El siempre ingenioso Ortega y Gasset dijo hace ya un siglo que “España es el problema, Europa la solución”. Como casi siempre, no andaba descaminado y Europa acabó siendo el revulsivo que necesitábamos. Pero ahora “Europa es el problema, España la solución”.
No podemos, ni debemos esperar el diktat europeo. Europa necesita también una profunda reforma. Un renacimiento que no puede ser impuesto ni por el Norte, ni el Centro, sino que, muy al contrario, debiera surgir de una aportación plural como corresponde a la diversidad que este continente acumula. Pero antes de que todo eso sea posible, debemos poner en orden nuestras respectivas casas, alteradas, quebradas y confundidas, una vez más, por las veleidades del primo de más allá el océano. Confundir los problemas de Grecia con las necesidades de Alemania, la aplastante lógica sueca con la no menos evidencia portuguesa o la grandeur francesa con la eminencia italiana nos acabará llevando a un callejón de difícil salida. Nosotros, los europeos, que creíamos que, por fin, habíamos llegado al final del camino, nos despertamos empezando a ser conscientes de que esto no ha hecho más que empezar.
Señor presidente, no envidio su mañana aunque tampoco le compadezco. Vivirá holgadamente con sus ingresos vitalicios y los cargos que aún le esperan. Pero, cuando cada noche se mire a un espejo, apenas si se reconocerá. Estoy seguro de su renuencia a convertirse en un jarrón chino, así como su negativa a la soberbia y el despecho y ello le honrará. Pero, aún así, no envidió todo aquello que le pasará por la cabeza de aquí a dos meses y que, no lo dude, le acompañará el resto de su vida. Quizás algún descerebrado diría aquello de “para eso se le paga”. Yo le diría simplemente que ese es el precio que deben pagar quienes huyen del fuego:perderse en el hielo.

7 comentarios:

Katy dijo...

Yo no envidio a ningún político y no me gustaría estar en la piel de ninguno que los que van a venir. Europa es un caos y no lo es menos el otro Continente. Las decisiones que se toman afectan al resto de los miembros.
Y ya que has citado al General (yo apenas acababa de llegar a España cuando se murió y era muy jóven) tengo entendido que tomaba las deciciones sin importarle el resto de mundo. Al menos había a quién echarle la culpa. ¿Y ahora a quién se la echamos? Necesitamos rápidamente un chivo expiatorio. Elegimos a los que nos gobiernan democráticamente y tampoco nos ha ido bien y terminan por no gustarnos ninguno.
La culpa la tenemos todos y cada uno por cómodos, porque hasta ahora nos había ido relativamente bien. Pero los garbanzos empiezan a escasear y tenemos hambre. Y me temo que aún la vamos a tener más acusada si arrimamos el hombro.
Un abrazo y buen finde

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Has dicho muchas cosas en poco espacio. Estando de acuerdo contigo, añadiría que, salvo algunos momentos, hemos vivido en la mediocridad política y así seguirá siendo. Me temo. Especialmente este que se va, ha sido un fiel servidor de otros señores, que no tenían mucho que ver con su pueblo y así nos ha ido. Pero en fin, no sigo que me caliento.
Un abrazo.

Caminante dijo...

HOLA KATY
Te entiendo aunque algunos llevamos manteniendo la misma postura y opinión desde mucho antes de que esto se viniera abajo.
Cuidate

Caminante dijo...

Hola Javier
No, no te calientes que ya sabes que el que la pagas eres tú...al menos mantengamos la cabeza fría y las ideas claras.
un saludo

Fernando López dijo...

Lo triste de todo esto es que, al final, esto será como esa canción de Julio Iglesias que decía que la vida sigue igual.
Toquemos madera y pensemos que no.
Un abrazo

Caminante dijo...

HOLA FERNANDO
Esperemos que, al menos, podamos cantarla!
cuidate

B. Sanz dijo...

Hace tiempo que descubrí que Europa no es una, sino muchas y además complicada. Europa es vieja y lenta. Está senil, quizá deba morir para que nazca una nueva Europa.
Recuerdo, hace aprox. 6 años, Zapatero declaró que los españoles estábamos a punto de alcanzar el nivel de vida de los alemanes. Lo peor de todo es que se lo creía. Quien ha vivido a fondo la cultura alemana, su educación y su forma de trabajar, sabe que hemos estado y seguimos estando a años luz.

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