martes, 6 de septiembre de 2011

RICOS, PERO MENOS


Más allá de composiciones ingenuas y arquetipos, los llamados “ricos” siempre han sido gentes reconocidas y respetadas en países como Francia, Alemania, Austria o Inglaterra. No se puede decir lo mismo de España, incluso olvidando los viejos tópicos que nos hablan de la envidia y tradicional inquina hacia el éxito ajeno.
Los ricos de este país fueron durante demasiados siglos motor de estancamiento económico, parálisis social y pobreza cultural. Con la llegada de la industrialización, las aventuras empresariales generaron una incipiente burguesía acaudalada sin apenas futuro. Las llamadas hordas rojas los metieron en el mismo saco de “los ricos de toda la vida” y, poco después, acabaron convirtiéndose en ecléctico soporte de un régimen tragicómico, pero no por ello menos cruel. La llegada de la ansiada democracia trajo consigo una pléyade de oportunistas, especuladores, truhanes y maleantes, salpimentados por contadas excepciones de gentes emprendedoras, capaces y honradas. Pero, en términos generales, el nuevo rico español se caracteriza por su individualismo, baja tolerancia al riesgo, visión nuclear de los escenarios de futuro, fuerte ausencia de solidaridad, erradicación de españolidad y un más que dudoso gusto en el plano sociocultural. En definitiva, los ricos no son bien vistos en España y razones no faltan.
Sin embargo, pese a estos infortunados antecedentes, la candente polémica en torno al aumento de la presión fiscal sobre los más pudientes de este país, no deja de ser pura demagogia a la vista de los hechos.
De partida, los ricos no son ni muchos, ni pocos, sino más bien menos, como no podría ser de otra forma. Dios ama a los pobres, por eso creó tantos. De muestra un botón. Dieter Lehmkuhl, un psiquiatra retirado, es uno de los impulsores del denominado movimiento Ricos por una Tasa para los Ricos en Alemania. Su propuesta es sencilla: aquellos alemanes cuyo patrimonio supere el medio millón de euros debieran pagar un 10% más de impuestos durante dos años. El resultado sería la inyección de más de 110.000 millones de euros a las cuentas públicas. Esta propuesta no tendría futuro alguno en España, un país en el que se aplauden las habilidades defraudadoras al más puro estilo Rinconete y Cortadillo; un país en el que es difícil imaginar al torvo y mal encarado Botín aceptar de buen grado tal sugerencia sobre su patrimonio de 1.050 millones de euros, cantidad por otro lado ridícula y que hace aguas por todos los lados. Pero el argumento definitivo es la exigua cantidad de paganos que podríamos encontrar. Para ser más exactos, 6.800 son los afortunados con ingresos superiores a 500.000 euros, un ridículo 0, 38% de los contribuyentes. En definitiva, hablar de elevar la tarifa a las rentas más altas no llevaría a ninguna parte. Más bien es un anzuelo que el candidato socialista lanza en aguas turbulentas a la espera de que unos miles de incautos votantes decidan tragárselo. Elevar la tributación a los más pudientes es uno más de los gestos que este país necesita, pero, en forma alguna, puede venderse como una de las soluciones mágicas, aprovechando además para que algunos lo interpreten como una oportunidad de vendetta social. Este país tendrá que afrontar tarde o temprano sacrificios de una envergadura, no diría desconocida, pero sí, al menos, casi olvidada. Tras la indignación, la protesta y la calle, acabará imponiéndose la necesidad de la austeridad y el sacrificio. Cuando esto ocurra, el 98% de los ciudadanos que ganan menos de 100.000 euros anuales necesitarán sentirse acompañados y justificados. Pero una modificación al alza de las cotizaciones no debiera bastar. Es necesario reajustar también los canales tradicionales de escape que los ricos de este país utilizan con excesiva frecuencia, fundamentalmente las SICAV, aún a riesgo de ver como muchos de ellos migran hacia formulas más rentables más allá de los Pirineos. La deslocalización industrial era un riesgo que acabo convirtiéndose en coartada, no hagamos lo mismo en esta ocasión. Un país sólo se construye con los mejores. Pues bien, veamos quiénes son y no temamos perder en el esfuerzo a unos cuantos apátridas que, de paso, facilitarían la necesaria reforma del sistema financiero español, auténtica manu militari de las grandes fortunas de este país que tienen cogidos por sus partes a partidos y sindicatos como si del Teatrillo de Don Vicente se tratara.
Si queda alguna duda al respecto, hay una prueba de fuego sencilla de realizar. Cojan papel y lápiz y respondan a estas dos cuestiones:
1. ¿Qué han hecho los ricos por este país?
2. ¿Qué no han querido hacer los ricos por este país?

8 comentarios:

Katy dijo...

El post como siempre muy bueno. Tu visión sobre la envidia acertada. Pienso y lo digo que aquí no duele no tener nada, si no alguién tenga algo. Comprobado.
La respuesta a tus pregunta ni cogiendo un lapiz, se me escapa por desconocimiento, no llego a la cifra mínima y no conozco a ninguno por desgracia, porque algo haría por mi al menos.
Un abrazo
Un abrazo

Fernando López dijo...

Si es que hasta los ricos de este pais son garrafón, salvo honrosas excepciones.
un abrazo

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Esta entrada se merecería una buena viñeta de Forges. ¡Vive Dios!
Un abrazo.

Caminante dijo...

Hola Katy
No seas tan humilde, seguro que dabas en el clavo....
Cuidate

Caminante dijo...

Hola Fernando
Gracias por la visita.
Ya ves, si parece una disco de tercera...

Caminante dijo...

Javier
También podría servir una foto de las tuyas, mejor diría yo.
Cuidate

Josep Julián dijo...

¿Has pensado en mandar este artículo al Correo?
Un abrazo.

Caminante dijo...

Hola Pepe
Gracias, pero no creo.... Fijate que acabo de tertuliano!!!
Cuidate

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