Hace unos días, tuve la oportunidad y,
sobre todo, el placer de charlar con alumnos de Formación Profesional del
centro San Eutiquio de Gijón, un lugar privilegiado en lo alto de Cimadevilla
desde cuyas aulas se domina toda la bahía.
Allí había personas de Formación Básica,
Ciclos Medios y Superiores. Sus caras
eran un combinado de satisfacción por estudiar aquello que les gusta,
indiferencia de quien se cree inmortal y superior y hasta desolación de quien
descubre que aquel es su último refugio.
Cuando comenté que íbamos a hablar de
“talento”, la gran mayoría expreso curiosidad, pero también perplejidad como si
el talento perteneciera a otras esferas planetarias muy alejadas de la humilde
Formación Profesional. Quizás por ello, mi primera y rotunda afirmación fue:
“todos los que estamos hoy aquí poseemos un increíble potencial de talento
aunque también es cierto que algunos de vosotros nunca llegareis a
descubrirlo”.
No se me ocurrió mejor símil para explicar
en qué consiste el talento que recurrir a una receta culinaria y, como no podía
ser de otra forma estando en Asturias, presente el secreto del “cachopo de
talento”:
· 20% de Conocimientos
· 30% de Aptitud
·
50% de Actitud
Hablar de actitud es como citar el Santo
Grial, se supone qué, pero nunca se llega a saber ni dónde, ni cómo por lo que
decidí ser claro y conciso: “el talento no es otra cosa que pasión aderezada
con ciertos toques de conocimientos y una correcta aptitud”.
Es importante “saber”, aún más “saber
cómo”, pero al final lo único que cuenta es “querer hacer”.
Querer hacer es un sinónimo de pasión y
tiene otros más: querer hacer más, querer superarse, querer ser mejor y, sobre
todo, querer ser feliz.
Hablar de felicidad a chavales que están a
punto de enfrentarse a la dura realidad del mercado laboral es un ejercicio de
convicción y peligrosa sinceridad, pero quien suscribe no ha conocido otra
formula en la vida y no me ha ido tan mal.
“Para ser feliz hay que tener mazo pasta”,
comentó alguien desde las últimas filas, como no podía ser de otra manera…
“El dinero sirve para no pensar en el
dinero”, contesté y añadí: “pero recuerda que quien sólo trabaja por dinero
siempre estará condenado a trabajar por obligación. Todo el mundo trabaja por
algo, pero no sólo necesariamente por dinero”.
Y, todo ello, me llevó a la siguiente
estación: ambición.
Pasión y ambición, los dos componentes
esenciales del talento.
La ambición siempre ha estado mal vista en
una sociedad con profundas raíces religiosas, pero como ocurre con el
colesterol, la ambición presenta dos caras. La ambición desmedida es tan mala
en Cangas de Narcea como en Honolulu, pero hablamos de la ambición como
desencadenante de crecimiento y desarrollo personal. La pasión es el motor y la
ambición el combustible que lo alimenta.
“Buscar aquello que os haga sentir bien y
cuando lo encontréis, poner pasión y ambición, sólo así descubriréis vuestro
talento”, este fue mi consejo.
2 comentarios:
"Todo el mundo trabaja por algo, pero no sólo necesariamente por dinero”. este es el ideal y la clave. Y en cuanto a la Actitud no solo es es el 50%, es el todo en la vida de una persna. Es la que te ayuda a afrontar la vida con serenidad. Un abrazo
Me alegro de leerte.
Estoy un poco fuera de vida virtual por asuntos personales. Un abrazo
Felicidad y salud en este Nuevo Año. Que podamos seguir leyendo tus excelentes entradas. Que los Reyes sean generosos contigo y que el 2016 sea un gran año para ti. Un cálido abrazo
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