miércoles, 28 de abril de 2010
EN LA PENUMBRA DE LA CABINA
Tengo que confesar que soy un cotilla aeronáutico sin remedio. Quizás, como decía Kant, soy un firme convencido de que la observación es una fuente de saber instantánea y gratuita. Pero el caso es que me encanta escuchar conversaciones ajenas en los vuelos. Ayer, sin ir más lejos, volvía a casa en un vuelo nocturno con dos jóvenes ejecutivos a mi lado en un avión lleno hasta los topes. Y, qué quieren que les diga, no pude resistir la tentación de poner la oreja mientras despistaba con el Expansión abierto por la página de las desgracias helenas y el cabreo germano.
Uno de los jóvenes en cuestión, se quejaba amargamente del ninguneo al que le tenía sometido su superior inmediato después de una pifia en un proyecto con posibles. La perorata no tenía mayor interés y se circunscribía a los mismos parámetros que Guderian manejaba frente a la esquizofrenia del cabo austriaco, es decir, más de lo mismo. Lo que me hizo resoplar y arquear las cejas fue la conclusión final de tanta pena de Murcia: creo que me voy ya! Y, peor aún fue la respuesta del colegario: sí, yo haría lo mismo. A punto estuve de disparar el caramelito de turno sobre Ángela Merkel.
Como decía la canción: ¿Qué hemos hecho para merecer esto? Pues hemos debido de hacer la leche de cosas y casi todas mal.
No se a ustedes, pero a mi se me erizan los cinco pelos que me quedan pensando en mis años de jubilado. Y no por el estado de las residencias o de mis ahorros, sino por quienes estén al frente de ellas.
Supuestamente, contamos con las generaciones mejor preparadas de nuestra historia desde los tiempos de Viriato y Amílcar el del Barça. Les hemos dado todo lo que podíamos y alguna cosa más. Y, sin embargo, salvo las correspondientes excepciones, en términos generales, hemos creado auténticos blandiblus impermeables al error, insensibles al necesario paso del tiempo que acompaña al conocimiento y, en definitiva, a la sabiduría, reacios al sacrificio y al obligado ritmo de la carrera profesional.
La reflexión podría derivarse al ámbito familiar, sin embargo, mi preocupación se centra en el contexto profesional. Mi universo virtual se centra en una red relaciones con gentes preocupadas y ocupadas en el futuro de las personas en las empresas y organizaciones. Hablamos, una y otra vez, del futuro humanismo, el antropocentrismo que comienza a inundar a las estructuras empresariales. Defendemos el valor de las personas, su talento, su conocimiento tácito, su capacidad de liderazgo, su papel de agente activo de cambio y generador de valor añadido en una organización. Nos rompemos los cuernos con consejeros delegados, directores adjuntos y responsables de operaciones y de RRHH. Y, sin embargo, al final del día, cuando uno escucha conversaciones como esta en la penumbra de una cabina, surge la duda: Y cuando hayan triunfado las nuevas tesis, ¿qué?
De momento, en muchas de las organizaciones que se atreven a acercarse al abismo del cambio de cultura, observamos algo que dispara todas las alarmas: la confusión latente entre el valor real de las personas y el “buenismo”.
Buenas noches y buena suerte.
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10 comentarios:
Comparto contigo no solo la afición al cotilleo aéreo (fuente inagotable también de inspiración e impresiones interculturales en mi caso), sino también parte de tus conclusiones en relación a la conversación que describes.
Efectivamente, algo (no todo) hemos hecho mal en los últimos años a nivel educativo que ha desvalorizado términos como disciplina, esfuerzo, valentía, deberes y obligaciones y sobre todo responsabilidad por los propios actos y sus consecuencias. Pero eso cambia con la edad, cuando te dan la primera torta y te das cuenta de que el mundo dentro y fuera del trabajo funciona en base a otros parámetros. Por otro lado, me gustará saber a donde va a ir a parar el personaje que mencionas en los tiempos que corren, aparte de a la oficina del paro, claro está.
Un abrazo,
Hola Astrid
No sabes como me consuela verme acompañado en lo del cotilleo aeronaútico, igual hasta podemos fundar un club...
Tienes razón, la edad es un grado, aunque suene a frase hecha, pero, en cualquier caso, hay reacciones que, hasta a los treinta, empiezan a chirriar.
Cuidate
"la observación es una fuente de saber instantánea y gratuita".Una frase muy buena que no el cotilleo, que es mirar para descubrir algo sobre los demás que no desean revelar. Puede ser por el placer del voyeur, o por chantajear. De llorar por las conclusiones ciertas y que comparto. Algo hemos hecho aquí y allá. Nuestros jóvenes preparados lo que quieren es parasitar. Desconocen las palabras, esfuerzo, sacrifico. trabajo y "blandiblus impermeables al error" genial esta última.
Pero siempre queda la esperanza depensar que los mayores de antes pensaban lo mismo de nosotros :)
Un abrazo
Hola Katy
Me alegro que coincidamos aunque, en este caso, no es demasiado consuelo.
Cuidate
Hola Josep:
De todo hay en la viña del señor. El ejemplo que pones puede tener varias lecturas, pero ateníendome a la que comentas, es cierto que cada día somos más blanditos o que estamos dispuestos a tolerar menos cosas. También que el concepto esfuerzo, responsabilidad etcétera está demod´´e. Sobre todo cuando veas los grandes pelotazos, las maripuris en Tv, o los músculitos tatuados en Gran hermano.
esto es lo que hemos estado creando y tiene mala solución.
Un abrazo
Hola Fernando
Me confundes con Josep, honor que no me merezco (tranqui que un desliz lo tiene cualquiera, je-je). Me gusta el matiz "estamos creando", es mejor que la conmiseración ¿qué hemos hecho?
Cuidate
Hola Jose Luis:
Como decía aquel anuncio: "ahí me has dao".
Cuando nos veamos te cuento una historia que pinta del mismo pelo.
Yo también me hice esas preguntas.
Un abrazo.
Hola Javier
Seguro que es divertida.
Hola JLMON:
Ya podéis apuntar a otro miembro del club de los cotillas aeronáuticos. Me chifla. Sin ir más lejos, la semana pasada en un vuelo dos ingenieros repasaban por separado los proyectos sobre los que, sin duda iban a basarse sus reuniones cuando llegaran a destino. No iban juntos ni los proyectos eran de igual naturaleza, pero sí sus tics, su forma de pasar las hojas acercando el papel a las narices para poder leer la letra pequeña. Una monada.
Ahora bien, el estilo de la conversación que escuchaste me parece más atemporal. Claro que no estaba allí para escucharla pero por lo que dices, cosas similares se vienen escuchando desde ilo tempore.
Y ya no te digo las cosas que uno oye en las conversaciones de móvil de otros. Qué lastima no poder filmar algunas escenas memorables.
Un abrazo.
PEPE
No podía ser de otra forma, al fin y al cabo, tú eres otro viajero accidental.
Cuidate
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