viernes, 11 de febrero de 2011

CONJURA


Mi buen amigo, Jose Manuel Pazos, cuyo blog siempre es recomendable, me preguntaba al hilo de mi último post – Suspendidos en vieja innovación – si consideraba equivocada la política de fomento de la innovación desarrollada por las AAPP.
De partida, personalmente no considero equivocado nada de lo cual no sea responsable, luego en este caso lo acertado sería decir que la política desarrollada por las AAPP, no ha sido ni buena, ni mala, simplemente no ha funcionado. En pocas palabras, no se debiera insistir en ella, pero ello no implica desistir en el fomento de la innovación. En cualquier caso, me voy a permitir unas reflexiones…
En principio, no es acertado continuar hablando de “innovación” a la vista del panorama que presenta nuestra escena económica. Antes que nada, necesitamos un ejercicio serio de prospectiva estratégica que nos permita intuir el camino a tomar. Este camino, no debe tener la innovación como un fin, sino como medio para alcanzar dos objetivos básicos: productividad y competitividad adecuadas.
Acometer estos dos retos, supone actuar sobre distintos campos, pero ello no debe confundirnos. El principio de todo se encuentra en las personas. Ellas y sólo ellas son las que pueden conseguir estos retos. Personas es plural, luego hablamos por igual de un consejero delegado, un director de sistemas, un ordenanza o un operario de línea de producción. Acostumbramos a cantar las excelencias de las personas, sus competencias, su creatividad o sus valiosos conocimientos, pero, al final, parece que sólo hablamos de “algunas personas” de la empresa. El talento es universal y los retos también deben serlo en este país y, hasta que eso sea así, nos moveremos en el ámbito de la demagogia socioeconómica.
En este momento, actuar sobre las personas implica establecer dos tipos de estrategias a corto y medio plazo. Una de ellas dirigida a las personas que se encuentran en este momento en edad laboral, sea cual sea su estado de actividad y otra, muy distinta, encaminada a asegurar que las personas que se incorporarán al mercado en quince o veinte años, van a estar adecuadamente preparadas para continuar con el reto propuesto. En otras palabras, fomentar un nuevo tipo de “empresa española” que se enfrente con garantías al momento post recesionista y, por otro lado, diseñar y desarrollar un nuevo sistema educativo que deje atrás, de una vez por todas, esta mezcolanza nacida de las ocurrencias del partido gobernante de turno. Este y no otro, es el reto.
Un reto que, de partida, exige consenso y compromiso. Están muy bien los Pactos de Toledo, Guadalajara y Villa Conejos, pero esto es considerablemente más importante e ineludible. Es grave y doloroso contar con más de cuatro millones de parados, cientos de empresas que cierran sus puertas cada mes y otras desgracias más de nuestros días. Pero lo que no mata, te hace más fuerte. Y, hoy por hoy, las cataplasmas no nos llevan a ningún sitio. Si hacemos lo de siempre, llegaremos donde siempre.
Necesitamos solidaridad, pero una solidaridad difícil de asumir. Aquella que no ofrece réditos inmediatos porque es un compromiso de futuro. No necesitamos más cheques bebe, más ampliaciones de cobertura y otras delicias de solidaridad carpetovetónica. Necesitamos solidaridad comprometida. Esa solidaridad que realmente “hace país” como gustan decir por aquí. Una solidaridad que, hoy por hoy, ninguno de los socios de este sistema bipartidista está preparado para asumir. Si queremos pasar a la historia como las generaciones que fueron capaces de dar un giro de 180º a este país, de partida, no pretendamos salir en la foto…, saldremos, pero en la de un libro de historia.
Invirtamos, pero no sólo en investigación básica e innovación de base tecnológica. Invirtamos en personas y hagámoslo con responsabilidad, pero también con visión estratégica de futuro y una percepción global del significado de la palabra. Hay vida más allá de los campus universitarios, los viveros de empresas, trampolines, spin off o start up. Hay vida en la Formación Profesional, en el compromiso conjunto con las grandes empresas y corporaciones de este país. Pero, sobre todo, debiera haber vida en las aulas de tramos de enseñanza obligatoria.
Saben, esto debiera ser una conjura, pero no de necios que, hasta ahora es lo que parece. Debiera ser una conjura, no por un futuro probable, cuajado de hipótesis, estadísticas, incertidumbre y apaños. Debiera ser una conjura por un FUTURO POSIBLE.

2 comentarios:

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Hola Jose Luis:
Desde mi experiencia las políticas públicas no llegan más allás del 10-15% de las empresas en el mejor de los casos.
Sinceramente creo que hace falta un esfuerzo importante para llegar a un % mucho más importante del tejido económico. Desde los Ayuntamiento podemos colaborar en esa política, pero hay que reconocer que vocación tenemos, pero no estamos preparados. Es así, a pesar de lo que se diga.
Una birra nos vendría bien.
Un abrazo.

Josep Julián dijo...

Hola José Luis:
Me siento conectado a esa idea de construir la casa por los cimientos y a ser solidarios con lo que verdaderamente importa que son las políticas básicas: economía, educación, trabajo, mercados...El gran debate debería ser a qué nos queremos dedicar después de haber embaldosado el país y explotado nuestras costas con un turismo que cada vez es más de todo incluido. Este país necesita con urgencia un debate sobre qué quiere ser de mayor en lugar de volver a izar las velas para coger los alisios de la recuperación y empopar.
Un abrazo.

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