lunes, 23 de febrero de 2009

LLEGA EL HAMBRE


Hasta no hace mucho se les llamaba Comedores de Beneficencia, con la llegada de la modernidad se impuso un término más aséptico y, a decir de los entendidos, menos ofensivo: Comedores Sociales. En cualquier caso, estos comedores siempre han estado ahí desde los tiempos del panem et circenses que ya les costaba una pasta gansa a los patricios a cambio de no ver alteradas sus vidas.
Esta prestancia en la historia hace que no sean un indicador fiable para tiempos de crisis porque, como decía Schiller, la amargura y desesperanza es consustancial al hombre. Pero el incremento en la demanda es una variable que no admite discusión. Y esta demanda se ha disparado en los últimos meses de una punta a otra del país, haciendo crecer las cifras de ocupación de un 72% de media a un peligroso 97%. Pero lo realmente preocupante es que los demandantes habituales han dejado de ser los pobres de solemnidad para pasar a ser reemplazados por los damnificados de la prosperidad.
Nunca he sido amigo de entrar a juzgar o tan siquiera opinar en estos temas porque sólo quienes los padecen saben realmente el alcance y dimensión de su tragedia. Pero la intuición me dice que quienes ingresan inesperadamente en esta desdicha social, la sufren en mayor medida que quienes la arrastran endémicamente. De hecho, un responsable de estos lugares de acogida me comentaba hoy que se encuentran saturados, pero que la situación es llevadera porque lo que se demanda no es una comida caliente, sino más bien un bocadillo. Y tiene su sentido a poco que reflexionemos. Quienes se han visto abocados a esta situación de forma repentina, son personas que sufren vergüenza social. Prefieren recoger de forma rápida un bocadillo de tortilla o sardinillas que podrán comer en el banco de algún parque o en la penumbra de una casa hipotecada. Personas que todavía conservan su entorno familiar aunque no entienden qué ha ocurrido o cómo ha podido suceder. Y hablo de quienes en la desgracia aún pueden considerarse afortunados de mantener algunas de sus referencias vitales. Algo que no pueden atesorar los miles de inmigrantes atrapados en esta trampa sin salida que es el paraíso envenenado.
En el pasado, cuando las penurias apretaban, las clases acomodadas se tornaban más discretas por temor a una reacción social incontrolada. Hoy en día, ocurre algo parecido aunque no de forma tan acusada porque la modernidad también nos trajo la castración emocional y la indiferencia moral.
Siempre queda el consuelo del devenir. De igual forma que pasamos del papel de periódico al de váter con doble capa y mascota incluida, de igual manera que superamos el isocarro para llegar a la Vaneo con deuvedé y de la misma manera que pasamos de pintorescos a pretenciosos, llegarán tiempos mejores. Tan sólo espero y deseo que nuestro fracaso se convierta en éxito al haber comprendido la lección.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Desgraciadamente soy uno de los que describes como los del bocadillo...
Lo difícil fue recoger el primero, pero después es una rutina y me ayuda con el subsidio.
Quizás el principal problema es entender qué ha pasado como bien describes, no lo entendemos y nadie sabe explicarlo.
Gracias por el recuerdo

Anónimo dijo...

Magnifico post, felicidades.
Glory

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