sábado, 20 de febrero de 2010

CULPABLES EMPEDERNIDOS


Vivimos inmersos en la cultura del culpable. No hay más que leer los titulares de los diarios cada mañana, escuchar los noticieros en la radio, navegar por las webs especializadas o bien observar los informativos en la televisión. El mensaje es siempre el mismo: ¿Quién es el culpable? Para unos siempre resulta ser el terrorista sucio y desalmado que es todo musulmán que se precie. Para otros, el origen de todos los males se encuentra en el presidente de turno en el Imperio. La desaparición del rinoceronte blanco siempre puede ser achacada a los furtivos sin escrúpulos, pero con mucha hambre en sus familias. Y cuando esto no funciona, tenemos a los japoneses, chinos, coreanos y demás gentes del más allá de aquí, obsesionados por ver afrodisíacos y remedios para la artritis de cubito en los lugares más inesperados. Incluso cuando una pareja percibe que sus modelos estables de convivencia ya no funcionan, tiende a preguntarse normalmente quién de los dos es el culpable de semejante desastre y casi siempre de forma estrictamente unilateral. Sin ir más lejos, ¿cuántas veces se ha hecho usted la pregunta esta semana?
En consecuencia, podemos hablar de un principio o modelo estable generalizado ante los problemas: ¿Quién es el culpable? O si se prefiere: Whodunit, que no es otra cosa que el apócope de la expresión inglesa Who done it? (¿quién lo hizo?) y que se utiliza comúnmente para denominar a las novelas policíacas en las que el eje del relato es dar con la identidad del asesino. En otras palabras, los periódicos podrían ser considerados novelas policíacas por entregas, aunque la mala noticia es que necesitan asesinos en serie.

Nike es una corporación mundial que no necesita tarjeta de presentación y si quedaba algún despistado, los distintos grupos antiglobalización ya se habrán encargado de sacarle de dudas a estas alturas. En cualquier caso, la multinacional de Phil Knight fue acusada hace algunos años de fabricar sus productos a costa del trabajo de miles de niños en países subdesarrollados. Nike reaccionó de forma rápida desplegando todo su potencial de marketing para reinventar su imagen. La empresa elaboró un código que establecía cuales eran los derechos de las personas que trabajaban en la elaboración de sus productos. Grandes campañas publicitarias nos mostraron la bondad de una marca empeñada en ayudar a todos los jóvenes del mundo a ser mejores a través del deporte y sobre todo a aquellos que practicaban el fútbol en un secano subsahariano o el baloncesto en una destartalada canasta del Bronx neoyorquino. Incluso hoy en día, todos los productos incorporan a sus etiquetas de fabricación una curiosa tarjeta en la que se comunica al comprador que la compañía dedica parte de sus beneficios a promover la mejora de las condiciones de vida de estos niños y jóvenes del Tercer Mundo. En una palabra: la generación de un nuevo modelo estable basado en la universalización de la bondad de las nuevas corporaciones planetarias. Lo que Nike no especifica es qué cantidad de los 130 o 150 dolares que cuestan unas zapatillas en su tienda Nike Town de la 57 Este de Manhattan son destinadas a alegrar la vida del niño que las fabricó por 2 de esos dolares.
No hace mucho, las críticas arreciaron de nuevo cuando se descubrió que la multinacional norteamericana continuaba fabricando en talleres subcontratados que empleaban mano de obra juvenil en condiciones de trabajo extremas. Esta vez, Nike practicó al pie de la letra el principio de ¿Quién es el culpable?- Whodunit, excluyéndose por supuesto de la lista de candidatos: La empresa encarga a una conocida firma la inspección periódica de todas las fábricas textiles que manufacturan sus productos en todo el Tercer Mundo. Los propietarios de estas fábricas y talleres están obligados a colocar en lugares visibles el código Nike de respeto a los derechos básicos de los trabajadores. Y, por supuesto, ellos son los primeros obligados a cumplirlo. ¿Qué más podemos hacer? , parecen decir los ejecutivos de la corporación desde sus oficinas centrales, periódicamente asediadas por las bandas antiglobalización.
No hay que esforzarse mucho para ver que Nike enfocó la situación como una molestia en la primera ocasión. La situación era clara en términos de definición: la compañía está ayudando a promover el trabajo infantil en zonas deprimidas de Asia. Sin embargo, Nike prefirió optar por la molestia y definir la situación en términos de: la imagen de la compañía se está viendo deteriorada. En consecuencia, las medidas debían ir dirigidas no a la erradicación de las condiciones de trabajo, sino al lavado de imagen de forma inmediata. A nadie le gusta calzarse unas zapatillas para dar un paseo teniéndose que imaginar a una multitud de niños hacinados en un oscuro taller de la India, Malasia o Filipinas.
En la segunda ocasión, Nike no modificó demasiado su comportamiento. De nuevo, la situación era clara en su definición, aun desde una perspectiva estrictamente empresarial: nos han pillado otra vez, esto tiene que acabar. Sin embargo, la multinacional se aferró al principio ¿Quién es el culpable?
Es fácil detectarlo en sus argumentaciones: ¿Qué más podemos hacer si incluso las auditorias no consiguen detectar las irregularidades? Esto no tiene remedio, ya se sabe como funcionan en esos países. ¿Qué podemos hacer si hacen caso omiso de nuestro código? En definitiva: Nosotros no somos los culpables.
Una empresa que juega a construir modelos estables de conducta a nivel mundial puede hacer muchas cosas, prácticamente todas las que se proponga. Incluso puede marcarse como objetivo la superación de sus antiguos modelos estables en un acto de creatividad que podría atenuar el odio visceral que las tribus antiglobalización sienten por la corporación.
Es bueno encontrar a los culpables de las situaciones para hallar la forma de que no vuelvan a producirlas en el futuro. Pero jamás debe ser la prioridad. Malgastaremos tiempo y recursos. Lo primero, es resolver las situaciones enfocándolas como problemas para evitar que se conviertan en molestias insoportables.
Yo he nacido en un lugar llamado Bilbao que se encuentra en una tierra difícil de definir. Los nacionalistas españoles la llaman País Vasco, los españoles constitucionalistas acostumbran a hablar de Euskadi, al igual que los nacionalistas vascos de corte estatutario. Los nacionalistas vascos independentistas acostumbran a denominarla Euskal Herria que es lo mismo que País Vasco, pero en Euskera. Los nacionalistas independentistas radicales hablarían de Bilbo, la capital de Bizkaia, territorio- herrialde de las Vascongadas. Finalmente, los despistados utilizarían indistintamente cualquiera de los hipocorísticos anteriores. He intentado explicar toda esta increíble biodiversidad semántica a irlandeses de Cork y Belfast y he necesitado varias pintas de cerveza tibia para conseguir que comenzaran a entender algo.
En cualquier caso, yo he nacido en una tierra que sufre una situación de violencia desde hace ya demasiado tiempo. Tanto como el que llevan las personas con voz, voto, porra y pistola en esta historia haciéndose la interminable pregunta: ¿Quién es el culpable? Y dando siempre la misma respuesta: Tú, por supuesto.
Cuando yo nací, la situación ya existía. Hoy todavía continua sin acercarse al umbral de problema y se enquista como una molestia cada vez más violenta. Quizás un primer paso pudiera ser abandonar el Whodunit y tratar de alcanzar un Whydunit (¿por qué lo hizo?) que, por supuesto, es como se denominan aquellas novelas policíacas en las que el eje de la narración es el descubrimiento de los motivos que mueven al criminal.
La Inteligencia Emocional es la primera en actuar ante una situación. De hecho, es la que decide si esta ha de convertirse en molestia o problema. Alguien dijo en una ocasión: los sentimientos mueven el mundo. Ciertamente es así, porque nuestra Inteligencia es primariamente emocional. Hagamos una sencilla prueba...
Piense por un momento en un gato...
Construya la imagen...
Deje por un momento la lectura y hágalo...
Construya la imagen...
Todas las personas que han pasado por esta prueba conocían lo que es un gato. Sin embargo, ocurre algo sumamente curioso. No hay dos imágenes iguales por muy objetivos que intentemos ser. Algunas personas ven gatos, otras en cambio ven gatas. Hay quienes elaboran una bucólica imagen de un precioso gato dormido placidamente frente al fuego del hogar en una fría noche de invierno. Otros, en cambio, solo ven gatos sarnosos deambulando por oscuras callejuelas. Hay quienes piensan en gatos persas, otros en birmanos, los hay que prefieren visualizar cenizos cartujanos y hasta quienes solo ven gatos sin más. ¿De dónde deriva tal variedad de imágenes? Evidentemente, la heterogeneidad de respuestas es producto de nuestra Inteligencia Emocional. No construyen iguales imágenes quienes adoran a los gatos que quienes los odian por la razón que sea. No enfocan de la misma forma la pregunta quienes les gustan los animales en general que quienes les caen indiferentes. Inicialmente, es una cuestión estrictamente emocional, luego viene todo lo demás. Precisamente por ello, podemos definir el aprendizaje como: elaborar construcciones subjetivas a partir de realidades objetivas. Puedo enseñar a cien niños el concepto objetivo de gato y, pese a que realicen un correcto aprendizaje, acabaré teniendo cien versiones parecidas, pero no idénticas, del concepto. Es la maravilla de la diversidad, hay tantos mundos como personas y eso nos hace irrepetiblemente diferentes por mucho que la bioingeniería se empeñe en lo contrario.
En cualquier caso, las realidades objetivas de que hablaba la definición, no son otra cosa que construcciones subjetivas que han tenido un gran éxito y aceptación, es decir productos creativos convertidos en modelos estables. En consecuencia, son susceptibles de modificarse y superarse. Piense, por ejemplo, en la modificación y superación que ha sufrido el concepto Tierra a lo largo de la Historia. De igual forma, nuestros sentimientos no son inmutables por muy personales e intransferibles que los consideremos. También existen modelos estables emocionales, individuales o colectivos, que deben ser superados siempre que la situación así lo requiera. En otras palabras, pasar de un Whodunit a un Whydunit por ejemplo. Nike, aunque no lo parezca, se dejó llevar por sus modelos emocionales a la hora de identificar la situación del trabajo infantil como una molestia en lugar de cómo un problema. La necesidad de preservar una estructura de manufacturación eficiente y barata pesó más en la balanza que la oportunidad de generar un nuevo modelo de relación productiva con esos países, convirtiéndose así en un creador de nuevos modelos y, en definitiva, de Progreso. Fue incapaz de ver la Incertidumbre como virtud y tan solo alcanzó a vislumbrarla como un peligro ante el que escabullo el bulto con aquella sentencia de su presidente Phil Knight: Creíamos ser una empresa productora (...) Pero ahora hemos comprendido que lo más importante es comercializar nuestros productos. Ahora decimos que Nike es una empresa orientada hacia el marketing.
Aparentemente, puede pensarse que Nike es una corporación que permite visualizar cómo serán las grandes organizaciones en las próximas décadas. Sin embargo, está muy lejos de ser una organización de Tercera Ola, utilizando la terminología de Alvin Toffler. Carece de algo que es esencial y característico: Inteligencia Creativa para afrontar las situaciones y retos de una organización que aspira a elaborar nuevos modelos. De hecho, hasta ahora lo único que ha demostrado es su gran capacidad de manipular los modelos estables en su propio beneficio. Ha creado un macrocosmos onírico basado en una interpretación esperpéntica del espíritu clásico de superación a través del deporte. Y todo ello, a partir de la manipulación del otro, en el caso concreto del mercado norteamericano, la increíble atracción de la cultura marginal afroamericana sobre los individuos blancos juvenilmente correctos. Puede pensarse que se trata de una brillante superación del modelo estable de hacer negocio, pero los actos creativos tienen como objetivo el Progreso. Esto tan sólo es una burda, pero rentable manipulación. Al igual que ocurría con la mansión del Abra donde Benito Aranzibia se empeñaba en sacralizar a Spencer, el Mundo Nike está construido sobre el sufrimiento y la humillación de miles de jóvenes vietnamitas, filipinos o de cualquier otro rincón de esa nueva Europa del siglo XVIII que es el Sudeste Asiático.
Algunos podrán pensar que Nike se preocupa de lo único que es consustancial a una organización, olvidándose de factores emocionales y disparates creativos, es decir: hacer dinero. Sin embargo, estos son viejos paradigmas heredados de las empresas de Segunda Ola. Hoy en día, contamos con múltiples ejemplos que demuestran lo contrario.

8 comentarios:

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Hola JLMON:
El otro día a raíz de los incidentes del partido del Athletic, leía que la prensa belga decía que los culpables de los incidentes habíamos sido nosotros.
Tu perfecta reflexión me lleva una vez más a reflexionar sobre la falta de escrúpulos que demostramos en demasiadas ocasiones.
Necesitamos culpables y siempre tienen que ser los "otros".
¿Tenemos remedio?

Fernando López dijo...

Me ha parecido un post brillante, fácil de leer y bastante acalaratorio. Vivimos en la cultura de la culpabilidad, que siempre son otros como dice Javier y no nos damos cuenta de que nosotros también lo somos, como en el caso de Nike, ya que sabiendo somos participes de ello.
Luego ponemos el grito en el cielo, pero seguimos alimentando la culpabilidad de los otros siempre que no nos salpique directamente.
Y no, Javier, no tenemos remedio.
U abrazo

Caminante dijo...

Javier, Fernando
Gracias por vuestra visita.
Es bastante descorazonador, cierto. El otro día, en el Congreso, ya vimos un nuevo capítulo de la serie "Nos ahogamos, pero da igual".
Pero, tengo confianza y creo que, al final, la necesidad acabará por imponer un poco de sentido común.
Un abrazo

Germán Gijón dijo...

Lo malo es que siempre está impregnada en la cultura del He/she.did.it un componente intrínseco del ser humano: el egoísmo (incluye dinero y poder). Y ese es un contrincante difícil de combatir.
Gran post, José Luís.
Un abrazo.

Josep Julián dijo...

Con lo fácil que sería que los de Nike simplemente aplicaran su lema: Just do it y se acabó el problema.
Un abrazo.

Caminante dijo...

Hola Josep
Brillante! Just do it!
Un abrazo

Caminante dijo...

Hola Germán
Gracias por la visita. Efectivamente es cuestión de genes.
Un abrazo

M.sth.Q. a dijo...

La cultura de la culpabilidad. Creo que en realidad es esa culpabilidad la que da sentido a una mayoria de esta parte del mundo (Europa). A pesar que esto es un ejemplo muy claro (muy buen post), también lo podemos ver en el día a día. Niños que crecen teniendo todo y sin la minima responsabilidad de nada, porque los padres nos sentimos "culpables" de diferentes cosas. Creemos que compramos felicidad, y luego hablamos del consumismo. Muchas personas haciendo esto supondría el caso de Nike, muy pequeño, y creo que la pregunta no es ¿porque?, es más instructivo para todos aprender el ¿Para que?, pero eso ya es otro post.

Besitos...

http://masaquia.blogspot.com/2009/04/razas-y-homosapiens.html

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