lunes, 13 de septiembre de 2010

EL ALMA DE LAS PALABRAS


El Viajero está escribiendo un libraco, una vez más ha decidido someterse al tormento de abandonar la fontanería para adentrarse en el mundo de las ideas. Este es el primer capitulo que desea compartir. ¡Ah! El título provisional: CUCHARA Y TENEDOR.

EL ALMA DE LAS PALABRAS

Lo peor que le puede pasar a una palabra es perder su alma, su significado más íntimo, sumergiéndose en las ambigüedades de la moda y el oportunismo. Esta ha sido la desgracia de la palabra innovación. Rotunda en su expresión, precisa en su significado original y, sin embargo, vaciada de sentido en aras de la construcción acelerada de un paradigma absurdo.
Esta crónica anunciada comenzó tímida y paradójicamente con el auge y posterior desplome de las punto com y se convirtió en un fenómeno imparable desde finales del siglo pasado.
La innovación estaba llamada a reemplazar en el top de la moda a otro término que había dominado el último cuarto del siglo XX: la calidad.
Las diferencias entre ambos términos son múltiples en todos los aspectos. Pero, desde el punto de vista semántico, el término innovación siempre ha presentado un significado más preciso. Sin ir más lejos, reúna a diez personas y pídales que expliquen individualmente qué entienden por calidad de vida. La diversidad se manifestará en toda su plenitud.
En los últimos años del siglo XX, la calidad como fenómeno mediático empresarial, comenzó a perder empuje. La prueba más fehaciente de ello se encontraba en las estanterías de las librerías, los medios de comunicación, los discursos de los políticos de turno y, sobre todo, la migración de las consultoras especializadas a otros nichos de negocio. La etapa de negocio añadido tocaba a su fin y, hoy día, se mantiene como actividad sostenida en unas dimensiones equilibradas por el mercado. Llegados a este punto, tan sólo queda por decidir cuál debe ser el futuro de la calidad en cada organización. Tres son las alternativas posibles.
• Imagen de marca
• Modelo estable asumido en las rutinas corporativas
• Cultura interiorizada y asumida
A rey caído, rey puesto. La innovación irrumpió con fuerza en nuestras vidas, abarcando prácticamente cualquier aspecto de la actividad humana como si del Santo Grial se tratará. Pese a lo que pueda pensarse, quienes nos dedicábamos profesionalmente a la innovación, observábamos con desconfianza esta explosión de convicción casi religiosa en las virtudes terapéuticas del recién llegado. Y nuestras sospechas se vieron confirmadas al poco tiempo. La palabra innovación era utilizada con facilidad pasmosa por políticos y gestores. Los programas y ayudas públicas desbordaron las necesidades asumidas por pequeñas, medianas y grandes empresas, mientras el intrusismo hizo acto de presencia en forma de consultores reconvertidos a la nueva fe, pero con todas las deficiencias de un negocio de minoreo. Las linotipias repetían incesantemente los mismos caracteres: i-n-n-o-v-a-c-i-ó-n. Las cremas faciales eran innovadoras, los yogures, las zapatillas, el detergente de lavadora, los servicios municipales de paisajismo, la nanotecnología y el ama de casa. El universo en su conjunto era una gran comunidad innovadora.
Nada bueno podía derivarse de semejante demostración de exceso, feria de las vanidades en el comienzo de un siglo redimido de las lacras capitalistas por el antropocentrismo de la nueva sociedad del conocimiento. Pero, de la noche a la mañana, la crisis crediticia e hipotecaria iniciada en el verano de 2007 en Estados Unidos lo transformo absolutamente todo. La innovación continuó utilizándose como remedio, pero más por necesidad que por convicción. Y, en cualquier caso, su fuerza mediática nunca volverá a ser la misma, afortunadamente. Pero la innovación no desaparecerá y continuará presente en los nuevos paradigmas que están todavía por construirse. Sin embargo, el daño ya está hecho. La palabra ha perdido su alma.
Quizás por todo ello, una de las primeras tareas sea recuperar el verdadero significado del término innovación. Una vez dejado atrás el impacto mediático y el éxito social, ha llegado la hora de aceptar la mayoría de edad de la innovación. Aunque la innovación, en el sentido estricto de la palabra, ha estado con nosotros desde los tiempos de Olduvai, es a partir del siglo XIX cuando comienza a cobrar personalidad en relación con la actividad humana en general y económica en particular. La innovación llegó para quedarse y está llamada a ser uno de los paradigmas del siglo XXI y de los nuevos escenarios que surjan después de la crisis con la que este se ha iniciado. Sin embargo, una de las primeras tareas a acometer debe ser devolver el alma a una palabra que nunca la debiera haber perdido.
La tentación a acercarse al significado de un término a partir de las definiciones no es recomendable cuando hablamos de la innovación a la vista de la ingente variedad de alternativas que se ofrecen. En 1998, Brian Cumming, después de analizar cuarenta años de definiciones, creó su propia definición de innovación como la primera aplicación exitosa de un producto o proceso (1). Breve y precisa, pero deja la sensación de que hay algo que se ha perdido por el camino. La Real Academia de la Lengua entiende que innovar supone mudar o alterar las cosas introduciendo novedades, incluso afirma que puede ser volver a algo a su anterior estado. Una vez más escueta, pero excesivamente ambigua. De hecho, no hay trazas de implicación creativa en el proceso, cosa que, en cambio, sí hace la definición homónima inglesa que asocia innovar con crear ideas y cosas. Pero, en cualquier caso, la innovación es algo tremendamente complejo que apenas si puede estar contenido en una definición por muy buena que sea.
Personalmente, prefiero acercarme al significado del término asociándolo con otros conceptos con los que se encuentra íntimamente relacionado. ¿Cuáles son estas palabras?
• Problema
• Rutina
• Estrategia
• Táctica
¿En qué se parece una acería compacta a una pastelería?
Superando las analogías más evidentes, existe algo en lo que íntimamente coinciden, no solamente estas dos organizaciones, sino cualquier pareja que podamos imaginar. ¿Qué es ello? Sencillo, todas ellas se enfrentan diariamente a situaciones que deben resolver.
Una empresa, entendida como una organización humana que persigue unos objetivos compartidos, se enfrenta diariamente a distintos tipos de situaciones. Es como si habláramos de un campo de juego en el que las personas, como equipo local, se enfrentan a las situaciones, el equipo visitante. El objetivo es ganar y, si es posible, por un amplio marcador. Ganar supone resolver las situaciones planteadas de forma eficiente y eficaz. Para ello, el equipo debe entrenarse interiorizando jugadas que, más tarde, desplegará en el terreno de juego. Pero, al mismo tiempo, debe cuidar también su motivación y equilibrio personal.
Hasta aquí todo es perfectamente lógico y comprensible. Pero, ¿qué sabemos del equipo contrario? El rival está formado por un conjunto de situaciones que acuden puntualmente a la confrontación. Los jugadores de este equipo visitante pertenecen a dos categorías, ofensivas y defensivas respectivamente. Los defensores que nuestro equipo debe sobrepasar son las rutinas mientras que siempre hay que mantenerse alerta a los contragolpes que los contrarios puedan organizar inesperadamente. Estos peligrosos atacantes son los problemas.
Las rutinas son las situaciones habituales en el devenir diario de una organización. Este tipo de situaciones se caracterizan por su naturaleza repetitiva que permite adquirir dominio y experiencia hasta conseguir los niveles de eficacia y eficiencia deseados. Las situaciones rutinarias se resuelven a través de los procedimientos, protocolos y trucos personales. Todos ellos, constituyen las tácticas de la organización, un conjunto operativo definido y controlado que nuestros jugadores han interiorizado en sus mínimos detalles hasta llegar a ejecutarlo de forma automática y hasta inconsciente.
Podríamos definir el término táctica de muchas formas distintas, pero, en lo que a este libro se refiere, utilizaremos un significado univoco: la táctica es hacer lo que hay que hacer cuando se sabe qué hacer.
El dominio de las tácticas corporativas se da por sobreentendido en cualquier organización y, si no fuera así, los procesos de selección natural se encargarían de solucionar el problema. Las tácticas y su dominio son importantes, pero no constituyen el factor diferencial de una organización. En consecuencia, el protagonismo recae sobre el segundo tipo de situaciones que debemos afrontar, la parte ofensiva del equipo contrario: los problemas.
Frente al carácter repetitivo de las rutinas, un problema es una situación nueva e inesperada cuya solución desconocemos. Los problemas, aunque parezca lo contrario, no abundan en la vida de una organización, aunque, en muchas ocasiones, se identifiquen como tales a rutinas que presentan alteraciones por causas estrictamente coyunturales. Un problema, no sólo dispara todas la alarmas de gestión, sino que obliga a la búsqueda de soluciones a partir de procesos no siempre adecuadamente interiorizados por las personas de la organización. Personas entrenadas en las rutinas y tácticas, pero que acostumbran a recelar, cuando no dar la espalda, a los problemas.
El origen de esta actitud no debemos buscarlo tan sólo en su carácter disruptor de la normalidad corporativa. También existe una genética sociocultural que influye decisivamente en las actitudes que se adoptan. El concepto de problema, sea cual sea su acepción, siempre conlleva una carga negativa en tanto en cuanto altera el status quo. Para la filosofía un problema es algo que altera la paz, para las matemáticas es una pregunta sobre objetos y estructuras que demanda una explicación, para un político es una molestia imprevista y para un ciudadano de a pie, se convierte en un quebradero de cabeza. En definitiva, un problema es una situación en la que las cosas que tenemos son diferentes de las que deseamos. Pero el camino que separa ambos extremos es desconocido y probablemente exija pérdidas y, por supuesto, la asunción de riesgo. Todo ello, contribuye a la mala reputación de los problemas y hace que, pese a que su presencia no sea tan reiterativa como la de las rutinas, cuando aparecen, el desconcierto, cuando no el pánico, abruma a la organización.
La respuesta eficaz a un problema tiene un nombre: estrategia. Las estrategias son a los problemas lo que las tácticas a las rutinas, es decir la soluciones a la situación planteada. El término estrategia presenta la misma diversidad de acepciones que en el caso de la táctica. Sin embargo, una vez más, utilizaremos un significado univoco para cualquier organización humana: la estrategia consiste en descubrir qué hacer cuando no se sabe qué hacer.
En definitiva, una organización, sea cual sea su actividad, debe hacer frente a las rutinas y problemas de la forma más eficaz y eficiente posible y lo logra activando el conjunto de sus tácticas y generando estrategias que, en el caso de demostrarse eficaces, pasarán a convertirse en tácticas asumidas. En ambos casos, el objetivo siempre es el mismo: generar valor en cualquiera de sus formas.
Vivimos tiempos complejos, dominados por las turbulencias características de los momentos de transición. Una transición que debe permitirnos dejar atrás los modelos económicos y sociopolíticos que emergieron en las últimas décadas del siglo XVIII. El cambio no implica necesariamente destrucción o, al menos, negación de todo nuestro pasado inmediato. De hecho, según discurren los acontecimientos, resulta más adecuado hablar de evolución que revolución. Pero, en cualquier caso, nada volverá a ser igual, esta es nuestra única certeza.
Las organizaciones, llamadas todavía empresas, deben evolucionar también si no quieren ser engullidas por la marea del cambio que llega. La gestión y el liderazgo sobrevivirán, pero no necesariamente tal y como los conocemos en la actualidad. Un presente caracterizado por la atonía y la mediocridad, como no podía ser de otra manera, cuando los paradigmas quedan en entredicho por los hechos. Las nuevas organizaciones contarán con líderes y gestores, probablemente conserven parte de sus estructuras piramidales y gran parte de sus áreas mantengan sus nombres; del odre al tetra pack hay todo un mundo, pero el objetivo continua siendo el mismo. En los tiempos de transición que debemos vivir, las organizaciones deberán enfrentar un mayor número de problemas de los habituales. Problemas que no podrán resolverse recurriendo a las viejas tácticas. Problemas que necesitarán de una nueva actitud, nuevos valores compartidos, nuevas formas de organizarse y la generación de un número creciente de nuevas estrategias que, progresivamente, constituirán los modelos estables de los futuros modelos y sistemas. Por todo ello, debemos aprender a transformar las organizaciones tácticas en estratégicas. Organizaciones que aprendan a valorar el futuro como fuente de oportunidades y, en definitiva, de valor y progreso.

11 comentarios:

Astrid Moix dijo...

Estupenda introducción al tema, clarificando conceptos. Como bien señalas, es una palabra cuyo significado se suele confundir con otros que en ocasiones pueden estar relacionados pero que no son equivalentes. Y pienso sobre todo en la tan traída y llevada competitividad; otra palabra con alto riesgo de perder el alma.

Saludos,

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Hola Jose Luis:
Si esto va a terminar siendo un libro consideraré un honor y un privilegio ser de los primeros en leer lo que nos vayas facilitando.
Esto promete.
Un abrazo.

Fernando López dijo...

Hola José Luis:

Me sumo a lo que apunta javier. precisamnete el otro día le daba yo vueltas a eso de la calidad y me decía que había desaprecido del lenguaje empresarial. Si es cierto que se ha sustituido innovación (que lo mismo sirve para un roto que para un descosido) A medida que iba leyendo, me he hecho una pregunta ¿No será que la innovación, a fin de cuentas es una evolución?
Coincido contigo en que los modelos antiguos ya no sirvem (no por antiguos)sino porque las reglas del juego (aunque el objetivo sea el mismo) han cambiado y si no ya se encargarán las nuevas generaciones. Lo que no veo muy claro es cómo articular nuevas estrategias cuando se siguen utilizando las mismas tácticas.
En fin, que me ha gustado.
un abrazo

Caminante dijo...

ASTRID
Hola, gracias por la visita y el comentario...
Efectivamente, la CREATIVIDAD es otra de las palabras en capilla y es más grave el tema teniendo en cuenta que antes que calidad, innovación o simplemente cambio, está la CREATIVIDAD.
cuidate

Caminante dijo...

Hola Javier
Gracias...
Sí, va aser un libro aunque soy lento en estas tareas, pero al final, siempre lo acabo...
Cuidate

Caminante dijo...

Hola Fernando
Gracias por la visita...
Te ayudo con la duda....Una idea es verdaderamente creativa cuando deja de serlo al instante y se convierte en un nuevo modelo estable.
Las tácticas son estrategias de éxito.
Cuidate

Katy dijo...

Bueno que tema tan complicado y denso que te has propuesto. Mi humilde aportacion al respecto: Cuando oigo la palabra "innovación" me suena a disfraz. O sea no se ha inventado nada nuevo bajo el cielo y entonces se le cambia algo como dices a la cosa o idea innovada o innovadora. Es decir que se le ha lavado la cara. Pero sigue siendo la misma casa, el mismo coche, el mismo yoghur. Claro una no es innovadora :)Me parece que se asemeja más a una estrategía o táctica.
Gracias por tu idea del libro a ver si nos "Culturizamos un poco que falta hace"
Un abrazo

Caminante dijo...

Hola Katy
Bueno, es "técnico" pero fijate que tú desde fuera ya has corroborado esa impresión de que se ha convertido en una palabra sin alma.
Cuidate

Josep Julián dijo...

Hola JLMON:
Gracias por hacernos partícipes de este avance. La cosa promete porque ya en el capítulo uno se aclaran conceptos tan mal utilizados no solo por el común sino por avezados visionarios que predicen el pasado.
Me ha gustado la imagen que usas del terreno de juego en el que las personas juegan de locales y los problemas de visitante, normalmente correoso e incómodo.
Por aquí algunos pensamos que a la inovación le falta una letra y que su mejor denominación sería la de innovacción. Por aquello de que las estrategias cuando funcionan pasan a ser parte de la táctica y eso necesita menos contemplación y mucha más acción.
Lo dicho, quedamos a la espera de má capítulos.
Un abrazo.

MaS dijo...

¿libraco?...
vamos, que si esto es el entremés...ya estoy salivando...
Al tajo: dices "la estrategia consiste en descubrir qué hacer cuando no se sabe qué hacer", y yo entiendo que la estrategia como un pensamiento, un diseño de un plan sumamente inteligente y meditado, donde la cabeza pensante y proponiente ha tratado de ver todas las posibles soluciones a ofertar y ha optado por la mejor para ese momento.
Suelo decir que una estrategia es unir dos puntos dando un rodeo, y no a través de una linea recta, eso, si las variables y las condiciones de ese "partido" te llevan a elegir ese camino.
Es probable que esté equivocada o que a mis ideas sobre este tema les falten muchas aportaciones, pero de mi experiencia con el mundo de la empresa,he deducido que en el mundo hay poca estrategia, porque hay poca proposicion, poca meditacion y poca contemplacion de las posibilidades.
Ya sabes, mucha reacción y poca proacción.
Sorry, me he enrollado.
un saludo,
M.

Caminante dijo...

Hola MaS
No creas, andamos los dos por el mismo camino. La Estrategia en Innovación y creatividad es la nueva idea rompedora que acabará dando lugar, si es buena, a un producto, proceso, modelo de negocio, etc.
Cuidate

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