viernes, 3 de septiembre de 2010

LA OTRA ESCALERA DE LA INNOVACIÓN


La noción de progreso es con toda probabilidad uno de los talismanes de la sociedad contemporánea, pese a que el actual modelo de civilización industrial se muestre inviable acorto plazo. Pero, quizás también por ello, el progreso se interpreta como la llave del futuro, una promesa de bienestar. El progreso se relaciona invariablemente con el concepto de cambio y, este a su vez, se traduce en términos de una convicción que denominamos innovación. Pero, ¿es deseable esta relación progreso- cambio- innovación?
En nuestros días, el cambio se ha convertido en un tópico cultural, un fenómeno que necesariamente ha de desembocar en una nueva y mejor situación. Sin embargo, cambiar no significa invariablemente avanzar o progresar. El progreso existe en el cambio, defendía Miguel de Unamuno y, ciertamente, el progreso implica cambio, pero este no conlleva necesariamente progreso. Puedo moverme constantemente de un lugar a otro, pero no por ello progreso. El triunfo del nacionalsocialismo en Alemania durante los años treinta del pasado siglo, acabó con la breve experiencia republicana de Weimar, pero el cambio no derivó necesariamente en progreso, a no ser que explicáramos el actual bienestar alemán como la conclusión final de todo un complejo, doloroso y dilatado proceso. Pero esto, más bien nos situaría en una posición providencialista que enlazaría con la tradición cristiana en torno al progreso, nacida en los siglos medievales y, posteriormente, secularizada en el siglo XVIII. Cambiar significa estrictamente pasar de un estado a otro, de líquido a gaseoso, de pobre a rico, de comunista a socialista, de joven a adulto. Pero, no por ello, el acto conlleva mejora en sí mismo.
Sin embargo, hoy en día, cuando hablamos de algo tan aparentemente ambiguo como el cambio, inmediatamente establecemos una relación indisoluble con palabras como avance, nuevo, moderno, mejor y, en definitiva, progreso. Partimos de la base de que todo fluye y ello implica necesariamente cambio. Pero enlazar esta actitud dinámica con progreso es pura y simple frivolidad.
El progreso entendido como devenir, es una larga línea en la que podemos ir situando hitos como la agricultura, la escritura, la imprenta, las ideas de la Ilustración, la máquina de vapor o la energía nuclear. Una línea que propone esperanza en las capacidades humanas, lejos de concebirla como un camino desde la imperfección del pecado original a Dios. Una línea de esfuerzo continuado que debe superar las adversidades que, en ocasiones, se derivan del cambio, lejos de la Escalera de Jacob que eleva al hombre desde lo material a lo divino. El progreso no es una carrera de fondo en pos de una meta de perfección. Tampoco es un viaje hacia nuestro destino final de autodestrucción. Y, menos aún, una saludable utopía que nos permite sobrevivir. El progreso es nuestra reacción inteligente hacia la adversidad, entendida esta como la sucesión de situaciones problemáticas, provocadas por el cambio que necesitan de respuestas y soluciones inteligentemente creativas.
Necesitaos alimentarnos para sobrevivir, pero no todo lo que comemos es necesariamente saludable y, en muchas ocasiones, aunque parezca contradictorio, alimentarnos limita nuestra capacidad de supervivencia. El cambio parece ser una constante en la historia humana, pero no significa necesariamente progreso. Por ello, relacionar estrechamente innovación y cambio, más allá de resultar una ambigüedad, puede ser cuando menos contradictorio.
Quizás resulte más adecuado establecer una intima relación entre progreso e innovación. El progreso es una búsqueda premeditada de cambio. Pero un cambio positivo, una mejora en la condición humana en cualquiera de sus expresiones y, siempre, a partir de lo que ya se posee. El progreso no consiste en aniquilar hoy el ayer, sino, al revés, en conservar aquella esencia del ayer que tuvo la virtud de crear ese hoy mejor, decía Ortega. El presente comienza en el futuro y éste sólo se entiende a partir del pasado.
El cambio por el cambio no tiene justificación alguna. La innovación por la innovación ni tiene sentido, ni puede desembocar en nada bueno. La innovación como progreso debe aventurarse en el futuro para ser capaz de construir el presente. Esta percepción del fenómeno va más allá del cambio, nada más lejos de la Escalera de Jacob que implica subir y bajar, pero no necesariamente avanzar. La innovación, entendida como progreso, va más allá de la inmediata respuesta a la necesidad momentánea. Responde a una firme creencia en nuestras capacidades para construir nuestro propio futuro, una visión estratégica, una innovación estratégica.

10 comentarios:

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Si es que vamos tan desbocados que no tenemos tiempo de pensar en este tipo de cosas.
Hemos convertido nuestro modelo económico en una carrera sin fin, donde no sabemos si etamos en una maraton o en los 5.000 m., así que por si acaso vamos a ir esprintando.
Así, ¿a quién le preocupa todo esto?
Un abrazo.

Fernando López dijo...

Hola José Luis:

Una de las cosas que mas me gustan de este blog es que aprendo un montón de historia, además de los interesantes enfoques que siempre haces. De acuerdo contigo en que el cambio no necesariamente significa progreso. Es más, hay algunos que mejor decir virgencita , virgencita que me quede como estoy.

Es un articulo genial, que lo mando a lo del pajarito.
Un abrazo

Katy dijo...

Ole José Luis has unido muy bien tu elucubración sobre cambio y progreso que nada tienen en común pero si se puenden combianar como un buen cóctel.
Para mi son palabras con diferente contenido o connotación.
Se puede progresar y eso es cambio positivo., mejora, superación.
Y se puede cambiar y no necesariamente llamarlo progreso de honrado a ladron a drogadicto, o de vago a estudioso y de pecador a santo en cuyo caso aplicariamos el mismo significado: Ha cambiado y ha progresado. PERO CREO QUE TAMPOCO ES ES EL MEOLLO .
Has dado en el clavo y te felicito de veras por este post. Hoy en dia se utilizan las palabras dándoles un sentido positivo en todo desde las altas esferas y acabamos cayendo en todos los tópicazos :)
Pero no es lo mismo...
Las cosas hay que llamarlas por su nombre.
Un abrazo

Caminante dijo...

Hola Javier
sí, más o menos y así destruimos hasta el significado de las palabras
Buen finde

Caminante dijo...

Hola Fernando
Gracias por la visita y tus comentarios, en ocasiones "demasiado generosos" conmigo...
Cuidate

Caminante dijo...

hola Katy
Sí, como le decía a Javier, hemos destruido el significado de muchas palabras que es como decir que las hemos asaltado a mano armada.
Cuidate

Josep Julián dijo...

Hola JLMON:
Tu post me ha venido como anillo al dedo para ilustrar un ejemplo de modelo de gestión del cambio que tengo que trabajar con un cliente.
En resumen, diríamos que a veces cambiar por cambiar es tontería. Pero no siempre es fácil explicarlo sin desilusionar.
Un abrazo.

Alberto Blanco dijo...

Es verdad que muchas veces nos empeñamos en anticipar el futuro sin darnos cuenta de que para ello es fundamental entender el presente. De otra forma es muy fácil caer en el cambio por el cambio.

Gran reflexión, José Luis.

Un abrazo.

Caminante dijo...

Hola Josep
Pues ya me alegro de ser de utilidad...invitarás a un bocat de anchoas del Cantábrico, claro!

Caminante dijo...

Hola Alberto
Gracias por la visita. El cambio por el cambio está más arraigado de lo que sospechamos.
Cuidate

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