viernes, 26 de marzo de 2010

EL REINO INVISIBLE


Probablemente contagiado por la serie de excelentes narraciones que mi amigo Fernando está publicando esta semana, hoy voy a contar un pequeño cuento...
Erase una vez dos reinos vecinos que convivían en paz desde hacía muchos lustros. Uno de ellos – el Reino Invisible – estaba gobernado por Olaf Tercero el Invisible, llamado así porque rara vez aparecía en público y sus súbditos apenas podían describirle cuándo algún viajero de paso les preguntaba.
El reino vecino – el Reino Visible – estaba gobernado por Magnanimus Tercero el Visible, llamado así porque parecía estar en todos sitios preocupándose por sus súbditos, sus problemas y necesidades.
Ambos reinos convivían en paz, pese a las diferentes formas de gobernar de sus soberanos. Todo era casi perfecto hasta que una serie de alteraciones climáticas provocaron unos años de sucesivas sequias que acabaron por afectar a las cosechas. Pronto apareció el hambre que se convirtió al poco en hambruna declarada.
Los gobernantes de los dos reinos tomaron cartas en el asunto. Olaf Tercero el Invisible consideró que era oportuno no interferir en el discurrir de las cosas y permitió a los comerciantes de grano atesorarlo y especular con sus precios.
Por el contrario, Magnanimus Tercero el Visible ordenó a sus ministros que se requisará todo el grano disponible para ser repartido equitativamente entre toda la población y atender así a los más desfavorecidos.
Al cabo de unos años, la sequia remitió y los campos volvieron a ofrecer sus frutos. El hambre pasó a convertirse en un amargo recuerdo como también lo era el Reino Visible. Y es que los habitantes del reino murieron finalmente de hambre. El grano que Magnanimus repartía cubrió las necesidades de la población durante unos meses, pero pronto se acabó y poco a poco todos murieron de inanición, incluido el monarca y su familia.
En el Reino Invisible de Olaf Tercero, dos tercios de la población murieron de hambre al no poder pagar los abusivos precios del grano impuestos por los especuladores. Pero, unos pocos, los más ricos, los altos dignatarios y el propio monarca con su familia invisible consiguieron sobrevivir. Con el tiempo, el reino volvió a ser floreciente y las clases humildes de nuevo crecieron y pudieron trabajar los campos y talleres artesanales.
No, no es una trampantojo moral. Es simplemente un cuento aunque a mi me lo contaron en mi primer día en el MIT, así como la moraleja que le acompañaba: deja fuera toda consideración moral si quieres comprender eso que llaman Economía y ten en cuenta que estamos aquí para cambiarla.

8 comentarios:

Katy dijo...

Es que para compartir también hay que tener cerebro. Si tengo 30 millones de euros y le doy un euro a cada habitante de España, moriremos todos de hambre porque no he hecho más que el indio. Nadie ha salido de pobre y solo ha dado para un café. La economía tiene sus leyes aunque sea justa.
Un abrazo.
Buen relato
Feliz finde

Caminante dijo...

Buen finde Katy

Unknown dijo...

Parece que los cuentos y las metáforas sirven para que nuestro subconsciente baje las defensas, de tal modo que una buena historia puede hacernos aceptar algo que en circunstancias normales jamás aceptaríamos... ¡a ver si te leen los poderosos y deciden cambiar su práxis! Porque lo del ICO es pan para hoy y hambre para mañana (como muchas de las medidas que se están tomando).

Fernando López dijo...

Hola José Luis:

En primer lugar, gracias por la cita. Más allá del dilema moral que se puede plantear, lo que yo creo es que la economía funciona más o menos como la naturaleza. Ciclos buenos, ciclos malos, y en ellos como ocurre
como en las manadas de animales suelen sobrevivir los más fuertes o más preparados. Y eso es lo que ha hecho sobrevivir a muchas especies. No hay fórmulas
mágicas y el querer distribuir equitativamente la riqueza o la "protección" nunca ha funcionado porque acaba por debilitar más, si cabe el sistema. como bien han apuntado Katy o Aberto.

Quizás no sea justo, pero aquí, ahora, se hablaba de economía ¿no?

Un abrazo

Caminante dijo...

Hola Alberto
Pues sí, aquí creo que estamos en el reino Super Visible y efectivamente, está muy bien todo esto de las políticas sociales pero la gente quiere trabajar y por ahí vamos mal...
Cuidate

Caminante dijo...

Hola Fernando
Como te oiga Spencer...te invita a una mariscada, ja-ja.
Efectivamente, esto es economía, nos guste o no.
Cuidate, un abrazo

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Hola Jose Luis:
Historias de este tipo se usan mucho en cursos de formación para directivos. Situaciones límite donde tienes que tomar una decisión que irremediablemente va a suponer la muerte del grupo o de algunas personas.
En definitiva, para mi, si no es ético, no me interesa la supervivencia. Más de lo mismo no, por favor.
Un abrazo.

Josep Julián dijo...

Hola José Luis: Entro en tu blog y veo que tengo lectura atrasada. Empezando por esta, diré que la historia relatada que te pido prestada como albacea del MIT para explicársela a unos cuantos se asemeja a la del dilema del prisionero.
No hay solución sin coste, esa es la conclusión de las leyes económicas lo cual crea el dilema de cambiarlas o aplicarlas. Lo que resulte más práctico o dicho de otra forma, lo que funcione mejor antes de que el último apague la luz.
Lo que no se puede hacer es estar borracho y tener la bota llena.
Un abrazo.

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