viernes, 10 de abril de 2009

VIRUS, BACTERIAS Y AUSTRALIANOS


Una vez más, reivindico una interpretación global del concepto de Innovación que vaya más allá del aparataje tecnológico y, aunque es prácticamente una causa perdida en este país, sigo insistiendo con obcecación.
A lo largo de mi vida profesional como mediador de andamio en estas cosas del cambio, he tenido oportunidad de asistir en vivo y en directo a numerosos episodios de esto que podríamos llamar “lo simple también es bello” o como acabar con una investigación tecnológica en dos patadas, una y dos.
Recuerdo un proyecto de investigación sobre sistemas de identificación para neonatos en centros hospitalarios, un problema discretamente silenciado, pero real. No se pueden ustedes hacer una idea de los casos de intercambio de recién nacidos por errores de identificación que se producen anualmente en todo el “mundo civilizado”, expresión esta que siempre me recuerda aquello de los dos mundos en el Imperio Romano, el mundo civilizado y los barbaros. Bueno, el caso es que el proyecto se complicaba por momentos al tener que armonizar diversos parámetros con el factor tecnológico, teóricamente esencial. Viabilidad económica, consecuencias colaterales en el uso de ciertas tecnologías, costes de cambio en el usuario, tecnologías facilitadoras, fondo cultural de la población y un largo etcétera que nos traía por la calle de la amargura. En esto llevábamos unos dos años, cuando un grupo de australianos disfrazados de canguro que apenas llevaban unos meses en un proyecto similar se les ocurrió que la solución pasaba por algo tan simple como el uso de tinturas naturales inocuas que permitían tatuar al neonato y desaparecían por sí solas al cabo de quince días. Y así, colorín, colorado el proyecto al baúl de los recuerdos.
Esta mañana leía una alerta periódica de innovaciones que recibo de More Inspiration y recordaba el caso de los tatuadores australianos. La innovación en cuestión es un ejemplo más de simpleza y elementalidad frente a la complejidad tecnológica de alguna investigación que con toda seguridad se encuentra en marcha. Ni más ni menos que el uso del cobre como inhibidor de virus y bacterias en los centros hospitalarios. Manillas de puertas, pomos, barandillas, asideros y un largo etcétera de objetos presentes en un hospital y que pueden ser auténticos polvorines. Simple, sencillo, barato y, sobre todo, eficaz. Una innovación basada en el conocimiento pasado.
Ya decía mi tía abuela que no me fiara de quien necesita una hora para explicar algo que puede resumirse en dos palabras. Moraleja: fíate de los australianos, son gente sencilla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que trabajaste con equipos de Assa Abloi no? Lo comento por lo de las manillas de cobre.
Saludos
Igor

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